Mientras duermo

La vida es sueño, literalmente (siempre estoy cansado). Y el sueño es vida (y vaya vida...).

♪ Ninguna ♪

Voy a una convención de juegos de mesa que se hace en una residencia para mayores.

La entrada la pago dejando diez euros en un cestillo de mimbre que hay en una mesa camilla sin nadie que la vigile. Con la entrada dan tres dados rojos de los de casino.

Cuando entro, solo veo gente mayor mirando hacia la nada, y unos cuantos señores jugando al dominó.

Pienso que al menos los dados molan, y me largo.

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Estoy en una fiesta en una sala de un centro social.

Estoy hablando con 13, y una mujer se nos acerca para preguntarnos que nos parece que vaya a comprar una casa.

13 coge un ojo loco y me lo pega en la frente.

Seguimos hablando.

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Estoy viendo a 44 echando una partida a un juego de tablero.

Empiezo a decirle que me extraña que se haya cogido a los orcos.

Luego me pongo a editar un nivel en un videojuego.

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ˣ Imagen denigrante de colectivo ˣ

Estoy en Nueva Zelanda, con 45 y otra chica. Escuchamos que empieza a llover a cántaros, y nos ponemos a recoger la ropa que habíamos tendido.

Luego me bajo a la calle para hacer la compra.

De camino paso por unas instalaciones municipales, en las que veo que unos chavales están insultando a un acondroplásico en bañador, que está cerca de un lujoso coche deportivo, aparcado al lado de una de las piscinas.

Una voz en off dice comenta que los niños no saben que se están metiendo con alguien de la mafia: Don Biberón.

Sigo por la calle, mientras llueve, y al otro lado de la carretera veo a Ignatius Farray intentando convencer a sus colegas de que no cancelen lo de ir al centro solo por cuatro gotas.

Le grito que yo voy para allá, y se viene conmigo.

Hablamos durante horas, que pasan en menos de una frase.

Sigue lloviendo. y tengo que ponerme los pantalones a medio culo por algún motivo.

Paso por delante de una peluquería en una terraza a pie de calle.

El dueño, un señor barbudo y con la calva tatuada me dice algo en inglés, no le entiendo, pero sé que es algo amable. Le saludo con la mano.

Sigo andando, y veo que la cuesta por la que subo termina en una verja corredera de hierro verde, en la que se apoyan tres chavalas que ya no ven los treinta vestidas como de instituto japonés.

Empiezan a hacerme burla, preguntando si tengo la polla tan pequeña como el tatuaje del tobillo, les replico que menos mal que tengo boca, intentando ir de fardón, pero sin éxito.

Entonces Turko se me suelta, y corre hacia el supermercado.

Empiezo a perseguirle entre estantes y personas, sin parar de pedir perdón a cada persona con la que tropiezo.

Cuando por fin le alcanzo, veo que se le había quedado pillado en la cola un peluche, del que intentaba huir.

Nos volvemos andando tan tranquilos. Ha dejado de llover

♪ Ninguna ♪

Voy andando con 10 por la calle. Me está contando que ha tenido un finde muy ajetreado en el pueblo, ha comprado una casa y ha estado de aquí para allá sin parar.

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Me doy cuenta de que me he puesto calcetines tobilleros con los pantalones negros de pitillo. No estoy cómodo.

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Estoy en casa de alguien, por la noche, con 39 y alguien más de su trabajo.

Estoy muerto de sueño, muy cansado.

Ella insiste en que me vaya a la habitación con ella. Yo no quiero, la sigo a regañadientes.

Entran en la habitación. Yo me quedo en una butaca en la puerta, me desplomo.

Tengo mucho sueño.

Me fuerzo el dormirme para no tener que hacerme el dormido. No quiero pasar a la habitación

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ˣ Armas, violencia ˣ

Estoy viendo una peli de espías, en la que Richard Gere es el malo, un tipo rico que vive en una mansión con interiores de caoba, oro y más lámparas de techo de cristal que algunos países pequeños.

