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from sicigia

Samuel había dormido inquieto esa noche. No había pasado desapercibido para Julia, que había estado junto a él. Cuando ella abrió los ojos, él estaba mirando al techo, perdido en sus pensamientos.

—¿Otra noche movida?

—¿Eh? Oh, lo siento, no quería molestarte.

—Ha pasado un mes desde que te mudaste aquí y todavía rara es la noche que descansas en paz. Das vueltas, me rozas, largos suspiros… ¿Qué sucede? ¿Hay algo que te preocupe?

—Esta ciudad tan grande, me agobia, todavía no me hago.

—¿Solo eso?

Ella se giró en la cama para poder mirarlo. No se le escapó su gesto contrariado.

—Siento… Temo… que convivir nos desgaste y… que nos separemos. Yo ya completamente solo en esta ciudad no sé qué haría.

—Es cierto que pasamos más tiempo juntos, ahora bien, no tiene que ser todo el tiempo. Al principio te estoy ayudando a asentarse y a conocer el lugar, a hacer el cambio.

—Y lo agradezco…

—Pero llegará un momento en que tengas que salir por tu cuenta más allá del trabajo. No se puede mantener que yo sea tu única referencia. Tendrías que ampliar tu red de contactos.

Samuel se dio la vuelta para evitar mirarla.

—Aquí no conozco a nadie y la gente del trabajo no me inspira suficiente confianza. Esto no es el pueblo del que vengo donde todo el mundo sabe la vida del resto. Y paso de meterme en aplicaciones para conocer gente, a saber lo que hay ahí.

—Puede haber otras alternativas.

—¿Cómo cuáles? —Samuel se volvió con interés.

—Tienes un perfil en redes donde compartes fotos de naturaleza, ¿no? Pon un mensaje de que andas en esta ciudad y quieres conocer gente para ir a sacar fotos de paisajes, animalillos o lo que se os ocurra. Gente con la que compartir afición para empezar.

—No es mala.

—Es un paso para encontrar otras personas afines y de confiar con el tiempo en alguien más que en mí en estos momentos. Una forma de airearte y evitar asfixiar lo que nos une.

Samuel sonrió.

—Me encantan tus ideas. Me encantas tú misma entera.

Julia sonrió complacida.

—Si tanto te encanto, ¿por qué no preparas el desayuno para los dos?

Samuel puso un fugaz gesto de fastidio pero poco después trajinaba por la cocina.

 
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from sicigia

Llamaron por teléfono y el hombre dejó sobre la mesa la marioneta con la que estaba ensayando su próximo número. Salió de la estancia para tener una mejor señal y una conversación clara. Mientras la marioneta, lejos de la vista y el control del hombre, se recompuso y miró a su alrededor.

Sobre la mesa vio hojas donde había escrito el guion del número, un bote de lapiceros y rotuladores. También pudo ver una tableta electrónica. Era la misma con la que a veces el hombre se grababa para comprobar cómo quedaba la actuación y poder corregir errores o introducir mejoras. La tableta encendió la pantalla.

—Me está llegando una actualización. ¿Tú cuándo tienes que poner al día tu sistema operativo? —le preguntó a la marioneta.

—Yo no tengo sistema operativo ese, en la actuación me muevo con los hilos que mueve el marionetista. No tengo cables ni me enchufan.

—¿Entonces funcionas a todas horas y no te quedas obsoleta?

—No dependo de la electricidad, si es a lo que te refieres. Y lo de obsoleta… Soy antigua, a veces se me enredan los hilos y temo que lleguen otras marionetas más nuevas y me sustituyan. Creo que el marionetista me usa porque fui de las primeras y me tiene especial cariño, no porque sea la mejor.

—Jo, qué suerte. Yo tengo una vida limitada. Sin actualizaciones dejo de ser útil porque no estoy al día. No me pueden instalar más aplicaciones y funciono mal. Entonces me tendrán que desechar…

La tableta bajó el tono y habló con mucha tristeza.

—Bueno, aunque llegue el momento de que no puedas conectarte a internet, puedes servir como álbum de fotos digital. Incluso podrías ser un espejo en una de las actuaciones.

—No me gusta, yo quiero estar conectada. Conocer las últimas noticias, los mensajes de redes sociales…

—Hay otro mundo informativo más allá de las conexiones digitales. Hay un mundo de cuchicheos, rumores, dimes y diretes que circulan más allá. Y que a veces son tanto o más importantes siempre que sean ciertos y no resulten molestos.

La tableta se iluminó con interés.

—Anda, no sabía.

—Por ejemplo, el muñeco de trapo ha perdido un botón de su traje esta mañana. Lo ha encontrado gracias a que el martillo lo ha visto en la caja de herramientas. Internet tiene muchas respuestas, pero no todas.

La tableta puso un icono de estar procesando. En ese momento se oyó la puerta de la estancia y el hombre entró. La marioneta guiñó un ojo a la tableta y está emitió un último destello antes de volver a su estado de reposo.


 
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from El Barrizal

Por Liebre

«Pero cuando un hombre sospecha que algo anda mal, a veces sucede que, si ya está involucrado en el asunto, inconscientemente se esfuerza por encubrir sus sospechas incluso ante sí mismo. Y aconteció algo muy parecido conmigo. No dije nada, y traté de no pensar nada.»Herman Melville, Moby‑Dick

Foto

Foto: Una cerda liberada tocando con el hocico a su hijx pequeño.

Cada día tengo más claro que la visión que tiene una persona del antiespecismo dice mucho más de esa persona que del antiespecismo.

En los tiempos que estamos viviendo, llenos de inseguridad social debido al auge de la extrema derecha a nivel global y siendo testigos de cómo la carta de los derechos humanos y la ley internacional no han servido nada más que para gastar papel, me sorprende que la mayoría de las personas que apuesta por una sociedad más justa e igualitaria siga sin ver la conexión entre las violencias. Distintas violencias que podrían simplificarse en una: la violencia hacía quien situamos por debajo. Haciendo un análisis, sin la necesidad de profundizar demasiado, se podría ver claramente que hay alianzas entre todos los cuerpos que compartimos las posiciones inferiores de la jerarquía. Pero, por alguna razón, los distintos grupos sociales suelen centrarse en las diferencias que pueda haber entre ellos para seguir justificando y aumentando la desigualdad y asentar, más aún si cabe, la jerarquía. Tenemos a los diferentes grupos que comparten más de lo que les diferencia, compitiendo en lo que vienen siendo unas olimpiadas de la opresión para ver quién sufre más y para ver quién se lleva la medalla de oro a la causa más justa o importante.

Las dinámicas de poder funcionan de igual manera, la forma de ejecutarlas es la misma y hasta a la hora de poner excusas todas siguen el mismo patrón. En otras palabras, si se refuerza la mentalidad jerárquica, no se está desmantelando nada.

En este texto quiero centrarme en la parte de las excusas, se podría desarrollar mucho más sobre el tema y añadir muchísimas más, pero voy a intentar centrarme en las dos que últimamente me han llamado la atención.

