Viajando sentado

Pares de remos repetidos con ritmo juegan todos juntos al unísono, empujados por la fuerza, tremenda, de los remeros que reman.

Antes de Orio, en el río se ven desde el tren.

Viajando sentado


En un autobús donostiarra nos paramos durante un rato bastante largo mientras por delante pasa, por la calle perpendicular que atraviesa a la nuestra, una carrera. Corren mujeres y hombres más bien jóvenes.

Nos fuimos. Comentó el conductor mientras parábamos que hoy cambiamos el camino camino del Antiguo debido a la gente que corre. El Antiguo es un barrio de San Sebastián al que ahora hemos llegado, nos incorporamos corriendo paralelo a los corredores, como los de la carta de antes, por el carril de al lado. Corredores de la calle.

Escapamos, camino de Zarautz. Ya salimos de la capital. En domingo, día de fiesta, corremos por la carretera vieja de la mano de las vías del tren. Con el tren nos iremos cruzando y viajando a su lado.

Urbil, el centro comercial, aquí está otra vez el ferrocarril que no supo hacer parada cuando las tiendas nacieron, tampoco después que hicieron obra justo ahí y, teniendo la parada hecha, no pudo ser, no sé por qué. Menos mal que aprovechó el bus y, modificando su recorrido anciano, nos trae por aquí.

Paramos en la plaza del Ayuntamiento de Usurbil, pequeña y coqueta, los árboles recién podados. Nos lanzamos camino de Aginaga mirando el río que a tramos nos acompaña. En Aginaga miro el vivero de los centollos cerrado por ser fin de semana. Viuda de Jerónimo e Hijos se llama.

Mientras escribía nos hemos ido en pos de Orio, el Oria a nuestro costado, como al camino de hierro del tren lo seguimos también. Hemos llegado al pueblo, aquí cruzamos el río, frente a la estación, y subimos, camino de Zarautz, hacia el Alto de Orio.

Adelantamos a los ciclistas en la subida y ya, descendiendo, detrás de otro corremos hasta sobrepasarlo. Ya estamos llegando, me paro. Salvo los cambios y me bajo. Chao.