George Clooney y Cate Blanchett son las buenas.

En una escena, después de cargarse a todo esbirro a la vista, comienzan a cambiar todas las balas que han disparado (sacándolas de los esbirros vistos) por otras “preparadas”, para que, cuando las examinen, coincidan con las armas de Richard Gere, y así poder inculparle.

...

Alguien interroga a Cate en una habitación que no llega a cuarto de las escobas. Parecen “rusos”. Ella habla con socarronamente con acento francés, mientras un cigarro humea en el cenicero que se intuye gracias a la luz del pequeño flexo que hay sobre la mesa.

...

George Clooney (que ahora tiene el aspecto de Richard Gere), pelea contra los últimos malos, intentando salvar a dos criaturas de no más de tres años.

Acaba de usar a las criaturas como unos nunchakus.

...

Es de noche en la playa, y la luna llena ilumina el movimiento calmo del mar.

Richard Clooney se acerca a la orilla, se sube al piano de cola dado la vuelta, y se echa al mar, donde se le ve alejarse poco a poco.

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Tengo mucho sueño y no veo el momento de terminar con los análisis.

Me he plantado antes de la hora en el ambulatorio, esperando que, al llegar tan pronto, pueda irme ya mismo, y descansar.

Mientras hago cola, tengo delante a tres niños jugando a pegarse. Juegan como los gatos con los ratones. Aquí hay dos gatos y un ratón.

El mayor de ellos lleva una pulsera con la bandera de España. Me provoca un tremendo asco verle.

Cuando por fin me toca, me dicen que han perdido mi expediente, y que no van a poder hacerme los análisis de sangre, y me pongo a llorar. Lloro de cansancio, de frustración, de impotencia. Me quedo un rato delante del mostrador llorando, pidiendo por favor que alguien me ayude.

Aparece una enfermera que me dice que no me preocupe, y que vaya con ella.

La veo coger varios tubos al azar, pero aparece 10 y le dice que no, que así no es, y que ya se encarga ella.

Me lleva hasta otra mesa, y cuando va a empezar a sacarme sangre, alguien le dice también que no, que esos tubos no son.

Esta nueva enfermera me dice que tengo que volver a hacer toda la cola para poder hacerme bien los análisis.

Empiezo a maldecirme por haber intentado ganar tiempo, enfadado porque veo que ahora voy a llegar tarde.

Cuando por fin me toca, un médico se pone a trastear con la aguja, y me termina rompiendo una vena... y una nueva enfermera viene a mi rescate.

♪ Ninguna ♪

Estoy jugando a un videojuego en el que manejo a Jhonny Storm en tercera persona.

Voy volando por la ciudad hasta llegar a un muelle, en el que está Ben Grimm.

Al hablar con él se activa un minijuego, en el que él me lanza por los aires, mar adentro, y tengo que llegar lo más lejos posible.

Me coge con su mano derecha, y me lanza con toda la fuerza que puede. Cuando paso la boya en el mar que marca el récord, me pongo a volar.

Vuelvo a la ciudad, y, ahora en primera persona, me pongo a andar entre los edificios con gráficos de PS2.

La entrada de uno llama mi atención, perece que puedo meterme dentro.

Voy hacia la imagen de la puerta, y la traspaso, aunque no tendría que poder.

Voy avanzando por ese mundo en 2 dimensiones por estratos, divertido, pensando en que estoy en un mundo que no debería ser visto.

El edificio está lleno de habitaciones idénticas, todas repletas de armarios blancos que van del suelo al techo.

Mi único afán ahora es coger todas las toallas que pueda.

43 me dice que no me preocupe que lo arreglará en breve.

♪ Ritmo hostil – Funkiwis ♪

Estoy con mi madre, viendo cómo están soplando vidrio en un taller.

Están haciendo un didyeridú, de unos 3 metros de largo, y no más grueso que un edding 500.

Mi madre y yo comentamos lo flipante que es que les quede tan recto, tan perfecto.

