23/03/2025
♪ Ritmo hostil – Funkiwis ♪
Estoy con mi madre, viendo cómo están soplando vidrio en un taller.
Están haciendo un didyeridú, de unos 3 metros de largo, y no más grueso que un edding 500.
Mi madre y yo comentamos lo flipante que es que les quede tan recto, tan perfecto.
Cuando terminan, me lo dan, y 29 empieza a decirme que para tocarlo hay que usar una lengüeta de saxofón adaptada.
Cojo un trozo de celo, se lo pongo en la boca, y empiezo a tocar.
Un sonido bajo y grave sale por el otro extremo, y los cristales de los coches que tengo alrededor empiezan a vibrar, hasta el punto de hacer saltar la alarma de alguno.
Me empiezo a reír, pero veo que es mejor que me meta al local de ensayo.
Voy por el pasillo estrecho, doblando esquinas, con el largo instrumento de cristal sobre mi cabeza, mientras pienso que las dimensiones del espacio y el instrumento no me tendrían que haber permitido avanzar, pero aun así entro en el local.
Cuando llego, veo que están 4 y “algunos” más montando una buena fiesta.
La luz negra llena la pequeña habitación lo que no llena la música que revienta el altavoz.
Yo insisto en bajarla, pero 4 vuelve a ponerlo a tope cada vez que la bajo un poco.
Empezamos a escuchar golpes desde el otro lado de una de las paredes, que por fin me dan los argumentos necesarios de serenar un poco aquello.
Salgo, y a la que subo las escaleras se me planta un tipo enfrente con una sierra de podar de casi un metro. Está muy enfadado.
Está buscando a alguien que no conoce visualmente, y parece que podría ser yo.
Dialogando con él (mientras bajo las escaleras de espaldas, con las manos levantadas a la altura de mi cara, enseñando las palmas) consigo que entienda que no soy la persona que busca.
Parece que es el vecino (→) del vecino (↑) de mi vecino (←).
Me aparto de su camino, aplastándome contra la pared, esperando que no le dé una ventolera y cambie de opinión.
Le veo ir por el pasillo en dirección a la puerta que busca.
Llama al timbre, le abren, hablan tranquilamente, coge el horno que le da desde dentro de la casa, y vuelve a pasar cargado con él por mi lado, camino de su casa.
4 y yo vamos corriendo hacia el enorme hall del hotel, y pasamos al despacho del portero/comisario de policía, para irnos.
Vemos que por suerte no tienen las pantallas de las cámaras de vigilancia. Nos cuenta que se lo están llevando todo.
Salimos de allí sin que nos vea, luego nos pregunta si no tenemos nada que contarle.
4 termina diciendo que es verdad que todo fue culpa suya, y el comisario nos dice que ya lo sabía, mientras nos enseña una cinta de video que tiene las grabaciones del local de ensayos.
————————————————————————————————
ˣ Armas ˣ
Estoy pilotando un pequeño caza, también voy en el hangar de carga de misiles.
Estoy viendo el fuselaje, viendo que hay algo que no está bien.
También estoy intentando conseguir reventar una boya que hay en el mar con uno de los misiles.
Empiezo a intentar llamarme por el sistema de comunicación del avión, pero esto no funciona en el caza.
No sé cómo decirme que alguien ha manipulado el aparato, y que si se dispara cualquier cosa, este estallará por los aires.
Al no escucharme, no me entero, por lo que sigo en mi cabezonería, hasta que consigo tener el objetivo en el punto de mira.
Disparo.
Un fogonazo blanco y muy brillante nos deja sin ver, lo que no impide que notemos la aceleración (en un sentido distinto al que debería ser).
Al llegar al agua, se activa a nuestro alrededor la barrera contra tiburones, y salen flotando algunas provisiones.
Ya solo quedamos él y yo, estas horas en el agua helada han ido acabando con el resto.
Estamos tranquilos. Resignación, no miedo.
Nos miramos sabiendo que seguramente sean los últimos momentos que pasemos juntos.
Y una sirena de barco se impone al calmado del mar.
Coge la pistola de señales y dispara, marcándonos de vivo rojo sobre el agua.
El consejo de guerra se hace en el patio de un colegio.
Varios militares sentados en fila, hombro con hombro, en sillas de clase, con una pequeña banda de vientos tocando de pie (tres y tres) a los lados de estos.
“Guimaraes” se pone delante del micrófono, de cara a ellos, y después de hablar un rato consigue convencerles de que todo era necesario.