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from Niebla politik

Atrapada se halla. La libertad vive prisionera de sus propias contradicciones. Está a merced de lo que la hegemonía dictamina, de aquellas figuras con peinados estrafalarios con el poder legítimo de delimitarla. Constantemente descienden mesías del cielo clamando que su libertad ataviada nos salvará. Que es la verdadera, creámosles. Que los tiempos de esclavitud y servidumbre acabarán, próximamente. Esta palabra cuyo sentido encierra pasiones es prostituida e instrumentalizada. Enajenada de su esencia primigenia. Tanto es así, que ya no nos queda memoria de lo que realmente significa.

Libertad positiva y libertad negativa

En la hegemonía neoliberal, la libertad se ha convertido en un instrumento indispensable para su construcción ideológica, pero no en un sentido radical del término, ni siquiera político, sino puramente económico. Este dogma cuasi religioso propugna que para que un ciudadano pueda ser libre necesita desarrollismo, necesita prosperidad, necesita la riqueza de las naciones, necesita, en definitiva, que toda sociedad “civilizada” crezca infinitamente en pos de datos macroeconómicos tan etéreos como inaccesibles para los meros mortales.

Según Isaiah Berlin en su obra “Dos conceptos de libertad” (1958), la libertad positiva alude a la capacidad de dirigir tu propia vida, lo que implica acción autónoma a fin de alcanzar autorrealización. No en vano, desde el neoliberalismo la libertad no es libre; se forja alrededor del dinero, es traficada en los mercados financieros, puesta a subasta, adulterada por aquellos abanderados del “laissez faire” con cantidades obscenas de dinero para comprarla, revenderla, alquilarla, hipotecarla pero jamás disfrutada.

Por otra parte, la libertad negativa conlleva la ausencia de coacción en las acciones de un sujeto, por lo que para que se cumpla ésta no deben existir interferencias externas que condicionen las decisiones de alguien. Por ejemplo, a una persona trans no se le debe negar su identidad de género o sexual, ni forzarla a adoptar una que no le corresponde. Esto también se puede extrapolar a las orientaciones sexuales, al sexo, a las creencias religiosas, la etnia o la ideología política.

¿Acaso el aparato estatal no se dedica a juzgar lo moralmente virtuoso? Esa genealogía de la moral traducida a leyes impuestas que dictan la vida de los ciudadanos. La memoria histórica es demasiado pesada como para olvidar la violencia política contra lo marginal, contra aquellas personas cuyas voces molestaron, molestan y molestarán al poder. Desde las intifadas de los palestinos hasta los disturbios de StoneWall en 1969; desde el movimiento 15-M en España hasta las protestas en Hong Kong. La coacción siempre acecha silenciosamente entre la maleza de la legitimidad institucional y empresarial.

A la vista de estas dos definiciones de libertad, está claro que ni una ni la otra se aplican a la mayoría de ciudadanos, en tanto que el estatus social determina tu nivel de libertad individual. Pese a quien le pese, este principio tan aclamado por el liberalismo es un mero cuento interminable. Una concatenación de discursos -maquillados por un signo político u otro- que se constituye sobre una ilusión ignominiosa, ergo sobre un tipo ideal como señalaría Max Weber. La libertad de unos pocos a cambio de la esclavitud de muchos, pero siempre con la esperanza de que puedas subir la pirámide y alcanzar esa ensoñación tan anhelada. Así funciona la democracia liberal y, por esa razón, resulta un verdadero reto aplacar la fe ciega que se le profesa.

Libertad como significante vacío y flotante

La política implica conflicto, -siempre perpetuo- en la medida en que es imposible concebir una sociedad reconciliada consigo misma. Y en ese marco las palabras también bajan al terreno pantanoso de la lucha por el sentido, aquel donde se decide qué prevalece y qué queda supeditado por la hegemonía. Cada proyecto político, por tanto, llena de sentido conceptos tan manoseados como democracia, justicia, patria, pueblo, igualdad o, por supuesto, libertad. Estos significantes son, según Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, significantes flotantes, en tanto que su significado queda suspendido en el aire, siempre en constante movimiento fruto de los caprichos del sistema.

En otras palabras, libertad es un recipiente vacío, llenado de intereses, de pasiones e, incluso, algunos dispuestos a mancharlo de sangre. Libertad como bandera, libertad como arma, libertad como sumisión. De esta manera, se la encierra en una jaula semántica, como a un pájaro silvestre, en aras de adecuarse al sentido que se le da en función de quién la moldea. Por otra parte, el significante vacío no sólo alude a su definición inexistente, sino que además adquiere un sentido ulterior -cuasi mesiánico- cuando se le vincula a otras demandas sociales. Y así es cómo se erigen las identidades políticas, en forma de esculturas ataviadas con ornamentos lingüísticos y discursivos.

Y si buscamos ejemplos actuales de este vaciamiento, basta alzar la mirada y darse cuenta de quiénes han convertido la libertad en un producto prefabricado: Javier Milei e Isabel Díaz Ayuso. Ambos llenan su boca cada día con eslóganes huecos en nombre de un significante que se les queda demasiado grande. Como bien mencioné antes, la libertad desde las gafas del neoliberalismo siempre será mercadeada al mejor postor. Economía y más economía. Crecimiento hasta desfallecer. Desarrollo sin fecha de culminación. Se nos promete prosperidad, empleo, oportunidades e igualdad al más puro estilo del sueño americano.

Todo esto lo engloba esa libertad -abusada por Milei y Ayuso- cuya ancla nunca se había hundido tan hondo, hacia el abismo del turbocapitalismo, donde la libertad no emancipa, sino que encadena. El resultado siempre es el mismo: desigualdad, concentración obscena de capital en pocas manos, explotación, ecocidio, conflictos bélicos, genocidios. Esa libertad que iba traer la luz y la gloria, su bandera ahora arde junto a los pueblos que pretendía salvar. Este es el auténtico rostro del neoliberalismo: una neblina discursiva que oculta un liberticio constante.

Dicho todo esto, cierro este capítulo -si es que tiene cerradura- recordando que con el auge de la ultraderecha, otra noción de libertad cobra vida entre la juventud más afanosa e idealista, quienes han encontrado en el nacionalismo un refugio acogedor. La mascota cambia de dueño sin previo aviso. Es evidente que no podemos impedir los vaivenes semánticos impuestos por el poder político-económico, eso está fuera de nuestro alcance. Lo que sí podemos es decidir qué tipo de libertad queremos como animales sociales. Porque una libertad que no germine desde los pueblos sometidos, jamás será suficientemente auténtica como para querer verla, tocarla, saborearla.

