«Pero cuando un hombre sospecha que algo anda mal, a veces sucede que, si ya está involucrado en el asunto, inconscientemente se esfuerza por encubrir sus sospechas incluso ante sí mismo. Y aconteció algo muy parecido conmigo. No dije nada, y traté de no pensar nada.»
– Herman Melville, Moby‑Dick
Foto: Una cerda liberada tocando con el hocico a su hijx pequeño.
Cada día tengo más claro que la visión que tiene una persona del antiespecismo dice mucho más de esa persona que del antiespecismo.
En los tiempos que estamos viviendo, llenos de inseguridad social debido al auge de la extrema derecha a nivel global y siendo testigos de cómo la carta de los derechos humanos y la ley internacional no han servido nada más que para gastar papel, me sorprende que la mayoría de las personas que apuesta por una sociedad más justa e igualitaria siga sin ver la conexión entre las violencias. Distintas violencias que podrían simplificarse en una: la violencia hacía quien situamos por debajo.
Foto: Porco Rosso sentado en el cine junto a otra persona que lo mira mientras pronuncia su famosa frase.
“Prefiero ser un cerdo a ser un fascista”, decía el personaje creado por Hayao Miyazaki y Studio Ghibli, convertido en símbolo del antifascismo por la izquierda. Un meme que sacar a relucir en redes sociales cuando la sombra del fascismo asoma amenazante. Más allá de las intenciones del autor dentro de la historia, las implicaciones de creerse esta frase fuera de ella, sin convertirla en un eslogan vacío – como ya sucede –, son más profundas si realmente tomamos en serio el valor de las palabras y nos tenemos por antifascistas y anarquistas.
Extracto del capítulo 3 “One struggle, one fight” del libro “Total Liberation” de autoría anónima. Traducción por El Barrizal.
Foto: Miembros de MOVE sostienen escopetas recortadas y armas automáticas mientras permanecen frente a su sede atrincherada.
13 de mayo de 1985, Oeste de Filadelfia. La Policía de Filadelfia realiza una redada al amanecer en una casa suburbana, pero es evidente que los ocupantes no tienen intención de irse. Durante la mañana, unos 500 policías disparan más de 10.000 cartuchos contra la casa, junto con interminables descargas de gas lacrimógeno e incluso munición antitanque. Los ocupantes resisten hasta bien entrada la tarde, momento en el que el estado decide bombardearlos con un helicóptero militar. Se arrojan casi 2 kg de explosivos plásticos sobre el tejado, lo que pronto provoca un incendio descontrolado; sin embargo, el comisario de policía ordena a los bomberos que se mantengan alejados. La casa se incendia, junto con otras 65 en el barrio (predominantemente negro). Solo dos de los ocupantes sobreviven, once de ellos, incluidos cinco niños, no sobreviven.
Full disclosure: Este texto lo escribe una persona que se considera anarcovegana, no creo en la estrategia de ir concientizando a la gente en el veganismo ético para un día tener un mundo sin uso de animales no humanos, pero tampoco repudio a los teóricos éticos que han dado valor y legitimidad a esta lucha. Me voy a dejar mucha data histórica y muchos acontecimientos que nos han traído hasta aquí pero quiero centrarme en lo que considero más significativo.
Foto: Dos activistas de liberación animal con pasamontañas, cada uno sosteniendo un conejo blanco rescatado.
Vamos allá. Para llegar a entender porque el veganismo mainstream (capitalista/blanco) está despolitizado y lleno de hombres blancos privilegiados defendiendo separar los derechos humanos de los derechos animales – convirtiendo así un montón de organizaciones y espacios en lugares donde se connive con racistas, fascistas, machistas, clasistas – hay que hacer un repaso a la historia del movimiento.