Lo ya escrito

Lo que escribí en otros sitios.

Flores mirando al sol deshojadas por el amor, sí y no, sí o no, será otra la razón de que me quisieras tú y de quererte yo pero tuvo su valor mientras duró la ilusión. Era yo, eras tú, fuimos los dos deshojando una flor.

La calidad de la prensa en España es barata, reducida es su calaña. Solo hay que ver un poco la televisión, sin necesidad de mirar, y ya ves qué se cuece, periodismo de investigación de ese que sorprende. ¿Calidad? ¿Formalidad? ¿Honestidad? Puedes aprender el número de letras que hierven en el plato de sopa caliente de la persona de mayor fama y menor mérito de todas las españas, o la más culta palabra del último superviviente. Eso es la tele. Y ese es su crédito. Es la cultura de nuestras letras hispanas y el derroche aventurero que nuestros corresponsales más señeros prodigan en sus crónicas de la vida. La prensa escrita no le va a la zaga, muchas veces la aventaja con novedosas iniciativas. Acabo de leer en un diario para mí desconocido un célebre título harto manido. “El candelabro”. Ya lo he escrito en otras ocasiones, “Sofía Mazagatos, maestra de cronistas y redactores”. Y qué decir de la veracidad de las noticias o de la honestidad de nuestros periodistas. Tanto me impresiona la prensa española que las palabras se me agotan. Leed malditos, escuchad y ved. ¡En qué habremos pecado tanto para estar tan pulcramente informados! La culpa es mía, me dirá un tertuliano. ¡Puede ser!

Hoy, como así, cosas de magia, y me hicieron sentir. Fue de la forma más fácil, en diez líneas cortas y con la firma de una persona hermosa. No pude dejar de responder antes de comer. ¿Por qué? No sé, entre la Navidad, que me hablaba de La Paz, de ojalá, hermosa palabra cada vez que se confirma, también fue como conocer a Juan, como un picoteo pero más extenso aunque mi respuesta entró en los ciento sesenta; no hace falta que escriba por qué, fue todo sentimiento. Un hermoso correo.

Cuando el blog aún no era, siquiera empezaba, escribía de colores sin tener una página de cómo serían las letras, de cómo dar forma al lenguaje, escribía de cosas varias. Sin saber cómo se hacían las frases, los renglones de palabras, lo que sería, las letras ya bailaban. Yo aprendía y escribía en la experiencia sobre las pruebas que hacía, en esos renglones que traigo un poco más abajo está la simiente de estas líneas, algo así como el marco del cuadro. O la tela. O la tinta. Son las palabras que empiezan.

Fue empezando

Entrada. El lugar de la pantalla en el que se escribe y se preparan las palabras que luego serán página. También es el resultado tal como quede una vez finalizado lo que se ve. Aquí le hago caso a estarla preparando. Empezando estamos y por ahora va como sigue. El color del fondo lo dejo transparente, el color del borde de un color diferente, o sea, a través de él no se ve. El color de biselado dejo que sea el mismo, aunque no sé lo que es esto del biselado, no sé su sitio aunque lo imagino. Un día lo sabré.

El blog de las cosas rotas. En el blog de pruebas he cambiado cosas, solo algunas, pequeñas, pocas. A los paneles laterales la anchura, doscientos la del izquierdo, la del derecho trescientos diez, de uno al otro se llevan más de cien, no sé si es perfecto pero a mí el resultado me queda bien. Corremos, como un caracol pequeño.

Lo que se escribe. Textos grises, algunos, otros en colores azules, al final serán miles los que al empezar son pocos. Les falta recorrer tiempo en el mundo para hacerse montón, una pequeña hilera de letras. El título irá escrito en palabras negras, o también grises. El tipo de letra, ese será casi siempre el mismo. Luego todo resultará distinto pero escribiendo esto, mientras tanto, me he divertido como un pequeño enano.

Pasión en la lectura. En las manos un texto que me gusta y disfruto mientras leo.

No necesito leerlo como tú lo entiendes, no necesito ni entenderlo como no necesito saber inglés para disfrutar de Bach en alemán. Espero que no me entiendas mal pero disfruto leyendo tan solo con leer. Lo que luego entiendo, si entiendo, puede ser más o menos placentero, y si decido gastar un poquito de tiempo en entender entonces es que es algo parecido a un paseo por los senderos del cielo y entra con cariño en mi cerebro bañándolo de placer.

Poesía. Disculpa pero no tiene nada que ver, puede ser poema basura y savia divina la prosa leída.

Muchas veces, sin entender lo grande es sentir. Antes de leer suelo pedir que los segundos corran dejándome vivir horas y horas de continuo gozo como si fuera un niño bobo.