 
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from sicigia

Mauro sacó unas fotografías a Paloma aprovechando el fondo del horizonte con el mar. Estaban en el paseo junto a la playa y ella posaba junto a la barandilla. Después de un rato, Paloma se acercó para ver en la pantalla de la cámara las imágenes.

—Hala, ¿y esta soy yo? Si hasta parezco guapa. Tu cámara es mágica.

—No pareces guapa, lo eres. La cámara no es mágica, es más la habilidad para captar la emoción en instantáneas.

—Haces unas fotos increíbles, en es pecial de aves. Recuerdo cuando me las enseñas, son preciosas.

—Eso es saber dónde ir, un señuelo en ocasiones para que acudan y mucha, mucha paciencia. Tú me lo pones mucho más fácil. Además, es más gratificante.

Mauro esbozó una sonrisa de falsa inocencia.

—Pillo.

—En serio, aprecia la belleza que emanas. El brillo y la fuerza de tu mirada dicen mucho.

—¿Incluso con gafas?

—Incluso con gafas de lista.

—Listillo tú.

—Me cuesta entender que no te veas con el mismo aprecio que otras personas te ven.

—No todo el mundo me valora como tú.

—Entonces tendré que repetirte tus bondades hasta que te las creas por ti misma. Y no hagas caso a las pamplinas de otra gente.

—No son pamplinas, son comentarios hirientes y con intención.

Mauro se rascó la cabeza.

—Aléjate de esas personas, no te hacen bien.

—No siempre es posible.

—Ignóralos, demuestra que tu estima está por encima de sus palabras.

—No es fácil, más si hay una jerarquía de poder.

—Pues a tus jefes, que les den un curso de empatía.

—A esos seguro que ni con tu cámara ni tu habilidad conseguías sacarles un perfil bueno.

Ambos sonrieron con complicidad. De pronto se levantó una ráfaga de viento y la arena que salió de la playa los obligó a cerrar los ojos y a agachar la cabeza.

—Será mejor que nos refugiemos. ¿Te parece tomar algo en los bares aquellos?

—Bien, estupendo.


 
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from sicigia

El sol no se despierta solo por las mañanas. Cuando se acuesta en su cueva de la montaña lejana le da cuerda a un juguete para que suene pronto al día siguiente. El juguete era un perrito sentado sobre sus patas traseras y que en la delanteras tenía un par de platillos. Cuando se activaba, el perrito chocaba los platillos de forma repetida y sonaba.

Una noche al sol se le olvidó dar cuerda al juguete, con lo que al día siguiente no sonó. Y el sol, como tenía el sueño muy profundo, no se despertó. La luna y las estrellas, viendo que el sol no se levantaba se quedaron un rato más para evitar que el mundo se quedara totalmente a oscuras.

Ante el retraso del sol, un ratón de campo que andaba cerca de la montaña lejana se acercó a la cueva donde dormía tan plácido el astro luminoso, para ver qué sucedía. No pudo aproximarse mucho, porque salía un gran calor que lo achicharraba, pero unos tremendos ronquidos le hicieron saber cuál era la causa del retraso del sol.

¿Cómo podía despertarlo de su profundo sueño si no podía acercarse? Miró a su alrededor y se fijó en unas cañas huecas que crecían junto a una acumulación de agua. Con sus afilados dientes cortó una y le hizo unos agujeros en medidas concretas. Acababa de construir una flauta rudimentaria.

Hizo algunas pruebas que sonaron desafinadas, añadió unos adecuados retoques al instrumento y comprobó que estaba lista. Entonces empezó a interpretar una hermosa melodía que se coló dentro de la cueva. Al de un rato los ronquidos cesaron y apareció el sol con pasos vacilantes y cara adormilada.

—¿Qué pasa? —dijo mientras se frotaba los ojos.

—Seré breve, sol, te has dormido. La música era para despertarte.

El sol se puso rojo de vergüenza al enterarse de su falta. Se dio prisa en despejarse y en empezar a iluminar el día. En cuanto al ratón de la flauta, le pidió que lo visitara todas la mañanas por si se volvía a quedar dormido. Además le había gustado mucho la melodía y le agradaría volver a escucharla.


 
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from Komunikilo

En agosto presenté el libro “Comunicación y cultura libre” en el encuentro Sobremesa. Si lo queréis comprar (muchas gracias por el apoyo), lo encontraréis en llibres.cat.

El Sobremesa

Era su segunda edición, la primera fue en 2023. Durante una semana estuvimos unas quinientas personitas en un campamento en Soria. Cada día había actividades como charlas y talleres, tareas comunitarias como cocinar o limpiar baños, “antemesas” (reuniones grupales vespertinas de valoración y continuación). Y el miércoles 20 de agosto a las 12h hice la presentación.

La presentación

Estuvimos diez personitas. Me gustó que, después de introducir cómo y por qué he escrito este libro, se abriera debate orgánicamente. El por qué quizás es más evidente: cada día hay más personas, colectivos y organizaciones que descubren la toxicidad de según qué programas informáticos. Y algunas, quieren informarse más o aprender a lidiar con una digitalización grotesca y perniciosa. Creo que este libro puede dar esperanzas en este sentido porque contiene más propuestas que calammides.

Aprovechando que tenía a mano el tríptico sobre “Libros de cultura libre”, quise comentar también mi sueño de crear un sello de cultura libre donde, al estilo de los iconos de las licencias Creative Commons, se puedan promover publicaciones creadas y difundidas con tecnologías convivenciales.

El peso de la transición

Durante el debate, hubo un chico que explicó que lleva las comunicaciones, de forma voluntaria, en un colectivo rural donde las personas participantes son gente mayor que usan Facebook. Comentaba que había probado Mastodon pero que ahí no encontraba lo que buscaba y, además, no tenía tiempo para dedicar a una red social en la que su colectivo no tiene interés.

En este testimonio se mezclan muchas cosas que son comunes a muchos colectivos. Identifico al menos tres: precariedad comunicativa, percepción de impacto en medios sociales y curva de aprendizaje en entornos descentralizados. Muchos colectivos no disponen de presupuesto para comunicación y, además de sus trabajos diarios, la gente hace lo que puede con esas 24 horas que tiene el día. Por otro lado, no es ningún secreto que, los medios asociales publicitarios, alteran nuestra percepción con ofuscación algorítmica de publicaciones (shadow banning) y prácticas de “diseño casino” (escrol infinito, recomendaciones, notificaciones, patrones oscuros). Además, está el esfuerzo añadido de descubrir, entender y practicar la soberanía tecnológica, la descentralitzación web y la cultura fediversal.

