Una mesa cualquiera

Miro en la mesa en donde escribo algunos dibujos en ríos de savia que recuerdan momentos de vida como si fueran mis vasos sanguíneos; la oscura superficie lisa y pulida de tablas largas, estrechas, encoladas, derechas como el raíl rubio e ígneo recién salido del fuego blanco, hirviendo, perfecto e inmaculado, que será camino de la acerada sierpe que rielará con las vidas de la gente.

Abandono la mirada y vuelvo a escribir en el fondo negro brillante de la pantalla la siempre continua, delgada línea sin fin que abarrotaba de placer las neuronas allá lejos cuando el tren aún empezaba y que hoy sigue siendo felicidad loca.

Los brazos apoyados en la mesa de madera dibujada de aquellas líneas que a la vida recuerdan, escribo unas líneas que me llenan de alegría. Importa el placer de la vida constantemente y lo que perseguimos sin cesar es la muerte.

Sinceramente, solo es placer de escribir desde un principio y sin fin.

Una mesa cualquiera

Reordenando versos ladrillo a ladrillo o reconstruyendo fachadas verso a verso, mas importante que el tiempo concreto y el etéreo espacio en que lo vivimos es disfrutar intensamente con todo ellos. Antes, entonces, después, ahora mismo.