Alabar la cabellera
Mateo llamó a Sonia según iba por el pasillo de la casa.
—Ven aquí —le indicó desde la sala—.
Sonia desvió su camino al dormitorio después de salir del baño recién duchada. Mateo apagó la televisión e hizo espacio a Sonia en el sofá.
—¿Cómo estás? —preguntó Mateo.
—Bien.
—¿Bien? No me lo creo, te noto los últimos días distraída. ¿Qué sucede?
—Mucha responsabilidad en el trabajo, proyectos para ayer, falta de coordinación…
—Días intensos, ¿una racha dura?
—Sí.
—¿Puedo hacer algo por ti para que te sientas más cómoda y relajada?
—¿Bloquear mi correo corporativo para no recibir mensajes en una semana? —dijo Sonia con una sonrisa inocente.
—Y le ponemos un candado de siete llaves para que ni el informático más experto pueda desbloquearlo hasta pasados unos días.
—Ojalá fuera tan fácil…
—¿Quieres algo fácil?
Sonia ladeó la cabeza y miró a Mateo con curiosidad.
—Asumo un sí. ¿Cerrarías los ojos y me dejarías tocarte la cabeza?
Ella siguió las instrucciones y asintió en silencio.
—Genial.
Mateo se alargó los brazos hasta acariciarle el cuello, después subió por las orejas y llegó al largo cabello rizado de Sonia, aún ligeramente húmedo. Le empezó a masajear la cabeza. Al principio con suavidad y luego con más intensidad. Sonia se empezó a relajar.
—Te agrada, ¿eh?
—Sí, lo haces bien.
—¿Mejor que en la peluquería?
—En la peluquería son profesionales, pero tus manos tienen un toque distinto.
—Es decir, que gano por ser yo.
—Algo así.
—¿Sabes? Me encanta sentirte cerca.
—Dormimos cada noche en la misma cama.
—Pero no es lo mismo, eso es más como pasivo. Son muchas horas pero sin estar de forma consciente. Esto es distinto.
—Tienes razón. Aunque en la cama no solo dormimos…
—Claro, vemos la tele, leemos, consultamos el teléfono…
—Sabes a qué me refería además de eso.
—¿Has cambiado de champú? Huele diferente.
—Sí, me recomendaron uno el otro día y he probado. ¿Qué te parece?
—Un olor muy agradable, casi tanto como tú.
—¿Cuánto azúcar te has tomado hoy?
—El suficiente como para endulzar toda tu vida.
Sonia sonrió divertida. Suspiró relajada.
—Me está entrando el sueño con tanto masaje.
Mateo paró las manos y Sonia abrió los ojos.
—Gracias por la atención y tu interés.
—Lo que quiero es que estés bien. Ahora vete a dormir, estarás cansada. Yo me quedo un rato leyendo. Buenas noches.
—Buenas noches.
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