Se nos acostumbra a hacer clics y pensar que todo sucede “automágicamente” de forma gratuita, pero quien intenta dar el salto a una digitalización más consciente, comprende que una digitalización más saludable requiere convicción para luchar contra inercias, dedicación y presupuesto para descubrir y fomentar tecnologías convivenciales. En este sentido, en el número 123 de la revista de Ecologistas en acción, encontramos este párrafo sobre los centros de datos y una digitalización que podríamos calificar de “mal entendida”:

Esta propuesta tecnosolucionista se sostiene sobre una imagen mágica de las tecnologías digitales, esta es, la que comprende la nube como algo etéreo e inmaterial del que pudieran brotar, como si fuera tocado por un aprendiz de brujo, las soluciones que hace tantas décadas necesitamos. Nada más lejos de la realidad.

Personalmente, creo que el peso de la transición digital debe recaer en organizaciones y entidades que disponen de presupuesto, especialmente las que disponen de fondos públicos. Pienso que es demasiado esperar que sean pequeños colectivos quienes lideren la transición hacia una cultura libre comunicativa. Lo que sí creo que podrían hacer y sería efectivo y coherente, sería implementar una dieta baja en dopamina que minimizara la dependencia a según qué empresas.

Pero la primera gran etapa, según mi criterio, creo que deben hacerla universidades, ayuntamientos, fundaciones, cooperativas, federaciones, sindicatos, asociaciones, canales informativos como periódicos, radios o televisiones, redes culturales. Son estas entidades las que creo que pueden ser el motor del cambio y abrir camino para convertir en norma lo que hoy día es excepción: visibilizar y promover una participación digital realmente cualitativa a través de infraestructuras digitales convivenciales. Pero, para eso, hace falta mucha consciencia, gran voluntad, un poco de organización y algunos dineros para infraestructura, promoción y formación.

En este sentido, algunas instituciones alemanas, holandesas y suizas, alguna universidad, medios tradicionales y redes culturales ya están tomando cartas en el asunto.

Trabajo de base y testimonios

Para ahondar un poquito más en el tema de la percepción, quisiera comentar dos cosas. La primera es que, durante el debate de la presentación del libro, hubo otro chico que expresó que gracias a Instagram, una huelga había tenido mucha participación. En seguida, saltó una chica para decir que le dolía que se diera tanto crédito al medio porque, debajo de esa percepción, había mucho trabajo de base que se estaba obviando.

La segunda es simplemente comentar que llevo unos años trabajando en un documento que llamo “partikuali” (para abreviar “participación cualitativa”) y que ya va siendo hora de publicarlo. Es un recopilatorio de experiencias humanas y lo estoy anonimizando, es decir, que publicaré lo que se dice pero no quién ni cuando ni en qué idioma. Entre otros testimonios, podréis leer a personas que comparan experiencias entre medios sociales o que explican cómo el uso de descripciones les facilita la participación.

Hay esperanza si hay consciencia

Se habla mucho de transición ecosocial e incluso existe un texto titulado Transición ecosocial justa. Desde el desánimo a la esperanza activa

Cito algunos fragmentos:

Nos cuesta enormemente pensar desde el ecologismo sistemas de propiedad públicos y comunitarios para infraestructuras estratégicas; así como concebir tecnologías basadas en el ecodiseño, la reparabilidad o el software y hardware libre frente a las dinámicas extractivas y el capitalismo de vigilancia.

Estamos atrapados y atrapadas por historias que nos impiden ver, creer o actuar en las posibilidades de cambio; algunas son hábitos mentales y otras propaganda de la industria. A veces, las historias que se cuentan sobre la realidad no se corresponden con la misma, pero se siguen repitiendo. Se trata de desprenderse de mapas caducos que no permiten ver salidas.

Club de lectura e hilo

Irónicamente, quien tiene ya un ejemplar del libro, tiene también acceso a un enlace que pretende hacerlo más accesible. La idea es publicar los capítulos en digital de forma paulatina y organizar un club de lectura para comentarlo. La cuestión es que no sé si abrá suficientemente interés para esta actividad sincrónica y quizás con un hilo en el foro se gasta menos energía.

En fin, si os motiva el tema y/o queréis apoyar esta lucha incesante por una digitalización convivencial, leed, comentad y compartid. Gracias de antemano.

Licencia de esta publicación

Comunicación digital y transición ecosocial 2025 por komunikilo.org bajo licencia Licencia Art Libre LAL 1.3

Redacción: @titi@bcn.fedi.cat

 
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from sicigia

A veces aceptamos cualquier escrito por la simple satisfacción de haber escrito algo. La exigencia no es que ahogue, se ha relajado demasiado. Todo vale, nos conformamos. Esa sensación de bienestar tiene un punto de falso techo. Está ahí, al tiempo que limita otros avances en la escritura.

¿Dónde queda esa inquietud de buscar una mejora en el texto? En cultivar un talento literario. Hay veces que por cansancio o por pereza se rebaja el nivel de esfuerzo. Ahora bien, no habría de ser la costumbre. Si no, se da el estancamiento y un beneplácito hueco.

Deja de aparecer ese júbilo repentino por crear algo inesperado y que suena increíble. Ese regocijo por la superación personal al escribir. El gusto de ver que con el tiempo hemos trabajado el arte literario y ha dado sus frutos.

Justa exigencia para avanzar, adaptada a las circunstancias de cada cual.

¿Alguna vez has sentido este conformismo por tus escritos? Un «vale», muy dejado y arrastrado, que suena a rutina y falta de entusiasmo.

 
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from El Barrizal

Por Ⓐrdilla

“No importa lo mucho que nos preocupe nuestra propia especie, la vida es un sistema mucho más amplio. Es una increíble y compleja interdependencia de materia y energía entre millones de especies fuera (y dentro) de nuestra propia piel. Estos alienígenas de la Tierra son nuestros parientes, nuestros ancestros y parte de nosotros. Ellos hacen funcionar los ciclos de la materia y nos traen agua y alimento. Sin “los otros” no sobreviviríamos.” – Lynn Margulis

Foto

Foto: Un pequeño banco de peces nadando cerca del fondo marino.

Aviso de contenido: Se describen algunas situaciones violentas.