Cuando terminan, me lo dan, y 29 empieza a decirme que para tocarlo hay que usar una lengüeta de saxofón adaptada.

Cojo un trozo de celo, se lo pongo en la boca, y empiezo a tocar.

Un sonido bajo y grave sale por el otro extremo, y los cristales de los coches que tengo alrededor empiezan a vibrar, hasta el punto de hacer saltar la alarma de alguno.

Me empiezo a reír, pero veo que es mejor que me meta al local de ensayo.

Voy por el pasillo estrecho, doblando esquinas, con el largo instrumento de cristal sobre mi cabeza, mientras pienso que las dimensiones del espacio y el instrumento no me tendrían que haber permitido avanzar, pero aun así entro en el local.

Cuando llego, veo que están 4 y “algunos” más montando una buena fiesta.

La luz negra llena la pequeña habitación lo que no llena la música que revienta el altavoz.

Yo insisto en bajarla, pero 4 vuelve a ponerlo a tope cada vez que la bajo un poco.

Empezamos a escuchar golpes desde el otro lado de una de las paredes, que por fin me dan los argumentos necesarios de serenar un poco aquello.

Salgo, y a la que subo las escaleras se me planta un tipo enfrente con una sierra de podar de casi un metro. Está muy enfadado.

Está buscando a alguien que no conoce visualmente, y parece que podría ser yo.

Dialogando con él (mientras bajo las escaleras de espaldas, con las manos levantadas a la altura de mi cara, enseñando las palmas) consigo que entienda que no soy la persona que busca.

Parece que es el vecino (→) del vecino (↑) de mi vecino (←).

Me aparto de su camino, aplastándome contra la pared, esperando que no le dé una ventolera y cambie de opinión.

Le veo ir por el pasillo en dirección a la puerta que busca.

Llama al timbre, le abren, hablan tranquilamente, coge el horno que le da desde dentro de la casa, y vuelve a pasar cargado con él por mi lado, camino de su casa.

4 y yo vamos corriendo hacia el enorme hall del hotel, y pasamos al despacho del portero/comisario de policía, para irnos.

Vemos que por suerte no tienen las pantallas de las cámaras de vigilancia. Nos cuenta que se lo están llevando todo.

Salimos de allí sin que nos vea, luego nos pregunta si no tenemos nada que contarle.

4 termina diciendo que es verdad que todo fue culpa suya, y el comisario nos dice que ya lo sabía, mientras nos enseña una cinta de video que tiene las grabaciones del local de ensayos.

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ˣ Armas ˣ

Estoy pilotando un pequeño caza, también voy en el hangar de carga de misiles.

Estoy viendo el fuselaje, viendo que hay algo que no está bien.

También estoy intentando conseguir reventar una boya que hay en el mar con uno de los misiles.

Empiezo a intentar llamarme por el sistema de comunicación del avión, pero esto no funciona en el caza.

No sé cómo decirme que alguien ha manipulado el aparato, y que si se dispara cualquier cosa, este estallará por los aires.

Al no escucharme, no me entero, por lo que sigo en mi cabezonería, hasta que consigo tener el objetivo en el punto de mira.

Disparo.

Un fogonazo blanco y muy brillante nos deja sin ver, lo que no impide que notemos la aceleración (en un sentido distinto al que debería ser).

Al llegar al agua, se activa a nuestro alrededor la barrera contra tiburones, y salen flotando algunas provisiones.

Ya solo quedamos él y yo, estas horas en el agua helada han ido acabando con el resto.

Estamos tranquilos. Resignación, no miedo.

Nos miramos sabiendo que seguramente sean los últimos momentos que pasemos juntos.

Y una sirena de barco se impone al calmado del mar.

Coge la pistola de señales y dispara, marcándonos de vivo rojo sobre el agua.

El consejo de guerra se hace en el patio de un colegio.

Varios militares sentados en fila, hombro con hombro, en sillas de clase, con una pequeña banda de vientos tocando de pie (tres y tres) a los lados de estos.