“Hay cosas más importantes”

Esta es una de mis favoritas, sin duda. Creo que quien utiliza esta excusa tiene una perspectiva social bastante obtusa y egocéntrica. Nadie te dice que dejes de preocuparte por nada de lo que te preocupabas antes. Pero ante esa excusa, ¿quién ha decidido lo que es importante? Nada más y nada menos que quien la utiliza, basado todo en vivencias personales o en la validación de su entorno. Con esa excusa no solo jerarquizan luchas, si no que se desprenden de responsabilidades sociales. Un clásico.

Es mucho más cómodo señalar las violencias de otros, de ahí lo que es “importante”, que hacer autocrítica y lidiar con tu verdadero yo (y cambiarlo), y no con esa persona justa y ejemplar que todo el mundo tiene como concepto de sí mismo (sí, incluido Trump); solemos tener normalizadas las violencias en las que participamos y no las vemos como tal, por muy explícitas que sean, como poner un trozo de animal en tu plato. Las violencias y opresiones que ejercemos y en las que participamos nunca nos van a parecer importantes, de ahí el problema. Para todo opresor siempre hay cosas más importantes que hacer que reflexionar sobre su sistema de creencias ¿O acaso hay gente que cree que un colono que está en las fuerzas de ocupación sionistas no considera que haya problemas en su vida más importantes que reflexionar sobre el genocidio que está llevando a cabo? Si se normaliza una violencia, nunca será percibida por los demás como tal, salvo por quien la sufra. Por lo que antes de usar esa excusa para no reflexionar, plantéate si no estás jerarquizando luchas y de esta manera siendo parte del problema con el que quieres acabar.

“Yo es que no tengo esa sensibilidad”

Aludir a la sensibilidad para tomar posición y ser coherente con ella me parece delirante, de mal gusto y peligroso, además de estar envuelto en un tufo machista y homofóbico.

Para empezar, el hecho de relacionar ciertos posicionamientos sociales, especialmente los relacionados más allá de lo humano, con la sensibilidad es machista y homofóbico porque se rige por la dicotomía razón/emoción por la cual se ve al hombre como ser que se rige por la razón y a la mujer como ser emocional que se deja llevar por las emociones e incapaz de controlarlas. Como si eso que llama “sensibilidad”, que no es otra cosa que empatía por toda la vida, no se entrenase al igual que la indiferencia. Los hombres que quieren encajar en el estereotipo de macho no es que no tengan empatía, sino que se han enfocado únicamente en entrenar la indiferencia porque se les ha premiado por ello. Y ¿cómo se premia a un hombre por ser indiferente? entre otras cosas, tomándolo como ejemplo de conducta varonil. En otras palabras: poniéndolo en una posición ejemplar y superior en la jerarquía del sistema social actual. Para ser validado socialmente como hombre debes mostrar frialdad, falta de emociones y que la violencia te sea indiferente. Con este cóctel ideológico ¿Qué podría salir mal?.

Aludir a la sensibilidad es de mal gusto porque da a entender que tiene que ser la institución legal la que te dicte lo que está bien y lo que está mal, ya que parece que, como sujetos, somos incapaces de juzgar por nosotres mismes una situación y lo que nos queda es actuar acorde con la ley, como si las leyes fuesen justas y no respondiesen a unos intereses de clase, género, raza, capacidades y especie. Es de mal gusto porque da a entender que es algo personal y que, si las leyes te permiten ejercer esa violencia, es porque no hay nada que cuestionar.

Y es delirante porque sigue echando balones fuera sobre la responsabilidad social que todes tenemos de un modo que se escapa de la lógica. Que una persona no tenga cierta “sensibilidad” sobre una situación social en concreto no le otorga una carta blanca para poder ejercer violencia contra quienes estén dentro de esa situación sin despeinarse. Sería muy delirante oír a un genocida excusarse en su falta de sensibilidad para evitar responsabilidades y consecuencias sobre sus actos.

El opresor, quién está en una situación de privilegio con respecto al oprimido, nunca va a darle prioridad a revisar su violencia. En todos los casos de opresión, en todos, sin excepción, quien ejerce y tiene normalizada una violencia siempre va a encontrar cosas más importantes por las que preocuparse que dejar de participar en esa violencia y opresión, especialmente si las leyes e instituciones le dan todas las facilidades para que así sea. Solo hay que pensar en cualquier avance social y revisar los debates sociales que había acerca de ese grupo antes de que la sociedad avanzase y se diese por sentado o como lógico.

 
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from olivermusico

Hoy me he levantado dispuesto a hacer cosas. Café, yogurt y cereal para comenzar. He pensado en desayunar tranquilo, tomar mi café en calma y saborear el yogurt natural cucharada a cucharada frente a la ventana de mi balcón por la que entra una luz preciosa y un fresquito de mañana. Pero en vez de eso he puesto el bowl y la taza en el escritorio mientras se encendía la compu. Vamos a por los pendientes. Repertorio de un coro, repertorio del otro, planificación de Navidad, responder mensajes, revisar las entradas del evento, revisar correos del otro coro, no pensar en los otros tres coros mientras hago todo esto. Para un poquito. ¡Cling! ¡Cling! Blip! blop! No sé por qué tengo activadas las notificaciones de los mensajes. Voy a ello... más cosas que hacer. Veo un pendiente en el correo... Anartist... Aay pero si pedí una cuenta en anartist! Despué de varios días de haber recibido la bienvenida recién me pongo a entrar en el mundo de Anartist. Empiezo a escribir esto después de haberme inventado mis biografías cortas en català/castellano/english (pensando en que alguien las leerá). Rellenando perfiles de Funkwhale, Nextcloud, Peertube... Y lo último, esto. Descubro una página en blanco impoluto. sólo unos pequeños iconos sombreados que interrumpen el vacío. Es lindo comenzar a llenarla, comenzar a dibujar estas letras, sin saber ni importar si alguien las leerá luego de que se escriban. Me gusta.

 
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from sicigia

Cuando Tania entró por la puerta de casa vio pegada en la pared del pasillo una nota. «Hay una intrusa en la cocina. Encárgate de ella». Reconoció la letra de Blanca. Intrigada se dirigió a la cocina. Sobre la mesa encontró una orquídea en su tiesto. En la tierra había clavada una vara en la que se apoyaba la planta para que se mantuviera erguida y no cediera bajo el peso de las grandes flores.

Ahora tenía que cuidarla. Dedujo que recién traída de la floristería, de momento estaría en buenas condiciones. De todas maneras, anotó en un rincón de su mente que debía comprar un pulverizador para poder regarla. Y quizá algo de abono si fuera necesario. Sus pensamientos encadenaron ideas de cómo conservar en buen estado aquella orquídea.

Para empezar tenía que colocarla en un lugar adecuado. Ahí en la cocina hacía demasiado calor cuando trajinaban y además le daba mucho el sol. Decidió ponerla en la sala, sobre la mesa del centro. Además armonizaba con los colores de la estancia. Cuánto detalle. Aunque eso de los colores pensó que había sido más bien una coincidencia.

Avanzada la tarde llegó Blanca. Encontró a Tania en el la sala con un libro entre las manos. Frente a la orquídea. Posó con cuidado su bolsa de deporte y la contempló durante unos segundos. Absorta como estaba en la lectura no había notado su presencia.

