Hoy vuelvo a esperar el tren
sentado
mientras escribo en el teléfono.
El tiempo va pasando.
Aparece corriendo
y una luz encendida en su locomotora
lo anuncia,
detengo las letras todas.
Rápido
y sin enterarme de lo que esperé
ya me senté
viajando eléctrico.
Escribí pocas letras,
tan solo céntimos,
pero voy a echarme una siesta.
Volveré en otro tiempo,
como Termineitor.
Tanta calma,
ante la mirada
un universo detenido
delante del destino.
El lenguaje matemático se entiende mal,
lo entienden unos cuantos
que no saben explicar a los demás
por qué son ocho cuatro más cuatro
sin ininteligibles garabatos
y algún que otro signo igual.
Los físicos descubren la felicidad
describiendo a gritos el universo
con leyes que explican el cuatro por ciento
más o menos,
imaginando la materia del Saurón Oscuro
de cada cien en veinticuatro
con el setenta y dos por ciento de oscuridad
en la energía sideral
para contar hasta hoy desde el Big Bang.
Escribe un libro sabio un arqueólogo
desmintiendo lo que escribió otro
que ya remienda en Internet
al que corrigió las letras sabias
y sin poderme detener
ya leo el genoma del Neandertal
sin poder dar las gracias
al biólogo Nobel y sin igual
por contarme de mis genes más.
Miran a los enanos
y dicen que son unos cuantos.
¿Está claro?
Todo en brillantina fugaz
cual religión que acierta porque sí.
También la evolución, porque sí, me hace feliz.
La pasta de dientes limpia los dientes
y el hilo dental no hay quien lo maneje,
lo mires como lo mires, en mi caso,
es evidente.
Un torpe de cuidado
que se limpia los dientes con cepillo
pero que no usa hilo
incapaz de meter en la boca las manos.
Rasgada toda entera
una hoja con dos páginas,
todas las letras en sus palabras
separadas de una libreta.
Ya no existe toda la libreta
si por una sola de sus hojas
ha pasado salvaje la guadaña
segándola como muerte que roba
la vida de una escritura.
Hoja entera y libreta rota,
dos caminos que se bifurcan
en la madre de la cultura,
mal entendida prosa
de una crisis financiera.
Segada ciencia,
educación que se recorta
y se moja en pilas de Iglesia,
pequeñas ideas
del hoy dueño de la futura historia.
Un billete y dos monedas,
que el billete no se rompa,
que no se oxiden las calderilleras piezas,
blindar las libretas
cárceles de papel financiero,
que no se rompa,
que no se rompa el monedero,
que no se rompa el bolsillo que guarda el dinero,
que no se rompa aunque el libro de las letras
sí se rompa.
Vibran las naturalezas,
vuelan las olas
fieras,
inclementes,
las humanas obras rotas
lloran
lágrimas de agua salada,
las piedras hierven.
Lo escribo en letras caducas,
letras que se leen,
que aunque vuelen en las palabras
podrán siempre volver a hacerse
amasadas
desde el principio una a una
en la forja de las letras,
las ideas.
Nacer
a un mundo en el que vivir.
Vivir
momento a momento en el aprender.
Aprender
y con cada bit sentir.
Sentir
que el sentimiento nos hace crecer.
Crecer
al decidir.
Decidir
sin miedo a fracasar.
Fracasar
levantándose sin olvidar.
Olvidar la infelicidad para volver a ser.
Y entre las líneas al respirar
algunas veces escribir,
o siempre.
O nunca. Depende.
Volver a ser en cada letra niño feliz.
No sirven columnas ajenas para soportar la vida
aunque ayuden a apoyarla,
es necesario querer vivirla
con ansia.