“Guimaraes” se pone delante del micrófono, de cara a ellos, y después de hablar un rato consigue convencerles de que todo era necesario.

♪ Galilea – Sergio Dalma ♪

ˣ Sangre ˣ

Estoy en un campamento en el desierto.

Cojo la cámara de fotos y voy hacia el perro que está sentado delante de una de las tiendas.

Me tumbo en el suelo y le saco una foto.

Cojo la fotografía, y al poco de empezar a mirarla veo que empieza a moverse el cielo que se ve en ella.

El paso de las nubes comienza a ser cada vez más rápido.

La luz del día va dando paso a las luces de la noche.

Veo que todo se acelera (menos el perro, que sigue quieto, fijo), pero no avanza, retrocede.

El correr del sol empieza a no percibirse, y el cielo pasa a ser de color “extraño”. Solo a las estrellas se les puede seguir un poco el paso.

Por detrás del perro veo como empiezan crecer montañas que vuelven a desaparecer al poco, y que terminan dando paso a una gran pirámide que veo nacer pixel a pixel.

El viaje comienza a bajar el ritmo, hasta que se detiene por completo.

Como volando, la visión de la pirámide se acerca, traspasa la puerta y llega a una cámara alumbrada con antorchas que parece ser un mercado.

Decenas de personas se mueven entre los puestos de madera y tela, pero solo paro la vista en una chica de unos veintipocos años, de rodillas delante de un cilindro de piedra gris que le llega por encima de la tripa.

Según la visión se acerca, veo que los labios de la chica se están moviendo, y según más se acerca consigo empezar a escuchar cómo entona una serie de palabras medio cantadas, y de manera repetitiva.

La chica saca un cuchillo, con la mano derecha, agarrando el mango para dejar el filo saliendo por debajo del puño, y apoya la mano izquierda sobre la piedra, con los dedos bien separados.

Con calma, pone la punta del cuchillo en la piedra, entre el anular y el meñique de la otra mano, y baja la mano derecha para amputarse el pequeño dedo.

No hay gritos ni cara que muestren dolor.

Sigue recitando el salmo cuando coge un papel amarillento con las dos manos, y estira los brazos para que estas dejen el escrito delante de sus ojos.

La chica comienza a leer, mientras la sangre va cayendo sobre la piedra.

La imagen empieza a cambiar, y empiezo a ver a otra chica de manera superpuesta.

La chica de la pirámide va desapareciendo para dar paso a otra, en una tienda de campaña en el desierto, vestida de Panama Jack, que sostiene un libro marrón entre sus manos.

Está sentada en el suelo, con las piernas cruzadas, sosteniendo el libro con manos que descansan sobre sus muslos. La cabeza ligeramente inclinada hacia las páginas. Se la ve alegre, disfrutando de la lectura en voz alta que le está haciendo a las siete u ocho personas que comparten su corro.

Alguien se interpone en mi visión, y dejo de ver a la chica.

Dentro del rectángulo de la foto se ve una mano izquierda de un hombre que coge el manillar de una moto. Tiene un dedo meñique postizo, de metal dorado y grabado.

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“Números no euclidianos”

♪ Anduriña – Juan y Junior ♪

ˣ Sexo, comida ˣ

Llego a La Manga y me pongo a buscar la casa.

Por el camino, veo una fachada con un gran agujero que ha dejado a la vista el interior de una casa.

Aunque no lo he visto, sé que ha sido porque un coche se ha estampado contra ella.

El edificio está tambaleándose, apoyado sobre unas vigas de madera que no inspiran mucha confianza.

En un momento dado, parece que todo se va a venir abajo, pero Bill Nighy apoya un dedo sobre una de las vigas para que deje de moverse, y problema resuelto.

Al vernos pasar por delante, “una señora” que es su mujer nos acompaña hasta la casa, diciendo que hace mucho que nadie pasa por allí, y que habría que ir más a menudo.

