Misterio,
cómo leerlo sin mirarlo,
casi sin recordarlo,
no viendo, creyéndolo incierto,
sin pensarlo en el acto
pues no fui presentado
aún siendo mi propio evento.
Ya despierto es pasado,
aunque los ojos no abiertos
conserven recuerdos
son sin tacto,
todo vago.
Niebla de un bosque encantado.
Colores adivinados
en difuminadas formas,
las sombras se adueñan de las realidades
en el instante,
incluso entre las sombras
reina, ni pensado ni conocido, onírico halo.
Hay un palo que sostiene las luces.
Si te lo digo así de claro no te das de bruces
contra la mentira de la fotografía
cuando sueñas pesadillas
pensando en que el banco te dijo
¡Compra que es bueno, fijo, fijo, fijo...!
Otros asesores cobraron
por no revisar los trabajos
de otros que eran más expertos,
No sé por qué cobraron
si lo suyo no era saber de aquello
ni desobedecer a los gobiernos.
Otros pagaron a Oposiciones
y a gente de gobiernos pequeñas comisiones
...
Sería una entrada muy larga
y ya va deslavazada,
no encuentro entendimiento
en país con tanto estiércol...
Una corrupción del ala
y mil puntos suspensivos la acompañan...
Barriendo en la terraza
con el sol de la mañana.
La envidia que sea sana.
Era verano y yo barría
Cuando el sol me dijo buenos días
con resplandeciente hoguera blanca
de orla amarilla.
Detenido,
entre los tiestos con flores
vi la mar en calma brillante y azulada,
el cielo dibujado de rayas
y pintado de abundantes colores
que de tan cambiantes eran vivos,
esta fotografía lo muestra
y yo encima de ella lo escribo.
Dejar la escoba unos minutos mereció la pena.
Sin falacia ni mentira
era verano y yo barría.
Lo dijiste,
nos dijiste que no
y nos mentiste
como un señor.
No fuiste,
no fuiste fiel a tu sermón,
eres un campeón
que no deseo yo
como líder.
Tampoco trabajando de peón.
La parada y tú.
Mientras iba
brisa que falta en aire azul,
no estabas
me decía.
Yo sí.
Llegué,
mi ansia te buscaba,
esperé.
Se detuvo el autobús
Y subí.
Te pensé.
Sentado me fui.
Éramos dos,
uno yo,
en mi imaginación eras tú
mi compañía,
tu ausencia.
Tú y yo,
tú todo,
mi alegría.
Yo era solo
parte de tu presencia.
Memoria,
déjame que las recuerde;
neuronas,
dejadme.
Dejadme recordar las palabras
hasta el final del poema,
dejadme recordarlas hasta haber leído
en todas sus entrañas,
y después el olvido
para que al volver a leer
disfrute otra vez
de las mismas letras
que llenan el cerebro de infinito,
para que disfrute otra vez
de placer tan grande
que describir no se puede
porque no sé,
porque es finito el papel
y el tiempo en el que vivo.
En el principio no había nada escrito,
se escribirá todo mientras vivo.
Exhausto por el esfuerzo,
aún viendo derrotado
al único compañero
él, como si estuviera solo,
siguió con denuedo,
redobló su trabajo
y con la lengua seca
cumplió los contratos,
el suyo y el del otro;
ni la mentira ni el engaño
cabían en su mochila.
No era ministro,
era funcionario
y le gustaba la vida
por encima del partido.
Enero, día seis.
La mansión donde las palabras escritas descansan,
La Carta.
La más bella de todas las cartas,
de invisibles líneas,
La Carta Blanca,
misterio por desvelar tinta a tinta
en preludio infinito de las incipientes letras,
belleza viva.
Felicidad para tan bello destino de la mirada
hoy en su día.
La luz blanca,
espuma blanca,
una flor blanca,
esta mirada para Cartablanca.