Comunicación digital y transición ecosocial
En agosto presenté el libro “Comunicación y cultura libre” en el encuentro Sobremesa. Si lo queréis comprar (muchas gracias por el apoyo), lo encontraréis en llibres.cat.
El Sobremesa
Era su segunda edición, la primera fue en 2023. Durante una semana estuvimos unas quinientas personitas en un campamento en Soria. Cada día había actividades como charlas y talleres, tareas comunitarias como cocinar o limpiar baños, “antemesas” (reuniones grupales vespertinas de valoración y continuación). Y el miércoles 20 de agosto a las 12h hice la presentación.
La presentación
Estuvimos diez personitas. Me gustó que, después de introducir cómo y por qué he escrito este libro, se abriera debate orgánicamente. El por qué quizás es más evidente: cada día hay más personas, colectivos y organizaciones que descubren la toxicidad de según qué programas informáticos. Y algunas, quieren informarse más o aprender a lidiar con una digitalización grotesca y perniciosa. Creo que este libro puede dar esperanzas en este sentido porque contiene más propuestas que calammides.
Aprovechando que tenía a mano el tríptico sobre “Libros de cultura libre”, quise comentar también mi sueño de crear un sello de cultura libre donde, al estilo de los iconos de las licencias Creative Commons, se puedan promover publicaciones creadas y difundidas con tecnologías convivenciales.
El peso de la transición
Durante el debate, hubo un chico que explicó que lleva las comunicaciones, de forma voluntaria, en un colectivo rural donde las personas participantes son gente mayor que usan Facebook. Comentaba que había probado Mastodon pero que ahí no encontraba lo que buscaba y, además, no tenía tiempo para dedicar a una red social en la que su colectivo no tiene interés.
En este testimonio se mezclan muchas cosas que son comunes a muchos colectivos. Identifico al menos tres: precariedad comunicativa, percepción de impacto en medios sociales y curva de aprendizaje en entornos descentralizados. Muchos colectivos no disponen de presupuesto para comunicación y, además de sus trabajos diarios, la gente hace lo que puede con esas 24 horas que tiene el día. Por otro lado, no es ningún secreto que, los medios asociales publicitarios, alteran nuestra percepción con ofuscación algorítmica de publicaciones (shadow banning) y prácticas de “diseño casino” (escrol infinito, recomendaciones, notificaciones, patrones oscuros). Además, está el esfuerzo añadido de descubrir, entender y practicar la soberanía tecnológica, la descentralitzación web y la cultura fediversal.
Se nos acostumbra a hacer clics y pensar que todo sucede “automágicamente” de forma gratuita, pero quien intenta dar el salto a una digitalización más consciente, comprende que una digitalización más saludable requiere convicción para luchar contra inercias, dedicación y presupuesto para descubrir y fomentar tecnologías convivenciales. En este sentido, en el número 123 de la revista de Ecologistas en acción, encontramos este párrafo sobre los centros de datos y una digitalización que podríamos calificar de “mal entendida”:
Esta propuesta tecnosolucionista se sostiene sobre una imagen mágica de las tecnologías digitales, esta es, la que comprende la nube como algo etéreo e inmaterial del que pudieran brotar, como si fuera tocado por un aprendiz de brujo, las soluciones que hace tantas décadas necesitamos. Nada más lejos de la realidad.
Personalmente, creo que el peso de la transición digital debe recaer en organizaciones y entidades que disponen de presupuesto, especialmente las que disponen de fondos públicos. Pienso que es demasiado esperar que sean pequeños colectivos quienes lideren la transición hacia una cultura libre comunicativa. Lo que sí creo que podrían hacer y sería efectivo y coherente, sería implementar una dieta baja en dopamina que minimizara la dependencia a según qué empresas.
Pero la primera gran etapa, según mi criterio, creo que deben hacerla universidades, ayuntamientos, fundaciones, cooperativas, federaciones, sindicatos, asociaciones, canales informativos como periódicos, radios o televisiones, redes culturales. Son estas entidades las que creo que pueden ser el motor del cambio y abrir camino para convertir en norma lo que hoy día es excepción: visibilizar y promover una participación digital realmente cualitativa a través de infraestructuras digitales convivenciales. Pero, para eso, hace falta mucha consciencia, gran voluntad, un poco de organización y algunos dineros para infraestructura, promoción y formación.
En este sentido, algunas instituciones alemanas, holandesas y suizas, alguna universidad, medios tradicionales y redes culturales ya están tomando cartas en el asunto.
Trabajo de base y testimonios
Para ahondar un poquito más en el tema de la percepción, quisiera comentar dos cosas. La primera es que, durante el debate de la presentación del libro, hubo otro chico que expresó que gracias a Instagram, una huelga había tenido mucha participación. En seguida, saltó una chica para decir que le dolía que se diera tanto crédito al medio porque, debajo de esa percepción, había mucho trabajo de base que se estaba obviando.
La segunda es simplemente comentar que llevo unos años trabajando en un documento que llamo “partikuali” (para abreviar “participación cualitativa”) y que ya va siendo hora de publicarlo. Es un recopilatorio de experiencias humanas y lo estoy anonimizando, es decir, que publicaré lo que se dice pero no quién ni cuando ni en qué idioma. Entre otros testimonios, podréis leer a personas que comparan experiencias entre medios sociales o que explican cómo el uso de descripciones les facilita la participación.
Hay esperanza si hay consciencia
Se habla mucho de transición ecosocial e incluso existe un texto titulado Transición ecosocial justa. Desde el desánimo a la esperanza activa
Cito algunos fragmentos:
Nos cuesta enormemente pensar desde el ecologismo sistemas de propiedad públicos y comunitarios para infraestructuras estratégicas; así como concebir tecnologías basadas en el ecodiseño, la reparabilidad o el software y hardware libre frente a las dinámicas extractivas y el capitalismo de vigilancia.
Estamos atrapados y atrapadas por historias que nos impiden ver, creer o actuar en las posibilidades de cambio; algunas son hábitos mentales y otras propaganda de la industria. A veces, las historias que se cuentan sobre la realidad no se corresponden con la misma, pero se siguen repitiendo. Se trata de desprenderse de mapas caducos que no permiten ver salidas.
Club de lectura e hilo
Irónicamente, quien tiene ya un ejemplar del libro, tiene también acceso a un enlace que pretende hacerlo más accesible. La idea es publicar los capítulos en digital de forma paulatina y organizar un club de lectura para comentarlo. La cuestión es que no sé si abrá suficientemente interés para esta actividad sincrónica y quizás con un hilo en el foro se gasta menos energía.
En fin, si os motiva el tema y/o queréis apoyar esta lucha incesante por una digitalización convivencial, leed, comentad y compartid. Gracias de antemano.
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