La prensa en España
La calidad de la prensa en España es barata, reducida es su calaña. Solo hay que ver un poco la televisión, sin necesidad de mirar, y ya ves qué se cuece, periodismo de investigación de ese que sorprende. ¿Calidad? ¿Formalidad? ¿Honestidad? Puedes aprender el número de letras que hierven en el plato de sopa caliente de la persona de mayor fama y menor mérito de todas las españas, o la más culta palabra del último superviviente. Eso es la tele. Y ese es su crédito. Es la cultura de nuestras letras hispanas y el derroche aventurero que nuestros corresponsales más señeros prodigan en sus crónicas de la vida. La prensa escrita no le va a la zaga, muchas veces la aventaja con novedosas iniciativas. Acabo de leer en un diario para mí desconocido un célebre título harto manido. “El candelabro”. Ya lo he escrito en otras ocasiones, “Sofía Mazagatos, maestra de cronistas y redactores”. Y qué decir de la veracidad de las noticias o de la honestidad de nuestros periodistas. Tanto me impresiona la prensa española que las palabras se me agotan. Leed malditos, escuchad y ved. ¡En qué habremos pecado tanto para estar tan pulcramente informados! La culpa es mía, me dirá un tertuliano. ¡Puede ser!