11/03/2025
♪ Lamento boliviano – Los Enanitos Verdes ♪
Esto en una terraza con 38 Hace mil años que no nos vemos.
Somos señoras con vestidos y sombreros de flores, y estos van cambiando a cada rato.
La vida es sueño, literalmente (siempre estoy cansado). Y el sueño es vida (y vaya vida...).
Esto en una terraza con 38 Hace mil años que no nos vemos.
Somos señoras con vestidos y sombreros de flores, y estos van cambiando a cada rato.
Estoy en la casa de Juan Antón, con Silvia Agüero, y es el cumpleaños de alguien de su familia.
Todo el mundo está tomando algo, pero a mí se me ha olvidado pillar mis litros de kalimotxo.
Al rato llegan 2 hijas suyas con cartones de vino para mí.
Estoy viendo un mundo que parece futurista.
Un padre va corriendo por la casa, echando cortinas y bajando persianas, mientras el resto de la familia se abraza, con cierta inquietud, no miedo.
Cuando ya no se filtra ni el más mínimo rayito de sol del espléndido día que hace, se pinchan, con un boli parecido al de la insulina, el virus que les convertirá por fin en vampiros.
2 policías rebeldes andando, de manera repetida hacia mí, con música de fondo.
Otra vez están ahí los gritos de la niña.
Ya está bien.
Salgo de casa, bajo los peldaños que me separan del piso de abajo de dos en dos, y empiezo a golpear la puerta con el puño.
No paro hasta que la abre.
Está en calzoncillos largos y camiseta blanca interior, muy tranquilo.
Al fondo, a contraluz, veo a la niña asomarse por el borde del pasillo.
Mientras discuto con él a voz en grito, la pequeña sale corriendo por su lado, y se me pone detrás, conmigo de escudo.
Él sigue tranquilo.
Me voy con la niña de la mano.
Él sigue en la puerta, mirándonos, muy tranquilo.
Estoy viendo un parque de verdes muy vivos, y flores de cien colores.
Estoy viendo un árbol que recuerda al de Totoro.
Una niña juega entre sus enormes raíces, mientras veo que Kirby y yo la miramos.
Cada vez que la niña desaparece entre la frondosidad del árbol, sus ramas se agitan mucho, y se ve un resplandor durante un par de segundos.
Luego nada.
Luego aparece la niña, tras un fogonazo, fuera del árbol.
Y vuelta a empezar.
Ahora veo un títere de madera, una gallina con casco de moto, riéndose de manera desencajada, mientras sus ojos dan vueltas sin sentido.
Estoy en un museo con dinosaurios, y llevo de la mano a un niño pequeño. No es mío, pero estoy a su cuidado.
Después de verlo nos vamos al Rincón (igual que como estaba cuando yo era pequeño).
Aparecen 32 y 33 justo cuando el pequeño me dice que tiene sueño.
32 me dice que se encarga ella, pero le digo que no hace falta, y pongo 2 sillas encontradas para sentarme con las piernas estiradas, haciendo una superficie cómoda sobre la que se pueda tumbar.
Está muy triste, y yo pienso en cómo habrán podido abandonarle.
Se queda dormido mientras me abraza y le hago caricias en el pelo.
Estoy en el centro de mandos, escuchando cómo las alarmas no paran de sonar.
Tom Cruise empieza a contarnos que él siempre lo ha tenido todo previsto.
La vista se va alejando.
Nos vemos más pequeños.
Sale de la sala.
Se ve la fachada del centro de mandos (un búnker gris y hexagonal).
Se ve que el búnker está dentro de un cráter.
Se ve que el cráter está detrás de la Casa Blanca, como escondido.
Se ve que todo está en lo alto de un acantilado.
Se ve que estamos en mitad de un cataclismo.
Vuelvo a verme en una pequeña habitación color crema con una cama de matrimonio y un escritorio.
