Lo ya escrito

Lo que escribí en otros sitios.

Urbano, el guardia, cerca de mi casa sorprendió al paria buscando con las manos en la basura acumulada.

Urbano, buen guardia, amenazó al paria y empujándolo con arte lo echó ufano manteniendo el orden en mi calle.

A Urbano, el guardia, como él a mí lo vi. Con tristeza hizo lo que le mandaban, pero fue así.

Urbano, el buen guardia, y yo, no hicimos nada para quitarle a aquella persona el hambre.

Ni yo.

El fundador es el primero, a veces es cierto, otras casi; aunque no sea fácil puede haber otro con igual idea sin llevarla a término; de igual manera quizás fueron varios y no uno solo los que comenzaron; mas lo importante suele ser el desenlace sin desmerecer el valor de aquel fundador.


El fundador es el primero, a veces es así de cierto, otras casi; aunque no sea fácil puede haber otro que con idéntica idea no la llevara a término; de igual manera quizás fueron varios, y no uno solo, los que comenzaron; mas lo importante suele ser el desenlace, sin desmerecer el valor de nadie que sea fundador.

De amigos hablamos, los míos, el valor de lo que amo, benditos.

Yo los valoro, yo los bendigo, son todo, son míos.

Eternos como el río; depende de ellos y de mí mismo.

Coincidencias. En el mismo tiempo yo y ella, un solo beso, cuatro labios encarnados en el mismo sitio, en el mismo espacio, vivo, hervor de sangre, dos tigres, los ojos se abren, ella que vive yo soy nadie.

El cielo se trajea de azul, el río suena en espumas que saltan y que reflejan la luz de un sol que empalaga. Un beso. Dos tigres. Se funde el hielo. Ya somos raíces. Un beso. Dos tigres. Cuatro labios encarnados. Un solo beso. Sentimos dos tigres.

La flor de sangre, espinas, el tallo de la rosa rasga el aire. Poesía. Un río de tinta, roja, no hay herida, una rosa roja se pinta. No lo recuerdas. La memoria.

Una canción vieja. ¡Tan vieja! No se lee la letra en las palabras que se cantan, no recuerdas, están rasgadas. Un trozo de vida. Una flor que pincha, los pétalos son flechas que asesinan. La memoria.

Palabras no conocidas, la memoria, las ausencias, se recuerda la rosa.

Caricias en el cielo, cuerdas que suenan como el viento que vuela mientras siento. Una guitarra, lágrimas que nota a nota desgarran.

Santander, Cantábrica señora en el norte ibérico, delgado litoral estético vestido de anciana moda; descanso del placer.

Principales residencias, hoteles, casinos, ilustres palacios, iglesias, barcos, suelos de verdes tapizados en un borde de arena estrecho y fino, domicilios regios de opulencia.

Mirando al norte, después de las olas de espumas blancas, más allá, azul, la mar; del cielo apartada por la redonda línea del horizonte.

Aquí, allá, ver, Santander, paz, Latir.

Agradeciendo, que es una palabra bonita de las que despiertan la sonrisa en el más triste de los inviernos, como regalo de cielo, como sonido del viento al acariciar las ramas de los árboles en músicas de aire, letras de respeto, gerundio de un hermoso verbo.

Lo no sabido refuerza a los ignorantes al mostrar con berridos que es verdad que no saben. Si conociste alguno sobra el resto de mi discurso. Un saludo.

¡Qué cantidad de libertad estás dispuesto a regalar!

El dinero te está comprando, si lo prefieres el sistema, o los bancos, o las petroleras, o los grandes estados, u otras grandes empresas...

Todo es lo mismo. Todos pacen en el mismo nido.

Vender la libertad