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from Antígona i els Fenicis

Desde hace pocos años (¿tras la pandemia?) me echo a temblar cada vez que escucho el verbo «digitalizar». Como otras personas dedicadas profesionalmente a ámbitos tecnológicos, esto nos está llevando a una situación emocionalmente compleja, pero es que es verdad y hay que decirlo más: INTERNET YA NO ES LO QUE ERA.

Por otra parte, creo que este miedo a la distopía se ha extendido mucho al resto de la sociedad, desde 2019. Las personas que antes ayudaban a crear una cuenta de Google, a actualizar el portátil o a usar Zoom (junto a aquellas que siempre estuvieron en el círculo de las redes libres y el software alternativo) tenemos la obligación de presentar un frente unido en primera línea de batalla contra el tecnofascismo de cada día y ofrecer a toda la sociedad nuestras armas de Autodefensa Digital (Andy Farrell).

Cómic de Peter Conrad

Cómic de Peter Conrad:

Panel superior.  “Mis padres dándome 'La Charla'”. Niño en la cama con sus padres frente a él. Padre: “Cuando dos personas se quieren mucho...”

Panel inferior. “Yo dándoles 'La Charla' a mis padres” El niño, ya mayor, en una silla frente a sus padres, cada uno con un portátil. “Cuando alguien llama y dice que es del soporte técnico de Microsoft...”

¿Entramos en crisis? ¿Llegamos a salir de la anterior? Ya nadie lo sabe, y menos aún los economistas de la tele o de YouTube. La única certeza es que vivimos una época de cambio permanente… y las últimas décadas indican que para el 99% no es a mejor.

Deberíamos normalizar el sentir angustia por la amenaza permanente de una Tercera Guerra Mundial, por la irrupción de la IA en nuestro sector laboral, por la crisis climática y energética. NO SOMOS ROBOTS, JODER. Pequeñas distracciones luminosas e inmediatas para aligerar ese peso. Y cada lunes, suma y sigue. ¿Qué papel juegan en nuestro malestar las noticias falsas, la adicción a las pantallas, el control masivo de corporaciones tecnofascistas? ¿Qué ha pasado con la digitalización de la educación?

A medida que desaparecen empleos tradicionales y modernos, incluso los que en 2010 eran relevantes en el ámbito digital, como el SEO o el «social manager», nos sumimos, como dice Farrell, en una profunda sensación de aislamiento y desesperanza.

De mi anterior artículo, Las Tres Éticas de la Permacultura Digital, me han dicho que está escrito para ordenar mis ideas y no para comunicar, y que usa un idioma que el público al que va dirigido no entiende. Estoy de acuerdo. ¿Cómo llamarlo entonces? Andy Farrell lo llama «veganismo digital» o «autodefensa digital». Rita Barrachina «tecnologías convivenciales»… Creo que es lo mismo, pero que aún no hemos dado con el naming adecuado.

Los temas que nos preocupan, al menos, están bien definidos:

  • Ética Digital (Sesgos de la IA, consumo energético y material colonialista...)
  • Diseño para Todes (Accesibilidad por diversidad funcional, clase social, capacidades…)
  • Salud Digital (Conductas adictivas, ciber-seguridad...)
  • Propiedad. (Software Libre, Creative Commons, Big Data...)
  • Tecnología Apropiada (Des-digitalización, Simplificación Voluntaria...)
  • Tecno-política (Solarpunk, distopía tecno-feudalista, aceleracionismo...)

Lecturas pendientes:

Seguiremos pensando, en Komun.

 
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from Antígona i els Fenicis

La permacultura es un concepto de diseño que pretende crear hábitats homeostáticos y resilientes. Dicho de otro modo, diseñar bajo los principios de la permacultura es ayudar a la Naturaleza a generar sistemas dinámicamente estables, en cuyos ciclos biogeoquímicos estén integradas comunidades de animales humanos en las mejores condiciones posibles.

Es un error habitual considerar la permacultura como una práctica agroecológica en sentido estricto, aunque su origen está vinculado a ella. Permacultura no es agricultura, sino diseño iterativo, sensibilidad ambiental, ecosofía. Si acaso esta ambigüedad tiene una razón de ser, puesto que ningún ecosistema puede cerrar sus ciclos sin atender a las necesidades alimentarias de los seres que, con el mismo hecho de habitarlo, lo cocrean. Agricultura, pesca, ganadería, trashumancia, caza, recolección y la captación de agua dulce, y cómo se relacionan con la vivienda, han sido los principales condicionantes que han generado paisajes humanos, por encima del comercio, los ritos funerarios estudiados en arqueología o cualquier urbanismo racionalista planificado. Un vecindario, una bioregión o, a escala planetaria, la biosfera (Gaia), son sistemas complejos ecodiseñados con participación humana y no humana. Diseñar con permacultura significa reconectar cuidadosamente los flujos de trabajo y ocio, todas nuestras labores humanas, con las estrategias productivas y reproductivas que garantizan nuestra vida.

El diseño (occidental, contemporáneo) ha acuñado fórmulas como el “buen diseño” (Dieter Rams), el famoso “less is more” (Mies van der Rohe) o las “10 reglas del ecodiseño” (Conrad Luttrop y Jessica Lagerstedt) [Aviso de contenido: Greenwashing de Repsol], con puntos en común con la permacultura desarrollada en los años 70 por Bill Mollison y David Holmgren. Aun así, en general, todas estas propuestas tratan de forma compartimentada las diferentes características que hacen que un diseño sea un “buen diseño”: Lo accesible, lo saludable, lo sostenible, lo útil, lo duradero, lo socialmente responsable. Solo la permacultura ha aspirado a confrontar la cuestión de forma holística, considerando que todos estos atributos deseables están subordinados a un sistema mayor que los engloba. Un “ecodiseño” que obvia debates espinosos como la futilidad de su propia fabricación, la cantidad máxima de unidades a distribuir, la salud de las personas que lo fabrican, transportan, utilizan, y desguazan, las huellas materiales y energéticas asociadas, etc., es más bien un “ecoinvento”. Un gadget que es compatible con el capitalismo porque su función es mercantil y especulativa, no de uso, y cuya simple existencia nos aleja de los objetivos de estabilidad climática y transición ecológica. En cambio, los ecodiseños realmente eco como la Tecnología Apropiada (E.F. Schumacher) o el oficio artesanal frente al sucedáneo industrial (William Morris) simplemente no encajan. La estufa rocket construida con barro local de Schumacher o la cuchara de madera tallada a mano con paciencia y deleite de Morris son antagónicas a cualquier forma de “capitalismo verde” y de ecodiseño.

En el contexto actual, eco es sinónimo de innovador y eficiente. Estos dos términos son discutibles, pero fijémonos primero en la relación entre el objeto diseñado y su entorno, en el sistema completo. Como el hombre champiñón de Amaia Pérez Orozco, que aparece en la oficina a las 8:00, limpio, descansado y alimentado, los ecoinventos suelen aparecer en nuestras vidas desconectados de su fabricación y su transporte, descontextualizados de todo aquello, personas incluidas, que los han hecho posible. En el caso bien estudiado de la generación de energía eléctrica, llamaríamos ecoinvento a los “sistemas no renovables de captación temporal de flujos de energía renovable” (Manuel Casal Lodeiro) frente a las “renovables realmente renovables y emancipadoras” (Luis González Reyes), cuyos principios son perfectamente compatibles con las tres éticas de la permacultura: Cuidado de la Tierra (Earth Care), Cuidado de las Personas (People Care) y Compartir los Recursos (Fair Share), a veces enunciado como “gestionar la abundancia” o revertir las ganancias en las dos anteriores. (Y algo que Gonzalez Reyes vincula con el principio indígena de “cosecha honorable”). Necesitamos aplicar el mismo rigor sistémico al resto de ámbitos del diseño, incluido el digital. Las huellas ecológicas no son externalidades, no podemos taparlas bajo la alfombra, pero es que siempre hay más capas que las “resueltas” por las eco-soluciones del capitalismo verde. ¿Quién ha fabricado esto? ¿Con qué herramientas? ¿Qué materiales, cuanta energía? ¿Y para las herramientas, qué materiales, cuanta energía? ¿Y para las herramientas de las herramientas?

Materia y Energía suelen estar bien documentadas en los estudios ecologistas serios, pero ¿y la Información? Es decir, ¿quién y cómo se adquirió el conocimiento necesario para producir esto? ¿Y cómo hemos conseguido difundirlo para llevarlo a esta escala? Lógicamente, en el sistema socioeconómico actual cualquier esfuerzo por hacer un diseño accesible, biodegradable, libre de tóxicos y dependencias fósiles, socialmente beneficioso… que además sea emancipador, chocará con límites de precio y otros “condicionantes del mercado” impuestos por fuerza por las élites y muy probablemente tenga que conformarse con ocupar un nicho marginal. Deberíamos dejar de lamentarnos porque nuestros proyectos libres, redes fediversales, cooperativas de trabajo y productos ecológicos sean incapaces de competir con las “baratijas” de las que habla Morris y asumirlo como el escenario lógico desde el que planificar las alternativas. El capitalismo solo puede admitir un diseño verde exclusivo y excluyente (es decir, no inclusivo), que no entorpezca el flujo de plusvalías de producción o renta, ya sea en forma de verduras ecológicas o SUVs eléctricos, extraídas siempre de Sur a Norte y de oprimidas a privilegiadas. Mientras tanto, la verdadera economía circular asoma en los márgenes (en las redes sociales alternativas, en fertilizantes orgánicos no patentados, en Zonas a Defender (ZAD)…) pero esta clase de producto o de servicio es difícil de monetizar, por diseño. Al contrario, el conocimiento necesario para su replicabilidad ingresa rápidamente en el banco de saberes del procomún, y si no se extiende es, de nuevo, por el férreo control de las élites y sus monopolios, por los cercamientos, conseguidos a sangre, no sólo de los ciclos de Materia y Energía, sino también de Información. Con las gafas permaculturales puestas, vemos que la Naturaleza sigue maravillosamente el patrón del “buen diseño”. En un banco de semillas, la Materia, la Energía y la Información (genética) fluyen al ritmo que marcan las estaciones y es más frecuente tener que gestionar la abundancia que la escasez (salvo que la Información se pierda). Sin embargo, nos asalta la disonancia cognitiva y la ecoansiedad cuando queremos “vivir de ello”, (compatibilizarlo con el capitalismo) porque nadie en el mundo puede entender que un limón de importación se venda más barato que uno local, pero así es.