Sigue hablando mientras abro la puerta de la valla del pequeño patio que tiene la casa, y el ruido hace que se despierten un cerdo (rosado y no muy grande) y un perro (medio chucho, medio perro de aguas) que dormían juntos en un pequeño charco de lodo que hay en una esquina, tras lo que se acercan muy felices a saludarnos.

Me tumbo en la hamaca de tela, y estos insisten en subirse a la cama. Tras un par de noes con al boca chica, se me tumban a un lado cada uno. Empiezo a acariciarles mientras se vuelven a quedar dormidos.

Cuando entro en la casa me doy cuenta de que no conozco a nadie de la fiesta, y me quedo en una esquina, apoyado contra la pared, cerca de una cola que se va formando para pedir algo en la barra.

Me quedo dormido de pie.

Al rato me despierta una chica preguntándome si estoy esperando para pedir, le digo que no y me voy al baño a ducharme.

Cuando entro veo que está toda la gente con la que he ido. Tres ya están terminando de ducharse, y nos van dando paso al resto.

Mientras, empezamos a oír unos gemidos, es una del grupo que se está masturbando, a la vez que se pinta las uñas.

Termino de secarme camino de mi cuarto, y empiezo a trabajar tumbado en la cama, con el portátil sobre la cabeza.

Estoy en el turno de noche, no hay nada de curro y el sueño me vence por momentos.

Me meto en una aplicación de ligue para matar el rato, y subo un timelapse de un paseo por todo Ribadesella.

Me quedo dormido y el golpe del ordenador al caer sobre mi cabeza me despierta al segundo.

Como veo que me voy a volver a quedar dormido, me levanto y voy hacia la cocina a picar algo, cruzándome a Mama Juli por el camino.

Abro el congelador y voy arramplando con lo que veo: Una lata de dos kilos de galletas danesas, un par de sándwiches helados (uno de gofre y otro de cookie), bombones de chocolate con nueces y tres plátanos muy maduros.

Cuando estoy terminando de masticar el último de los bombones, “la señora” me dice que seguro que nos encantan las tostadas que nos hagamos con el pan casero que nos ha traído.

Salgo de la casa y voy hacia el perro y el cerdo. Solo se despierta el primero para el paseo. El otro se queda durmiendo plácidamente debajo de un montón de mantas zamoranas.

Abro la puerta de la cancela y salimos al pueblo para darnos una vuelta.

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En una pantalla de fósforo verde aparece escrito:

> Sobel bi parga

♪ Hungry like the wolf – Duran Duran ♪

Estoy dentro de una furgoneta camperizada, hablando con las 2 chicas (la que la vende, y la que la compra).

Ellas están sentadas en la sala del fondo, y yo me paseo por la cabina, repasando que todo cumpla con los requisitos.

[x] Techo solar con limpiaparabrisas funcionando. [x] Cuerdas de tender en su sitio, y con la colada bien tendida. [x] El volante se mueve. [x] La nevera está en su sitio. [x] Los tres sofás bien puestos. [x] Estos cables ahí.

Les digo que todo está en orden, y que pueden irse a Sevilla.

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ˣ Violencia, estereotipos de género ˣ

Estoy en la casa de Juan Antón, soy Deadpool, y estoy viendo como dos obreros están terminando de arreglar el salón.

Estoy saliendo del salón para ir hacia mi cuarto, cuando los obreros empiezan a lanzarme ladrillos, y empezamos a luchar.

A uno le cojo la cabeza y se la estampo contra el futbolín que hay en medio del salón, y uso la barra del portero para atravesarle un ojo, mientras el otro se lanza hacia mí con 2 enormes martillos.

Veo que no puedo con él, y salto al patio del bloque, y empiezo a escalar la fachada de la casa de Fuencarral para escapar.

Cuando llego al ático en el que vivía me doy cuenta de que hay 2 áticos más por encima.

Siento curiosidad, y sigo escalando.

La terraza a la que llego tiene una gran piscina, un jardín de no menos de 100 metros cuadrados.

