Más olvidos
Sabes que olvidas. Hay cosas peores, gente que desconoce que no sabe lo que ya sabía.
Sé que olvido sin saber qué cosas sabía, hoy mismo escribo para poder contártelo otro día.
Lo que escribí en otros sitios.
Sabes que olvidas. Hay cosas peores, gente que desconoce que no sabe lo que ya sabía.
Sé que olvido sin saber qué cosas sabía, hoy mismo escribo para poder contártelo otro día.
Lágrima que resbala en la mejilla un día. Agua salada que habla de la vida, alegría. Perla transparente que de luz brilla, sencilla. Alma de un sol que mira.
A cloaca, así huele la política en España. Amanecí entre dictadores y sin despertar ni enterarme ya la habían comprado unos señores. Luego me enteré que eran los de antes, los de siempre, que compraron a un Pesoe y a un Apé, y a otro que vino más tarde, Pepé, como José pero con acento en la e. También se compraban sindicatos entre promociones de viviendas y créditos regalados. Aquí se compró todo menos al pueblo llano, ese es el que siempre fue pagando.
Hoy es día en que sigue oliendo a billete, como tantas veces.
Pensar, siempre, siempre, siempre, hermosa actividad a practicar constantemente, nunca lo dejes aunque creas que ya está. Como si fuera eternidad.
Pensar, sin dar por supuesto ni lo ya hecho ni cómo ha de venir lo que vendrá.
La cultura no garantiza nada, en algunos ayuda, a otros hace gente vana, sangre pura o mediocridad en cuerpo y alma. Si te encumbra siendo basura solo el interés te aguanta.
El interés siempre anda del revés.
En la tierra cuna se cimbrean ramas viejas en las que pesan los racimos de uva.
Ya vendimian en la viña y se los quitan con avaricia a la vid bendita.
Se hará líquido de colores vivos y sabor fino, blanco o tinto, rico vino.
En la copa mientras de la corona se desliza la lágrima sube el aroma con alma.
La copa vuelca, por su curva el río se desliza, se saborea con arte en la boca.
Cristal. Al trasluz. Rojo vivo. Sin agitar. Salud.
Las palabras. Un rito.
Le dicen caldo, algunos sagrado.
La flor de sangre, espinas, el tallo de la rosa rasga el aire. Poesía. Un río de tinta, roja, no hay herida, una rosa roja se pinta. No lo recuerdas. La memoria.
Una canción vieja. ¡Tan vieja! No se lee la letra en las palabras que se cantan, no recuerdas, están rasgadas. Un trozo de vida. Una flor que pincha, los pétalos son flechas que asesinan. La memoria.
Palabras no conocidas, la memoria, las ausencias, se recuerda la rosa.
Pasan a veces, errantes, no las quieres o deseadas en el alma, siempre sorprendentes. Casualidades. Un instante que viene y, atolondrado, se para.
¿Y si fueran muertes? En singular basta.
Arte entre las flores. Mira en cualquier tiempo, mira a cualquier parte, incluso cualquiera de sus nombres es trozo de un cuento de letras que de tan bellas son inmortales. De sus propias cenizas nacen, sus semillas en brillante destello con su propio carbono por alimento vuelven a ser luz que alimenta el aire.
Los números, con cifras o con letras escritas se dibujan detrás de tu rostro cuando los ven tus ojos de manera distinta. A mí me encantan leídos como las palabras, deletreados mientras se hablan; las letras una a una acompañan a la vista mientras camina por encima leyéndolas. Espectáculo que sientes. Si en dos cifras lees setenta y siete terminas de leer sin saber qué hacer el ojo mientras la lengua no se fue. Tampoco tiene tanta ciencia la lectura de la letra, siempre es bonito leer. ¿O sí? Exquisiteces. Leído así quien escribe entiende delicadezas que él aprecia de otra manera.