Hoy me levanté con la determinación de reconocerme en el otro, un ejercicio de empatía radical. Como Bill Pilgrim en Matadero Cinco, saltando de un momento a otro de su vida – despegado del tiempo – pero realizando un viaje no por los momentos de mi vida sino por un montón de vidas, de mundos y de estados emocionales, un viaje por todo lo que somos. Y de repente sentí el dolor en los pies de la persona que arriesga su vida para cruzar el desierto en busca de prosperidad, levanté la vista y el sol me cegó en el mismo instante que pasé a ser un bebé agarrado a su madre en un cayuco a la deriva del Mediterráneo. Cerré los ojos y el miedo que sienten las que viven bajo las bombas me invadió con el primer estruendo. Parpadee y estaba a las afueras de un campo de refugiades, sintiendo la angustia de no poder alimentarme ni alimentar. Momentos después sentí la sed del pájaro tratando de sobrevivir al calor del verano. Y me transformé en ecosistema, sentía mi piel arder, sentía en mis carnes el amazonas siendo deforestado, perdiendo mi identidad protectora de vida. Sentía los ríos secándose, los polos deshaciéndose. Fue demasiado. Me encogí mucho, tanto que fui una cerda atrapada en una jaula del tamaño de mi cuerpo, temiendo por no aplastar a mis crías. Un grito sordo me despistó y ahora estaba en una caja de plástico, aterrado, esperando mi turno mientras veía como a mis compañeres conejo les desnucaban y colgaban. No podía soportarlo. Y por un instante sentí que era todo el mundo rompiéndose. Gritando. Buscando fuerzas para resurgir y expulsarme todo aquello que nos adolece.

Y de repente, era todo lo que existía.

Vestido de negro, oculto entre las sombras y liberando a otra persona de las garras de la industria de la muerte. Un sonido metálico me transportó a una empresa armamentística, era esa persona rompiendo computadoras propiedad de cómplices de genocidios. La euforia me llevó a ser el rugido de miles en las calles. A sentir el amor de todas aquellas que ceden su tiempo para cuidar a las liberadas. O el coraje del pueblo originario reclamando, tomando y cuidando su territorio ancestral. De nuevo trascendí a mi especie y sentí mis extremidades agarrarse al suelo que me alimenta, convertido en un árbol hermoso. El sonido del oleaje me cambió de medio, me movía ágil por el agua, era el pez revelándose contra el anzuelo. En un segundo pasé a ser las que reciclan, cocinan y se alimentan en comunidad. Todas aquellas que tejen redes para cuidar a la otredad.

Era todo lo que existía. Estaba conectado a todo lo que existía.

Fui todas las que luchan, se revuelven y devuelven el golpe. Las que buscan destruir la jerarquía. Supe que sin la otra no somos nadie. Que la injusticia en cualquier lugar es injusticia en todas partes. Que necesitamos un mundo donde quepan muchos mundos. Por un breve instante, fui la rabia positiva contra la maquinaria represiva.

Fui todo eso y más. Soy todo eso y más. Somos todo eso y más.

“El mundo más allá de lo humano no es una mera sofisticación caprichosa ni un juego de palabras filosófico: es el sedimento, en nuestra conciencia y actitudes, de verdades científicas a las que se ha llegado con esfuerzo, pero cuyas implicaciones aún deben permear en la sociedad. (...) El mundo está formado por sujetos, no por objetos. Todas las cosas son, en realidad, todos los seres, y todos esos seres tienen su propia capacidad de actuar, sus propios puntos de vista y formas de vida. El mundo más allá de lo humano requiere de nosotros este reconocimiento, porque sin él no somos nada.” – James Bridle

 
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from sicigia

Samuel había dormido inquieto esa noche. No había pasado desapercibido para Julia, que había estado junto a él. Cuando ella abrió los ojos, él estaba mirando al techo, perdido en sus pensamientos.

—¿Otra noche movida?

—¿Eh? Oh, lo siento, no quería molestarte.

—Ha pasado un mes desde que te mudaste aquí y todavía rara es la noche que descansas en paz. Das vueltas, me rozas, largos suspiros… ¿Qué sucede? ¿Hay algo que te preocupe?

—Esta ciudad tan grande, me agobia, todavía no me hago.

—¿Solo eso?

Ella se giró en la cama para poder mirarlo. No se le escapó su gesto contrariado.

—Siento… Temo… que convivir nos desgaste y… que nos separemos. Yo ya completamente solo en esta ciudad no sé qué haría.

—Es cierto que pasamos más tiempo juntos, ahora bien, no tiene que ser todo el tiempo. Al principio te estoy ayudando a asentarse y a conocer el lugar, a hacer el cambio.

—Y lo agradezco…

—Pero llegará un momento en que tengas que salir por tu cuenta más allá del trabajo. No se puede mantener que yo sea tu única referencia. Tendrías que ampliar tu red de contactos.

Samuel se dio la vuelta para evitar mirarla.

—Aquí no conozco a nadie y la gente del trabajo no me inspira suficiente confianza. Esto no es el pueblo del que vengo donde todo el mundo sabe la vida del resto. Y paso de meterme en aplicaciones para conocer gente, a saber lo que hay ahí.

—Puede haber otras alternativas.

—¿Cómo cuáles? —Samuel se volvió con interés.

—Tienes un perfil en redes donde compartes fotos de naturaleza, ¿no? Pon un mensaje de que andas en esta ciudad y quieres conocer gente para ir a sacar fotos de paisajes, animalillos o lo que se os ocurra. Gente con la que compartir afición para empezar.

—No es mala.

—Es un paso para encontrar otras personas afines y de confiar con el tiempo en alguien más que en mí en estos momentos. Una forma de airearte y evitar asfixiar lo que nos une.

Samuel sonrió.

—Me encantan tus ideas. Me encantas tú misma entera.

Julia sonrió complacida.

—Si tanto te encanto, ¿por qué no preparas el desayuno para los dos?

Samuel puso un fugaz gesto de fastidio pero poco después trajinaba por la cocina.

 
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from sicigia

Llamaron por teléfono y el hombre dejó sobre la mesa la marioneta con la que estaba ensayando su próximo número. Salió de la estancia para tener una mejor señal y una conversación clara. Mientras la marioneta, lejos de la vista y el control del hombre, se recompuso y miró a su alrededor.

Sobre la mesa vio hojas donde había escrito el guion del número, un bote de lapiceros y rotuladores. También pudo ver una tableta electrónica. Era la misma con la que a veces el hombre se grababa para comprobar cómo quedaba la actuación y poder corregir errores o introducir mejoras. La tableta encendió la pantalla.

—Me está llegando una actualización. ¿Tú cuándo tienes que poner al día tu sistema operativo? —le preguntó a la marioneta.

—Yo no tengo sistema operativo ese, en la actuación me muevo con los hilos que mueve el marionetista. No tengo cables ni me enchufan.

—¿Entonces funcionas a todas horas y no te quedas obsoleta?

—No dependo de la electricidad, si es a lo que te refieres. Y lo de obsoleta… Soy antigua, a veces se me enredan los hilos y temo que lleguen otras marionetas más nuevas y me sustituyan. Creo que el marionetista me usa porque fui de las primeras y me tiene especial cariño, no porque sea la mejor.

—Jo, qué suerte. Yo tengo una vida limitada. Sin actualizaciones dejo de ser útil porque no estoy al día. No me pueden instalar más aplicaciones y funciono mal. Entonces me tendrán que desechar…

La tableta bajó el tono y habló con mucha tristeza.

