Lo ya escrito

Lo que escribí en otros sitios.

África. Todos los días una niña, tres horas son pocas de camino en polvo y roca hasta la fuente desde casa. Ida y vuelta. Ni se lo piensa selva adelante o a través de cualquier meseta seca y árida. Muertos de sed y hambre.

En casa, en donde sobra el agua, a veces la gente se emborracha cual deporte de la patria, así acaba la sobremesa en España. Hay prisa, las horas sobran para ir a la peluquería, es hora de la siesta.

Podría sentir por ello vergüenza mas no la siento, sí la siento por no hacer más intentos para evitar que suceda.

Me comí letras y palabras. También ideas enteras reducidas a una que habla de sed y de que no se ve. Emborrachado de tanto tiempo para no hacer nada a poco que pienso me pierdo. Como si pensara escribo pensar.

Pensar piensa la niña en cómo acarrear el agua otro día sin que se la coma la alimaña mientras suda las cántaras en la espalda.

Una niña en África

Esa barandilla no existe entre los leones, si te miran y te cogen te comen.

Dos punto cero, compartiendo, es la moda al principio del tercer milenio aunque ya anunciada antes de los evangelios, antes incluso de lo que aquí escribo. Lo dijo Jesucristo en el primer siglo, ayuda al compañero que lo necesite, pero hubo mucho listo desde siempre al que le gustó demasiado el dinero y, disfrazado, ejerció de cacique. Fueron los dueños de esa avaricia los que a Jesús dieron muerte y negaron el valor de su vida. Hermoso fue el mensajero como el mensaje es bueno, no así los herederos. Aquellos. ¿Tú? ¿Yo? Y estos.

Está escrito muy claro. “Ayuda al necesitado”.

Ayuda al necesitado

Camino del Calvario, dos palos que aún seguimos atormentando de encarnado ajeno ensangrentados empuñando el látigo.

Todo fue mente adolescente, la vida en la calle y la memoria en mi mente, mente toda todo queda todo grabado en mi historia, todo su ser.

Fueron, las hermanas, mayores de edades que el tiempo acerca y ahora ya no importan, bellas. Hirviendo detrás de la piel que hay en la frente quisiera una novia así cuando sea mayor, quisiera que sea como la niña preciosa, dije. No era cuestión de amor ni de sexo ni de filosofía ni de religión, solo belleza pura que algún dios repartió casi nunca. ¡Qué dijo Borges de los tigres!

Después. Músculo que se resiste, yemas de piel embisten, embiste. La belleza continúa delante de la frente conque quisiera una novia como la niña preciosa. No duele. Eléctricamente se estiran y se encogen los tendones. ¡Borges lo vio en sus tigres! Míster.

Acariciando la piel

Agua que hidrata. Iturria acentuada en la a. Agua de lluvia gota a gota en la piedra araña la roca caliza más y más y más, masaje que arrastra del mármol negro la veta blanca. Agua de seda fina en piedra lisa de Markina, o zarauztarra. Iturria.

A la tierra la elegía un griego, al aire lo prefería otro, la luz ya es el fruto del sol, el agua es vida y es todo.

Demiurgos de distintos cielos.

Una brizna de hierba se enrosca dentro de la tierra y le bebe su esencia, la savia por dentro la riega, con la luz y el aire trabaja la verde y esbelta planta sin necesitar más nada.

Una brizna sola se basta.

Nace, crece, vive, se reproduce mientras existe, muere. Y casi no se mueve.

Como una diosa pequeña

Verdes, azules, blancos, no le hace falta marco a tan bello espectáculo. Vida, todo vida.

Esencias que se piensan. Se dibujan pretéritos de figuras en busca de una idea y se saludan cuando el ojo las ha paseado. Los dedos cincelan lo que el interior de la calavera idea. Pesan en la nada, las miras y aunque nada te digan ocupan la ausencia de algo, un sitio en el espacio, tiempo en la retina. Se miran. Se estudian. Gustan, no gustan. Alguien las elige, se padecen o se viven esculpidas en nuestras vidas. La escultura, no queda más salida que aceptarla en el mismo sitio todos los días.