A un lado del escritorio está mi abuelo (el malo), que me pide unas acuarelas para pintar. Aunque no veo signos, sé que el Alzheimer le está haciendo mella.
Al otro lado del escritorio hay un periodista de unos 70 años, escribiendo en una máquina de escribir.
Saco las pinturas del cajón de la mesita que hay junto a la cama y se las doy.
Me quedo de pie, mirando hacia la pared sin pared.
Veo el fin del mundo.
El planeta aparece en pedazos ante mis ojos. Literalmente.
Una pequeña fuerza los mantiene todavía flotando cerca, pero La Tierra se ha convertido en unos cuantos peñascos más o menos grandes, en mitad de una colorida nada.
No hay cielo.
El fondo de la imagen son nebulosas de colores, salpicadas de estrellas muy lejanas.
Me siento en la tumbona que tengo a mi espalda y empiezo a hablar con la chica de pelo rapado que está sentada a mi lado.
Una cuenta regresiva empieza a escucharse, y vemos como un pequeño sumidero, en lo que vendría a ser el centro del planeta, comienza a succionarlo todo.
Tenemos miedo.
La cuenta va llegando al final.
Nos abrazamos y empezamos a besarnos mientras lloramos.
Notamos cómo todo se va deshaciendo, mientras nos atruena el sonido del desaparecer.
Nos abrazamos más fuerte, y cerramos los ojos.
Silencio.
Cuando abrimos los ojos estamos en el dormitorio de casa de mi abuela y mi abuelo (las buenas), pero no hay puertas ni ventanas.
Voy subiendo por las escaleras del metro de una estación enorme.
Cuando llego a la tienda, 34 le está diciendo a una amiga de 11 que luego ha quedado. Luego me saluda, y me dice que 35 se va a pasar luego por allí, y me pongo contento, pues hace mucho que no le veo.
Cuando aparece, es 36, (solo que es físicamente RoRo).
Empieza a contarme algo, pero veo que está completamente borracho, y le dejo en la tienda hablando solo.
Voy por la calle andando con un pie de sombrilla de metal, de los de terraza de bar.
Tengo que llevármelo a casa, pero pesa mucho, así que espero al autobús.
Aunque es muy aparatoso, la busera es maja, y me deja subir con ello.
Me voy a la parte de atrás, que es toda sin asientos, y me apoyo en un lateral, junto a unas pancartas muy grandes que alguien ha hecho por el 8M, y ha dejado ahí para que todo el mundo pueda verlas.
En la siguiente parada se sube una chica con un bolso dorado que tiene una pantalla en la que se ven unos videos sobre unos vapers, y empieza a contarme lo buenos que están, por si quiero probarlos.
Cuando me bajo, me doy cuenta de que soy un parras, y he parado antes de llegar a mi casa, así que toca cargar con el pie de la sombrilla un rato más.
Es de noche y empieza a llover.
Por la acera de enfrente viene un grupo hablando y riendo. Uno está contando que es un desastre, que no es capaz de no llegar tarde a ninguna cita. Se alejan lanzándose puyas cariñosas unos a otras.
Paso cerca de El Círculo de Bellas Artes, pero está cerrado, así que sigo andando.
Cruzo el puente y subo a la oficina, y voy directo al despacho del supervisor.
Después de estar hablando un rato me dice que, si tanto insisto, puede darme un despacho y sacarme de la calle, pero que terminaré arrepentido, porque me voy a aburrir.
Me dice que le recuerdo mucho a 5 (el de Umbrella Academy, y nos vamos hacia el despacho que me ha asignado.
Mientras vamos, veo que soy 5.
Cuando entro en el pequeño cuartucho y me siento delante de mi nuevo ordenador, veo que la pantalla solo muestra “un antivirus”, y no puedo hacer nada.
Me resigno a estar de brazos cruzados y empiezo a pasar la vista por la sala. Todo el mundo está haciendo algo menos yo.
Me pongo a hablar con 37, y me dice que el pie de la sombrilla era para casa, para poder poner bien la pizarra para las presentaciones.
