Miro en la mesa en donde escribo
algunos dibujos en ríos de savia
que recuerdan momentos de vida
como si fueran mis vasos sanguíneos;
la oscura superficie lisa y pulida
de tablas largas, estrechas, encoladas,
derechas como el raíl rubio e ígneo
recién salido del fuego blanco,
hirviendo, perfecto e inmaculado,
que será camino de la acerada sierpe
que rielará con las vidas de la gente.
Abandono la mirada y vuelvo a escribir
en el fondo negro brillante de la pantalla
la siempre continua, delgada línea sin fin
que abarrotaba de placer las neuronas
allá lejos cuando el tren aún empezaba
y que hoy sigue siendo felicidad loca.
Los brazos apoyados en la mesa de madera
dibujada de aquellas líneas que a la vida recuerdan,
escribo unas líneas que me llenan de alegría.
Importa el placer de la vida constantemente
y lo que perseguimos sin cesar es la muerte.
Sinceramente, solo es placer de escribir
desde un principio y sin fin.
Reordenando versos ladrillo a ladrillo
o reconstruyendo fachadas verso a verso,
mas importante que el tiempo concreto
y el etéreo espacio en que lo vivimos
es disfrutar intensamente con todo ellos.
Antes, entonces, después, ahora mismo.
Cada línea en sí se siente
aunque continúe en la siguiente.
Cada línea es principio y es fin
aunque continúe en la siguiente.
Cada línea es muy poco
aunque continúe en la siguiente.
Cada línea solo puede ser así
aunque continúe en la siguiente.
Cada línea lo es todo
aunque continúe en la siguiente.
Cada línea es un momento
aunque continúe en la siguiente.
Cada verso un universo lleno
aunque continúe en el siguiente.
Lleno para siempre.
Luz que rima la vida,
todos los días todas las vidas,
luz de vida.
Conociendo gente nueva,
conociendo vieja gente de siempre,
conociéndolos una vez,
conociendo mil veces,
conociéndote otra vez,
hoy reconociendo gente de ayer.
Conocimiento consciente,
conocimiento inconsciente,
es a veces tan efímero e inconsistente
que aún siendo anciano conocimiento
o sencillamente reciente
se hace mentira incipiente
en el desgarrado momento
de un futuro detenido que sorprende.
Siempre conociendo gente nueva
golpea la vieja por conocer
agarrando por sorpresa.
Tantas veces no es lo que creemos,
tantas veces no conocemos lo que es,
no es el juzgar nuestro más fiel poder.
Aunque lo escondan los árboles,
aunque las nubes lo opaquen,
aunque el mar ruja fuerte,
siempre sale por el este.
Palabras de la radio
oídas,
a veces escuchadas,
por otros dichas.
Habladas.
Sentidos distintos
según el oído,
pareceres diferentes
según el oyente,
las mismas palabras
y tantas letras entendidas distintas.
Como en un cuadro,
ruido pintado
o un ojo que disfruta,
quizás las dos líneas sean justas.
La ira,
manjar de dioses al destierro abolida
es fuego ciego roto en el herido pecho,
furor que en el corazón abrasa mientras palpita
rasgando en la vida.
Siempre duele.
Quiero no vivirla
ya que hiere a todos siempre.
Claro que yo la destierro.
¡Incluso cuando la padezco!
Entre la tormenta y la calma
en el cerebro anidan las palabras,
para hablarlas,
no para escupirlas.
Vamos a escribir
poco
que el tiempo es corto
aunque si hay un minuto
ya es bastante y lo disfruto.
Sí, para mí sí,
lleno de placer cada segundo
al pulsar cada tecla,
al pensar cada letra.
Ya me toca ir, sí.
En segundos disfruté un mundo
y aún son muchas las palabras que me quedan
para todo el futuro.
Azufre y fuego
en lienzo que la humana mano rasga
escribiendo en rojos y amarillos sus hazañas
haciendo del cielo infierno.
Oscuro azul
negro intenso
pincelado alud
atmósfera manchada de averno.
Aunque el tiempo es corto
poco a poco
los colores bellos
la alquimia transmuta en cieno.
Publicidad obligada,
innecesaria, no querida,
intrusiva y alevosa,
mala,
ideas heridas,
cualquier cosa.
Publicidad elegida,
una nube en la pantalla,
palabras que suenan
en las ondas que vuelan
y llegan a las orejas
porque quiero oírlas.
Hoy quiero vivirlas.
Veremos mañana.
Sin quererlas volverán a repetírmelas.
Encerradas vuelan las palabras encorsetadas.
Pensando en la nada
la entera libertad de escribir conque.
El sol anuncia el día cada mañana,
cada mañana miro salir el sol en el horizonte
en hermosa publicidad sobre el monte,
o sobre la línea de cielo ciudadano,
o sobre las aguas,
publicidad que en igual horizonte se esconde
con la misma belleza de la nada.
Te lo quitaron,
un pequeño ladrón
ser desgraciado
en su desgracia
te arranca parte de tu trabajo
y se lo apropia ufano
sin querer enterarse del daño,
o sin importarle,
igual de grave.
En dos palabras
“dos desgraciados”.
A uno se le pasa.
Como si arañar en lo ajeno
reportase felicidad.
Molestar.
Robar.
Injuriar.
Más disfruta el cerebro
cuando todos disfrutan igual.
Sin molestar.
Sin robar.
Sin insultar.
Eres culpable,
culpable de no pedir a Dios
que se vaya con el mal a otra parte.
¿Soy culpable también yo?
No creo que hiciera caso
pidas tú o pida yo.
No entiendo a este Dios creador,
un Dios creador del mal.
No entiendo tal regalo
y tampoco lo quiero,
no quiero el mal ni quiero el pecado,
que se los lleve como los trajo.
Que se los regale a Satanás.
Valiente Dios que pudiéndolo todo
nos llena el mundo de lodo.
Todopoderoso.
Seguro que el dinero
también lo inventó este Dios bueno
y se lo enseñó a uno que tenía el cerebro
hundido en el abismo más hondo,
el del infierno.
Otro invento,
otro regalo que no quiero.
Dioses del averno.
Reinos de oscuro mar y de fuego
que desconozco,
sin deseo reniego de vosotros
mas la libertad impone vuestro peso
cargado sobre millones de hombros.