Una ética de Liberación Total

Por Anónimo

Extracto del capítulo 3 “One struggle, one fight” del libro “Total Liberation” de autoría anónima. Traducción por El Barrizal.

Foto

Foto: Miembros de MOVE sostienen escopetas recortadas y armas automáticas mientras permanecen frente a su sede atrincherada.

13 de mayo de 1985, Oeste de Filadelfia. La Policía de Filadelfia realiza una redada al amanecer en una casa suburbana, pero es evidente que los ocupantes no tienen intención de irse. Durante la mañana, unos 500 policías disparan más de 10.000 cartuchos contra la casa, junto con interminables descargas de gas lacrimógeno e incluso munición antitanque. Los ocupantes resisten hasta bien entrada la tarde, momento en el que el estado decide bombardearlos con un helicóptero militar. Se arrojan casi 2 kg de explosivos plásticos sobre el tejado, lo que pronto provoca un incendio descontrolado; sin embargo, el comisario de policía ordena a los bomberos que se mantengan alejados. La casa se incendia, junto con otras 65 en el barrio (predominantemente negro). Solo dos de los ocupantes sobreviven, once de ellos, incluidos cinco niños, no sobreviven.

Quienes defendían la casa eran un grupo llamado MOVE. Formado en 1972, MOVE se definía por su combinación de Liberación Negra y lucha armada con Veganismo y Ecología Profunda. El grupo también equilibraba su enfoque en campañas individuales, como las que se oponían a los zoológicos locales y la brutalidad policial, con un énfasis más amplio en la construcción de la autonomía comunitaria. Las declaraciones que sobreviven a su fundador, John Africa, hablan por sí solas, como su afirmación de que «Revolución significa un cambio total, una disociación completa de todo lo que causa los problemas contra los que te rebelas», así como la afirmación del grupo de que luchaban por «una revolución para impedir que el sistema humano se imponga a la vida, para impedir que la industria envenene el aire, el agua y el suelo, y para poner fin a la esclavitud de toda forma de vida». John Africa también se topó con el biocentrismo, incluso antes de que Næss escribiera sobre el tema, como lo confirma su afirmación de que «todos los seres vivos, todo lo que se mueve, son igualmente importantes, ya sean seres humanos, perros, pájaros, peces, árboles, hormigas, maleza, ríos, viento o lluvia». En la historia de la lucha social en Occidente, MOVE fue quizás el primero en comprometerse por igual con la liberación de los humanos, los animales y la tierra.

A pesar de haber sido ampliamente reprimidos por el Estado, las repercusiones de la lucha de MOVE se han percibido aquí y allá, cobrando fuerza. Una ética comparable surgió en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, un grupo compuesto principalmente por indígenas mayas que luchaban por sus derechos territoriales. El 1 de enero de 1994, los zapatistas declararon la guerra al Estado mexicano, el mismo día en que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Se apoderaron de extensas zonas del estado de Chiapas, incluyendo la ciudad clave de San Cristóbal de Las Casas, colectivizando inmediatamente las tierras. A pesar de ser finalmente obligados a retirarse por el ejército mexicano, los rebeldes lograron resistir en las montañas, consolidando el control sobre muchas de sus propias comunidades rurales. Hasta el día de hoy, la autonomía forjada por los zapatistas en medio de la Selva Lacandona se ha mantenido con éxito, a pesar de las numerosas incursiones del Estado. Lo cual sigue siendo, ante todo, una lucha ecológica: desde el principio, los zapatistas enfatizaron que su propia liberación como pueblos indígenas era una y la misma que la liberación de la tierra.

El frente abierto por los zapatistas fue, sin duda, solo uno dentro de una lucha mucho mayor: el movimiento antiglobalización. Alcanzando su máximo apogeo a principios de siglo, esta lucha mundial contó con la unión de diversos participantes —trabajadores, estudiantes, pueblos indígenas, ambientalistas radicales, activistas por los derechos de los animales— en torno a un interés común: oponerse a la expansión de las finanzas globales. Las cumbres internacionales de organizaciones como el G8 y la Organización Mundial del Comercio fueron los blancos obvios, y algunos de los puntos álgidos más espectaculares fueron Seattle 1999, Praga 2000 y Génova 2001. En muchos casos, además, las críticas superficiales a la globalización y al imperialismo se transformaron en rechazos rotundos del capitalismo en su conjunto, aunque un resultado frecuente fuera la expectativa desenfrenada de una revolución mundial inminente. Y aunque el movimiento antiglobalización ya casi ha quedado atrás, sigue ofreciendo un legado centrado en una gran convergencia de luchas, algo vital para avanzar.

Los años 90 también vieron a Earth First! avanzar hacia un firme rechazo a todas las opresiones, abandonando el machismo y el patriotismo presentes en algunos de sus inicios. Esta ampliación de énfasis fue particularmente evidente en los escritos y el activismo de la miembro estadounidense Judi Bari, quien hizo un gran hincapié en la necesidad de que Earth First! llegara a la clase trabajadora, incluyendo a los trabajadores de la madera. Esto marcó el inicio de una visión claramente revolucionaria de la ecodefensa, inspirada tanto por la Ecología Social como por la Ecología Profunda.