—Hola, ¿cómo ha ido el día? ¿Has hecho una nueva amiga?

Tania se giró hacia la puerta y sonrió a Blanca. Le hizo un gesto para que se acercara y se sentase.

—Ha sido idea tuya, ¿verdad?

—Umm… tal vez…

—Gracias, me ha hecho mucha ilusión.

—Me lo imaginaba. Cada vez que íbamos al supermercado y pasábamos por delante de la floristería se te iban los ojos.

—¿Y cómo sabías que era la orquídea?

—Cuestión de mirar donde miras.

—Has acertado, era algo que deseaba. Pero no teníamos ninguna planta en casa y tú con el tema de alergias…

—Lo mío es al polen de las gramíneas, así que con la orquídea no hay problema.

—Tienes unos detalles maravillosos.

—Verte así de contenta sí que es una maravilla. Ahora espero que todos tus cuidados no se los lleve la planta.

—No, ni mucho menos. Hay que repartir las atenciones para que cada elemento crezca a su ritmo.

—Hoy me gustaría extra de cuidados, en el trabajo ha sido un día muy demandante, más luego paliza en el gimnasio.

—Preparo yo la cena entonces y luego a dormir pronto.

—Me parece buen plan.


 
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from sicigia

En el hormiguero pasaban frío por las noches. Usaban mantas de hojas verdes para taparse, pero tenían la desventaja de que enseguida se secaban y se volvían quebradizas. Se rompían a la mínima y además raspaban. Muy incómodo todo ello. Pensaron en buscar alternativas más óptimas.

En este contexto un día una hormiga exploradora llegó a la zona de la granja que había cerca del bosque. Allí vio a una oveja con el pelaje largo. Se acercó e intentó quitarle unas hebras del lomo. La oveja, que bien sensible era, se dio cuenta y se revolvió inquieta. Casi tira a la hormiga si no fuera porque se sujetó con fuerza.

—¿Quién quiere mi lana sin permiso de la pastora? —preguntó la oveja malhumorada.

—Soy yo, una hormiga.

Y le explicó el problema que tenían de frío en el hormiguero. La oveja se negó a regalar su lana. La hormiga aceptó el rechazo pero no se dio por vencida. Volvió a su refugio y expuso la situación. Allí estuvieron deliberando largo tiempo. Mandaron más hormigas exploradoras a la zona del redil para ver qué opciones tenían. Las investigaciones dieron resultado y tuvieron una idea.

Un día, que la oveja estaba paciendo, se le acercó la hormiga de la primera vez. La reconoció y le devolvió una mirada dura, llena de desprecio. Como vio que no se movía, añadió.

—No regalo lana.

—Lo sé, por eso venía a ofrecerte un trato.

—¿Trato? ¿Qué tiene una hormiga que pueda interesarme?

—Nos hemos dado cuenta que el agua de tu abrevadero está verde. ¿Cada cuánto te la cambian?

—No llevo la cuenta de los días, pero muchos. Demasiados. La pastora no se preocupa. Ve que está lleno y cree que es suficiente. —La oveja suspiró con fastidio.

—¿Y si consiguiéramos que te cambiara el agua más a menudo?

—¿Cómo?

—Vaciando el abrevadero. Es de madera. Podemos llamar a nuestras primas las termitas para que hagan un agujero en el fondo y pongan un tapón. Cuando quieras un cambio de agua, nos dices y soltamos un poco el tapón para que baje el nivel y así tenga que rellenar con agua fresca.

La oveja miró a la hormiga con cara de asombro. —¿Hay trato? —sonrió la hormiga.

—Hay trato —aceptó la oveja.

Ambas partes cumplieron con su cometido. Al de unos días el tapón de abrevadero estaba colocado y a cambio las hormigas pudieron cosechar una parte de la lana de la oveja. Le quitaron de zonas discretas y dispersas para que la pastora no sospechara. Luego en el hormiguero crearon la función de hormigas tejedoras. Estas preparaban la lana y después la tejían.

Finalmente lograron unas estupendas mantas de lana y en el hormiguero dejaron de tener frío por las noches.


 
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from Niebla politik

Cada persona tiene su arco de personaje. A veces no sabes a dónde vas a ir a parar entre tanto balanceo en el columpio de la vida. “Tengo que ser algo”, me digo a mí mismo con un convencimiento inusitado, como si eso fuera una revelación sacrosanta. ¿Acaso tengo que elegir un camino? Esa idea de afincarme para el resto de mis días no es algo que particularmente me cause júbilo. Mi ser no se conforma con ese sedentarismo impostado, con esa quietud dócil ante las expectativas de un sistema que te ordena decantarte por algo ya y, mientras antes, mejor. Y así es cómo la fábrica de la infelicidad continúa su curso: prosperando, perpetuándose, cuya gran máxima es producir en masa fracaso escolar, frustración, vacío existencial y precariedad emocional.

Quizá sea el resultado de la industria cultural, esa de la que tanto bebemos a través de plataformas streaming, anuncios o librerías. El cine, la música y la literatura -sobre todo la actual- han desdibujado nuestra noción de cómo debemos desarrollar nuestra vida. Todo el mundo espera con ansias ese viaje del héroe, esa recompensa después de tantas vicisitudes, de tantos cristales rotos en pro de la meritocracia. Este no es un mero idealismo fruto de molinos con apariencia de gigantes, constituye un sistema de valores, de pensamiento en aras de que actúes en consecuencia para alzarte con el premio individual. Pero no cualquier trofeo merece los aplausos del público, debe ser tangible, uno cuyo cuerpo macizo muestre lo mucho que te has sacrificado por él, todo el tiempo de vida dedicado a no sólo ser algo, sino ser el mejor en ese algo.

Los años pasan y pasan. El pasado se hace más grande y el futuro más pequeño. No paro de mirar cómo conocidos, excompañeros de universidad o amigos que ya parecen tener claro su lugar en el mundo. Algunos acumulando hazañas bajo una espiral de insatisfacción, como si la ambición nunca tuviera saciedad. Frente a un mundo que se derrumba, frente a una sociedad polarizada, frente a una podredumbre que embriaga nuestras calles, nuestros barrios, nuestros corazones. Aun con todo lo dicho, todavía persiste ese afán de enclaustrarse dentro de una burbuja hermética. Una en la que las cámaras de eco susurran tu nombre y te alaban por tu gran labor en pos de la humanidad. El ego se siente complacido al final del día.

¿Y para qué todo esto? Al final, los tecnomonarcas seguirán nadando sobre riquezas insondables que nadie conseguiría ni en 10.000 vidas. Tampoco es que sea nihilista, pero algo sé de diagnósticos y está claro que mi generación atraviesa por una crisis espiritual sin parangón. Consumimos, pero no pensamos. Respiramos, pero no vivimos. Reímos, pero no sonreímos. Nos hemos vuelto un producto de masas, recipientes a medida listos para ser llenados de propaganda política, ideas preconcebidas y servidumbre al trabajo asalariado. Por tanto, la cuestión no es quién quiero ser, sino quién esperan que sea. Y yo, al menos, no sé si alguna vez sabré lo uno ni lo otro.