—Bueno, aunque llegue el momento de que no puedas conectarte a internet, puedes servir como álbum de fotos digital. Incluso podrías ser un espejo en una de las actuaciones.

—No me gusta, yo quiero estar conectada. Conocer las últimas noticias, los mensajes de redes sociales…

—Hay otro mundo informativo más allá de las conexiones digitales. Hay un mundo de cuchicheos, rumores, dimes y diretes que circulan más allá. Y que a veces son tanto o más importantes siempre que sean ciertos y no resulten molestos.

La tableta se iluminó con interés.

—Anda, no sabía.

—Por ejemplo, el muñeco de trapo ha perdido un botón de su traje esta mañana. Lo ha encontrado gracias a que el martillo lo ha visto en la caja de herramientas. Internet tiene muchas respuestas, pero no todas.

La tableta puso un icono de estar procesando. En ese momento se oyó la puerta de la estancia y el hombre entró. La marioneta guiñó un ojo a la tableta y está emitió un último destello antes de volver a su estado de reposo.


 
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from El Barrizal

Por Liebre

«Pero cuando un hombre sospecha que algo anda mal, a veces sucede que, si ya está involucrado en el asunto, inconscientemente se esfuerza por encubrir sus sospechas incluso ante sí mismo. Y aconteció algo muy parecido conmigo. No dije nada, y traté de no pensar nada.»Herman Melville, Moby‑Dick

Foto

Foto: Una cerda liberada tocando con el hocico a su hijx pequeño.

Cada día tengo más claro que la visión que tiene una persona del antiespecismo dice mucho más de esa persona que del antiespecismo.

En los tiempos que estamos viviendo, llenos de inseguridad social debido al auge de la extrema derecha a nivel global y siendo testigos de cómo la carta de los derechos humanos y la ley internacional no han servido nada más que para gastar papel, me sorprende que la mayoría de las personas que apuesta por una sociedad más justa e igualitaria siga sin ver la conexión entre las violencias. Distintas violencias que podrían simplificarse en una: la violencia hacía quien situamos por debajo. Haciendo un análisis, sin la necesidad de profundizar demasiado, se podría ver claramente que hay alianzas entre todos los cuerpos que compartimos las posiciones inferiores de la jerarquía. Pero, por alguna razón, los distintos grupos sociales suelen centrarse en las diferencias que pueda haber entre ellos para seguir justificando y aumentando la desigualdad y asentar, más aún si cabe, la jerarquía. Tenemos a los diferentes grupos que comparten más de lo que les diferencia, compitiendo en lo que vienen siendo unas olimpiadas de la opresión para ver quién sufre más y para ver quién se lleva la medalla de oro a la causa más justa o importante.

Las dinámicas de poder funcionan de igual manera, la forma de ejecutarlas es la misma y hasta a la hora de poner excusas todas siguen el mismo patrón. En otras palabras, si se refuerza la mentalidad jerárquica, no se está desmantelando nada.

En este texto quiero centrarme en la parte de las excusas, se podría desarrollar mucho más sobre el tema y añadir muchísimas más, pero voy a intentar centrarme en las dos que últimamente me han llamado la atención.

“Hay cosas más importantes”

Esta es una de mis favoritas, sin duda. Creo que quien utiliza esta excusa tiene una perspectiva social bastante obtusa y egocéntrica. Nadie te dice que dejes de preocuparte por nada de lo que te preocupabas antes. Pero ante esa excusa, ¿quién ha decidido lo que es importante? Nada más y nada menos que quien la utiliza, basado todo en vivencias personales o en la validación de su entorno. Con esa excusa no solo jerarquizan luchas, si no que se desprenden de responsabilidades sociales. Un clásico.

Es mucho más cómodo señalar las violencias de otros, de ahí lo que es “importante”, que hacer autocrítica y lidiar con tu verdadero yo (y cambiarlo), y no con esa persona justa y ejemplar que todo el mundo tiene como concepto de sí mismo (sí, incluido Trump); solemos tener normalizadas las violencias en las que participamos y no las vemos como tal, por muy explícitas que sean, como poner un trozo de animal en tu plato. Las violencias y opresiones que ejercemos y en las que participamos nunca nos van a parecer importantes, de ahí el problema. Para todo opresor siempre hay cosas más importantes que hacer que reflexionar sobre su sistema de creencias ¿O acaso hay gente que cree que un colono que está en las fuerzas de ocupación sionistas no considera que haya problemas en su vida más importantes que reflexionar sobre el genocidio que está llevando a cabo? Si se normaliza una violencia, nunca será percibida por los demás como tal, salvo por quien la sufra. Por lo que antes de usar esa excusa para no reflexionar, plantéate si no estás jerarquizando luchas y de esta manera siendo parte del problema con el que quieres acabar.

“Yo es que no tengo esa sensibilidad”

Aludir a la sensibilidad para tomar posición y ser coherente con ella me parece delirante, de mal gusto y peligroso, además de estar envuelto en un tufo machista y homofóbico.

Para empezar, el hecho de relacionar ciertos posicionamientos sociales, especialmente los relacionados más allá de lo humano, con la sensibilidad es machista y homofóbico porque se rige por la dicotomía razón/emoción por la cual se ve al hombre como ser que se rige por la razón y a la mujer como ser emocional que se deja llevar por las emociones e incapaz de controlarlas. Como si eso que llama “sensibilidad”, que no es otra cosa que empatía por toda la vida, no se entrenase al igual que la indiferencia. Los hombres que quieren encajar en el estereotipo de macho no es que no tengan empatía, sino que se han enfocado únicamente en entrenar la indiferencia porque se les ha premiado por ello. Y ¿cómo se premia a un hombre por ser indiferente? entre otras cosas, tomándolo como ejemplo de conducta varonil. En otras palabras: poniéndolo en una posición ejemplar y superior en la jerarquía del sistema social actual. Para ser validado socialmente como hombre debes mostrar frialdad, falta de emociones y que la violencia te sea indiferente. Con este cóctel ideológico ¿Qué podría salir mal?.

Aludir a la sensibilidad es de mal gusto porque da a entender que tiene que ser la institución legal la que te dicte lo que está bien y lo que está mal, ya que parece que, como sujetos, somos incapaces de juzgar por nosotres mismes una situación y lo que nos queda es actuar acorde con la ley, como si las leyes fuesen justas y no respondiesen a unos intereses de clase, género, raza, capacidades y especie. Es de mal gusto porque da a entender que es algo personal y que, si las leyes te permiten ejercer esa violencia, es porque no hay nada que cuestionar.

