Lo ya escrito

Lo que escribí en otros sitios.

Hoy se va Picotea de la barra de la derecha, quedará en las personas y sus memorias, queda, siempre vagará etéreamente viva en Las Crónicas.

Picotea se va


También había un panda, un vietnamita, un robot, un mundo se savia, una muy especial sonrisa, y mucha gente como yo.

Hoy se va Picotea de la barra de la derecha, quedará en las personas y sus memorias, queda, siempre vagará etéreamente viva en Las Crónicas.

Picotea se va


También había un panda, un vietnamita, un robot, un mundo se savia, una muy especial sonrisa, y mucha gente como yo.

Loca un trozo de niña sola que en el fondo del mar se quiso enamorar, loca escribió que el trozo era toda la mujer que quería amar sin que la dejasen llorar.

Loca vieja al empezar que ya sabía desear mientras rugía en sus venas la mar, loca de atar, locomotora quemando felicidad loca porque quería ella toda.

Loca por amar, aunque fuese sola al llorar cada gota rasgaba como en la mar brava y loca estalla la furia de las olas que explota cuando la luna está menos lejana.

Loca


En la cárcel de espinas una flor blanca y viva ajena a nada en su libertad se ufana.

En el cielo de los canes amanecieron hoy dos luces, Roi. Dos ojos. Me mira.

En el cielo de los canes

Pares de remos repetidos con ritmo juegan todos juntos al unísono, empujados por la fuerza, tremenda, de los remeros que reman.

Antes de Orio, en el río se ven desde el tren.

Viajando sentado


En un autobús donostiarra nos paramos durante un rato bastante largo mientras por delante pasa, por la calle perpendicular que atraviesa a la nuestra, una carrera. Corren mujeres y hombres más bien jóvenes.

Nos fuimos. Comentó el conductor mientras parábamos que hoy cambiamos el camino camino del Antiguo debido a la gente que corre. El Antiguo es un barrio de San Sebastián al que ahora hemos llegado, nos incorporamos corriendo paralelo a los corredores, como los de la carta de antes, por el carril de al lado. Corredores de la calle.

Escapamos, camino de Zarautz. Ya salimos de la capital. En domingo, día de fiesta, corremos por la carretera vieja de la mano de las vías del tren. Con el tren nos iremos cruzando y viajando a su lado.

Urbil, el centro comercial, aquí está otra vez el ferrocarril que no supo hacer parada cuando las tiendas nacieron, tampoco después que hicieron obra justo ahí y, teniendo la parada hecha, no pudo ser, no sé por qué. Menos mal que aprovechó el bus y, modificando su recorrido anciano, nos trae por aquí.

Paramos en la plaza del Ayuntamiento de Usurbil, pequeña y coqueta, los árboles recién podados. Nos lanzamos camino de Aginaga mirando el río que a tramos nos acompaña. En Aginaga miro el vivero de los centollos cerrado por ser fin de semana. Viuda de Jerónimo e Hijos se llama.

Mientras escribía nos hemos ido en pos de Orio, el Oria a nuestro costado, como al camino de hierro del tren lo seguimos también. Hemos llegado al pueblo, aquí cruzamos el río, frente a la estación, y subimos, camino de Zarautz, hacia el Alto de Orio.

Adelantamos a los ciclistas en la subida y ya, descendiendo, detrás de otro corremos hasta sobrepasarlo. Ya estamos llegando, me paro. Salvo los cambios y me bajo. Chao.

Un lugar nuevo desconocido antes y ahora sabido, por él hemos caminado largo todo por dentro sin cansarnos, está preparado para disfrutarlo comprando. Disfruté regalando el primer vistazo, después elegí, compré, me fui.

Tienda nueva


Enseguida una nube en retirada, huida, adueñado ya el sol de la mañana larga, señor.

Vaticinó el viejo druida que amanecería, como siempre, como todos los días, y acertó. La nueva astrología en continuo mapear del cielo nada adivina en innumerables murmullos que hacen de la lengua atleta reina. La astronomía con sus estudios sabe que del universo nada conoce.

Entonces, nos queda nuestra gran aliada, la ignorancia.

De madera una nave galáctica surca tres galaxias mientras dibujan de acero y nada una flota entera.

No importa, nadie imaginó que fuese la madera el material que entre las estrellas galopa desafiando a la muerte,

faltó la suerte, la tenían delante, la madera que come la luz de las estrellas brillantes

y pensaron en el acero, carbono y hierro que son desechos de las estrellas que vivieron y murieron.

Esperaron a otra idea brillante siglos enteros porque no lo sabían, La Tierra es experiencia viva.

Tierra viva


Contento escribo a placer, no me detengo hasta que ya fue.

Sudamérica entera fue robada, como África, como el centro de América, y el norte, y muchos otros lugares de la tierra, porque nos llevamos las riquezas los grandes capitanes, los grandes poseedores de las grandes desvergüenzas mundiales.

Los desabanderados culturales.

Vergüenza falta como falta la honestidad y más en un mundo que regaló el alma al abuso de un infierno empapelado en billetes de dinero. De la dignidad no quedan ni retales.

Un mundo robado


Sin dibujarla nació del alma de la tierra, vivió de ella y aún no muerta se hizo, como por magia, arte, dibujado en el aire.

Ya no son esporádicas acciones, con el tiempo crecen las ocasiones en que se pasa por el agua la vajilla dejándola de trozos sólidos limpia, a veces en inestables montones.

Torres de platos, fuentes, boles...

Desde que se colocaron los escritos en los muros alicatados de blanco las tablas de madera no se mezclaron, las limpias en sus limpios sitios y las usadas donde el grifo se dejaron.

Funcionan los rosados carteles todavía pegados en las paredes.

La resolución de la festiva avería en los alegres días de Fiesta Vasca con la que nos asustó el lavavajillas se llevó a cabo con eficaz elegancia, gracias.

Pequeño escrito no enviado a su destino cuando estaba previsto. Ya perdió su sitio.

Limpieza


Porque algunas veces una tarea que se queda olvidada en una memoria llena de ausencias viene el tiempo y la recuerda, no vuelvas a dejar de hacerla. Todos los días, dos veces, las siete y treinta. ¡A qué esperas!

Antes orgullosos ahora insultados y nerviosos por ser llamados de la casta, por sentirse políticos de la casta más baja, por ser de la casta de los políticos parias.

¡Tan esclavos de las palabras!

Miserables esbozos.

¡Tan siervos de la nada!

¡Tan poco!

La casta


En el océano una gota es igual a la que baña cualquier gravo de arena, incluso el más lejano es bañado por la misma marea.

Sin ser granos de playa todos tenemos la dignidad del paria sin sobrar.