 
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from sicigia

Beatriz sacó su libreta del bolso para revisar la lista de la compra. Se encontraba en el supermercado junto a Ginés. Al abrir la libreta por la página equivocada se deslizó una nota doblada. Beatriz se agachó rápida a recogerla, pero Ginés se le adelantó y la pudo atrapar antes. Ella compuso un gesto de fastidio.

—¿Por qué la guardas? —preguntó con seriedad Ginés. Se trataba de un croquis de un barrio de la ciudad. Lo hizo él años atrás cuando se conocieron. Ella era una recién llegada y preguntó por una dirección. Él le hizo ese esquema básico de calles y añadió como detalle su número de teléfono por detrás junto a su nombre.

—Es de los pocos dibujos o manuscritos que tengo de ti. Además de que fue el primero. Una vez me enseñaste un cuaderno de dibujo tuyo, se te daba bien.

—Me cuesta volver a dibujar, me recuerda demasiado a mi padre fallecido, que fue quien me enseñó. Demasiados recuerdos.

—¿Y otro arte visual que no sea exactamente el dibujo? Tienes una capacidad visual muy buena para la perspectiva, las proporciones y demás. Tendrías que sacar el arte que llevas dentro.

Ginés se la quedó mirando entre las botellas de agua y los refrescos que había en el pasillo del supermercado.

—El otro día miré la información cultural del municipio y vi que había un curso de pintura. Reconozco que me acordé de ti. Además los horarios encajaban con tu trabajo. Era por la tarde a partir de las siete.

Ginés suspiró y se sintió atrapado por la sugerencia. Era verdad que ansiaba volver a trabajar su lado artístico, pero también temía que con la falta de práctica se hubiera perdido o cuanto menos atrofiado. Tenía miedo a descubrir que su talento ya no fuera el que había llegado a ser.

—Eso es a sorteo, ¿no? El que te toque una plaza.

—Claro, pero si no echas nunca te va a tocar. Puedes intentarlo. Me gustaría volver a verte sonreír con material de pintura, dibujo o semejante entre las manos.

—De acuerdo, cuando lleguemos a casa vemos cómo es el tema de la preinscripción.

Beatriz se alegró y ambos continuaron con la compra por el supermercado.


 
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from hijodelagalaxia

la primera vez que oí hablar del Shabbath fue cuando hice mi primera comunión: se hablaba de un día de reposo que se celebrara debido a que el dios bíblico descansó en el último día de la creación. en el mundo de la academia se escucha mucho el término “año sabático” para referirse a un año sin clases pero con paga.

no fue sino hasta este año que volvió a mi atención lo del shabbath gracias a una serie de nesflis que se llama “Nadie quiere esto”. es una serie palomera, pero algo que resaltó mucho para mí fue la centralidad que tiene el shabbath para el pueblo judío, a diferencia del catolicismo que aunque lo menciona no es obligatorio celebrarlo -creo que todo en el catolicismo es opcional al final del día-. lo que más me llamó la atención del shabbath fue que lo describían como un día de descanso, pero no a la manera del fin de semana capitalista en donde uno descansa para regresar a trabajar y que le exploten. el shabbath era otro tipo de descanso, del tiempo habitual, pero también era un tiempo para reconectar con la familia y con el dios hebreo, por supuesto.

en este punto debo aclarar que no profeso ninguna religión ni creo fervientemente en el dios de ninguna de éstas. ¿entonces cómo se me ocurrió celebrar el shabbath dadas estas circunstancias? por estos mismos días había estado leyendo y encontrándome muchas cosas sobre los jardines digitales, el neoludismo, la “descomputarización” de la vida, la lucha contra los algoritmos y un largo etc. ver la serie fue el punto de partida para plantearme la posibilidad de “secularizar” -a falta de una mejor palabra- el shabbath. ¿cómo sería celebrar desde un punto de vista no religioso, pero sí espiritual, un evento parecido al shabbath? entonces comenzó mi investigación sobre este día para lxs judíxs.

hubo cosas que descubrí que incorporé a mi propia celebración y perspectiva del shabbath:

  1. el shabbath comienza el viernes cuando anochece y termina cuando anochece el sábado, es decir, que el “día” no se concibe desde el tiempo habitual productivo, sino siguiendo un poco las indicaciones del sol. me gustó la idea de que el tiempo no tiene que estar enclaustrado en la nomenclatura habitual de las 24hrs. sino que el mundo natural que nos rodea define cuando inicia y termina un día. así que, esto si lo mantuve de la celebración original.

  2. hay muchas prohibiciones relacionadas con el trabajo, y lo que se puede y no hacer. en esta parte no sigo el shabbath como se debe porque me da pereza seguir todas esas prohibiciones, por un lado, y por otro porque no me hacen sentido para lo que yo quiero con mi propia celebración. lo que decidí fueron dos cosas: no hacer ningún trabajo físico ni mental pesado y no usar nada digital. mi familia y amistades saben que durante este periodo mi celular estará apagado, y que tampoco usaré la computadora ni nada por el estilo. tengo un teléfono fijo en caso de alguna emergencia al que me pueden marcar. lo que me lleva al siguiente punto:

  3. leí en varios lados que el shabbath es también una forma de usar el tiempo para reconectar con personas, con nosotrxs mismxs o con dios. como yo no creo en dios, me planteé reconectar con el mundo natural que me rodea. entonces, durante mi propio shabbath hay tres cosas que suelo hacer e intercalo dependiendo de las circunstancias y mi estado de ánimo:

a) Pasar tiempo a solas en casa: cuando decido pasar tiempo a solas en casa evito salir lo más posible. aprovecho este tiempo para reconectar conmigo mismo, a veces sólo tumbado en cama reflexionando sobre lo que sucedió en la semana -un punto que tocaré más adelante- o simplemente siguiendo mi respiración. reconectar con unx mismx me parece que es algo que a veces debido a los ritmos de vida y de trabajo nos pasa de largo. b) Pasar tiempo con mi familia o mi pareja: reconectar con las personas que nos rodean es una oportunidad increíble, sobre todo porque muchas veces nos olvidamos de acercarnos a personas que a lo mejor ya no son tan parte de nuestra vida. aprovecho este tiempo para acercarme a mi familia sin la mediación de lo digital, es decir, tiene que ser todo presencial y pidiendo respetuosamente que se evite el uso de celulares u otros dispositivos. con mi pareja, suele suceder que hablamos por horas de temas variados, cosas que tal vez en la semana no pudimos comentar. enfrascarse así en una conversación es algo que difícilmente se puede hacer en otros días de la semana pero también creo que es algo que se ha perdido gracias a las excesivas mediaciones digitales. c) Reconectar con la naturaleza: acercarme a espacios naturales es algo que he hecho durante el shabbath. trato de que sean lugares cercanos porque lo que evito en el shabbath es desgastarme mucho físicamente. a veces esto puede implicar simplemente dedicarle más tiempo a mis plantas o contemplar el paso de las nubes o poner atención al canto de los pájaros.