Luego empiezo a correr por el césped y le hago un placaje al administrativo.
Estoy pintando de rojo un gran trozo de acera con una brocha gorda (de las de pegar carteles en las paredes).
Cuando termino, me doy cuenta de que el socavón ha dejado a la vista todo el piso inferior, el mismo que habían clausurado.
Me pongo junto al borde y veo todo el enorme salón de gala lleno de mesas preparadas para una cena fastuosa.
Me fascina esa enorme cápsula del tiempo inintencionada.
Me pongo de cuclillas y miro mejor la escena.
Los manteles blancos, los platos, los centros de flores... todo con una generosa capa de polvo.
Me bajo y subo al techo derruido que ahora hace de mirador, y me pongo a hacerle fotos.
El flash llena la estancia una y otra vez.
En uno de los disparos veo unos puntos que se encienden.
Hay un grupo de personas al fondo.
Paran de hablar cuando notan que son fotografiadas.
Y me miran.
Estoy en un futuro distópico, y soy un tipo con rasgos orientales. Estoy con mi padre en una cárcel para disidentes de algún tipo.
Estamos intentando escapar de allí.
Estoy en clase de informática.
Nos están haciendo un examen para ver si podemos entrar a trabajar en un sitio.
El examen consiste en hacer un calco de un circuito impreso.
Me fijo en algunos detalles, y veo casitas, pistolas, estrellas, fuselaje de avión, coches...
Voy andando por la calle, camino a la casa de mi tía, y por el camino me encuentro a 31, que me dice que la han puesto a hacer encuestas. Le digo que vaya mierda de curro, y nos reímos.
Seguimos hablando mientras salgo al balcón de la escalera de incendios para regar los cactus.
Uno tiene forma de plátano, otro es como un globo de agua deshinchado, uno tiene una cara que sonríe y pone muecas.
Desde dentro de la casa me empieza a llegar la voz de 7, gritando para que baje el volumen de la música.
La bajo, y sigo jugando con 15. y unos coches de metal que le he regalado.
Ahora estamos estrellando una furgona roja que se desmonta en cuanto choca con una ambulancia blanca.
Lo monto de nuevo, pensando que me encantan estos coches.
Estoy en una plataforma en lo alto de un palo muy alto, con body de licra azul, al lado hay otras personas de la misma guisa.
Estamos en Gladiadores Americanos.
La prueba en la que estamos consiste en que tenemos que, con los dientes, quitar unos trozos de tela pegados con velcro a un enorme saco de boxeo que nos van lanzando a la cara.
Cada trozo de tela tiene un número distinto marcando los puntos.
De fondo también hay gente dándose zurriagazos con cosas acolchadas.
Voy en el metro, sentado.
Me veo desde atrás, como desde fuera del vagón, mientras este va avanzando.
A mi lado tengo a un hombre calvo, también sentado.
Le voy contando que soy un agente secreto que viene del futuro.
Tengo 10 o 12 años, y estoy en las canchas que tengo (hoy en día) debajo de casa.
Estoy botando una pelota de baloncesto, paseando entre una y otra cancha enjaulada.
Veo que una pelota se le escapa a un grupo que está jugando al otro lado de una de las rejas.
Lo cojo para devolvérselo, pero me veo muy torpe. Estoy seguro de que no les va a llegar, pero aun así le pego una patada.
No llega.
Tras el tercer intento tampoco.
Me pongo unas gafas de sol y me pongo a pasear haciéndome el chulito, como si no fuera conmigo la cosa.
Sigo andando con Turko, y empiezo a recoger las cacas. Una bolsa para una caquita enana, y luego otra bolsa para una buena plasta que hace al lado de la gente que trabaja en la obra que hay.
Veo a un predicador negro (vestido de riguroso negro), en un púlpito entre las 2 canchas, en el suelo de tierra. Está dando un discurso sobre por qué hay que hacer el bien, y no para de criticar a la iglesia (en general, no a una en particular), y se pone como ejemplo como persona racializada, y del colectivo.