En todo diseño realmente eco se observa un uso inteligente y sensible de Materia, Energía e Información. Permacultura Digital es diseñar “pensando en sistemas” y atendiendo especialmente a esta última. Su puesta en práctica, como la permacultura en general, nos obliga a establecer una relación íntima con la Tierra y con la tierra, a considerar la economía de cuidados como un arte digno de estudio y celebración, y a fomentar la transmisión y reproductibilidad de los buenos diseños.

Al trasladar el término permacultura al ámbito del diseño tal como se entiende en occidente, nos encontramos con un abanico de disciplinas profesionales (diseño industrial, gráfico, arquitectónico, web…) interconectadas, pero separadas entre sí y poco permeables con la Economía Ecológica. Debemos asumir que nuestros diseños son sistemas que se relacionan con otros sistemas y forman parte de sistemas. Y también que quienes usan nuestros productos o servicios suelen ser personas, es decir, animales humanos. (Desde el anti-especismo, también podemos aplicar criterios de ergonomía al cuerpo de animales, o plantas, a quienes deberíamos considerar las usuarias finales de unas tijeras de podar). En cualquier caso, debemos reconocer que a) nuestros cuerpos tienen necesidades biológicas y limitaciones biofísicas, y b) que necesitamos coexistir con el resto de seres humanos y no-humanos, incluida la microbiota que conforma el holobionte humano (crucial en diseños relacionados con la alimentación y la salud).

Masanobu Fukuoka o Youngsang Cho nos invitan a observar antes de actuar, a cuidarnos de no afligir ningún daño al sistema natural, a no caer en la soberbia tecnolófila (Adrián Almazán). Pensando así la arquitectura, ¿cuántos edificios horrendos nos habríamos ahorrado? ¿Y cuantos deshaucios? En occidente teníamos proverbios como ˝In dubiis, abstine˝ o “Primum non nocere” que proponemos rescatar del olvido. Pensar en sistemas es aplicar el principio de precaución, siempre y en todos los ámbitos.

Imaginemos una carretera con una rotonda peligrosa. Es un ejemplo clarísimo de desprecio a la seguridad y al bienestar de las personas y del entorno. Una propuesta permacultural sería aplicar una técnica de urbanismo orgánico a la manera de Jane Jacobs, preguntando a las personas que cruzan no solo qué opinan, sino también qué sienten al cruzar la carretera temerariamente. Atender a los “desire paths” dibujados de forma natural por el paso de transeúntes y determinar así el trazado óptimo de los caminos es permacultura. En el ámbito digital, una tienda online con un sistema de compra engañoso o una app con un patrón oscuro que incita a aceptar cláusulas abusivas son recorridos de usuario (diseño UI-UX) y pueden ser entendidos como rotondas peligrosas, o peor, diseñadas con malas intenciones.

Como inciso, cuando hablamos de Permacultura Digital no nos referimos a una permacultura “virtual”. No proponemos una versión avatarizada de prácticas permaculturales analógicas. Sugerir eso sería aceptar que las personas pueden habitar en metaversos, sin Materia. Esto es una idea transhumanista incompatible con la ética ecofeminista, puesto que ignora deliberadamente la corresponsabilidad en el cuidado de nuestros cuerpos. Así pues, ni Permacultura es un huerto ecológico, ni Permacultura Digital es una app contra el desperdicio de alimentos, pero la Permacultura de la Información pretendería complementar propuestas ecosocialistas centradas en Materia y Energía poniendo el foco en la importancia de la Información en la era postindustrial, como ha hecho el Capitalismo Cognitivo a partir del Capitalismo Industrial.

El riesgo de este falso desplazamiento conceptual no es menor, ya que la “e-metáfora” está muy integrada en el lenguaje y el subconsciente colectivo. Consideramos el ciberespacio como un espacio, con todo tipo de analogías con el mundo no-digital. Al protocolo IMAP/SMTP lo llamamos “correo”, a los servidores que guardan datos, “la nube”, a recabar información, “navegar”… empezando por los términos “carpeta” y “archivo”, que no son ni lo uno ni lo otro. Este ha sido el marco simbólico que ha permitido hacernos creer que las máquinas “aprenden” y “alucinan”. Como ha escrito recientemente Naomi Klein, las IA no alucinan, pero sus creadores sí. (Cuando piensan que así arreglarán la crisis climática o que mejorarán las condiciones laborales de la clase trabajadora).

Hablar de Permacultura Digital, por tanto, sería hablar de una forma de practicar la Permacultura que es pertinente en nuestro aquí y ahora, pero que no tiene por qué ser relevante en sociedades humanas no-digitales, pasadas, presentes o futuras. Para una aproximación civilizatoria más amplia, podríamos hablar de “Permacultura de la Información”. Esa idea amplia, aun por concretar, entroncaría con la visión antropológica y mejor documentada de Adrián Almazán y su Técnica y Tecnología: Cómo conversar con un tecnolófilo.

Como primer ejercicio, hemos tratado de atribuir las Tres Éticas de la Permacultura a nuestras prácticas diarias digitales. Como ya hemos enunciado, la Permacultura propone tres principios éticos: Cuidado de la Tierra (Earth Care), Cuidado de las Personas (People Care) y Compartir los Recursos (Fair Share). Haciendo una simple traslación de conceptos, admito que un poco forzada, pero honesta y útil como punto de partida, las Tres Éticas de la Permacultura Digital podrían ser:

1. Cuidar la Infraestructura y el Código 2. Cuidar las Conexiones Humanas 3. La Ética P2P

Si estos 3 principios sirven para algo, deberían poder utilizarse como directrices para valorar todo aquello que denominamos “ecodiseño”, desde un cierto agnosticismo de las herramientas digitales preferidas y siendo críticos con todas ellas (en tanto sabemos que nuestra sociedad está hiper-digitalizada). Los tres principios no explican cómo hacer un “uso responsable de la tecnología”, cómo construir “comunidades digitales saludables”, cómo acabar con “el Capitalismo de Vigilancia”, etc., pero son una brújula que puede orientar nuestras prácticas diarias, a la vez que filtran y desenmascaran la propaganda de cualquier “ecoinvento” o green washing. En cuanto a las consecuencias prácticas y concretas que derivan de esta reflexión, me remito a los proyectos Tecnoafecciones y Comunalidad Digital del colectivo Sursiendo y al proyecto Komunikilo de Rita Barrachina, principales fuentes de inspiración de la idea.

Para acabar, una breve reflexión sobre los conceptos de eficiencia e innovación anteriormente citados. Si aspiramos a diseñar ciclos cerrados (o casi) tanto en lo físico como en lo digital, debemos sustituir el sentido lineal, acumulativo y exponencial del marco temporal por uno circular y cíclico, más parecido a la realidad astronómica del planeta y al de las sociedades no-digitales que nos precedieron. Así como mayor eficiencia, en la sociedad industrial crecentista, deriva en mayor consumo (Paradoja de Jevons), mayor innovación implica, necesariamente, menos reutilización de lo ya inventado, es decir, más trabajo y peor ciclado. El hardware, el software y nuestras prácticas digitales deberían poder crecer y decrecer sin que lo uno se considere social y económicamente mejor que lo otro. ¿Pero es posible diseñar un programa tan robusto, tan alejado de las demandas del mercado, y tan autolimitado por simplicidad voluntaria que tras el 1.9, no queramos un 2.0?

¿Tenéis algún comentario? Os leo en el fediverso o en el canal de Telegram.

 
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from VirginiaVictoria

¿Co-creamos futuro con las historias que contamos?

Aquí escribo sin reflexión previa. No es un texto trabajado.

Esta tarde de vida y muerte y primavera y queda agua en los arroyos de esta esquina del planeta. Anoche un mosquito voló hacia el fuego frente a nosotras. Esta tarde la tele discutía que la pareja de Ayuso haya robado dinero público. Nunca les pasa nada, decían. Y luego, que lo que no funciona es la justicia, y luego que las calles están llenas de psicópatas, que alguien le cortó la cabeza a alguien y se la tiró a su mujer que conducía, y hachazos por la calle después. Luego que la sociedad está enferma, y que ya no cuidamos como antes, ni a nuestros mayores, y que la gente que trabaja con personas ya no lo hace por vocación. De humanidad y de que ya no queda y de personas de verdad, que trabajan de verdad. Ya no quedan.

A esto lo llamaré paradigma de la escasez. Lo llamaré miedo. Y esta tentación a creernos la generalización, como si no existiera lo que yo veo. La de personas, familias y situaciones que retan esta inercia, que sí, que es tan cierto que violenta que escuece que sangra. Ah, cuando llega la deshumanización a tu puerta, al cuerpo de tu persona amada y que no hay quien la atienda con plena atención. Como si fuera sagrada.

Escasez. Creo que la creamos con los conjuros de lo que decimos, cada vez que escogemos de qué hablamos a quienes no escuchamos. Desde la queja, decepción a decepción, vemos las inercias violentas y asusta, hasta donde vamos a llegar. Coherente, con razón. Compasión. Y así me sale invitarnos a resistirnos, a no elegir solo hablar de esa parte; a retar la generalización cuando nos invade. El blanco o negro. Como que si traemos las historias de inspiración y magia, que también son, oh, ¡y tanto que son!. La de vidas en búsqueda de alterar y retar los rumbos normalizados que, violentamente, deshumanizan. Sí. Ya te digo yo que sí, pero la tele no. Ah, que ganarán de tanto miedo. Ah, que se han instaurado mecanismos que hacen que nuestras herramientas de comunicación se lucren del miedo. El miedo y la alerta, ah. La competición. Ese morbo. Qué horror. En este contexto, creo en que ser buenas ancestras es muchas cosas y, entre ellas, elegir buscar y contar también las historias que expanden nuestra imaginación hacia lo posible. Que nos ofrecen gustico e inspiración. Coraje, compasión. Las historias de como se transformaron los rumbos de las cosas, en direcciones más amables, que le daban otro cauce a la violencia y al miedo; que le daban la oportunidad de metamorfosear. De capullo a rosa, de crisálida a mariposa. Y así y asá, como en sus cortas vidas, historias tras historias. Historias tras historias.