4) leí también que el shabbath es un espacio de reflexión sobre lo que hemos logrado en la semana. tengo algunas preguntas ya hechas para cuando termina el shabbath escribir en mi diario y reflexionar sobre la semana: ¿fui lo suficientemente generoso? ¿fui consciente de lo que comí durante la semana? ¿cómo traté a mi cuerpo? y preguntas por el estilo. suelo cerrar el shabbath con un baño de agua caliente y la escritura de mi diario respondiendo a esas preguntas. todo eso me ayuda a iniciar la nueva semana o un nuevo ciclo de 7 días con una perspectiva más consciente.

5) y finalmente creo que uno de los beneficios que busco con esta celebración ha sido la reapropiación de mi propia autonomía cognitiva. se habla mucho de la economía de la atención, y la manera en la que yo lo interpreto es que el capital busca apropiarse de nuestras funciones cognitivas para que éstas estén alineadas a su lógica. mucho de eso tiene que ver con nuestra percepción del tiempo como lógica productiva dividida en minutos, horas, segundos, los cuales tienen que ser maximizados y eficientados en todo aspecto de nuestra vida. trato de escapar a esa lógica y sentir que el tiempo que dedico a mi shabbath es sagrado, que no es el tiempo del capital, y para ello, también me propongo no mirar el reloj durante todo ese periodo -a menos que mi shabbath en turno implique encontrarme con alguien a cierta hora-.

nada de esto es perfecto. hay días en que me he sentido muy mal y he necesitado mirar alguna película para sentirme un poquito mejor de ánimo. mi shabbath no es perfecto, y como no es un pacto con dios, como lo es en el caso del pueblo judío, puedo hacerlo sin ninguna culpa. el pacto es conmigo.

y como esto no es blog de auto ayuda no escribo esto con la finalidad de venderle a nadie un nuevo método de crecimiento personal, sólo quería compartir un poco de lo que he estado haciendo con ustedes, pero también, ordenar con palabras un poco lo que ha significado para mí integrar una celebración religiosa a una vida no religiosa, pero sí profundamente espiritual.

 
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from El Barrizal

Por Ⓐrdilla

Foto

Foto: Porco Rosso sentado en el cine junto a otra persona que lo mira mientras pronuncia su famosa frase.

“Prefiero ser un cerdo a ser un fascista”, decía el personaje creado por Hayao Miyazaki y Studio Ghibli, convertido en símbolo del antifascismo por la izquierda. Un meme que sacar a relucir en redes sociales cuando la sombra del fascismo asoma amenazante. Más allá de las intenciones del autor dentro de la historia, las implicaciones de creerse esta frase fuera de ella, sin convertirla en un eslogan vacío – como ya sucede –, son más profundas si realmente tomamos en serio el valor de las palabras y nos tenemos por antifascistas y anarquistas.

Siguiendo con la cultura popular y tomando lo que dice el personaje de Tilda Swinton en la película Okja:

¨Todo es comestible. Todo, menos los chillidos.”

¿Quién es el cerdo si no uno de los animales no humanos que más sufre la barbarie del fascismo a través de la industria cárnica? Tras los muros, alejados y escondidos, sus cuerpos son tratados como una fábrica de alimento en sí mismos; después de padecer lo innombrable, son asesinados a los 6 meses o a los tres o cuatro años si su función es traer al mundo más “alimento”, hasta que su capacidad reproductora disminuya y sean también enviadas al matadero. La vida, en esos seis largos meses, es un tormento solo apaciguado levemente – si tienen suerte – por el calor de un rayo de sol mientras son transportados al matadero. Y esto sucede constantemente, no solo con cerdos, millones de cuerpos no humanos a los que se les arrebata su voluntad, su libertad y su vida. Eficiencia industrializada del asesinato, fascismo en estado puro.

Desde dentro del entramado material y privilegiado del Norte Global, y bajo una postura antifascista y anarquista, encuentro una contradicción muy fuerte en financiar – o tolerar – todas estas estructuras de dominación y opresión que nos harían arder de rabia si se tratara de animales humanos. ¿No deberíamos estar preguntándonos por qué trazamos una línea entre lo humano y lo no humano? En lugar de ver a los cerdos (y a los demás animales) como simples productos, ¿por qué no entenderlos como personas con otro cuerpo, con su propia perspectiva del mundo? Una visión radical que desarma la jerarquía ontológica que nos autoriza a explotarlos y que ya nos enseñan los pueblos originarios amazónicos.

¿Por qué nuestro antifascismo y anarquismo tienen un muro antropocéntrico que los rodea, una frontera que, una vez traspasada, parece ponernos a favor de la opresión, la discriminación y la jerarquía más abyecta? A la mierda todas las fronteras.

“Prefiero ser un cerdo a ser un fascista”. La realidad es que hemos invisibilizado tantísimo la situación de los demás animales que no solo no lo preferimos, sino que ya somos los fascistas de esa frase.

Hagamos realidad la ficción; pensemos por un momento en que la maldición de Marco Pagot no solo fuera ser un cerdo, sino ser consciente de su condición dentro del capitalismo, sufrir la discriminación que sufre su especie y ver el posicionamiento humano sobre su persona; como si ser un cerdo fuera algo malo, tan solo un poco mejor que ser un fascista: ¿Cómo vería que un puñado de humanos alzaran una bandera contra el fascismo con su imagen? Los mismos humanos que tienen montada una maquinaria asesina bien engrasada y financiada para matar a su especie y comérsela.

¨Todo es comestible. Todo, menos los chillidos”. Quizás cuando compartamos esa imagen deberíamos dejar que esos chillidos resuenen en nosotres y se conviertan en acción; podríamos tomar el lugar del cerdo y solidarizarnos con su padecimiento, luchar a su lado, combatir al fascismo en todas sus formas, no aceptar la jerarquía que define a los no humanos como inferiores o descartables – con el peligro que eso conlleva también para ciertos cuerpos humanosy desobedecer las lógicas de la animalidad.

Y quizás diréis: “¿No estás exagerando un poco solo por un meme?”, y puede que tengáis razón, pero ya avisé en el título que iba a despotricar.

 
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from Niebla politik

No sé ustedes, pero estoy cansado. Cansado de que la sociedad mire hacia otro lado cuando estamos siendo testigos de un genocidio en directo. Cansado de esperar a que se produzca un cambio hacia un postcapitalismo donde el bienestar colectivo, la vida digna y el equilibrio ecológico sean mandamientos. Cansado de vislumbrar cómo nos dirigimos sin freno hacia el suicidio colectivo en aras del desarrollismo religioso cuyos mantras de crecimiento económico van a misa. Cansado de que los pocos espacios de resistencia que permanecen quedan atrapadas en la telaraña de los amos del cortijo, es decir, el poder financiero. Ante este contexto de pesadumbre inextinguible me pregunto: ¿Qué opciones nos quedan?