Tampoco me importa recordar, si no lo hago tendré la oportunidad de volver a disfrutar, pero eso sí que es ciencia exclusiva de la poesía. La prosa solo me provoca una vez porque después se deja reconocer, la poesía evoca en mí cada día si de verdad entra en mi vida. No sabes el porqué pero pienso en Argentina. Yo sí lo sé y Borges, aunque fue, aquí no tiene nada que ver.

Hoy, más bien ayer, en un rato tenía prisa como si de la vida se me escapara un pedazo si tardaba. Corrí que se me partía el alma mientras casi no vivía. Llegaron tarde y no pasó nada excepto el hambre. No tuve ganas de comer pero tuve tiempo de pensar mientras tardaban los que no llegaron, los que se disculparon cuando llamaron desde un despacho. Tuve que volver, ahora despacio. El hambre. Hoy que yo tuve prisa durante una hora, en todo el día se han muerto setenta mil personas. De hambre. Unas treinta mil eran niños y niñas muertos de hambre. No fue desagradable mientras pensaba en tanta desgracia. Pero cerrados los ojos, a oscuras lloraba en el silencio de la calle. Solo vomité dos lágrimas de agonía triste. Agonizante. Mi prisa resultaba un simple y estúpido chiste cuando ya sabía que mañana otras setenta mil personas iban a tener prisa porque se morían de hambre. Eso sí es prisa. Lo escribo sentado, sin correr, con la ventana a un lado y el ratón descansando mientras tecleo lo que has de leer. No veo la luna pero la sé. También sé que van a morir. Te acabo de hacer culpable también a ti.


Hoy, más bien ayer, en un rato tenía prisa como si de la vida se me escapara un pedazo si tardaba en preparar para comer. Corrí que se me partía el alma mientras casi no vivía por no hacer esperar el bocado. Como que llegaban tarde y no pasaba nada excepto el hambre. No tuve ganas de comer pero tuve tiempo de pensar mientras tardaban los que no llegaron, los que se disculparon cuando llamaron desde un despacho. Tuve que volver, ahora despacio. El hambre. Hoy que yo tuve prisa durante una hora, en todo el día se han muerto setenta mil personas. De hambre. Unas treinta mil eran niños y niñas muertos de hambre. No fue desagradable mientras pensaba en tanta desgracia, pero cerrados los ojos a oscuras lloraba en el silencio de la calle, cuando ya no vino nadie. Solo vomité dos lágrimas de agonía triste. Agonizante. Mi prisa resultaba un simple y estúpido chiste cuando ya sabía que mañana otras setenta mil personas iban a tener prisa porque se morían de hambre. Eso sí es prisa. Lo escribo sentado, sin correr, con la ventana a un lado y el ratón descansando mientras tecleo lo que has de leer. No veo la luna pero la sé. También sé que van a morir. Te acabo de hacer culpable también a ti.

Es lindo. Linda palabra que enjuaga los oídos de mar en calma, como que danza en suave baile cerca de los tímpanos el aire. Campanilla, que tintineando, suena como a un grillo, alado, que no vuela pero mueve alas de viento que frotándose suenan lindo. Lindo y violento, agresivo amante de la espada, así es el grillo. Linda palabra es lindo.

Insomnio, como un demonio. Persistente. El sueño que no viene. Desordenada mente. Dejas que no piense y no puedes, se revuelve, igual que el cuerpo cansado, tal como ayer caminas por la noche gastado. El sueño que no vuelve. El descanso, llegará la mañana otra vez y verás que estás más despejado, tal como ayer, sin saber por qué. Importante porqué. Sin haber dormido duermes. El cerebro eléctrico que no hace caso. El cerebro que me desencarcela. El cerebro que dentro ordena. ¡Duerme! Sin haberlo sabido despiertas y vives. Más de un año, acostumbrado, cada noche en la misma sala del mismo cine. La misma pantalla que quieres negra siempre blanca. Un solo problema. Me acostumbré. Ocasional. No duró una eternidad. Como todo, pasa. Hoy dormiré otra vez tal como ayer. Otro hoy de otro ayer. Se fue. El insomnio. Un demonio que ya no es.

Las mujeres se interesan por las personas, los hombres se interesan por las cosas, es la norma. Consumo. Guerras, dinero, religión, alcohol, fútbol. Alguien ha de hacer que camine el mundo.

Unas juegan con niños, otros en los casinos.

El peldaño, si resbalo da igual si subo o bajo, me caigo. Es lo más probable aunque con suerte me equilibro y salvo los huesos de un batacazo. Sin suerte quien escribe se cae, me derribo. Ya veremos más tarde si se rompe el peldaño o la cabeza grande, a él no le importa nadie, a la cabeza le importa ella y si el mármol se agrieta, por no pagarlo. El peldaño estaba mojado. Siempre pensando en las pesetas. ¡Qué miseria!

De mármol.