Las esculturas

Anónima obra para la mayoría de las miradas que la visitan, inmortalizada en las memorias de algunas pocas vidas. Esculturas desconocidas de desconocidas historias, si se conocieran muchos valores cambiarían y odiando algunas conocidas se amarían muchas desapercibidas anónimas obras.

En la primera vez yo era niño, no supe qué hacer con las letras de mi escrito, nunca me enseñaron a ver el placer infinito de colocar las palabras al escribir. No me lo enseñaron en la segunda vez, no supieron enseñármelo después.

Si me hubieran hecho ver cuan divertido resulta el hecho de estar escribiendo qué inesperada alegría de vivir hubiera sentido, si me hubieran hecho ver que siempre es mejor juego las letras en su ir y en su venir que cualquier baraja de naipes nuevos, si hubiera sabido...

Lo aprendí luego.

La primera vez

Tensión de cuerdas. El puntal clavado en el cielo se abre escapando las letras, las telas estiradas rasgan los metales y por las hendiduras, pequeñas y enormes grietas, se escurren las frases que escriben en el aire las musas, o lo que es lo mismo, mi cerebro hace bailar partituras sin producir ruidos con las odas inventadas en el grosor de un cable. Imaginadas, son las palabras globos en el aire que llenan la bóveda celeste de racimos causantes de la alegría que me place deletrear esos sonidos.

En el desierto un coche negro lleno de arena blanca salada, en el desierto sin agua ni hielo veo una cascada delgada y alta, en el desierto la espuma salta evaporada de alegre pensamiento, en el desierto un avión que no pasa raya todo el recorrido del cielo, el desierto infinito, también con agua, nada todo entero dentro de mi sueño.

El desierto infinito

El cielo azul de luz manchado en el agua ya libre reflejado, la arena casi blanca de las aves playa convive con la hierba verde, las piedras y el puente. Biotopo no soñado que desemboca en el mar Cantábrico es sueño real y trocito de paz en el que disfruto al pensar.

Ávida de agua, sedienta, ansiosa por beber y llenar cada poro de su ser en segundos hasta sentirse llena cual frase antes del punto con todas sus palabras, a gusto. La bayeta seca.

La bayeta

Trampa de microbios poro a poro, entre los pliegues cárcel por un momento corto de una suciedad que atrapa y al mundo de lo sucio vierte para volver a la carga con la ayuda del agua.

En la sala de espera privada el tiempo, esperando, pasa. En la sala de espera de Osakidetza, un minuto, y tu tiempo es el que pasa, sencillamente, te adelantan. Así funciona lo que mal funciona y así funciona lo que bien rueda, en uno no eres lo que más importa, en el otro, comparando, como la seda.

Está pasando en esta ocasión como pasó en otra anterior, y en otra. También pasó más veces, casi siempre. Aún recuerdo aquellos médicos, como aquellos trenes, de cuando era pequeño, entonces todo se retrasaba y si era privado no importaba, también lo público mal caminaba.

Aunque las comparaciones sean odiosas lo escribo mientras espero después de terminar otras letras también relatadas como en verso, lo dejaré escrito para siempre tal y como quede aunque ya es esto relleno esperando la hora en ausencia de veneno.

Porque escribir me divierte no se eterniza mi tiempo. Un autobús ya se pierde, ya no llego, veinticinco minutos tarde mientras escribo en la tableta están siendo los culpables. Releeré corrigiendo desmanes y pequeñas o grandes faltas. Espero no escribir nuevas palabras.

Retraso

El tiempo, desde ahora hasta luego, después vendrá más tiempo.

¡Cuántas palabras perdidas no escritas por no estar sentado para escribir! ¡Ninguna! Caminan todas juntas y esperan su hora de vivir a que les dé forma la tinta.

Por escribir

Palabras palabras palabras esperando que las unas todas juntas por un espacio separadas, empieza y escríbelas.