¿Y si de grande que es nuestro enfado e indignación, nos llenamos de palabras y se nos olvida hacer silencio un momento, para escuchar esas historias también? Para verlas frente a nosotras. Y si de tanto miedo se nos ha enterrado debajo la curiosidad.

Escogemos co-crear fuerza para lo más amable. Claro. Y eso en ningún caso tiene que significar dejar de honrar lo violento que se está volviendo la inercia y lo sociopático del comportamiento de criaturas en lo cotidiano; que roban y asesinan sí. Así es la realidad de nuestros días, sí. Que nos acompañe el duelo y el enfado, a no apartar la mirada y, a la vez, a no dar por sentada que esa es la enfermedad que nos tiene a todas atrapadas. Que va. Siempre ha habido resistencia a la inercia, y el deseo visionario de co-crear realidades más amables, y que lleguen a tantas personas que resuenen como sea posible. No podemos evitarnos, criaturas humanas, que si lo que se retroalimenta es más amor que miedo, no podemos evitarnos poner nuestra energía al servicio de la prosperidad común desde lo que nos nace auténtico.

No hay que elegir o una cosa u otra: Mirar con enfado y ver lo generalizado, lo sistémico de lo violento; y/o encarnar y/o dar voz y compartir las historias de lo que reta eso. Vivir en plenitud y ser buenas ancestras, me da a mi que requerirá honrar las dos, y no tender a no mirar a todo lo de en medio. Esto es un desde donde, elijo mi parte de futuro que co-creo.

Sea donde sea que estemos en la vida en estos momentos, nos quiero invitar a buscar nuestro camino de más autenticidad y, lo que nos haga sentir más vivas, sin pretender de lo terrible está atravesándonos y sucediéndonos. Mirar de qué maneras, entre las grietas, se abre oportunidad a ofrecer nuestros dones y talentos al mundo que queremos ver. Esto, desde lo más pequeño de nuestro día a día, es poderoso. Tanto como lo inmenso. A su manera distinta, ah.

Puntada a puntada, mirando el tapiz de cerca, de lejos, con cuentahilos, y a muchos metros. Y cuando toca puntada, la atención a la puntada.

Por la compasión y el coraje que nos une,

Virginia Victoria

  • Si has leído esto y eres de las personas que compartían estas conversaciones, espero que no te sientas juzgada. Gracias por ofrendarme ventanas a realidades, e hilos con los que tejer.
 
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from olimobu

Quiero expandir el artículo anterior ¿Qué pasa, IA? con algunas cuestiones que considero que van a funcionar mejor en su propia línea argumental.

Seguro que recordáis lo que se dijo hace unos años en vísperas de Navidad: “como hay que ahorrar, vamos a cambiar la iluminación a la tecnología led”. ¡Parecía que tenía todo el sentido! ¿A que sí? Una tecnología más eficiente y menos contaminante... ¡Todo ventajas! Pero... ¿Qué pasó a continuación? Los municipios se volcaron en la titánica tarea de poner más luces que nadie y de adelantar la fecha de encendido para ser los primeros. Estamos hablando de un gasto de las arcas públicas que, en algunos casos, supera ya los 10€ por habitante, lo que supone un auténtico derroche. Así es como, contra la posible lógica inicial, la rebaja de los costes puede impulsar los requerimientos de un producto o servicio para, siendo claramente más barato, acabar engrosando una factura igual o mayor. Y claro, no me refiero solo al coste monetario, sino al energético y, me gustaría incidir, sobre todo, en el ecológico. A mi queja se podría replicar, “bueno, 12 millones de luces led contaminan menos que 12 millones de bombillas incandescentes”. Pero lo importante es: ¿Alguna vez fueron necesarias 12 millones de luces extras en una ciudad por una festividad? Y ¿Existe un argumento cabal para incrementar su número más allá del irresponsable “podemos, luego lo hacemos”?

Aunque pueda no parecerlo, toda esta disquisición sobre las luces de Navidad tiene mucho que ver con el tema que nos atañe. Veámoslo en detalle.

El principio “podemos, luego lo hacemos” es el que rige el pensamiento tecnolófilo. Cualquier posible problema ya se intentará arreglar luego, y, en caso de no ser posible, se maquillará tanto como se pueda y será justificado una y mil veces como parte indispensable de una carrera imparable hacia el futuro. Si estás en contra, se te señalará públicamente como un enemigo del progreso, un ludita. ¿Qué eran los luditas, unos salvajes que querían volver a las cavernas? Te sorprenderá saber que era solo una pobre gente que se estaba defendiendo de una agresión a nivel vital. ¿Qué pasó? Los capitalistas de la Inglaterra decimonónica destruyeron el trabajo de estos artesanos, expertos en el uso de herramientas para realizar los mejores productos a un precio razonable, devaluando su trabajo al introducir maquinaria que podía ser usada por cualquiera (incluso por niños) con un nivel de producción abrumador. Los luditas no estaban en contra de ninguna herramienta que les sirviera para mejorar la calidad de su trabajo o sus tiempos de entrega; estaban en contra de que se les arrebatara su forma de vida sin ninguna alternativa digna. Y es por eso, por lo que decidieron atentar contra la maquinaria deshumanizante de los capitalistas.

Pocas décadas separan a los primeros luditas de la irrupción de la fotografía. Es muy usual escuchar el siguiente argumento tecnolófilo: “al igual que la fotografía no sustituyó a los pintores, ninguna nueva tecnología sustituirá el trabajo artístico; solo lo potenciará”. Al margen de que es una falacia decir que como algo no pasó una vez, jamás pasará... ¿La IA generativa es como la cámara de fotos? Claramente, no. Es cierto que hay algunos paralelismos: la herramienta permitía a un reducido costo, obtener rápidamente una representación visual de un trozo de realidad. Pero no sustituía el proceso artístico. De hecho, desde el principio, los primeros fotógrafos se esforzaron mucho por realizar un trabajo equivalente al de los pintores; trabajando la composición, luces, colores... con un propósito emocional y reflexivo. Es cierto que la irrupción de esta herramienta dio lugar a ciertas tensiones, pero los que usaban la cámara de fotos encontraron su lugar como artistas y los que usaban las herramientas más tradicionales encontraron nuevas formas de expresión, más allá del mero figurativismo. Por contra, la IA generativa actual no es una herramienta artística, sino una suplantadora de la actividad artística.

La reciente popularización de la IA no es en forma alguna una mejora técnica concreta. Es una maniobra capitalista que se ha hecho posible gracias a mejoras técnicas, la mayoría de las cuales han nacido de la investigación o inversión públicas, para acabar luego siendo sistemáticamente privatizadas. ¿Tiene algún sentido que cualquiera pueda creer ser pintor, compositor o escritor y que nadie pueda, realmente (no al menos sin un colchón socio-económico fuerte), dedicarse a ello? Y digo creer porque, como dije en el artículo anterior, la IA no reproduce ni ayuda a reproducir ningún tipo de actividad que pueda considerarse 'inteligente' ni 'artística'. Se limita a exportar un resultado, que funciona como producto. No es casualidad que, al igual que ocurrió en la Revolución Industrial, se vuelva a echar mano de niños y adolescentes. Por supuesto, en esta ocasión no tienen que desplazarse para lidiar con un ambiente desagradable, trato degradante y sueldo mísero. No, pero “lo hacen porque pueden y como pueden lo hacen”, conducta reforzada además de forma gregaria bajo el razonamiento “como todos lo hacen, yo también lo hago”. Se les da una fantasía, y se conforman con ella, para mayor beneficio de los capitalistas y desgracia de los trabajadores artísticos. Incluso cuando no es de tipo generativo, el uso de IA se usa masivamente por los jóvenes y no tan jóvenes para recibir meras fantasías: la apariencia de que “has hecho” un trabajo escrito, la creencia de que “tienes un amigo”, etc. Es el triunfo de la posverdad. De hecho, se sabe que las IAs tienden reproducir desigualdades estructurales, al mismo tiempo que producen contenido sesgado, que incluso, tiende a respaldar teorías conspirativas.

No niego la posibilidad de que la capacidad que tiene esta maquinaria de sacar un resultado más o menos coherente a partir de elementos dispares pueda ser usada por humanos de una forma “artísticamente dirigida”. Pero la pregunta vuelve a ser, ¿Vale realmente la pena, tal y como está todo montado? Si habláramos de una tecnología pública, al servicio de necesidades justas y entrenada con el permiso de los artistas, podría darse un debate fructífero. Pero en la actual situación, plantear esto solo puede funcionar como un caballo de Troya.

Por otra parte, la tecnología tras la mal llamada IA creo que tiene realmente mucho sentido, si la usamos para procesar ingentes cantidades de datos en el contexto de investigaciones científicas públicas, abiertas y justas. Hace muchos años que se viene trabajando este enfoque, antes de su reciente y artificial popularización. ¡Encontrar exoplanetas! ¡Descifrar genomas! ¡Analizar patrones climáticos! Sin embargo, la desinversión pública unida al poderío económico de los capitalistas hace que la inmensa mayoría de las veces se acabe usando hardware y software privativo, lo que hace que no se puedan evaluar adecuadamente los nuevos modelos y técnicas en términos de solidez, sesgo y seguridad. Cada vez es más complicado saber qué resultados son fiables y cuáles no, lo que contribuye a una situación de farragosa posverdad. Así pues, vemos que los capitalistas no solo están degradando a las artes, también a las ciencias (en definitiva, al ser humano y a la naturaleza entera). Y es que el conocimiento para ellos nunca fue importante, si no es porque sea monetizable. Nada importa, más que asegurar el crecimiento exponencial de sus ganancias.