No hay nadie más en el parque. No sé si está hablando para mí, que estoy a unos 20 metros paseando al perro, o hacia el infinito. Habla con mucho ímpetu, gesticulando y moviendo mucho la mano derecha como en puño.
La escena al mirarla sin sonido podría recordar a alguna escena de un videoclip.
Sigo andando y veo un barril de gasolina, sin la tapa de arriba. Se cae y queda tumbado al pasar Turko cerca de él. Veo que empieza a salirse la leche condensada que tiene dentro. Aparto a este para que no la beba, y seguimos andando.
Llego hasta en árbol grande, que da sombra en un trozo de césped en cuesta, en el que está tumbado mi hermano. Me tumbo cerca.
Empezamos a hablar del curro, mientras medio siesteamos y Turko olisquea cerca del árbol. Es un rato maravilloso.
Estoy viendo a John Connor de frente, tiene la cara de Edward Furlong hoy en día, aunque con 40 kilos menos, está bastante demacrado.
Habla como mirando a una cámara, no parece que me esté hablando a mí directamente.
Su cara hablando se va intercalando con escenas de él de pequeño, antes de que encerraran a Shara en el psiquiátrico. Le veo jugar a la pelota contra una pared, y hablando con otros niños.
John adulto empieza a decir que ya le da igual matar a 14 o a 40 personas, pues ya nada tiene sentido.
me despierta el ruido de unas obras que tengo cerca de casa, y vuelvo a dormirme después de ver la hora
Estoy apuntando claves de lo que he soñado para acordarme luego cuando lo tenga que escribir. Es tarde. Tengo sueño. Vuelvo a dormir.
Veo a un adolescente con su hermana pequeña. Están debajo de un túnel blanco y helado, casi saliendo, y están luchando contra unos monstruos que recuerdan a los rankors.
Fuera es de noche y está nevando. Las luces de los bloques de edificios se ven vivas y brillantes.
Hay una especia de voz en off que habla del poder latente que tiene el chaval.
De pronto, uno de los bichos se carga a su hermana, y el chaval estalla en furia, y mata con su sable láser a las 2 criaturas, para después coger el cuerpo de su hermana muerta en brazos, y arrodillarse en el suelo mientras llora.
Me despierto y veo que es tarde. Tengo sueño. Intento recordar lo que he soñado para apuntarlo. Quiero seguir durmiendo, pero un ruido no me deja dormir en condiciones.
Veo a una niña acercarse a un par de tronos (con su reina y su rey). Lleva una jarra. La estampa tiene mucho de medieval.
La escena ilustra una conversación que la niña tiene con un adulto, al que le va contando que si alguien hubiera muerto por el veneno, ella hubiera sido la única culpable que hubieran encontrado, pues quedaría claro que es un tributo a los dioses.
Veo el despertador y es muy tarde. Empiezo a apuntar lo que he soñado para que no se me olvide luego, mientras pienso en lo mucho que molesta ese puto sonido que hay de fondo.
me vuelven a despertar las obras. Veo que todavía puedo dormir un rato más, me pongo los tapones y cierro los ojos.
Estoy en la cama, entre sueño y sueño. Despierto y duermo. Cansancio. Turko quiere algo. Es tarde. Quiero dormir. Tengo que apuntar. Estoy cansando.
Estoy buscando unos libros en una estantería de una tienda (los que me faltan de (h)amor), pero solo encuentro pequeños libros de muy mala calidad, parecen pulp.
Empiezo a contarle a alguien los sueños que he tenido, haciendo hincapié en uno en el que escribía poesía.
Haciendo esfuerzo, logro recordar una de ellas. Me dice que le recuerda a la poesía de “nombre de poeta”, y que las figuras que uso tienen lógica, pues hablan de “cosa de la que hablan”.
