Lo ya escrito

Lo que escribí en otros sitios.

Un nuevo trabajo, al lado de la playa al alba, entre platos. Trabajo con vistas si uno se despista mirando a través de ventanales elegantes de transparentes cristales grandes y metálicos. Olas de espumas blancas quebradizas.

Todo sabido y repetido de otro sitio, a la vez todo distinto. El tiempo se escapa entre las manos en dos momentos que se suman, a un trabajo pequeño también durante la luna se le adjunta otro esfuerzo que hacemos divertido. Poco a poco llenamos el tiempo en serio, al principio lo llenamos todo, después de la práctica volveremos a encauzar las palabras porque haremos las faenas más rápidas.

Quizás te lo cuente con letras que harán el futuro presente. Será más tarde aquí o en otra parte, siempre con las palabras que engalanan mis neuronas mientras me hablan.

¿Erró? Un día pecó y no Dios, que no escribió, sino el mismo hombre lo castigó en un famoso libro, y lo dominó siglo a siglo, por siempre, por esclavo y oyente. Aún paga lo que su hermano no le perdona, paga un pecado que le mantiene atado con charlatana soga a un poder redomado, taimado, astuto, ladino, no divino.

¿En verdad pecó? ¿Cuándo ha de venir Dios a quitar este collar de mentiras que desangra? La palabra, divina, que limpie la mancha.

Que se queden con los diamantes y con todos los brillantes y nos dejen libres en la naturaleza con un trozo de huerta.

Estela, hablas de vida muerta, recitas grabadas en piedra palabras de ausencias escritas para que las lea la que la muerte niega para sí misma; la persona que recuerda.

Vida muerta de personas que eran, que son en la memoria parte de la existencia. A nosotros también nos hará historia una estela. A ver quién escribe sus letras. A ver quién las recuerda.


Estela, hablas de vida muerta, recitas grabadas en piedra palabras de ausencias, escritas para que las lea la que la muerte niega para sí misma; la persona que recuerda.

Vida muerta de personas que eran, que son en la memoria parte de la existencia. A nosotros también nos hará historia una estela. A ver quién escribe sus letras, a ver quién las recuerda.

Vacío de música, triste del alma, algodón áspero que no rima con la nube blanca clavada en el cielo. O sí rima. Si se te fue la música refúgiate en las palabras mientras la buscas.

Aunque sean grises las leras que lees, las letras que escribes, siempre te entretienen mientras persigues las notas en el viento que perdiste.

En el palco, con el aire ahora congelado, las gargantas ausentes volverán a encadenar los trenes que llenos de notas empalagarán tus neuronas como otras veces.

Volverán todas a llenar entre los oídos el espacio de tus sienes y paladearás los sonidos como siempre. Te has dormido sin tener sueño y te ha rugido el cerebro.

Eso me ha sonado a tigre. Ya vives.

Un grano en la arena de la playa se va con la marea, no sé si volverá pero la playa seguirá llena. Cargas tus cruces en la espalda llena de llagas y no basta. Una se va y acarreas tres úlceras más. Sigues estando podrido de heridas. ¿Cuál es la diferencia entre creer y no creer? Que si no crees no te salvas. ¿Aunque la cascada de tus hazañas sea salvar al mundo de todas las cosas malas? Mentiras. No me creo nada. Si te salvas no ha de ser el rezar a Dios el motivo de la salvación. Ritos de oración, monedas del muy vivo que apuesta conmigo un perdón que regaló Jesucristo.

Tú que suenas a pájaro cuando cantas me gustas, árbol. Tú, que solo, eres todo. Yo me muero si soy solo. Solo, ni como. Yo solo, soy casi nada.

Yo, vana palabra.

Árbol hundido en la tierra en raíces centenarias, fractales, ramificadas sin fin en los poros del planeta, entre los granos del suelo. Árbol que apuntas al cielo, yo que te siento necesito de ti.

Alimento, sentimiento, eres en mí.

Raíces, infinita nube, orígenes de miles de miles de estilizados vasos de ingrávida savia en gordo tallo que riegan los miles y miles de hojas del árbol que beben las luces viajeras del cosmos.

Vivir.

La casi eterna gracia que cientos de círculos redondos de cientos de años del árbol, vivo tronco, disfrutan cada año. Tú eres vida, yo te necesito para que sea la mía.

La vida dibujada contorno a contorno.

Ríos de sangre verde, con el sol se enciende volcán viviente que del abismo oscuro emerge, vida desde que nace hasta hoy, siempre, sin moverse, así son. Así quisiera decir el mortal que muere, yo soy, sin nadie que me alimente.

Sin ti en hambre se deshace.

Abajo se abren raíces infinitas, canciones que no te olvidan te dijeron naturaleza viva, la copa arriba, tú vida pura. Música que suena cuando anda la luna y si descansa, cuando el rayo cae, durante la calma, cuando en las hojas la lluvia, cuando el caracol resbala, si el colibrí vibra, cuando la mece el aire, cuando el sol te baña al saludarte.

Eres todo, somos naide.

Árbol.

Una planta. Tú con el cielo. Déjame ser algo, casi nada, a tu lado te disfruto solo. Contigo que eres todo soy un trocito del universo.

¿Y las canciones? Con tus palabras tú las cantas. Yo te oigo. Yo, palabra vana.

Dos alubias en mi cazuela no son muchas, mayor problema tiene el que posee ninguna. No es consuelo. Para mí las necesarias, ni más ni menos, para él las que hagan falta, así contentos. Ganar la dignidad depende de muchas cosas, entre ellas la cantidad de gente que colabora porque demuestran humanidad y son persona. Pelean tanto por mi chuleta como por sus trabajos, trabajando en mis problemas visten en sus carnes harapos, y las disfrutan, si es necesario. No se plantean mis dudas, son así sin más, como que ayudar les encanta. Yo vi que existe la fraternidad, algo más que palabras que hablan de libertad o de paz. Hay gente que ayuda a los demás.

Azul, de cielo, de mar, mas tú, que te quiero, no estás. Son tus ojos recuerdo doloroso, dulce sal, ausencias, la luna blanca femenina no espera, anuncia tu mirada en su circunferencia. Noche en vela. Querida. Otra vez, un momento, soñarte, el tiempo fugarse, son rincones del mismo instante. Mi luz, pensarte, una noche entera en ese casi. Mares, tus pupilas de azul, el cielo, tú, la luz.

Fregona. Melena desgreñada arrastrada por el suelo de un palo agarrada.

El nombre es lo de menos, el título tampoco importa, importa la historia, sobre todo importa lo que es ahora.

Escoba. Barredora. Fregona. Melena desgreñada arrastrada por el suelo. Piensa tú ahora lo que significa esto a lo largo de toda la historia y pelea porque nunca más sea cierto.

Estaba en blanco, ahora es una carta llena de trazos que escribí con cariño a la casa de las palabras, una Carta Blanca de las que tienen solapa. Sentí como un niño.