Como en el ejemplo de las luces de Navidad, con la irrupción de la IA podemos ver también como la rebaja de los costes puede impulsar los requerimientos de los productos y servicios, haciendo que se devalúe por completo el trabajo de quien no aporte un volumen y velocidad ajustadas a ello, pero, al mismo tiempo, pudiendo incluso incrementar la factura final. Se trata de la paradoja de Jevons. Este economista inglés decimonónico se fijó en el hecho de que las mejoras en la eficiencia de la primera máquina de vapor hicieron que el consumo de carbón se disparara en lugar de contenerse. Relacionado con esta paradoja, a finales del siglo XX nació el postulado Khazzoom-Brookes, en el que estos dos economistas ingleses argumentaron que los intentos de reducir el consumo de energía aumentando la eficiencia energética simplemente aumentarían el consumo energético de la economía en su conjunto. Algo que se ha demostrado empíricamente. ¡Es muy sencillo! Como la IA nos permite producir más cantidad y a más velocidad, las compañías producen más y más simplemente porque pueden, caiga quien caiga, mientras sea físicamente posible. Y tienen la desfachatez de hablar aún de incrementar la eficiencia para “salvar el planeta”. ¡Cada vez proyectos más grandes e inabarcables! ¿A qué costo y... hasta cuándo?

Literalmente, hasta que todo colapse. Por imposibilidad física, ya que incluso la IA puede llegar a tener una relación coste-beneficio negativa para las compañías que la ofertan. La mentalidad del crecimiento perpetuo, propia de los capitalistas no es compatible con un planeta finito ni con las restrictivas leyes físicas de nuestro universo. Toda pretensión científica en sus premisas económicas es pura fachada. Hay cosas que simplemente no son posibles de hacer, o no en los términos deseados. ¿Deseados por quién? Por los capitalistas, deseos además asumidos como propios por una sociedad alienada hasta sus cimientos. Mientras, la mayoría de los gobiernos, simplemente ceden los servicios de almacenamiento digital, inteligencia artificial o ciberseguridad a los magnates tecnológicos, lo que mina aún más las democracias.

Por más que los departamentos de márketin de las grandes tecnológicas nos hablen de eficiencia, la realidad es que los sistemas de IA están consumiendo a día de hoy más energía y agua que cualquier otro sistema de computación existente (incluyendo el famoso Bitcoin). Una consulta sencilla, de media, va a consumir el triple de energía en un sistema basado en IA de texto que en un buscador algorítmico tradicional. Si hablamos de IA de imagen, audio, o peor, vídeo; el consumo se dispara de forma absolutamente demencial. ¿Estamos dispuestos a asumir ese costo? Pareciera que si, vista la adopción que están teniendo estos sistemas. Pero realmente, creo que la gente no está siendo consciente de lo que implica a todos los niveles. Y no deberíamos esperar a que sea demasiado tarde. Nos va la vida en ello.

 
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from olimobu

Hoy me apetece escribir en el blog sobre una conversación que he tenido. Una conversación con otra inteligencia humana.

“¡Guau! Los 'youtubers' han hecho viral una IA generativa de música, todo el mundo la está usando y ahora salen cosas a muy alta calidad...”

¡Se lo estás contando a un músico y no hueles el daño...!

Los ingenieros y los influenciados por ese tipo de mentalidad suelen ver en estos casos a los artistas como auténticos cortarrollos porque este tipo de mentalidad tiende a estar enfocada hacia el avance tecnológico acrítico para la resolución de supuestos problemas sobre los que probablemente no se ha meditado lo suficiente. ¿Qué ocurre entonces cuando un avance tecnológico es impulsado por las élites para reducir costes y ordeñar inversores a toda costa? Surgen las justificaciones más torticeras: “es una herramienta para iterar más rápido, agilizando la comunicación y potenciando la creatividad”. Por supuesto, no es más que la repetición acrítica de una idea salida de los departamentos de márquetin de las empresas tecnológicas, diseminadas luego por los llamados 'influencers' en las redes sociales privativas, siempre preparados para construir y expandir la próxima moda.

El uso de la palabra 'herramienta' suele invocarse en estos casos como término neutro. Pero como dice Adrián Almazán en su magnífico libro “Técnica y tecnología: cómo conversar con un tecnolófilo”, despojar a la herramienta de su contexto es algo absolutamente artificial. Una tecnología no es buena si su ideación y creación no parten de principios moralmente justos; no es algo que dependa en exclusiva de su uso. Por supuesto, el uso puede suavizar o empeorar la concepción original, pero en lo que quiero incidir aquí es que no darle peso moral a la etapa inicial, equivale a justificar por sistema a los magnates tecnológicos, tal como si se tratara de sacerdotes incontestables de un credo tecnolófilo. Y, por analogía con la religión cristiana (culturalmente muy arraigada en occidente), la posible culpa por daños recae en los usuarios, pecadores. Esto es algo realmente muy ponzoñoso.

¿Iterar más rápido? ¿Realmente queremos iterar más rápido? Los tiempos de producción son ya extremadamente cortos, enfocado como está todo a la reducción de costes. La creatividad tiene que ver con la expresión espontánea por un lado, pero también con la reflexión. ¡Literalmente la IA no tiene nada que ver con ninguna de ambas facetas! De hecho, el propio nombre es un fraude, ya que no realiza ningún proceso que pueda llamarse seriamente 'inteligente'. Se trata de una maquinaria que escupe copias de obras humanas anteriores sometidas a procesos de mezcla y aleatorización controlada. El resultado puede resultar agradable e incluso interesante, pero no tiene nada que ver con el arte porque no hay ningún proceso artístico. No estoy hablando de una diferencia cuantitativa respecto al proceso humano (que haga mejor o peor algo), sino cualitativa, esencial. ¿Cuál es el problema entonces, si de mis palabras puede deducirse que la máquina no sustituye la actividad artística? La máquina, por métodos diferentes, es capaz de aportar productos funcionales, cuyo único sentido es crecer exponencialmente y ser consumidos masivamente en un contexto capitalista. El único 'problema' que está solucionando es eliminar el escollo artístico (como se han eliminado otros escollos) para maximizar las ganancias de los magnates tecnológicos. Es una guerra contra la vida, iniciada por gente que se sienten como dioses.

Además, la gente usa estas herramientas sin reparar en que cuanto mas se use y mas se popularice, en mejores condiciones estará de directamente sustituir trabajo humano. No porque -como ya he comentado en el párrafo anterior- yo le esté atribuyendo ninguna capacidad artística a esta maquinaria, sino porque en el contexto capitalista actual se pretende de los trabajadores artísticos que funcionemos como maquinas, y, por supuesto, las maquinas hacen mejor el trabajo maquinal que nosotros. Es esta la pinza que se nos está haciendo a los artistas. ¡Necesitamos unirnos contra esto! Mucha gente está empezando a abrir los ojos, pero no lo suficiente; necesitamos más conciencia de clase. No podemos ganar mientras haya aún muchos artistas que antes que unirse en pos de un objetivo moral, prefieren incluso pagar por usar estas herramientas a cambio de un rédito económico vacuo que, en la inmensa mayoría de los casos, ni siquiera les saca de pobres.

He dejado para el final de este artículo el elefante en la habitación: toda esta cascada de inmundicia contra el trabajo artístico solo es posible gracias a que se está permitiendo el robo de obras artísticas por parte de los magnates tecnológicos. La maquinaria de la mal llamada 'inteligencia' artificial, está alimentada por este robo y su 'calidad' depende por completo de las obras contenidas en sus bases de datos y las interacciones que realizan sus usuarios, que están aportando su fuerza de trabajo gratis e incluso pagando. Se trata de un mecanismo extractivista salvaje que sería imposible si los Estados nos protegieran preventivamente de este tipo de incursiones y campañas empresariales contra la clase trabajadora. La política es el arte del equilibrio de intereses, y en el capitalismo, el interés de los capitalistas tiene más valor que el de las clases trabajadoras. Las leyes pues, cuando llegan, llegan tarde, y a menudo, con silencios atronadores. Es por eso, que hay que trabajar por la unión del pueblo, ya que solo si está realmente unido, no podrá ser vencido.

Por favor, no uses IA generativa y si conoces a alguien que la usa, discúteselo

[Este artículo tiene una continuación en ¿Qué haces, IA?]

 
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from VirginiaVictoria

Hay quien quiere ver el mundo arder

Hay veces que digo que me dejo caer en quien sería si me pareciese más a Bukowski, en cuanto a desasosiego y como paso el tiempo. Esas veces me invito a jugar a beber en bares y a compartir miseria pero, seamos sinceras, las gentes están deseosas de ser escuchadas y se les da regular pararse a escuchar así que compartir miseria es más bien estar para que se comparta. Escucharla y preguntarle. Darle un abrazo cuando termine de contar. Un día como estos, allá en Febrero, en una semana muy Bukowski, fui canal y dejé salir algunas piezas de escritura y esta es una, y viene de historias que escuché ese día a criaturas heridas, y hablan de ver el mundo arder

Con cariño y un abrazo sentío a aquellas criaturas humanas que tienen como trabajo sostener los síntomas y consecuencias de la violencia sistémica, responsabilidad colectiva, en lo cotidiano

Vernos arder

Superar la barrera de toda la violencia que seas capaz de mirar a la cara, en lo cotidiano, es un juego de tremenda astucia en el que los actos de sobreviniencia se llaman a menudo cobardía o se tildan entre líneas de insuficiencia. Como el funcionario de prisiones que bebía al día 10 chinchones para ver si así podía lidiar con lo mundano de aquel le ha roto a este otro un brazo y este se ha ahorcado y este lo apuñalaron el viernes pasado, ¿no te has enterado? … o no te acuerdas porque de llevartelo no sería solo un trabajo y es un trabajo porque hay que hacer algo, y esto estaba a mano.

