Lo ya escrito

Lo que escribí en otros sitios.

Construyendo callos con las manos recibiste en los brazos a tus nietos, no te detuviste y seguiste trabajando sin parar hasta que te hiciste viejo pagando con el sudor de tu frente el valor sangrado de toda tu vida igual que muchísima otra gente. Siempre luchando, desde el primer día.

Hoy viene joven el político nuevo sin valor de pedir responsabilidades al que le antecedió en el puesto ni al banquero de deudas infames resbalando en sonrisas y autoestima a pedirte que tú, anciano, pagues lo que vale una caja de aspirinas.

Ay! Tu hijo no tiene ni un par de ayes.

Con siete letras. Trevinca, recio roble, granito, sus montes, sus ríos, arena, sus rías, Miño, Costa da Morte, Camariñas, Playa das Catedrales, blancas lágrimas de ola, belleza a mares, cantan Conchas, aromas de aire. ¡Para qué más! De Galicia. Naturaleza y arte. Gente viva.

Dibujada, tal como se mira, la piensas, paseada con paraguas bajo la lluvia, tardío sol, en palabras escritas, siempre tuya, siempre nuestra. Yo.

Y en la sierra al lado del cielo, aroma de xestas, masaje de viento, nace, corre niño y se hace el Xares, por donde el pueblo mío, gente sencilla. Amiga.

En una pintura pequeña y bien compuesta es capaz la mirada de ver la nada. En el todo abstraídas pinceladas como en el mar infinitas espumas dibujan líneas blancas, en la mente los puntos de la mirada idean, del cuadro, la substancia.

Ha de ser inventada. El creador es la mente humana, la que fisga, pero la del pintor no es nula, él fue quien pintó sobre la nada. Él dijo ¡Mira!

Música de las flores. En añil como pétalos sobre los que las abejas vuelan, olores, sudan, también suenan, algo como así. ¡Oye! O mejor, presta atención. ¡Escucha!

Las piedras, aromas de aspereza que huelen a madre, madre tierra. Natura entera. Fábrica de palos, bosques de hembras, sin hombres de metal barato, naturalezas. Una anciana concha con vestidura vieja de una otra época, fósil, añejo calcio, prehistórica playa, la música no recuerda nada. Es. Fue. Mira y ve.

Ondas, ya se marcharon todas aquellas olas, volvieron otras. Estelas en la playa, y golpeándolas solas en espumosos ritmos este mundo se escribió dibujado. Pintadas otras costas países de otras vieiras, ostras, milenios olvidados, continentes y océanos, la hoja de un limonero al viento llega al suelo y alimenta, nuevo carbono. Contribuyendo. La existencia y sus posos. Concha que mueres otro nácar ha de sucederte.

Ya hemos muerto. Música conservada, otras vidas, desiertos llenos de arena, cementos desparramados en granos y hierros oxidados. La sangre olvidada sin venas. Quedan las plantas llenas de savia, río de vida que baja de abajo hacia arriba. Las cosas de los pobres perduran debajo del cielo y de la luna.

¡Tan fácil!, ¿No la conoces? La canción. Todo gratis. Escapó. ¡No!

Las cosas de los pobres. Verdes. El sonido del aire, aromas de azahares y el tacto de una piedra áspera. Una fresa ácida. Una mora silvestre. Cosas de monte, y de pobre, tan sencillo como decir conque y callarte.

¿Escuchaste? Fantástica orquesta rodeando el planeta. Naturaleza, humanidad muerta, naturaleza viva. Paseos. La vida de un pobre. ¡Oye! ¡Escucha!

¡Muda! Nueva idea de la pobreza. Tener toda la vida y no reconocerla. Agujeros rellenos de nada en una calavera que flota en espuma negra de nata. Con De de ignorancia.

Recuerda al abuelo y a la abuela y su fuego sobre una piedra.

Dentro de poco se casan las ideas y la magia. ¡Es todo tan fácil!

¡Es todo tan fácil!

Si miras ves vida.

Sin colores. Cruces hechas leyes de las naciones, todo deformaciones de las pobres luces que consiguieron pocos trabajadores guerreando contra algunos dueños, los jefes de los pueblos y las religiones. Aquí una puerta que si la mantienes abierta seguirá oliendo a huerta.

Si la dejas y la cierran costará abrirla peleas y vidas. Estiércol harán de ella. El aire olerá a bruma, vidas húmedas, sin fuerza.

No será así pues siempre las cosas acaban distintas a como desde el pasado se miran pero una vez sangrada la herida y cosida costará recuperar la vida con sus sabores, con sus emociones, con sus libertades, como tú la quieres, tal como la tienes, con sus colores. Dolerá disfrutar el respirar, sencillamente, el aire.

Tus renglones, tantas palabras que son poco y casi nada. Me olvido de todos tus nombres. Imposible olvidarlos hermosos todos. Vuelo de pájaros. Escribiré del tiempo y de tus letras, son tuyas y a mí me encanta leerlas, me gustan.

¡Y cómo!

Tantas palabras, pocas para una carta, pocas de tan intenso el saborearlas. Tuyas. Tuyas todas y entretenidas. Muchas por la intensidad leída. Lo tienes todo.

Escribes y piensas. Y las guardas, sí, como yo, más allá de la solapa, así me entran.

Ya lo sabes. Y el tiempo se escapa cuando juegas a atraparlas en tus renglones a todas las letras de cada palabra. Como aleteo de aves.

Tres últimas, por escribir, tres palabras, a ti gracias.

Adivino que cada vez te gustan más las gracias. Sinceras gracias. Me gusta tanto escribir que no quedaron ni penúltimas.

A ti gracias.

Por hilo el nácar, en el tiempo nada y trabaja la ostra uniforme de plata. Viste la basura de belleza en ardua tarea laboriosa, la transforma en perla esférica y hermosa.

Palabras que callan en un país que sangra, lavadas, apagadas, palabras pintadas de cosas que no pasan mientras la gente que trabaja toca el botón y pasa, y pasa, y pasa... ¿Otra página? ¿Otro canal que resbala en la pantalla? ¿Qué sucede? Nada.

Vuelven. Pasan y se callan. Más veces.

Casa, la luz apagada, en la mirada vidas de porcelana y de seda. El botón lo aprieta el callo de piedra, uno de ellos, de uno de los dedos de cualquiera. Son así los que aprietan. Sentados. Muros de piedra las manos, sepulturas, la piel es callos cincelados cual estelas, contenedor de la basura arrastrada por el asfalto.

Cerebros llenos de callos los que mensajean y los que miran la partitura.

Cables colgando entre la televisión y los ojos, mas cables entre los ojos y el periódico, otro cable a la revista del corazón loco, y a la del cuerdo. Todo ilusión y colores, todo pagado con sudores de libertades.

Ay, Ay, Ay... Millones de Ayes. Temores. Banalidades.

El cielo en lo alto pletórico de nubes y de soles, invisibles, que no existen dicen, lavadas, apagadas entre las palabras las nubes blancas.

Luces. Cruces. Luces que son cruces. Lecturas sin palabras y la piel desgarrada. Neuronas desangradas.

Mentiras de pantalla y tinta.

Poco valor tiene la vida si ves un gusano y lo pisas porque sí, cual dios bárbaro trueno de los humanos. No creo en ser así feliz.

Entre los árboles como ramas del bosque barbaridades de animales los hechos de los hombres. Mucha hambre poco goce. Vómitos en la noche. Días para emborracharse. Vidas en balde. Pobre hombre.