Y es delirante porque sigue echando balones fuera sobre la responsabilidad social que todes tenemos de un modo que se escapa de la lógica. Que una persona no tenga cierta “sensibilidad” sobre una situación social en concreto no le otorga una carta blanca para poder ejercer violencia contra quienes estén dentro de esa situación sin despeinarse. Sería muy delirante oír a un genocida excusarse en su falta de sensibilidad para evitar responsabilidades y consecuencias sobre sus actos.

El opresor, quién está en una situación de privilegio con respecto al oprimido, nunca va a darle prioridad a revisar su violencia. En todos los casos de opresión, en todos, sin excepción, quien ejerce y tiene normalizada una violencia siempre va a encontrar cosas más importantes por las que preocuparse que dejar de participar en esa violencia y opresión, especialmente si las leyes e instituciones le dan todas las facilidades para que así sea. Solo hay que pensar en cualquier avance social y revisar los debates sociales que había acerca de ese grupo antes de que la sociedad avanzase y se diese por sentado o como lógico.

 
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from olivermusico

Hoy me he levantado dispuesto a hacer cosas. Café, yogurt y cereal para comenzar. He pensado en desayunar tranquilo, tomar mi café en calma y saborear el yogurt natural cucharada a cucharada frente a la ventana de mi balcón por la que entra una luz preciosa y un fresquito de mañana. Pero en vez de eso he puesto el bowl y la taza en el escritorio mientras se encendía la compu. Vamos a por los pendientes. Repertorio de un coro, repertorio del otro, planificación de Navidad, responder mensajes, revisar las entradas del evento, revisar correos del otro coro, no pensar en los otros tres coros mientras hago todo esto. Para un poquito. ¡Cling! ¡Cling! Blip! blop! No sé por qué tengo activadas las notificaciones de los mensajes. Voy a ello... más cosas que hacer. Veo un pendiente en el correo... Anartist... Aay pero si pedí una cuenta en anartist! Despué de varios días de haber recibido la bienvenida recién me pongo a entrar en el mundo de Anartist. Empiezo a escribir esto después de haberme inventado mis biografías cortas en català/castellano/english (pensando en que alguien las leerá). Rellenando perfiles de Funkwhale, Nextcloud, Peertube... Y lo último, esto. Descubro una página en blanco impoluto. sólo unos pequeños iconos sombreados que interrumpen el vacío. Es lindo comenzar a llenarla, comenzar a dibujar estas letras, sin saber ni importar si alguien las leerá luego de que se escriban. Me gusta.

 
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from Niebla politik

Cada persona tiene su arco de personaje. A veces no sabes a dónde vas a ir a parar entre tanto balanceo en el columpio de la vida. “Tengo que ser algo”, me digo a mí mismo con un convencimiento inusitado, como si eso fuera una revelación sacrosanta. ¿Acaso tengo que elegir un camino? Esa idea de afincarme para el resto de mis días no es algo que particularmente me cause júbilo. Mi ser no se conforma con ese sedentarismo impostado, con esa quietud dócil ante las expectativas de un sistema que te ordena decantarte por algo ya y, mientras antes, mejor. Y así es cómo la fábrica de la infelicidad continúa su curso: prosperando, perpetuándose, cuya gran máxima es producir en masa fracaso escolar, frustración, vacío existencial y precariedad emocional.

Quizá sea el resultado de la industria cultural, esa de la que tanto bebemos a través de plataformas streaming, anuncios o librerías. El cine, la música y la literatura -sobre todo la actual- han desdibujado nuestra noción de cómo debemos desarrollar nuestra vida. Todo el mundo espera con ansias ese viaje del héroe, esa recompensa después de tantas vicisitudes, de tantos cristales rotos en pro de la meritocracia. Este no es un mero idealismo fruto de molinos con apariencia de gigantes, constituye un sistema de valores, de pensamiento en aras de que actúes en consecuencia para alzarte con el premio individual. Pero no cualquier trofeo merece los aplausos del público, debe ser tangible, uno cuyo cuerpo macizo muestre lo mucho que te has sacrificado por él, todo el tiempo de vida dedicado a no sólo ser algo, sino ser el mejor en ese algo.

Los años pasan y pasan. El pasado se hace más grande y el futuro más pequeño. No paro de mirar cómo conocidos, excompañeros de universidad o amigos que ya parecen tener claro su lugar en el mundo. Algunos acumulando hazañas bajo una espiral de insatisfacción, como si la ambición nunca tuviera saciedad. Frente a un mundo que se derrumba, frente a una sociedad polarizada, frente a una podredumbre que embriaga nuestras calles, nuestros barrios, nuestros corazones. Aun con todo lo dicho, todavía persiste ese afán de enclaustrarse dentro de una burbuja hermética. Una en la que las cámaras de eco susurran tu nombre y te alaban por tu gran labor en pos de la humanidad. El ego se siente complacido al final del día.

¿Y para qué todo esto? Al final, los tecnomonarcas seguirán nadando sobre riquezas insondables que nadie conseguiría ni en 10.000 vidas. Tampoco es que sea nihilista, pero algo sé de diagnósticos y está claro que mi generación atraviesa por una crisis espiritual sin parangón. Consumimos, pero no pensamos. Respiramos, pero no vivimos. Reímos, pero no sonreímos. Nos hemos vuelto un producto de masas, recipientes a medida listos para ser llenados de propaganda política, ideas preconcebidas y servidumbre al trabajo asalariado. Por tanto, la cuestión no es quién quiero ser, sino quién esperan que sea. Y yo, al menos, no sé si alguna vez sabré lo uno ni lo otro.

 
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from hijodelagalaxia

la primera vez que oí hablar del Shabbath fue cuando hice mi primera comunión: se hablaba de un día de reposo que se celebrara debido a que el dios bíblico descansó en el último día de la creación. en el mundo de la academia se escucha mucho el término “año sabático” para referirse a un año sin clases pero con paga.

no fue sino hasta este año que volvió a mi atención lo del shabbath gracias a una serie de nesflis que se llama “Nadie quiere esto”. es una serie palomera, pero algo que resaltó mucho para mí fue la centralidad que tiene el shabbath para el pueblo judío, a diferencia del catolicismo que aunque lo menciona no es obligatorio celebrarlo -creo que todo en el catolicismo es opcional al final del día-. lo que más me llamó la atención del shabbath fue que lo describían como un día de descanso, pero no a la manera del fin de semana capitalista en donde uno descansa para regresar a trabajar y que le exploten. el shabbath era otro tipo de descanso, del tiempo habitual, pero también era un tiempo para reconectar con la familia y con el dios hebreo, por supuesto.

