El peluche cojo
Un peluche de oso estaba sentado en un rincón llorando solo. Al verlo, el peluche de elefante se separó del resto que estaba jugando y se le acercó.
—Hola, oso, ¿estás triste? ¿Te duele algo?
—Me duele la pata —respondió con un sollozo.
Elefante se fijó y vio un desgarrón en la pata derecha. Tenía muy mala pinta. Elefante se puso al lado de oso y lo miró con atención.
—Vete, nadie me va a querer ahora. El niño ya no querrá jugar con un peluche cojo y tampoco voy a poder correr con vosotros.
—¿Qué ha pasado, oso? —intentó desviar la atención elefante.
—Ha sido en la lavadora, me pillaron la pata con la puerta.
—Tuvo que ser muy doloroso.
—Sí, y ahora además me siento triste.
—Tenemos que hacer algo, así no puedes seguir. ¿Me dejas que se lo cuente al resto de juguetes?
—¿Para que se rían de mí?
—No, para pensar entre todos la mejor manera de ayudarte.
—Vale —respondió oso entre hipidos.
Elefante puso en conocimiento al resto de la situación. En el grupo habían comentado que habían echado en falta a oso, pero que no sabían que estaba tan mal. Deliberaron sobre las posibilidades que tenían y poco a poco fueron surgiendo ideas.
El muñeco de superhéroe ofreció parte de su capa confeccionar unas zapatillas a oso. El payaso cedió uno de los imperdibles de su traje a modo de aguja. La alfombra, que lo había oído todo, dio uno de sus largos hilos. Entre todos los peluches hicieron una donación de algodón para poder rellenar la zapatilla de la pata desgarrada. Por último, una muñeca cedió un par de lazos de su traje para que sirvieran de adorno.
La labor de confección se la dejaron al veterano peluche de perro, ligeramente descolorido pero muy sabio y hábil en sus labores. Cuando tuvieron las zapatillas se acercaron en grupo donde oso. Oso los miró con recelo. Entonces elefante le explicó el plan. Oso empezó a llorar en silencio, esta vez de emoción.
Sintió en ese regalo, no solo la solución a su problema, sino el aprecio del grupo de juguetes de la habitación, donde cada uno había aportado a su manera. Se puso las zapatillas y comenzó a caminar ante la atenta mirada del resto.
—Me encantan, son preciosas. Muchas gracias.
Los juguetes le devolvieron una sonrisa sincera.
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