Resulta una buena pregunta cuya respuesta no sabría encontrarla de manera precisa. Algo que he aprendido es que no existen fórmulas mágicas para resolver problemas tan complejos, tan anquilosados dentro de una hegemonía erigida bajo una mirada colonial, capitalista y patriarcal. La desobediencia civil, por ejemplo, sería una buena opción para Hannah Arendt, pero actualmente esa vía no es suficiente. Las protestas pacíficas, aun siendo legítimas y simbólicas, han quedado ensombrecidas frente a la sociedad de la inmediatez, la cual busca el mayor impacto en el consumidor. Para generar ruido se requiere de algo más directo.

Toda acción conlleva una reacción, así es la política. Y qué hay más directo que el uso de la violencia. Me refiero a las huelgas, las protestas, el vandalismo, los actos violentos localizados, los sabotajes. Cuando invoco estas formas de resistencia no necesariamente aludo a la violencia física contra alguien, sino a sus múltiples expresiones: simbólica, económica, material. La violencia siempre debe ser el último recurso frente a una situación desesperada. Ya lo hemos visto en diversos contextos históricos, en los que la resistencia armada o las revoluciones fueron los únicos caminos ad hoc para transformar la realidad política, social y económica. Desde la Rojava kurda hasta la resistencia anticolonial que propició la independencia de países árabes como Egipto o El Líbano. Incluso, sin ir más lejos, actores considerados terroristas desde el marco de occidente emergen como expresiones frente a ocupaciones prolongadas, lo cual no exime sus actos de crítica, pero exige una comprensión contextual.

Cuando somos testigos de una estructura política corrupta, belicista, cínica y amiga de los grandes capitales, la opción de la revuelta popular queda abierta en la medida en que esa gota colme el vaso. Ya han goteado muchas lágrimas. Ya ha goteado mucha sangre y sudor. Siento que esa gota está a punto de rebosar nuestra paciencia colectiva, de activar nuestro afán de libertad y resistencia. No sé qué lo provocará, ni tampoco cuándo ni dónde, mas el momento está cerca. Tanta violencia ejercida contra inocentes tiene un precio muy elevado. Sé que, tarde o temprano, el monopolio de la violencia legítima caerá por su propio peso.

En ese instante, al menos, tendremos una posibilidad de construir un nuevo paradigma -esperemos que mejor que el anterior- de forma colectiva. La construcción de los cimientos de lo destruido, de lo que fue, será una tarea ardua que dependerá de nuestra capacidad de comunidad y organización a través de asambleas ciudadanas, redes horizontales o comunas. Dejaríamos atrás la opresión, la autoridad, el clasismo, la competitividad y el desprecio a la vida. Por eso, la libertad, la cooperación, la igualdad y la dignidad deberán ser principios inseparables si queremos lograr una liberación colectiva. Ya lo decía César en el Planeta de los Simios: “Simio no mata simio, Simios juntos fuertes”.

 
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from El Barrizal

Por Anónimo

Extracto del capítulo 3 “One struggle, one fight” del libro “Total Liberation” de autoría anónima. Traducción por El Barrizal.

Foto

Foto: Miembros de MOVE sostienen escopetas recortadas y armas automáticas mientras permanecen frente a su sede atrincherada.

13 de mayo de 1985, Oeste de Filadelfia. La Policía de Filadelfia realiza una redada al amanecer en una casa suburbana, pero es evidente que los ocupantes no tienen intención de irse. Durante la mañana, unos 500 policías disparan más de 10.000 cartuchos contra la casa, junto con interminables descargas de gas lacrimógeno e incluso munición antitanque. Los ocupantes resisten hasta bien entrada la tarde, momento en el que el estado decide bombardearlos con un helicóptero militar. Se arrojan casi 2 kg de explosivos plásticos sobre el tejado, lo que pronto provoca un incendio descontrolado; sin embargo, el comisario de policía ordena a los bomberos que se mantengan alejados. La casa se incendia, junto con otras 65 en el barrio (predominantemente negro). Solo dos de los ocupantes sobreviven, once de ellos, incluidos cinco niños, no sobreviven.

Quienes defendían la casa eran un grupo llamado MOVE. Formado en 1972, MOVE se definía por su combinación de Liberación Negra y lucha armada con Veganismo y Ecología Profunda. El grupo también equilibraba su enfoque en campañas individuales, como las que se oponían a los zoológicos locales y la brutalidad policial, con un énfasis más amplio en la construcción de la autonomía comunitaria. Las declaraciones que sobreviven a su fundador, John Africa, hablan por sí solas, como su afirmación de que «Revolución significa un cambio total, una disociación completa de todo lo que causa los problemas contra los que te rebelas», así como la afirmación del grupo de que luchaban por «una revolución para impedir que el sistema humano se imponga a la vida, para impedir que la industria envenene el aire, el agua y el suelo, y para poner fin a la esclavitud de toda forma de vida». John Africa también se topó con el biocentrismo, incluso antes de que Næss escribiera sobre el tema, como lo confirma su afirmación de que «todos los seres vivos, todo lo que se mueve, son igualmente importantes, ya sean seres humanos, perros, pájaros, peces, árboles, hormigas, maleza, ríos, viento o lluvia». En la historia de la lucha social en Occidente, MOVE fue quizás el primero en comprometerse por igual con la liberación de los humanos, los animales y la tierra.

A pesar de haber sido ampliamente reprimidos por el Estado, las repercusiones de la lucha de MOVE se han percibido aquí y allá, cobrando fuerza. Una ética comparable surgió en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, un grupo compuesto principalmente por indígenas mayas que luchaban por sus derechos territoriales. El 1 de enero de 1994, los zapatistas declararon la guerra al Estado mexicano, el mismo día en que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Se apoderaron de extensas zonas del estado de Chiapas, incluyendo la ciudad clave de San Cristóbal de Las Casas, colectivizando inmediatamente las tierras. A pesar de ser finalmente obligados a retirarse por el ejército mexicano, los rebeldes lograron resistir en las montañas, consolidando el control sobre muchas de sus propias comunidades rurales. Hasta el día de hoy, la autonomía forjada por los zapatistas en medio de la Selva Lacandona se ha mantenido con éxito, a pesar de las numerosas incursiones del Estado. Lo cual sigue siendo, ante todo, una lucha ecológica: desde el principio, los zapatistas enfatizaron que su propia liberación como pueblos indígenas era una y la misma que la liberación de la tierra.

El frente abierto por los zapatistas fue, sin duda, solo uno dentro de una lucha mucho mayor: el movimiento antiglobalización. Alcanzando su máximo apogeo a principios de siglo, esta lucha mundial contó con la unión de diversos participantes —trabajadores, estudiantes, pueblos indígenas, ambientalistas radicales, activistas por los derechos de los animales— en torno a un interés común: oponerse a la expansión de las finanzas globales. Las cumbres internacionales de organizaciones como el G8 y la Organización Mundial del Comercio fueron los blancos obvios, y algunos de los puntos álgidos más espectaculares fueron Seattle 1999, Praga 2000 y Génova 2001. En muchos casos, además, las críticas superficiales a la globalización y al imperialismo se transformaron en rechazos rotundos del capitalismo en su conjunto, aunque un resultado frecuente fuera la expectativa desenfrenada de una revolución mundial inminente. Y aunque el movimiento antiglobalización ya casi ha quedado atrás, sigue ofreciendo un legado centrado en una gran convergencia de luchas, algo vital para avanzar.