Entro y me encuentro a 42, al que llevaba sin ver desde el colegio. Cuando me acerco a preguntarle si él también está interesado en comprar la casa, se hace el longui y sigue paseando entre las enormes habitaciones vacías de la casa.

Pienso que es un capullo, y me voy al salón, donde están las que están enseñando el piso.

Me siento en el sofá y empezamos a hablar de las condiciones.

Le pregunto a la portera como es la gente que vive en el bloque, y me comenta que muy maja.

Le pregunto si hay gente joven, y si suele haber barullo, y me dice que no, que es todo muy tranquilo.

Le digo que yo no soy tranquilo, y, guiñándome un ojo, me dice que no me preocupe, que las paredes que hay fuera de la terraza están bien insonorizadas, y que la gente no se suele enterar de las fiestas que se montan.

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Sale la cabecera de la serie Pesadillas (la antigua), y cuando termina veo al grupo de Scooby Doo, pero sin Scooby.

Son versiones viejunas, y de carne y hueso, pero mucho más mayores, y sus roles han cambiado.

Shagy es el cabecilla.

Están en una vieja mansión decrépita, todo cortinas raídas y agujeros por todas partes desde los que brillan minúsculos ojos.

Se les ve salir de esta, y meterse en un lago poco amigable, mientras una cabeza de vampiro con chistera se proyecta sobre la imagen, y se la escucha decir un juego de palabras con su nombre compuesto, para terminar diciendo que todo el mundo le llama Anal.

♪ Mambo italiano – Renato Carosone ♪

Suena el despertador y lo apago con los ojos cerrados.

Golpeo la pequeña luz del cabecero para ir entrando en el día.

Cojo el móvil, lo desconecto, y llamo a 10.

Le recuerdo que tenemos que comprar entradas para la fiesta.

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Voy corriendo hacia mi madre, me coge de los sobacos y me levanta.

No puedo aguantar las cosquillas que me hace.

Las dos nos reímos a carcajadas

me despierto riendo

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Estoy viendo una sitcom sobre unos monos tití que comparten piso.

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Estoy sentado en el borde de la cama de mi padre, mirando hacia la puerta del balcón, mirando las cortinas.

Hay marcas informes que se mueven, casi como olas.

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Michel J. Fox está cantando sobre la barra de El Mago.

Después de un rato se baja, se acerca hacia donde estoy, y empieza a hablar con un señor que tiene un brazo más corto que otro, y empiezan a hacer un baile entre los 2, como dando puñitos hacia abajo, alternando los dos brazos.

Luego viaja en el tiempo, y llega a su casa, donde se mete en la caja fuerte para buscar dinero para pegarse una fiesta en el futuro, pero cierra la puerta desde dentro, y se queda encerrado, donde empieza a decir que se resigna a morir.

♪ Ninguna ♪

ˣ Drogas ˣ

Es de noche, y voy con 21 por un paseo marítimo (con barracas de feria, puestos de churros y patatas fritas), hablando un poco de todo, pero sobre todo de 39.

Me pregunta si sé de alguien que pueda conseguirle algunas pastillas para ese finde. Le digo que creo que sé quién tiene, y que me espere ahí. Y empiezo a correr por el paseo.

No termino de reconocer el pueblo, pero sé que todavía me queda un rato para llegar, así que empiezo a pedalear con más fuerza, pasando por entre las calles de tierra del pueblo.

Deben ser las 12 del medio día, y el hambre me dice que pare un poco, así que dejo la bici sobre la entrada de la cafetería, y entro.

Me pido un vaso de agua mientras pienso qué quiero desayunar, y el camarero me pone un pincho de tortilla, de gratis.

Me pido un colacao mientras hablo con 24 de la niña que acaba de entrar, que no puede ser más parecida a 40.

Él me dice que no.

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ˣ Alcohol ˣ

Estoy en casa delante del ordenador, dibujando, cuando suena el teléfono.