El tío más hábil de la promoción papel con material jurídico en el regazo como libro sagrado y todo apasionado, soñaba con ley y no dijo por qué pero invento que sería por justicia.

Y a poco que entras en “la justicia”, por la puerta de atrás quizás, hasta las entrañas te ve a la cara la historia de la indignidad de la violencia del “sistema penal” de la violencia.

Cuánto recuerdo en semanas como estas ese dicho como proverbio Africano que decía que el niño crecería para ver al pueblo arder*

y me acuerdo cuando oigo las historias que me cuentan forestales de incendios provocados casi todos son provocados no no creas que es tanto accidente es que quieren ver el mundo arder y claro.

De tanto no ser considerados naturaleza y sagrados claro crecieron los niños como instrumentales utilitarios contenidos y de vida misareble y sin misericordia más que la justa de algún alma que mira y ve por deshecho apropiado, tu error es la condena de lo que llamamos justicia tu violencia es tuya y no representa a una sociedad culta que sabe portarse bien

claro. Como el agua quiero ser transparente para poder mirar con prisma los ojos de quien embriagado cuente como cayó en beber para siempre porque “los malos” se hacían daño y ventitantos años de ver eso de frente son una montaña de días mundanos de sudor de caradureces de aprovecha de lo que puedas y no te arrepientas del frenesí de la euforia del chute de endorifna mmmmm deliciosa deliria que me imagino te sacaba de una nube a otra

a una vida que exploró potencial de tu alma y no la trampa mortal y jaula que tocó a tus días y aun así quien soy yo para juzgar si quizás el alma vino a hacer justo lo que tenía planeado buscar y lo encontró y yo lo encontré en un abrazo de gratitud por haber escuchado las historias que compartiste; de sentirme sabia de no haber romantizado un ápice de lo dicho sino más bien como un abrazo y gratitud lanzados a la búsqueda de honrar la miseria de ser humano vivo hoy en este rincón del planeta con todo lo pasado; del hecho irrefutable, de que hay y habrá quien no podrá evitar sentirse querer verlo, vernos, arder.

*Proverbio Africano – “El niño que no sea abrazado por su tribu, cuando sea adulto quemará la aldea para sentir su calor”

 
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from Decires

✒️ Bajo tierra

El asbesto corre sobre los rieles que viajan sumergidos bajo el asfalto. Los cuerpos obreros respiran. Puede ser en Boedo, o en Constitución, tal vez en Retiro, seguro en Chacarita como jugarreta textual. Riesgo de exposición máximo. Se inhala, penetra en los pulmones, la pleura se engrosa, disnea, tos seca, el cáncer avanza. Los concesionarios, por si acaso, miran hacia otro lado. Buenos Aires se parece a Madrid, y no es sólo por la avenida de Mayo.

NdeA: En Buenos Aires, pleno año 2024, tenemos una serie de estaciones y coches del subterráneo porteño que contienen asbesto, producto éste cancerígeno que ha sido dejado de usar en casi todo el mundo. Los vagones contaminados fueron comprados al metro de Madrid, que los descartó. Las estaciones mencionadas son algunas de las más contaminadas. Chacarita es también el lugar en que se ubica el cementerio más importante de la ciudad. Las autoridades, tanto municipales, como del concesionario, miran para otro lado.

 
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✒️ Hoja en blanco

Esa cálida noche de mediados de noviembre tuvo algo particular. Algo que si bien no me era ajeno, durante horas me hizo sentir ansioso, expectante, irresuelto. Ese algo era el papel en blanco. Lugar en el que he habitado más veces de lo que hubiera deseado. Sitio plagado de voces que me dicen, a veces susurrando, otras implorando y las más gritando: “vamos… despertate que no tengo toda una vida”. El papel como un lienzo virgen que espera la visita del artista, y que cuando lo debe recibir, se niega, también en voz alta. Probé varias opciones. La primera fue cambiar el color del papel, pensé que si en vez de ser blanco fuese de otro tono la cosa cambiaría, elegí uno amarillo. Lo mismo, nada. La siguiente opción fue intentar con un papel usado, busqué en los cajones, la cuenta del teléfono me pareció una buena opción, después de todo ese papel ya contaba con antecedentes. Nada. Pasaron por mi escritorio hojas de cartulina, rollos de papel de cocina, tela esmeril, cartones, hasta un pedazo de madera que había formado parte de una cajón. Nada. Intenté sobre la pared. Siguió siendo blanca. Me senté frente a la computadora, abrí un archivo nuevo, ni siquiera pude pasar del título. Decidí hacer unos mates. Después de todo, esto ya me había pasado. Quise llenar la pava con agua, no pude, de la canilla salió una gota solamente. Intenté prender el fuego de la hornalla, pero no encontré los fósforos. Busqué en los cajones. Nada, sólo algunas cucharas, dos cuchillos, tres tenedores y una caja de escarbadientes. Volví a mi escritorio, al intento del fluir de la tinta sobre el papel. Pasaron ya tres horas, desde las nueve hasta las doce. Ciento ochenta minutos de buscar el trazo, el primer trazo que corte el vacío. Preferí mirar por la ventana. Afuera la noche en casi silencio, solo algún que otro colectivo que no frena en el semáforo intermitente en amarillo. En la esquina dos jóvenes esperan vaya uno a saber qué. Sobre el vidrio del ventanal una mosca, del lado de afuera, buscando, pidiendo permiso para entrar a compartir este vacío. Mejor no, que siga su camino, no quiero animales en la casa. Necesito ideas, ese otro tipo de bestias que acompañan, que construyen, que destruyen. También quiero un mate. Vuelvo a la cocina con el papel en mi mano. En la heladera hay media botella de agua, el calefón tiene su llama azul, la hoja sigue en blanco. La enrollo, la acerco a la llama, se enciende, comienza a crepitar, la acerco a la hornalla, giro la perilla y la magia está hecha. Si mi vida fuera tan sencilla, si tan solo pudiera con una hoja de papel encontrar eso que busco; sí, claro, si así fuera dejaría de tomar mate.

 
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from Decires

✒️ Y, ¿cómo será morir?

Ese instante en que nos enfrentamos a la muerte, la miramos a la cara y le decimos: -¡Hoy no! Rajá para la puerta de al lado, que tengo cosas que hacer.

Esto, más o menos es lo que nos dice James Joyce, en su Ulises (en las palabras rioplatenses de su traductor Marcelo Zabaloy).

Resulta que esas palabras me llevaron a pensar sobre las muertes, la definitiva y las otras, esas muertes pequeñas, cotidianas. Esos instantes en que, poco a poco, perdemos algo de nuestro ser o, si se quiere ver de otro modo, quizás desde la vereda opuesta, sean situaciones en las que ganamos algo en nuestras vivencias, en la experiencia del transcurrir y atravesar esta realidad, la nuestra, la única que realmente es verdadera. Y me refiero a esa realidad única y propia, interior, porque considero que las otras también llamadas realidades, esas que llegan impuestas desde el entorno, no son realidades reales, sino extractos de vivencias creadas para el provecho de quienes se suelen aprovechar de las no vivencias de quienes dejan que les reemplacen la propia realidad por fantasías sistémicas.

Pequeñas muertes. Amigos que se alejan, humanidades con quienes perdemos el contacto; libertades que se quitan. Situaciones en las que nos exponemos y salimos lastimados, vacíos propios de la vida en sociedad; y hasta el amor con su petit mort que tanto nos fortalece en su explosión vital. Y luego, la definitiva. Esa de la que deseamos escapar, evitar, esquivar, eludir… pero que, puntualmente llega a su cita.

Te invito a un brevísimo viaje al mundo griego antiguo, para conocer lo que ellos pensaban del mundo de los muertos.
Supongamos que tenemos una máquina del tiempo y que podemos retroceder unos 2500 años, allá vamos…

Llegamos a Atenas, allí están sus habitantes reunidos en las polis. Para las personas que estamos viendo, el guardián del inframundo, el señor del reino bajo tierra, el rey de los muertos es Hades. Hades es una de las divinidades más poderosas de todo el panteón clásico, él cederá el poder solo ante su hermano Zeus. Debido a su papel de señor de los muertos, Hades rara vez abandona el inframundo para visitar la tierra, por lo que en escasas ocasiones se mezcla en los asuntos de los mortales. Podemos mencionar, como ejemplo de ésto, a Odiseo, a Orfeo o Eneas, héroes que tomaron la decisión de descender al reino de los muertos en sus viajes, y que son quienes involucran a Hades en las grandes sagas épicas de la literatura helénica.

Cuenta la mitología que Hades es hijo de Cronos y Rea. Cronos, temeroso de correr la suerte que él mismo había dispensado a su propio progenitor (recordemos que Cronos, hijo de Gea -la tierra- y Urano -el cielo- derrocó a su padre y gobernó durante la edad dorada), tomó la decisión de ir devorando a todos sus hijos a medida que éstos iban naciendo, de modo que ninguno de ellos pudiera desafiarle y arrebatarle el poder una vez llegado a la edad adulta. De esa manera el pequeño Hades fue engullido por su poderoso padre. Sin embargo, Zeus, otro de los hijos de Cronos y Rea, consiguió sobrevivir gracias a un engaño de su madre y al llegar a la edad adulta, desafió y derrotó a su padre, liberando a todos sus hermanos de las entrañas de éste. De este modo, Hades quedó libre y se unió a su hermano Zeus en su lucha contra los titanes para hacerse con el control del mundo, en la guerra conocida como la Titanomaquia. El dios Hades poseía un casco de invisibilidad que era un arma única, que le había forjado los cíclopes en las fraguas de las entrañas de la tierra. Oculto gracias a los poderes de este artefacto, logró infligir grandes daños a sus enemigos. Tras la victoria, Zeus decidió repartir el universo con dos de sus hermanos, eligió para sí mismo los cielos, mientras reservaba el gobierno de las aguas y los océanos a Poseidón.