Le miro extrañado, y le digo que no tengo ni idea de cómo cojones puede ser, no leo poesía, y cualquier parecido con la realidad sería digno de estudio.
No reímos.
Voy con 10 en el coche. Conduzco yo. Voy que me caigo de sueño.
Después de un buen rato conduciendo, nos paramos en una gasolinera, y me quedo dormido.
Ella intenta despertarme, pero pareciera que estoy bajo los efectos de algún sedante.
No consigo abrir los ojos, y entro y salgo constantemente en la inconsciencia.
Cuando por fin soy capaz de quitarme el peso del sueño, salgo del coche con Turko, y me dirijo a la caseta que hay sobre ese monte, para que lo laven.
Cuando vuelvo de hablar por teléfono, 30 me dice que Turko se ha soltado y ha echado a correr hacia los árboles.
Grito algo, y voy corriendo hacia el coche, para buscarlo.
Estoy en alguna carretera entre montes asturianos.
Voy corriendo mucho, por el retrovisor veo que voy levantando una enorme cantidad de tierra.
Otro coche que viene en dirección contraria me hace salirme de la carretera, y derrapo en un apartadero.
Me bajo, y empiezo a gritar su nombre. Lo mismo da que lo hiciera a 10 kilómetros de allí.
No vi por dónde se fue, hace ya horas que no tengo ni idea de dónde puede estar. Pero sigo gritando su nombre. Lo mismo da que me pusiera a rezar.
Grito, y lloro.
me despierto llorando, y vuelvo a soñar
Sigo corriendo por caminos bajo bóvedas verdes y frondosas.
Sigo sin encontrarle.
Y sigo gritando su nombre. Y llorando.
Al llegar a la puerta de la protectora creo que ha cambiado mi suerte.
Cuando entro, veo que vuelve a cambiar.
Es una tienda de regalos de un balneario.
Siento un tremendo asco hacia la gente que está comprando.
Empiezan a darme consejos new age sobre alguna mierda, y poco les importa que haya perdido a Turko.
Salgo de allí apartando de un empujón a una pareja de peperos. Y sigo corriendo. Y sigo gritando. Y sigo llorando.
Veo una sombra que se mueve, y corro hacia ella.
Resulta ser un gato enorme de un refugio.
Empiezo a dar vueltas por el terreno, y termino encontrando a la que lo lleva.
Saca una tablet, y empieza a mirar una aplicación con un radar y unos números.
Me dice que no tiene avisos de que lo hayan visto, y que, teniendo en cuenta el tiempo que hace que ha desaparecido, debería ir haciéndome a la idea de que ya está muerto.
me despierto llorando, y vuelvo a soñar
Entro en el pantano, y el agua solo me cubre hasta las rodillas, así que puedo seguir andando.
Después de un rato me encuentro a P. y a unas amigas argentinas. Están tomando té una plataforma. Me comenta que el cocodrilo está tranquilo, nos despedimos y sigo hacia la otra orilla.
Cojo el camino de tierra que hay al otro lado, y empiezo a subir el camino que lleva hasta la cerca.
Los tigres, leones y hienas me miran al pasar, curiosos.
Cuando alcanzo la cima, veo que el panel solar de la casa se ha caído encima del jeep de la guardabosques.
Empezamos a hablar y me dice que ahora está muy liada, y señala con el pulgar hacia atrás al oso que está retozando encima de la enorme mesa de madera de la terraza.
Uno de sus hijos me dice que él me puede ayudar.
Saca un pequeño mando de garaje del bolsillo, y consigue apagar todo el sonido del bosque con una pulsación.
Estoy viendo fotos de 25, y demás gente de Pozuelo, de cuando aquellas fiestas del PCE.
Estoy contento.
Luego Veo a 25 y a 26 tirarse por la pendiente de una montaña con una alfombra cada una, como si fueran en trineos.
Voy dando un paseo por la calle con una amiga. Cada una llevamos trece guitarras acústicas. Las vamos a vender.