Es un juez, que me llama por el juicio de Epstein.

Me está echando la bronca porque tendría que haber declarado hace meses, y empezamos a discutir, porque nadie me había avisado.

4 me dice que no me preocupe, que el tipo es un cretino, y que se le había pasado decirnos a todo el grupo.

En el juicio empiezo a jugar al juego del cordel, mientras me preguntan cosas.

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Estoy durmiendo, cuando unas voces me despiertan, son 10, 39 y 41. Vienen de fiesta, y llevan un moco considerable.

Han venido sin pedirme permiso, usando las llaves que 39 tiene de emergencia por si me dejo las mías.

Me enfado mucho, pero no digo nada.

Salgo al salón y les digo que ahora vengo, pero en lugar de eso me voy de la casa. No quiero verlas.

♪ Alive – Pearl Jam ♪

ˣ Violencia, armas ˣ

Estoy jugando con mi hermano a un videojuego en el que somos atracadores de trenes en el Oeste.

Lo estoy viendo todo en primera persona, y de manera completamente inmersa, como si fuera realidad virtual.

La imagen es real.

Lo que siento es real.

Por qué es un videojuego? Porque lo es.

Vamos avanzando por los vagones, esquivando balas que vienen de ninguna parte.

Mi hermano va por delante, yo le voy cubriendo.

Uno a uno, vamos dejando atrás cadáveres y vagones.

Vagón con asientos. Todo madera color “madera”, y cortinas y lámparas verdes.

Vagón restaurante. Sus mesas puestas con manteles blancos, totalmente ajenas a la masacre.

Vagón del carbón. Tal y como te lo imaginas, y seguramente totalmente distinto de la realidad.

Locomotora. Toda hierro negro, fuego y humo.

A los lados, corriendo tras los cristales de las ventanas, todo el rato el mismo paisaje: dos tercios beige, un tercio azul, y fugaces y puntuales borrones verdes.

De manera intermitente el sonido del metal sobre metal, solo presente al pasar de un vagón a otro.

Cuando terminamos de limpiar el tren, nos paramos un momento al borde del socavón de esa planta.

En el piso de abajo vemos al menos a seis tipos, todos armados con fusiles, andando por la planta anegada, haciendo rondas entre los montones de cajas y bultos enlonados.

No lo pensamos mucho, y saltamos.

El chapoteo atrae a todos hacia donde estamos, y nos ponemos a disparar de nuevo, espaldas contra espaldas.

La poca luz viene del hueco que tenemos sobre nuestras cabezas, haciendo que seamos un blanco perfecto, pero uno a uno vamos terminando con todos los policías, sin que estos lleguen a herir a nadie de nuestro grupo.

Cuando dejamos de ver chipazos en la negrura, y de escuchar disparos ajenos, podemos revisar el área.

El grupo quiere que nos marchemos ya. Yo insisto en mirar, una por una, cada taquilla.

En una encuentro una pequeña llave azul, y me la guardo.

Al bajar las escaleras, llegamos a un pequeño recibidor con 2 ascensores.

La luz es escasa.

Uno tiene cerradura azul en el cuadro de botones.

Una ligera calma nos acompaña los minutos que tardamos en llegar a la última planta.

Cuando las puertas se abren, me pongo una mano sobre los ojos para que el sol no me impida ver bien, y me asomo. No hay nadie. Solo veo una camioneta y un par de coches más en el parking.

Vamos andando hacia la camioneta, esperando que funcione al hacerle el puente.

La parte de atrás está llena de filos de todas clases.

Cojo machetes, cuchillos (de cocina, tácticos, de mesa...) navajas (automáticas, siete muelles, opinel...), bisturíes... Por si acaso.

Y empiezan a aparecer fuerzas especiales por todas partes, y los filos vuelan. Y van cayendo, con ojos, pechos o bocas atravesadas.

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Voy andando por la calle, volviendo del curro, y me encuentro a 29. Nos damos un abrazo y nos ponemos al día.