Los años 90 también vieron a Earth First! avanzar hacia un firme rechazo a todas las opresiones, abandonando el machismo y el patriotismo presentes en algunos de sus inicios. Esta ampliación de énfasis fue particularmente evidente en los escritos y el activismo de la miembro estadounidense Judi Bari, quien hizo un gran hincapié en la necesidad de que Earth First! llegara a la clase trabajadora, incluyendo a los trabajadores de la madera. Esto marcó el inicio de una visión claramente revolucionaria de la ecodefensa, inspirada tanto por la Ecología Social como por la Ecología Profunda.

Casi al mismo tiempo, el ALF y el ELF (Animal Liberation Front y Earth Liberation Front) también comenzaron a colaborar cada vez más estrechamente, llegando a ser prácticamente indistinguibles en muchos países. Los mismos activistas participaban a menudo en ambos frentes, simplemente intercambiando pancartas según las particularidades de cada acción, mientras que sus redes de movimiento abierto se mezclaban ampliamente. Además, los comunicados publicados por diversas células comenzaron a hacer cada vez más referencias al Estado y al capital, confirmando un enfoque que había cambiado de centrarse en industrias específicas a atacar el sistema en su conjunto. Un comunicado, publicado durante el inicio de la actividad del ELF en Estados Unidos, sigue siendo especialmente memorable:

Bienvenidos a la lucha de todas las especies por la libertad. Somos la furia ardiente de este planeta moribundo. La guerra de la avaricia devasta la Tierra y las especies se extinguen cada día. ELF trabaja para acelerar el colapso de la industria, atemorizar a los ricos y socavar los cimientos del Estado. Adoptamos la ecología social y profunda como un movimiento de resistencia práctica. (Beltane, 1997)

Aunque diversos, estos desarrollos ayudan a explicar algo bastante sorprendente: en algún momento durante las últimas dos décadas, varios activistas radicales por los derechos de los animales y el medio ambiente se comprometieron a ir más allá de las campañas monotemáticas en favor de una lucha holística y revolucionaria contra todas las formas de jerarquía. Como lo expresa Steve Best, «es imperativo que ya no hablemos de liberación humana, liberación animal o liberación de la Tierra como si fueran luchas independientes, sino que hablemos de liberación total» (The Politics of Total Liberation, 2014). Ningún caso de opresión puede entenderse separado del todo: las diferentes jerarquías interactúan profundamente entre sí, facilitando la dominación de un grupo —humano o no humano— en virtud de la dominación de todos los demás. Y así, también, todas las luchas de liberación genuinas deben reconocer que, lejos de tener objetivos desconectados, cada una de ellas depende del éxito de la otra.

Aunque las circunstancias específicas inevitablemente limitan lo que podemos hacer como individuos, estos esfuerzos deben enmarcarse en un proyecto compartido que supere con creces nuestro aislamiento. Esto implica aprender a conectar con el entorno actual de maneras significativas; también implica mejorar nuestras propias prácticas para que quienes nos rodean puedan responder. La cuestión no es reducir la lucha a una sola organización, una sola identidad, sino fortalecer los vínculos entre sus diversos frentes, fomentando las alianzas estratégicas y las redes de apoyo mutuo necesarias para dejar al enemigo común en ruinas.

Aquí no hay soluciones fáciles. Ni utopías, ni siquiera culminaciones. A decir verdad, es improbable que ninguno de nosotros sea testigo de un mundo totalmente liberado, es decir, un planeta completamente libre de jerarquías. Tampoco podemos estar seguros, desde la perspectiva actual, de si tal cosa es siquiera posible. No se sabe qué hay, si es que hay algo, en la cima de la colina; sin embargo, la belleza de la lucha se realiza en el mismo acto de escalar. La liberación total no es simplemente un destino, como para separar el objetivo final de cómo vivimos nuestras vidas en el presente. No, la liberación total es un proceso inmediato. Es el proceso de confrontar el poder no como algo desconectado, sino como una totalidad. Es la negativa a aceptar cualquier noción de una frontera final, ni ahora ni nunca. Si algo absoluto puede saberse sobre tal lucha, es que nunca termina. Pero no preguntes qué puede hacer la liberación total por nosotros dentro de cien años: la cuestión es comprender su plena intensidad ya ahora.

Parece que cada generación cree que la suya será la más extraordinaria, pero la nuestra podría ser la primera en acertar. Decir que este siglo es el más crucial que nuestra especie ha enfrentado es, en realidad, quedarse corto: nos enfrentamos a la crisis más significativa que la vida en general ha enfrentado, incluso en medio de miles de millones de años de evolución. Hemos entrado en el sexto período de extinción global, este el primero causado por una sola especie animal. El ritmo de extinción de plantas y animales es al menos 1000 veces más rápido que antes de nuestra llegada. La gran mayoría de los animales salvajes ya han sido exterminados. Y eso incluye la desaparición del 90% de los peces grandes de los océanos. Desde el aire que respiramos hasta el agua que bebemos, desde la cima más alta de la montaña hasta las fosas oceánicas más profundas, la suciedad de esta civilización lo impregna todo. Para ser claros, el apocalipsis no es algo escrito en una profecía: ya está aquí.

La muerte, por supuesto, es fundamental para el bienestar ecológico, ya que la vida jamás podría sostenerse sin destrucción y renovación. Sin embargo, la muerte que el sistema conlleva no es en absoluto una cuestión de equilibrio, sino simplemente de aniquilación. La jerarquía social está en total contradicción con los fundamentos del desarrollo orgánico, como la diversidad, la espontaneidad y la descentralización. Ya no cabe duda de que el sistema colapsará, y con fuerza. Lo importante es simplemente cómo acelerar el proceso, minimizando el sufrimiento que aún está por causar y maximizando el potencial de regeneración de la vida fuera de este caos insondable.

No hay concesiones al sistema de la muerte. Los residuos tóxicos no pueden volverse nutritivos, ni su idea de vida puede ser habitable. Nuestra tarea revolucionaria solo puede ser la creación de nuestros propios mundos, destruyendo los suyos en el proceso. Este es precisamente el momento histórico para el que nacimos: el apocalipsis ya está aquí, pero hasta qué punto se profundizará es una incógnita. Cualquiera que escuche atentamente puede percibir la llamada.

 
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from hijodelagalaxia

Crecí en los 90's. Soy parte de la generación que creció cuando el internet comercial comenzaba a llegar a nuestras computadoras personales. Tuve la oportunidad de tener un Tamagotchi, jugar el SNES sin un emulador en la televisión de casa de mis padres, grabar un casete directo de la radio y que lo virtual terminase en cuanto apagaba la compu o la tele. No podía llevar todo ese mundo virtual a la calle. Todo eso se quedaba en el espacio privado de mi casa.

Con la llega de los smartphones debo admitir que estaba muy emocionado de poder llevar lo virtual a cualquier parte a la que yo fuese. Seguir una conversación desde cualquier lugar, en cualquier momento y cuando yo quisiera. Revisar mis redes sociales, estar atento de cualquier novedad que subiesen mis amistades a sus muros de Feisbuk; la clave estaba en poder hacerlo en cualquier lugar en cualquier momento.