A Hades le correspondió el mando sobre el mundo subterráneo, lugar al que se dirigían las almas de los mortales tras su muerte. De este modo, el dios Hades se convirtió en el señor del inframundo. Por otra parte, el término hades en la teología cristina, y en el Nuevo Testamento, es paralelo al hebreo sheol, que significa “tumba” o “pozo de suciedad” y alude a la morada de los muertos. El concepto cristiano de infierno se parece más al Tártaro griego, que es una parte profunda y sombría del Hades usada como mazmorra de tormento y sufrimiento. Para los griegos, los fallecidos entraban al inframundo cruzando el río Aqueronte, trasladados por Caronte, quien cobraba por el pasaje un óbolo, una pequeña moneda que ponían en la boca del difunto sus piadosos familiares. El otro lado del río era guardado por Cerbero, el perro de tres cabezas derrotado y domesticado para sí mismo por Heracles (o Hércules para los romanos). Más allá de Cerbero, las sombras de los difuntos entraban en la tierra de los muertos para ser juzgadas. Los pobres y aquellos que no tenían ni amigos ni familia se reunían durante cien años en la orilla cercana. Ya desde Grecia, los pobres sufren mirando lo que no pueden pagar, en este caso el ingreso a Hades. Esto es lo que creían los griegos y que tanto nos sigue maravillando e inspirando para escribir historias, hacer teatro y cine. Como me ha comentado una amiga actriz: “Ya está todo escrito, sólo nos queda copiar y recrear”. En eso estamos.

 
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from Antígona i els Fenicis

Nos estamos acostumbrando a que lo que parecía imposible hace unos pocos días, se hace realidad al día siguiente. Mejorar nuestra autodefensa digital es muy importante en este entorno V.U.C.A. (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad, en sus siglas en inglés). La censura, la vigilancia y el apagón informativo o de la red son a día de hoy amenazas muy reales, también en ‘las democracias occidentales’.

Sin extenderme, porque es pura especulación, me atrevo a decir que los derechos de autor (la razón oficial del intento de bloqueo judicial) no es el principal motivo de este movimiento político-judicial. En estos momentos de gran tensión geopolítica, y tras la debacle de Twitter como contrapoder informativo… ¿Queda algún canal de contrainformación con masa de usuarios suficiente para hacer sombra a la burda manipulación mediática del conglomerado empresarial español? Ajá.

¿Hay alternativa a Telegram?

Primero, ten en cuenta que Telegram no ha sido diseñada como mensajería instantánea, sino como red social. Su punto fuerte es saltarse la censura informativa desde países poco democráticos y poder leer de primera mano comunicados de fuentes directas, incluso las que se encuentren del otro lado del “telón de acero”. Telegram no es la mejor app para hablar con nuestro entorno cercano. Piénsalo como una evolución de lo que prometía ser Twitter hace una década y media. Un lugar donde periodistas, empresas y partidos políticos pueden comunicarse directamente con su audiencia… sin Mediaset o Atresmedia de intermediarios. Ajá.

Pero por culpa de la desinformación y el pánico, hay quien cambia Telegram por algo peor, como WhatsApp, Messenger o Discord. Hay alternativas más seguras y también fáciles de usar y gratuitas. Element, Delta Chat, Signal y Briar, son buenas opciones, cada una con ventajas e inconvenientes. No está de más probarlas y entender sus diferencias. Niboe.info está haciendo muy buen trabajo con sus infografías.

comparativa de mensajería instantánea de NIBOE

Usar Telegram en países que lo bloquean

«Querer poner puertas al campo» parece haber sido la metáfora más recurrida para explicar la ineficacia del cerco a Telegram, además de fuente de inspiración de los inevitables memes. Efectivamente, las maneras de saltarse el bloqueo han corrido como la pólvora en el propio Telegram, pero cuidado con los enlaces que no conocemos. Puede haber delincuentes y espías que aprovechen la confusión general para introducir malware en tu dispositivo. Aquí van una serie de buenas y malas ideas. Advierto que esta es mi opinión y puede haber otra igual de válida o mejor. No soy Edward Snowden.

Buenas ideas: – Si instalaste Telegram en Google Play, desinstala y vuelve a instalarla desde F-Droid. Busca la versión 100% de código abierto llamada “Telegram FOSS”. – Cambia las DNS de tu ordenador y tu móvil. Entra en dns0.eu y sigue las instrucciones. – En caso de bloqueo, utiliza una VPN en la que confíes. Recomiendo Riseup VPN y Proton VPN. – Sigue al fundador y dueño de Telegram en su propio canal https://t.me/durov y contrasta su información con la de Atresmedia y Mediaset (las denunciantes). Sospecha de todos. «Cui prodest» (¿A quién beneficia?). Saca tus propias conclusiones. – Instala apps más seguras para tu mensajería instantánea. Si tu teléfono tiene capacidad, pruébalas, déjalas instaladas y ayuda a su difusión: Signal, Element, Delta Chat y Briar. – Con tus contactos más íntimos (Aa), conecta los teléfonos por Briar cuando estéis juntos físicamente. En caso de emergencia grave (terremoto, atentado, caída de red, saturación de llamadas…) puede ser la única manera de localizaros. Funciona con y sin internet. – Si sigues usando Telegram, usa la opción de “chat secreto” siempre que puedas. – Si sigues usando WhatsApp o mensajes de Instagram, Twitter, TikTok, etc, nunca reveles información importante y no hagas bromas que puedan llevarte ante un juez o alertar a la policía.

Malas ideas: – No pinches ni instales proxys o VPN que no conoces. – No cambies Telegram por WhatsApp. Es ir a peor. – No uses Telegram para comunicaciones privadas o mensajes internos de grupos activistas, solo para la difusión pública (trátalo como una red social, no como mensajería instantánea).

¿Pero entonces qué app usarías?

Pues depende del uso. – Para mensajes instantáneos > Element. – Para canales temáticos y activismo > Element. – Como emergencias (terremoto, atentado...) con contactos “Aa” > Briar. – Para contrastar fuentes, sin censura > Telegram. (Sustituye a Twitter) – Para organizar una manifestación legítima susceptible de ser espiada o represaliada: Briar. (Junto a otras medidas, como Tails y reuniones físicas sin móviles).

El canal de Permacultura Digital

En caso de bloqueo permanente de Telegram en España (improbable), seguiremos el proyecto de Permacultura Digital exclusivamente en el Fediverso con el hashtag # PermaculturaDigital. El Fediverso es muy resiliente a la censura, ya que puedes participar desde la red social que quieras (Mastodon, Akkoma, Pixelfed... ¡son todas compatibles entre sí!). Todo está federado y distribuido.

Si el uso de Element se extendiera lo suficiente (ojalá), moveríamos el canal, pero decidimos que sería un canal de Telegram para llegar al máximo de gente posible, (sin cruzar la línea roja de WhatsApp y Twitter), e invitarlas desde ahí a dar un paso más. Las últimas noticias parecen darnos la razón.

No preocupar-se de la privacitat per no tenir res a amagar és com no preocupar-se de la llibertat d'expressió per no tenir res a dir. Llibertat per a Assange!

Memetro


Enlaces de interés: (No necesariamente aprobación/endorsement)

 
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from fragmentos etnográficos de la ciudad monstruo

Era un hombre joven pero muy desgastado. Estaba en los huesos, su ropa se veía sucia y llevaba en la mano un bolillo.

Así subió detrás de mí al microbús. Algo le dijo al conductor que le autorizó pasar sin pagar y dirigirse a los pasajeros. Una escena típica.

Eran las 6:40 de la tarde, el cansancio y el tedio a esa hora eran evidentes en la mayoría de nosotros. Y a pesar de la indiferencia generalizada, aquel joven alzó la voz y comenzó a declamar, rapear, susurrar... hablar para las demás.

De su boca salían palabras sobre la vida y la felicidad, palabras enunciadas desde una inmensa serenidad. Mientras echaba rimas, extendía su puño para saludarnos. Quienes respondían a su gesto eran correspondidos con un agradecimiento. yo sí junté mi puño con el suyo, era la forma en que nos hacia sonreír.

Avanzó por el pasillo del microbús y se detuvo con una señora, algo identificó en el derostro la mujer, porque comenzó a darle palabras de aliento durante varios minutos.

Pensé que en algún momento pediría dinero pero no lo hizo. El no había subido para pedir sino para compartirnos su pensar y su sentir.

 
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from Es Mur i Sa Menta 🥕

Una de les flors imprescindibles per tenir a prop dels cultius, ideal per l'espai entre maons de les Parades en Crestall. La calèndula (Calendula officinalis) atreu insectes beneficiosos, especialment les pol·linitzadores abelles i repel·leix d'altres no desitjats. Un cop establerta no requereix gaire atenció i es ressembra a si mateixa.

Calèndula entre maonsCalèndula entre maons

Més info:

 
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from Antígona i els Fenicis

17 anys sense l'Alberto (1982-2007). L’amic, el germà, l’artista. Autor del poemari «Nubes de Kokura», manuscrit violentament inacabat a un remot bosc del sud de l’Índia. Poemes que mai no llegirà ningú. He trigat uns anys, però ja tinc forces i ganes de recordar-lo públicament, amb tota la seva llum. Transcriuré alguns dels versos que conservo al calaix per a posar-los a disposició de la Xarxa, i especialment del Fedivers Anartista, de la gent que sap escoltar i estimar. No hi deuen quedar gaires còpies, si és que en queda alguna més.

Fran. Cómo explicarte el «enero de los años». Es bonito. En serio, ya sabes que yo no miento sobre cuestiones estéticas. O sea tío: primaveras, en plural. Ahora viene otra sin ti. Dicen que no quedan muchas, ya te contaré. Por lo demás bien. ¿Aquella sobrina que querías que bautizasen Tifoidea? Tiene casi tu edad. Qué cosas. Con tu permiso hago públicas estas líneas de «Pasión Preventiva» (2002). No sabía qué poema escoger para empezar a publicarte, tienes demasiados inéditos dedicados a la muerte escritos en vida. O viceversa. Ya sabes, Vicente versa… Un abrazo, en ultimísima, ultimérrima disidencia. Nos vemos pronto (pero tarde).