en este punto debo aclarar que no profeso ninguna religión ni creo fervientemente en el dios de ninguna de éstas. ¿entonces cómo se me ocurrió celebrar el shabbath dadas estas circunstancias? por estos mismos días había estado leyendo y encontrándome muchas cosas sobre los jardines digitales, el neoludismo, la “descomputarización” de la vida, la lucha contra los algoritmos y un largo etc. ver la serie fue el punto de partida para plantearme la posibilidad de “secularizar” -a falta de una mejor palabra- el shabbath. ¿cómo sería celebrar desde un punto de vista no religioso, pero sí espiritual, un evento parecido al shabbath? entonces comenzó mi investigación sobre este día para lxs judíxs.

hubo cosas que descubrí que incorporé a mi propia celebración y perspectiva del shabbath:

  1. el shabbath comienza el viernes cuando anochece y termina cuando anochece el sábado, es decir, que el “día” no se concibe desde el tiempo habitual productivo, sino siguiendo un poco las indicaciones del sol. me gustó la idea de que el tiempo no tiene que estar enclaustrado en la nomenclatura habitual de las 24hrs. sino que el mundo natural que nos rodea define cuando inicia y termina un día. así que, esto si lo mantuve de la celebración original.

  2. hay muchas prohibiciones relacionadas con el trabajo, y lo que se puede y no hacer. en esta parte no sigo el shabbath como se debe porque me da pereza seguir todas esas prohibiciones, por un lado, y por otro porque no me hacen sentido para lo que yo quiero con mi propia celebración. lo que decidí fueron dos cosas: no hacer ningún trabajo físico ni mental pesado y no usar nada digital. mi familia y amistades saben que durante este periodo mi celular estará apagado, y que tampoco usaré la computadora ni nada por el estilo. tengo un teléfono fijo en caso de alguna emergencia al que me pueden marcar. lo que me lleva al siguiente punto:

  3. leí en varios lados que el shabbath es también una forma de usar el tiempo para reconectar con personas, con nosotrxs mismxs o con dios. como yo no creo en dios, me planteé reconectar con el mundo natural que me rodea. entonces, durante mi propio shabbath hay tres cosas que suelo hacer e intercalo dependiendo de las circunstancias y mi estado de ánimo:

a) Pasar tiempo a solas en casa: cuando decido pasar tiempo a solas en casa evito salir lo más posible. aprovecho este tiempo para reconectar conmigo mismo, a veces sólo tumbado en cama reflexionando sobre lo que sucedió en la semana -un punto que tocaré más adelante- o simplemente siguiendo mi respiración. reconectar con unx mismx me parece que es algo que a veces debido a los ritmos de vida y de trabajo nos pasa de largo. b) Pasar tiempo con mi familia o mi pareja: reconectar con las personas que nos rodean es una oportunidad increíble, sobre todo porque muchas veces nos olvidamos de acercarnos a personas que a lo mejor ya no son tan parte de nuestra vida. aprovecho este tiempo para acercarme a mi familia sin la mediación de lo digital, es decir, tiene que ser todo presencial y pidiendo respetuosamente que se evite el uso de celulares u otros dispositivos. con mi pareja, suele suceder que hablamos por horas de temas variados, cosas que tal vez en la semana no pudimos comentar. enfrascarse así en una conversación es algo que difícilmente se puede hacer en otros días de la semana pero también creo que es algo que se ha perdido gracias a las excesivas mediaciones digitales. c) Reconectar con la naturaleza: acercarme a espacios naturales es algo que he hecho durante el shabbath. trato de que sean lugares cercanos porque lo que evito en el shabbath es desgastarme mucho físicamente. a veces esto puede implicar simplemente dedicarle más tiempo a mis plantas o contemplar el paso de las nubes o poner atención al canto de los pájaros.

4) leí también que el shabbath es un espacio de reflexión sobre lo que hemos logrado en la semana. tengo algunas preguntas ya hechas para cuando termina el shabbath escribir en mi diario y reflexionar sobre la semana: ¿fui lo suficientemente generoso? ¿fui consciente de lo que comí durante la semana? ¿cómo traté a mi cuerpo? y preguntas por el estilo. suelo cerrar el shabbath con un baño de agua caliente y la escritura de mi diario respondiendo a esas preguntas. todo eso me ayuda a iniciar la nueva semana o un nuevo ciclo de 7 días con una perspectiva más consciente.

5) y finalmente creo que uno de los beneficios que busco con esta celebración ha sido la reapropiación de mi propia autonomía cognitiva. se habla mucho de la economía de la atención, y la manera en la que yo lo interpreto es que el capital busca apropiarse de nuestras funciones cognitivas para que éstas estén alineadas a su lógica. mucho de eso tiene que ver con nuestra percepción del tiempo como lógica productiva dividida en minutos, horas, segundos, los cuales tienen que ser maximizados y eficientados en todo aspecto de nuestra vida. trato de escapar a esa lógica y sentir que el tiempo que dedico a mi shabbath es sagrado, que no es el tiempo del capital, y para ello, también me propongo no mirar el reloj durante todo ese periodo -a menos que mi shabbath en turno implique encontrarme con alguien a cierta hora-.

nada de esto es perfecto. hay días en que me he sentido muy mal y he necesitado mirar alguna película para sentirme un poquito mejor de ánimo. mi shabbath no es perfecto, y como no es un pacto con dios, como lo es en el caso del pueblo judío, puedo hacerlo sin ninguna culpa. el pacto es conmigo.

y como esto no es blog de auto ayuda no escribo esto con la finalidad de venderle a nadie un nuevo método de crecimiento personal, sólo quería compartir un poco de lo que he estado haciendo con ustedes, pero también, ordenar con palabras un poco lo que ha significado para mí integrar una celebración religiosa a una vida no religiosa, pero sí profundamente espiritual.

 
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from El Barrizal

Por Ⓐrdilla

Foto

Foto: Porco Rosso sentado en el cine junto a otra persona que lo mira mientras pronuncia su famosa frase.

“Prefiero ser un cerdo a ser un fascista”, decía el personaje creado por Hayao Miyazaki y Studio Ghibli, convertido en símbolo del antifascismo por la izquierda. Un meme que sacar a relucir en redes sociales cuando la sombra del fascismo asoma amenazante. Más allá de las intenciones del autor dentro de la historia, las implicaciones de creerse esta frase fuera de ella, sin convertirla en un eslogan vacío – como ya sucede –, son más profundas si realmente tomamos en serio el valor de las palabras y nos tenemos por antifascistas y anarquistas.

Siguiendo con la cultura popular y tomando lo que dice el personaje de Tilda Swinton en la película Okja:

¨Todo es comestible. Todo, menos los chillidos.”