Las BigTech siguieron creciendo y el mundo de las redes sociales empezó a cobrar más relevancia en la vida de las personas. Incluso mis padres, que nunca se habrían interesado en Hi5 o hacerse una cuenta en un foro online, ahora eran más adictos al uso de redes sociales que yo.

Comencé a cansarme mucho del efecto que las redes sociales estaban teniendo en la manera en que nos relacionábamos todas las personas fuera de esas redes. Desde personas que en una fiesta estaban todo el tiempo mirando su celular, fingiendo que estaban presentes pero con su atención puesta en otro lado. También personas que sentían la necesidad de registrar todo lo que hacían en foto o video, mandando notas de voz a otras personas narrando lo que pasaba en su vida en tiempo real y un largo etc. de actitudes que, a pesar de haber crecido con la virtualidad, me parecían extrañas y cansadas.

Y que decir de las consecuencias que todo esto tendría en el mundo laboral. Por un lado, el que personas del trabajo con las que apenas uno cruzaba palabra de repente fueran “amigxs” en Feisbuk o seguidores en otras redes, pero también el hecho de que redes como Watsap dieran la impresión que todxs teníamos que estar disponibles para el trabajo cuando fuera y en donde fuera.

Afortunadamente hoy día no tengo un trabajo que me requiera tener Watsap ni un jefe. Y eso en gran medida me ha llevado a que tenga mi móvil apagado casi todo el día, salvo cuando necesito un taxi de aplicación o alguna cosa inmediata. A medida que he tenido apagado mi móvil más ha sido evidente para mí el cansancio que ahora me provocan los mundos virtuales, especialmente los de redes sociales y apps de mensajería instantánea. Incluso aquellos que son descentrados, como Mastodon, o chats XMPP. No es que no use estos últimos de vez en vez, pero lo que me cansa es la dinámica en que nos pone lo virtual, por más ético que sea el diseño de las plataformas que usamos.

He tenido una cierta urgencia de “realidad”. De sentir que los espacios que habito no son virtuales. Por una parte, una de las cosas que más me dan lata últimamente es el flujo excesivo de información. Cuando navego en Mastodon, leo 5 toots y siento que ya fue demasiada información en formato virtual para un sólo día. Esto no me pasa, por ejemplo, leyendo un periódico o un fanzine. Es cosa muy extraña, porque ese hastío de información sólo me da cuando el formato es virtual. Ver palabras impresas en físico, por alguna razón que todavía no sé explicar, me permite leer sin sentirme saturado.

Hoy día cuando voy en el transporte público y veo a la mayoría de las personas enfrascadas en su móvil me da una sensación de extrañeza. De sentir que son cuerpos que están junto a mí, pero cuya mente y atención están en un espacio que para mí es muy cansado. Tampoco quiero mentir: hay espacios virtuales que disfruto mucho. Seguir ciertos blogs y leer lo que publican sus autorxs me da mucha alegría, aunque no pueda leer tantas entradas en un sólo día. A lo mucho 2.

Creo que para mí hay una añoranza de recuperar espacios físicos que se han perdido a raíz de la pandemia, pero también a raíz, aunque no estoy seguro, de una estrategia de Estado de disolver lo público como lo conocíamos hace ya unos buenos años. No es que estos espacios hayan desaparecido por completo, pero definitivamente escasean, y muchas personas han optado por priorizar lo virtual frente a lo presencial en sus espacios.

Siento que todo esto de las redes, sean estas centralizadas o no, para mí es como estar en una plaza pública y cada persona ahí presente quiere llamar tu atención, aún si lo que dice no es de tu interés. Muchas redes fueron creadas de esa manera, para atrapar nuestra atención independientemente de su estamos interesadxs, si ese contenido nos hace bien o no, etc.

Hoy día estoy más tranquilo sin tener ninguna red centralizada, ni apps de mensajería instantánea. Como muchas personas han escrito en los últimos años, el regreso al uso del correo ha sido un buen giro para personas que buscamos habitar lo virtual con más calma y “naturalidad”, lo que sea que eso pueda significar. Para mis padres, ha sido agregar el teléfono fijo de mi casa para marcarme cuando necesitan algo. Escuchar su voz de manera directa y orgánica, y no mediante una nota de voz un poquito ensayada, me hace sentirles más cerca aún si están hablándome a la distancia.

Sé que hay muchas personas cuyo activismo actual es hacer de lo virtual un espacio más habitable, colectivo y ético. La verdad me parece una lucha muy necesaria. Pero yo simplemente estoy muy cansado de los mundos virtuales. Los visito de vez en cuando, y claro que disfruto ver lo que personas desde enfoques de la smallweb y espacios hacker hacen de manera creativa. Pero yo no puedo estar con la misma constancia que otras personas.

Estoy muy cansado de lo virtual. Extraño la proliferación de espacios presenciales.

 
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from poesiagalactica

Soñar y pasar de un momento a otro sin darse cuenta. Anclarse a la liposucción del sueño. Ritmos; cadencias. Un todo tropical bañado en líquenes. Tropelías y una vieja casa en el campo; te vi & mis ojos se salieron de sus órbitas planetarias.

Nos embriagamos. Los techos se hicieron inmensos, altos. Sincronía de cuerpos y el esmalte de tus uñas: una fragata. Un entendimiento soberbio. Entre libros descubrimos un gusano tapizado de vidrios. Como esas piedras volcánicas en el camino que lleva a la iglesia. Que triste es vivir.

Y cuando miraste tu mano leí todas las líneas y capilaridades que van de la primera de tus venas al miocardio rizomático de tus entrañas vivas. Vísceras, dijiste. Tímpanos, afirmé. Cromático, dice el diccionario.

Siempre quise un desarmador como éste, en tres dimensiones y con espigas en la punta. No encuentro entre todas estas páginas algo que se asemeje a las comisuras de tus labios. Cayó el sonido del vacío y me extendiste una jícara de aguas coloridas. Una rabieta.

A mi lado una sávila y la oscuridad de sombras y de luces tenues. Cantares y recetas médicas a bajo costo. Rostros de gatos mirando por el ovillo de la puerta. Los azulejos se pintan solos de un azul disfórico. Las chinches.

Tachuelas que se fijan a las paredes de tu cuarto. Una moto va pasando y las quejas de siempre: Sonidos tan terribles; me deshacen los párpados. Hace años que no parpadeas desde que el polen de la primavera radioactiva te cegó casi para siempre.

Las palabras no sirven de nada. Busca una palabra y hazla tuya, cárgala a cuestas como cruz, como caverna. Las sombras que proyectas son como dedos angustiosos por tocar la piel, tu piel, nuestra piel.

Apaga el televisor. No hay más imágenes que las de tu sueño. Las antenas de la ciudad menguan, discurren en silencios. La ciudad se queda callada. Un estornudo se escucha como un látigo, un eco criminal que desata sus angustias sobre nuestros cuerpos.

 
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