MONOGRÁFICO (2002)

Sólo la Muerte sabe por qué se abrazan las personas después de mucho tiempo de no haberse visto y por qué después de mucho tiempo de verse ya no se abrazan sólo la Muerte sabe la hondura del corte limpio que divide eso que llamamos hoy y eso que la Muerte insiste en llamar mañana sólo la Muerte sabe en qué piensan los enfermos en el momento de vivir sólo la Muerte omite nuestros nombres cuando nos llama por nuestro nombre sólo la Muerte puede recomponer los collares de perlas rotos al borde de la cama

Y aunque todo es extraordinariamente más sencillo que eso me consuela pensar que si la Muerte no existiera todo estaría permitido.


B, Alberto. (2002). Pasión preventiva (p. 59). Para una posible antología, El Enero de los Años (2024 o 2025)


 
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from VirginiaVictoria

Cuento: El ceder de un mundo de apariencia

Un cuento escrito a través de Virginia Victoria en 2023, publicado ahora porque no sé qué más hacer, mientras sigo explorando paradigma arg, me empeño y aprendo y seguiremos explícitas y fugitivas y entre grietas ¿ah? entre grietas. Las murallas son membranas, en realidad.

El ceder de un mundo de apariencia

En un rincón de la tierra que parecía intacto, yacía una cachorra humana aparentemente dormida, dentro de un tenderete de lona y rejilla y barro. Sumida en la peculiar pesadilla de su tiempo, navegaba sin saberse despierta o sueño, la mayoría del tiempo.

De repente una sacudida pone alerta cada milímetro de su cuerpo, y con los ojos bien abiertos observa como árbol tras árbol frente a ella y a lo lejos, van cayendo. ¿Les estarán talando? ¿Estarán enfermos? No parecía oir nada más que los rasguidos de los troncos al fragmentarse verticalmente hasta caer rendidos con un último empujón de viento. Pájaros y pájaros huyen entre el estruendo, pero no parecen muchos. No son cientos. Algún bicho escarabajo torpe alza también el vuelo, dirección: la niña, como si no hubiera refugio posible sin pasar por su vista y casi rozar su pelo. Ella se asusta pero no se mueve, porque siente que no hay peligro en que los insectos se le acerquen. Sin embargo, necesitada de un punto de apoyo extra en esta súbita conmoción, va a apoyar el talón de su mano en la tierra, cuando nota el cuerpecito blandito y calentito de un roedor de algún tipo. Mira y hay una familia entera. Varias especies, todas pequeñas. No se mueven y no la temen. Se arrebujan junto a ella y miran con caritas de perplejidad y sorpresa el espectáculo de árboles caer en dominó frente a ellas. La niña mira alrededor y vislumbra otras criaturas inquietas pero quietas, a su alrededor, como un epicentro de no sabemos que hacer y estamos aquí observando esto entorno al radio de su cuerpo. Su cuerpo. De pronto se acuerda de su cuerpo y se pregunta como se siente. No es parálisis, pues se siente plenamente capaz de levantarse y salir corriendo. Y para comprender esta parte, tiene más sentido que nos adentremos en la niña y su diálogo interno (que luego dicen que como sé lo que sé y si me lo invento). Vamos allá.

―Mireya, tranquila. No niegues lo que está sucediendo, simplemente está aconteciendo. La pregunta es, ¿tengo miedo? Porque oh, debería tenerlo. Este espacio de bosque parece estar cediendo, de raíz. Hace unos minutos que no para de haber un árbol cayendo. ¡Qué trágico evento! ¿pero qué es? ¿Quién lo está haciendo? ¿Acaso hay humanos detrás de todo esto? Y sin embargo parece que esté, por inercia, ocurriendo. Me siento presionada a entrar en pánico y tener miedo. Creo que he visto tantas películas de gritos, luchas y huidas que siento que cualquier respuesta que no sea eso no es sensata. ¿Puede ser? Está claro: no, no tengo miedo. No estamos huyendo, ni yo ni estos bichejos. Son más sabios que yo, eso creo. Quizás por eso no tengo miedo… Vale, entonces, ¿Qué hacemos aquí todos estos seres y yo quietos?. Observar… que está sucediendo. Vale. Supongo que lleva un tiempo asimilar lo que una está viendo. Sí. Asimilar. Aceptar, también, que el bosque se está derruyendo. Los gritos de los árboles, ¿son dolor? Es como una raja en la corteza de todo el paso de tiempo concentrado en sus cortezas viejas. Al rasgarse grita. Pero no es de dolor, no lo creo. No hay miedo en un árbol que se está cayendo. Eso, observar, asimilar, aceptar. Y muerte, claro. Es que los árboles que se rompen se están muriendo. Yo esto lo sé. Lo he ido aprendiendo. Claro. Claro como el paso del tiempo. Entonces hay algo aquí de muerte que sucede, mientras lo viviente se sienta a contemplar, aceptar y, aprender, claro. Reflexionar. Eso. Ahora bien, Mireya, tu cuerpo está alerta. ¿Podría estar haciendo algo diferente? ¿puede parar esto? Quizás si sigo observando, de más cerca, de más lejos, siendo consciente de los riesgos, pueda entender una manera de frenar de algún modo el proceso. Pero, aunque así fuera, soy pequeña y no tengo mucho más que mi cuerpo para actuar de ningún modo concreto…

Ah… y en esto estaba Mireya por dentro, cuando una rama cayó tan cerca de ella que dio un brinco el trozo de bosque entero. No había razón ya para sentir que ese lugar era inmune a lo que estaba sucediendo. No hay lugar seguro, quizás, o todo lo que seguro que hay es la muerte, al fin y al cabo. Entonces, Mireya se levantó con una luz distinta en su mirada. Yo creo que a eso los humanos le llaman coraje, y he oído en mitos y leyendas que distintas eras que nace del saberse vulnerable, y de esa compasión que llaman, de ver el daño y sentir el deseo de aliviarlo. Pues todo eso es lo que creo que vi en Mireya cuando la vi levantarse y dirigirse con paso ligero pero firme, enraizada como si fuera una planta ella, y empezar a moverse.

Primero se dirigió a su suerte de campamento, y empaquetó en un santiamén cazo, yesca, saco de dormir, lona, malla y navaja. Miró alrededor y, cuando vio una pared de roca se dirigió hacia a ella. Los seres pequeños que la habían rodeado hasta el momento parecían haber pasado a la acción también, y fluían, no con ella, pero si con ella. No sé si me explico. El caso es que algunos iban en su misma dirección y otros recogían algunas cosas antes de ir hacia allá. Todos terminaron buscando refugio en la montaña, por si lo hubiera. Pero no era una búsqueda de refugio a la desesperada, quiero que me entiendan. No se sentía pánico y el cuidado a cada paso era evidente. Al fin y al cabo se habrían ido pisando si no, habiendo tamaños tan diferentes, que ya se sabe que las prisas no son nunca buenas compañeras.

Hubo un suspiro de satisfacción al llegar a la montaña, pues justo se veía rodeada de claro y oquedades suficientes para resguardar a muchas criaturas de verse aplastadas por árboles cayendo. Eso era una prioridad gestionada. Quedaban, por cierto, un par de horas hasta el atardecer, o eso parecía. Entonces, Mireya soltó su mochila y se preparó para adentrarse en la aventura, sí, eso siento yo, pues cogió en una riñonera lo indispensable y, como por necesidad, agarró la roca de la montaña en abrazo y la besó, mandado besitos a las familias de roedores y los meloncillos, escarabajos y otras criaturitas que la rodeaban en la cercanía.

¿Sabes esa sensación de que somos la misma cosa, al final? Pues Mireya era el rezumar sin miedo de que nada importa nada más que otra cosa. Como quien se despide de su vida y su familia por si acaso, la humana salió caminando hacia el estruendo. No era la única, y en seguida se percató de ello, pues las criaturas más diversas del bosque también se dirigían al, digamos, epicentro. Yo veía el mismo coraje en todos ellos bichos con plumas, escamas, exoesqueletos y pelo. Incluso creo que les veía sonreír, fíjate, como aquella llamada a resolver el misterio. Pero volvamos de nuevo al diálogo interior de la humana, ahora que podemos.

―Veamos, con mucha atención, qué observo. El tiempo. ¿Cuánto tardan en caer? ¿Es consecuencia de que otro árbol les impacte? ¿Tendrá que ver con algo que sucede en el suelo? ¿Reconozco qué árboles son? ¿Son la misma especie de árboles la que cae?... conforme te acercas tiembla el suelo. Las vibraciones vienen de más de un lugar, eso creo, así que están cayendo árboles en varias direcciones al mismo tiempo. Ese árbol caído es distinto a aquel. No son el mismo. Hay árboles que siguen en pie. Los robles. Los robles siguen en pie. ¡Esto de que sus raíces se entrelazan! ¡recuerdo ese cuento! Pero… inclinados… no están íntegros. Algo falla. Algo profundo no está bien. No…

Así, cuando Mireya se acercó lo suficiente, vio la tierra bajo las raíces. O, más bien, no la vio. Como si se hubiese convertido en la fina arena de un reloj, la tierra se estaba resbalando por entre raíces y rocas. Por cada pendiente e, incluso, hacia los confines de la tierra. Esto es lo que Mireya vio que creo haber visto que por unos instantes, le paró el corazón. Cuando entró esta mañana en el bosque, el suelo parecía normal, ¿Sí? Ya me entienden. Sólido. Pero quizás solo en apariencia. La estabilidad de un suelo que depende de todo lo que le habita parecía haberse desintegrado y, con ello, la integridad de la tierra se había esfumado. Si los mismos cimientos ceden, los árboles no tienen donde sostenerse. Así, el bosque entero se convertía en un desierto, en algo yermo en… ¿nada?.