¿Quién es el cerdo si no uno de los animales no humanos que más sufre la barbarie del fascismo a través de la industria cárnica? Tras los muros, alejados y escondidos, sus cuerpos son tratados como una fábrica de alimento en sí mismos; después de padecer lo innombrable, son asesinados a los 6 meses o a los tres o cuatro años si su función es traer al mundo más “alimento”, hasta que su capacidad reproductora disminuya y sean también enviadas al matadero. La vida, en esos seis largos meses, es un tormento solo apaciguado levemente – si tienen suerte – por el calor de un rayo de sol mientras son transportados al matadero. Y esto sucede constantemente, no solo con cerdos, millones de cuerpos no humanos a los que se les arrebata su voluntad, su libertad y su vida. Eficiencia industrializada del asesinato, fascismo en estado puro.

Desde dentro del entramado material y privilegiado del Norte Global, y bajo una postura antifascista y anarquista, encuentro una contradicción muy fuerte en financiar – o tolerar – todas estas estructuras de dominación y opresión que nos harían arder de rabia si se tratara de animales humanos. ¿No deberíamos estar preguntándonos por qué trazamos una línea entre lo humano y lo no humano? En lugar de ver a los cerdos (y a los demás animales) como simples productos, ¿por qué no entenderlos como personas con otro cuerpo, con su propia perspectiva del mundo? Una visión radical que desarma la jerarquía ontológica que nos autoriza a explotarlos y que ya nos enseñan los pueblos originarios amazónicos.

¿Por qué nuestro antifascismo y anarquismo tienen un muro antropocéntrico que los rodea, una frontera que, una vez traspasada, parece ponernos a favor de la opresión, la discriminación y la jerarquía más abyecta? A la mierda todas las fronteras.

“Prefiero ser un cerdo a ser un fascista”. La realidad es que hemos invisibilizado tantísimo la situación de los demás animales que no solo no lo preferimos, sino que ya somos los fascistas de esa frase.

Hagamos realidad la ficción; pensemos por un momento en que la maldición de Marco Pagot no solo fuera ser un cerdo, sino ser consciente de su condición dentro del capitalismo, sufrir la discriminación que sufre su especie y ver el posicionamiento humano sobre su persona; como si ser un cerdo fuera algo malo, tan solo un poco mejor que ser un fascista: ¿Cómo vería que un puñado de humanos alzaran una bandera contra el fascismo con su imagen? Los mismos humanos que tienen montada una maquinaria asesina bien engrasada y financiada para matar a su especie y comérsela.

¨Todo es comestible. Todo, menos los chillidos”. Quizás cuando compartamos esa imagen deberíamos dejar que esos chillidos resuenen en nosotres y se conviertan en acción; podríamos tomar el lugar del cerdo y solidarizarnos con su padecimiento, luchar a su lado, combatir al fascismo en todas sus formas, no aceptar la jerarquía que define a los no humanos como inferiores o descartables – con el peligro que eso conlleva también para ciertos cuerpos humanosy desobedecer las lógicas de la animalidad.

Y quizás diréis: “¿No estás exagerando un poco solo por un meme?”, y puede que tengáis razón, pero ya avisé en el título que iba a despotricar.

 
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from Niebla politik

No sé ustedes, pero estoy cansado. Cansado de que la sociedad mire hacia otro lado cuando estamos siendo testigos de un genocidio en directo. Cansado de esperar a que se produzca un cambio hacia un postcapitalismo donde el bienestar colectivo, la vida digna y el equilibrio ecológico sean mandamientos. Cansado de vislumbrar cómo nos dirigimos sin freno hacia el suicidio colectivo en aras del desarrollismo religioso cuyos mantras de crecimiento económico van a misa. Cansado de que los pocos espacios de resistencia que permanecen quedan atrapadas en la telaraña de los amos del cortijo, es decir, el poder financiero. Ante este contexto de pesadumbre inextinguible me pregunto: ¿Qué opciones nos quedan?

Resulta una buena pregunta cuya respuesta no sabría encontrarla de manera precisa. Algo que he aprendido es que no existen fórmulas mágicas para resolver problemas tan complejos, tan anquilosados dentro de una hegemonía erigida bajo una mirada colonial, capitalista y patriarcal. La desobediencia civil, por ejemplo, sería una buena opción para Hannah Arendt, pero actualmente esa vía no es suficiente. Las protestas pacíficas, aun siendo legítimas y simbólicas, han quedado ensombrecidas frente a la sociedad de la inmediatez, la cual busca el mayor impacto en el consumidor. Para generar ruido se requiere de algo más directo.

Toda acción conlleva una reacción, así es la política. Y qué hay más directo que el uso de la violencia. Me refiero a las huelgas, las protestas, el vandalismo, los actos violentos localizados, los sabotajes. Cuando invoco estas formas de resistencia no necesariamente aludo a la violencia física contra alguien, sino a sus múltiples expresiones: simbólica, económica, material. La violencia siempre debe ser el último recurso frente a una situación desesperada. Ya lo hemos visto en diversos contextos históricos, en los que la resistencia armada o las revoluciones fueron los únicos caminos ad hoc para transformar la realidad política, social y económica. Desde la Rojava kurda hasta la resistencia anticolonial que propició la independencia de países árabes como Egipto o El Líbano. Incluso, sin ir más lejos, actores considerados terroristas desde el marco de occidente emergen como expresiones frente a ocupaciones prolongadas, lo cual no exime sus actos de crítica, pero exige una comprensión contextual.

Cuando somos testigos de una estructura política corrupta, belicista, cínica y amiga de los grandes capitales, la opción de la revuelta popular queda abierta en la medida en que esa gota colme el vaso. Ya han goteado muchas lágrimas. Ya ha goteado mucha sangre y sudor. Siento que esa gota está a punto de rebosar nuestra paciencia colectiva, de activar nuestro afán de libertad y resistencia. No sé qué lo provocará, ni tampoco cuándo ni dónde, mas el momento está cerca. Tanta violencia ejercida contra inocentes tiene un precio muy elevado. Sé que, tarde o temprano, el monopolio de la violencia legítima caerá por su propio peso.

En ese instante, al menos, tendremos una posibilidad de construir un nuevo paradigma -esperemos que mejor que el anterior- de forma colectiva. La construcción de los cimientos de lo destruido, de lo que fue, será una tarea ardua que dependerá de nuestra capacidad de comunidad y organización a través de asambleas ciudadanas, redes horizontales o comunas. Dejaríamos atrás la opresión, la autoridad, el clasismo, la competitividad y el desprecio a la vida. Por eso, la libertad, la cooperación, la igualdad y la dignidad deberán ser principios inseparables si queremos lograr una liberación colectiva. Ya lo decía César en el Planeta de los Simios: “Simio no mata simio, Simios juntos fuertes”.

 
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