Llegamos a las mesas que han montado en la plaza del ayuntamiento, y nos sentamos, y 27 nos empieza a decir que 28 está jodido, al parecer la vasectomía le está molestando mucho. Luego callamos, porque el portavoz de la nueva empresa de limpieza empieza a hablar.
Está haciendo algunos comentarios jocosos (no, no lo son). Si le sumamos el hecho de que el altavoz que usa no para de hacer chirridos, es más lamentable que otra cosa.
Cuando termina de hablar, aparecen los coches descapotables. Va a empezar la carrera.
Aquí ya, 29 y yo desconectamos, y seguimos hablando, pues sabemos que está amañada.
Luego 28 nos empieza a contar que 27 es un poco falsa, que mucho criticar lo del nuevo contrato, pero que ella es sobrina del gerente.
Estoy en un local a medio camino entre pub trendy y whiskería. Cabría en un salón grande (de una casa grande). Es rectangular, con las 4 paredes forradas de espejo. No hay barras para servir. La luz es azul hielo.
Los trajes de unos militares y unas guardias civiles son lo único que rompen con el tono del local.
Las 2 parejas se han gustado, y se van muy acarameladas.
Estoy en un parquecito que hay al lado de un colmado, en Móstoles.
Todos los colores tienden un poco al de las fotos de los 80.
No para de llegar chavalada con crestas y pintas, que se pone ordenada haciendo cola en la puerta de la tiendecita. Se puede contar a más de 100 personas esperando.
El videoclip va a quedar bien.
Ya con el pendrive que he cogido de la mesilla de mi padre me paro junto a la puerta de su habitación, parece que están en la habitación de al lado. Tengo que tener cuidado al salir para que no se den cuenta.
Me agacho un poco, y voy despacio por el pasillo hasta que salgo a la galería del bloque de pisos.
Al asomarme por una de las ventanas veo que hay 2 ninjas hablando entre sí. Uno está fumando.
Entro a la casa de la vecina de al lado y parece que la suerte me sigue acompañando: no hay nadie.
Salgo a la terraza, abro la ventana y doy el pequeño salto necesario para acceder a la terraza de mi padre.
Cojo las sábanas y las anudo una a una para formar una cuerda que me ayude a salvar los cuatro pisos que me separan del primero al suelo.
Ato la liana improvisada justo cuando más ninjas entran en escena.
No me pillan por los pelos.
Salto y me balanceo hasta la ventana del segundo.
Cuando salgo pienso que la manera en la que estoy cogiendo la cuerda me puede romper los huesos de la mano.
Vuelvo a saltar cogiendo mejor la cuerda, pero sigo pensando que si hago esto me voy a destrozar toda la mano.
Cuando llego al almacén me lanzan un dardo somnífero entre los dedos, y me caigo dormido al suelo.
Cuando despierto, veo a Alexandra Jiménez vestida toda de charol blanco, y con un lanzallamas en lugar de cada mano (pienso que se parece un poco a Megaman) apuntándome directamente, y con expresión poco amable.
Desenfundo mis pistolas, pero no disparan.
Ella se abalanza, y comienza a lanzarme puñetazos, pero con desgana, parece.
En un momento dado veo que empieza a hablar muy bajito, parece que trata de decirme algo.
Por fin entiendo que está fingiendo, y trata de ayudarme sin que se enteren.
Seguimos con el teatrillo unos minutos más, hasta que la engancho por el cuello y, guiado por ella (y sin que se enteren ellos), le saco la tarjeta SD de la garganta.
Echo a correr todo lo que me permiten pulmones y piernas para atravesar la nave.
Cuando llego al otro extremo, me subo por los andamios, hasta alcanzar el piso de la pantalla gigante, y justo cuando voy a meter los códigos, Arturo Valls aparece y se empieza a reír.