―No… es tan terrible y, a la vez, algo de ello me resulta bello. Como el marchitar de un bosque. Como una velocidad aumentada de una planta, cuando la ves crecer y marchitarse y morir… pero en la improbabilidad de que suceda en un bosque, de golpe. Esto que se ha desatado, me dice el instinto, que no se puede verdaderamente hacer nada en este momento, en este lugar, que volver donde las familias de roedores, construir refugio y esperar. Podemos buscar comida y agua. ¿Se habrá ido el agua también? ¿hasta que profundidad se está muriendo súbitamente la tierra? ¿Se podrá regenerar si le traemos artrópodos, hongos, humedad y bacterias? ¿Se podrá para el daño? ¿Hasta dónde llegará?... la bella tierra negra llena de vida… no está más.

Y prometo que vi lágrimas en los ojos de la cachorra humana todo el rato. Miró a su alrededor y ciervo y oso y lobo y cabrón y serpientes y águila y buitre eran los seres más grandes que podía ver a su alrededor. Todas las criaturas intentando comprender. Todas aparentemente aceptando que no hay a donde huir si esta es la profundidad de la situación.

Lobo y loba y la pequeña manada se acercaron a un árbol joven, y observaron la tierra volverse arena bajo sus patas. La olisquearon. Juntaron sus cuerpos contra el árbol, como haciendo un redil para sostenerlo. Y se quedaron atentos mirando al suelo. Mireya prestaba atención, claro, a la sabiduría de estas criaturas y qué andaban indagando y descubriendo. Las otras especies hacían algo similar y se paraban a observar. Llegado cierto momento, cuando las raíces del joven árbol estaban casi por completo al descubierto que la solidez de la tierra parecía más plena. Había cierta integridad distinta a la tierra superficial que se volvía arena, y se notaba porque el ritmo en el que fluía era tan lento que casi paraba. Un par de lobas observaban y giraban en círculos, mientras los otros sostenían con sus cuerpos el arbolito. Olisqueaban la tierra. Una de ellas, empezó a introducir sus zarpas en la tierra, y con una delicadeza inexplicable por una boca como la mía, escarbó. Como estudiando que sucedía allá abajo, escarbó y estudió con el hocico y con las mollejas de las patas. Con la nariz testeó la humedad de la tierra y su integridad. Pareció dar una esperanzadora señal a la manada, porque con una delicadeza que no impedía agilidad, empezaron a escarbar el diámetro de las raíces del arbolito. El oso se acercó, y con un gesto se hizo hueco para sujetar el peso del arbolito. La manada de lobos comprendió y se puso a cavar con igual delicadeza. Había un honor en cada gesto, que no se puede hacer justicia con palabras. Casi un rezo. Casi plegarias. Mireya que, al principio había dedicado unos momentos asegurarse estratégicamente de que ningún árbol grande iba a caerles encima y aplastarles, se había compenetrado en la seguridad del momento, y comprometido con la misión de la manda tanto, que sintió que su mente y la de la loba que inició la excavación eran la misma. Sentía permisos y precauciones. La confianza en los demás. Se sentía las manos en contacto con la tierra. Olía que otras sustancias estaban presentes más profundo. Se unió en sinfonía a la plegaria y al rezo implícito en el momento.

El hoyo parecía listo, y entre varias criaturas, ya no sabría decirte quienes estábamos tocando el tronco con las extremidades, quienes éramos el tronco y quienes el hoyo, el arbolito se colocó en la profundidad, la tierra se colocó sobre sus raíces con zarpas, garras, morros y hocicos; y con una atención serena y atenta, comenzamos con un primer paso hacia atrás. Quietos. ¿Se mueve? ¿Se sujeta?. Otro. Ojos profundamente atentos, preguntándole al arbolito que tal se sentía. El veredicto, parecía estable.

Se hizo un corro alrededor del arbolito, y hubo miradas. Aquí Mireya:

―Quizás en la profundidad se encuentren los caminos hacia que no todo esté perdido. Es necesaria concentración, calma y delicadeza para no seguir irremediablemente dañando. Somos guardianes de esta tierra y no tenemos a donde ir, así que compartimos la misión de prestar atención y salvaguardar, de poner intención y cuidar de un porvenir que permita prosperar vida, mientras la inercia arrastra hacia cerrar el ciclo y verlo morir. No podemos parar la caída ni volver a sembrar los grandes árboles. Nuestras fuerzas no llegan hasta ahí. Pero podemos vivir día a día sabiendo que nuestra prosperidad depende de lo profundo, de lo pequeño, oliendo y entendiendo. Nutriendo y, si alguno de los caminos e iteraciones que escogemos es fértil, sanando. Sabiéndonos juntas quizás sea posible. Tratemos la muerte con honor y respeto. Aceptemos que podemos ser lo perdido y que eso no es más que la vida y que no acaba aquí. Nos encontramos con gratitud y veneramos la vida.

Así, se disolvió ese círculo, y Mireya, que parecía estar en trance, agachó la cabeza en reverencia y caminó hacia la pared de piedra de la montaña, viendo el atardecer llevarse la luz tras el horizonte. Tenía una sonrisa pequeña en la boca, lágrimas en los ojos, y una mano entre el pecho y la barriga. Pronto anochecería y había que encontrar algo que llevarse a la boca. Y juraría que a cada paso que daba y tocaba la tierra con un pie, lanzaba un beso.

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La coherencia del incoherente

El mataburros oficial, en su segunda acepción, nos dice que coherencia significa actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan. También señala que su antónimo es, como todos sabemos, incoherencia.

Durante los últimos meses -estamos en marzo de 2024, en Argentina- he pensado bastante en estas dos palabras opuestas. Luego de rumiarlo lo suficiente (¿acaso es posible ponerle un punto final a esos pensamientos recurrentes?), concluyo en un interrogante que vuelve a activar algunos procesos de sinapsis en mi maltratado bocho: ¿Existe coherencia en los dichos y acciones de un incoherente?

Quizás con un ejemplo pueda resumir en algo esto que deseo expresar: Una persona X llega a un puesto de poder en base a promesas delirantes e incoherentes con respecto al sentido común. Obtiene ese cargo gracias al apoyo de una limitada mayoría que, según lo que se puede apreciar, se han dejado convencer (quizás descreídos de las ofertas de otros postores al ¿trabajo?) de que la única forma de mejorar es empeorando. El individuo obtiene el puesto mediante nuevas incoherencias ya que convoca a otros candidatos al ¿trabajo?, a quienes días antes defenestraba. Esas ¿personas? no se preocupan por ello ya que su ambición desmedida puede más que cualquier tipo de ética. Desde el día uno de su (indi)gestión se dedica a lanzar una incoherencia tras otra (recordemos que eso es lo único que sabe hacer). Se dice, se desdice, amenaza, agrede, censura y todo en nombre de la libertad (nueva incoherencia).

Es en este punto de mi planteo que nace la pregunta que inició este escrito: ¿Existe coherencia en los dichos y acciones de un incoherente? A mi modo de ver, la coherencia de este incoherente es total, ya que propone constantemente incoherencias que, en el fondo de su ser, conforman su espíritu y, por lo tanto su coherencia.

 
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Una historia de cuando no existía Markdown

Markdown es un lenguaje de marcado ligero, creado por John Gruber y Aaron Swartz, que trata de conseguir la máxima legibilidad y facilidad de publicación tanto en su forma de entrada como de salida, inspirándose en muchas convenciones existentes para marcar mensajes de correo electrónico usando texto plano. Así comienza la entrada correspondiente a markdown en Wikipedia.

Por mi parte, lo he descubierto no hace mucho y me parece un bella solución para la escritura y formateo sencillo de textos. Hace muuuchos años (allá por los 80s del siglo pasado) hacíamos algo parecido para el tipeo de libros que luego formateábamos en las primeras versiones de AldousPageMaker, en unas Macs de 1 mega de ram y doble disquetera (no teníamos discos rígidos). La cosa era que, al ser los programas copias y al no contar con diccionarios de corte silábico en castizo, utilizábamos una mini aplicación llamada Macsílabas. Esta solución se utilizaba mediante las acciones de copiar y pegar: Seleccionábamos en el archivo de Word una cantidad de texto (creo que el límite rondaba los 10.000 caracteres, pero no lo puedo asegurar), la copiábamos y la pegábamos en Macsílabas. Éste insertaba guiones invisibles entre las sílabas (de esos que sólo aparecen cuando se llega al final de una línea de texto). Esta acción destruía todo lo que se hubiese agregado como formato durante el tipeo (itálicas, negritas, versalitas, etc) ya que trabajaba con texto plano. El paso siguiente era realizar el camino inverso (copiar en Macsílabas y pegar en Word). Ahora bien, una vez que importábamos el texto en el programa de edición, teníamos que recorrer todo el texto y agregar lo que hiciese falta en cuanto a formato. ¡Era un embole! Uno de nuestros compañeros (matemático de alma) resolvió el problema utilizando un paso intermedio, luego de que el texto estuviese silabeado, lo hizo con una rutina en Nisus, que era, si mal no recuerdo un programa para manejar bases de datos. La cosa funcionaba del siguiente modo: durante el tipeo se agregaban caracteres especiales antes y después de las palabras que se debían formatear diferente al estilo normal. Recuerdo que usábamos @palabra@ y eso luego se convertía en itálica en Nisus.

Bueno, eso es algo que, bellamente, resuelve Markdown. ¡Haberlo tenido en aquellos tiempos!

Para este blog lo utilizo. Por ejemplo, para escribir una palabra en itálica utilizo un asterisco antes y después de ella y ¡voilá! Es más, esta entrada la estoy escribiendo en una aplicación de notas en mi celular.

Para que puedas ponerlo en práctica, te comparto una tabla con los comandos más utilizados en Markdown. Lo encontrás en el siguiente enlace (https://commonmark.org/help)

 
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