Le arranco la cabeza, que se convierte en una nuez de consistencia gelatinosa, y la lanzo lo más lejos que puedo. Y ya, por fin, consigo meter el virus en el ordenador para detener el lanzamiento de los misiles, y ya funciona correctamente el menú de Kodi.
Estoy por el Magariños, voy con prisa, atravesando un gimnasio tras otro.
En uno hay 3 personas enganchadas a algún tipo de juego de realidad virtual en el que tienen que darse caza con un arco.
En el siguiente veo a las chicas del Estudiantes, todavía en mitad de un entreno.
Aprovecho para ir al baño antes de no poder pasar, pero parece que ya llego tarde.
Accedo al patio interior desde la puerta de emergencia.
Es muy pequeño, no más de 20 metros cuadrados, y los hierbajos altos hacen pensar que hace mucho que alguien lo pisó por última vez.
Miro hacia el cielo, el azul limpio de nubes contrasta con el metal mate y rojizo de las paredes.
Empiezo a subir por los andamios.
Voy lento, pero constante.
Algunas barras se mueven, pero sigo avanzando.
No parece muy estable, pero sigo avanzando.
Queda mucho, pero sigo avanzando.
Me voy cansando, pero sigo avanzando.
Cuando alcanzo la última plataforma cojo el paracaídas, y salto.
Estoy viendo una peli de miedo protagonizada por Rihanna.
Solo sale ella viendo espejos.
De vez en cuando se refleja alguien cargando con un cadáver al hombro, con la cabeza dentro de un saco blanco.
Nunca está al girarse.
Estoy viendo videos en directo de Millán Salcedo, aunque no tiene más de 20 años.
Está en el sofá de una casa, grábandose “signando”, mientras una mujer ve la tele a su espalda.
Primero hace el loro (pone delante de su pecho el brazo izquierdo, con el antebrazo paralelo al suelo; y el derecho, de manera vertical desde la mitad del anterior, con la mano juntando los 5 dedos en punta, mirando hacia adelante, balanceándolo de arriba a abajo usando como vértice donde junta el antebrazo izquierdo y el codo derecho).
Luego signa “cabezazo” (coge a un chiquillo de unos 5 años, agarrándolo por la espalda de la sudadera y el pantalón, y lo mueve como un ariete hace un cojín del sofá [el niño se ríe]).
Estoy en casa de Mama Juli y Papa Leo, en el cuarto de estar.
No tengo más de 7 años.
Estoy jugando con mis coches favoritos, los mellizos de metal (uno rojo y otro azul)
Estoy en la casa de Fuencarral.
Mi madre ha invitado a toda la familia a comer. Me lo dice justo cuando me despierto.
Me enfado. Estuve de fiesta toda la noche, y lo último que me apetece es sociabilizar.
Me encierro en mi cuarto, echo el pestillo, bajo las persianas y descuelgo el teléfono de pulsos.
Después de dormirme otro rato, pego la oreja a la puerta para ver si sigue la jarana.
Me pongo contento al no escuchar nada.
Abro la puerta sin hacer ruido (más vale ser precavido...), y voy a la cocina.
Veo que ha sobrado comida, y me pongo a engullir de todo un poco: tartaletas de chocolate negro con piña, tarta de fresa y nata, empanada hojaldrada de pisto y carne, bombones de cacahuete y chocolate, melocotón en almíbar, queso trufado, queso manchego picantón...
Hoy es el primer día de segundo de bachillerato.
No entiendo para qué tengo que ir a clase, si tengo claro que no me interesa nada de lo que pone en la lista.
Lo hablo con mi hermano, y me bajo a las escaleras del edificio de la ESO del Ramiro.
Me siento en ellas, me pongo los cascos y empiezo a escuchar Skalariak mientras me enciendo un cigarro.
Me quedo allí, viendo a la gente que pasa.
Cuando termino de abrirme una cuenta en “el Facebook del feediverso” cuelgo “Alguien sabe cómo abrirse una cuenta en Facebook?”.
Se supone que es un comentario gracioso.