Casi al mismo tiempo, el ALF y el ELF (Animal Liberation Front y Earth Liberation Front) también comenzaron a colaborar cada vez más estrechamente, llegando a ser prácticamente indistinguibles en muchos países. Los mismos activistas participaban a menudo en ambos frentes, simplemente intercambiando pancartas según las particularidades de cada acción, mientras que sus redes de movimiento abierto se mezclaban ampliamente. Además, los comunicados publicados por diversas células comenzaron a hacer cada vez más referencias al Estado y al capital, confirmando un enfoque que había cambiado de centrarse en industrias específicas a atacar el sistema en su conjunto. Un comunicado, publicado durante el inicio de la actividad del ELF en Estados Unidos, sigue siendo especialmente memorable:

Bienvenidos a la lucha de todas las especies por la libertad. Somos la furia ardiente de este planeta moribundo. La guerra de la avaricia devasta la Tierra y las especies se extinguen cada día. ELF trabaja para acelerar el colapso de la industria, atemorizar a los ricos y socavar los cimientos del Estado. Adoptamos la ecología social y profunda como un movimiento de resistencia práctica. (Beltane, 1997)

Aunque diversos, estos desarrollos ayudan a explicar algo bastante sorprendente: en algún momento durante las últimas dos décadas, varios activistas radicales por los derechos de los animales y el medio ambiente se comprometieron a ir más allá de las campañas monotemáticas en favor de una lucha holística y revolucionaria contra todas las formas de jerarquía. Como lo expresa Steve Best, «es imperativo que ya no hablemos de liberación humana, liberación animal o liberación de la Tierra como si fueran luchas independientes, sino que hablemos de liberación total» (The Politics of Total Liberation, 2014). Ningún caso de opresión puede entenderse separado del todo: las diferentes jerarquías interactúan profundamente entre sí, facilitando la dominación de un grupo —humano o no humano— en virtud de la dominación de todos los demás. Y así, también, todas las luchas de liberación genuinas deben reconocer que, lejos de tener objetivos desconectados, cada una de ellas depende del éxito de la otra.

Aunque las circunstancias específicas inevitablemente limitan lo que podemos hacer como individuos, estos esfuerzos deben enmarcarse en un proyecto compartido que supere con creces nuestro aislamiento. Esto implica aprender a conectar con el entorno actual de maneras significativas; también implica mejorar nuestras propias prácticas para que quienes nos rodean puedan responder. La cuestión no es reducir la lucha a una sola organización, una sola identidad, sino fortalecer los vínculos entre sus diversos frentes, fomentando las alianzas estratégicas y las redes de apoyo mutuo necesarias para dejar al enemigo común en ruinas.

Aquí no hay soluciones fáciles. Ni utopías, ni siquiera culminaciones. A decir verdad, es improbable que ninguno de nosotros sea testigo de un mundo totalmente liberado, es decir, un planeta completamente libre de jerarquías. Tampoco podemos estar seguros, desde la perspectiva actual, de si tal cosa es siquiera posible. No se sabe qué hay, si es que hay algo, en la cima de la colina; sin embargo, la belleza de la lucha se realiza en el mismo acto de escalar. La liberación total no es simplemente un destino, como para separar el objetivo final de cómo vivimos nuestras vidas en el presente. No, la liberación total es un proceso inmediato. Es el proceso de confrontar el poder no como algo desconectado, sino como una totalidad. Es la negativa a aceptar cualquier noción de una frontera final, ni ahora ni nunca. Si algo absoluto puede saberse sobre tal lucha, es que nunca termina. Pero no preguntes qué puede hacer la liberación total por nosotros dentro de cien años: la cuestión es comprender su plena intensidad ya ahora.

Parece que cada generación cree que la suya será la más extraordinaria, pero la nuestra podría ser la primera en acertar. Decir que este siglo es el más crucial que nuestra especie ha enfrentado es, en realidad, quedarse corto: nos enfrentamos a la crisis más significativa que la vida en general ha enfrentado, incluso en medio de miles de millones de años de evolución. Hemos entrado en el sexto período de extinción global, este el primero causado por una sola especie animal. El ritmo de extinción de plantas y animales es al menos 1000 veces más rápido que antes de nuestra llegada. La gran mayoría de los animales salvajes ya han sido exterminados. Y eso incluye la desaparición del 90% de los peces grandes de los océanos. Desde el aire que respiramos hasta el agua que bebemos, desde la cima más alta de la montaña hasta las fosas oceánicas más profundas, la suciedad de esta civilización lo impregna todo. Para ser claros, el apocalipsis no es algo escrito en una profecía: ya está aquí.

La muerte, por supuesto, es fundamental para el bienestar ecológico, ya que la vida jamás podría sostenerse sin destrucción y renovación. Sin embargo, la muerte que el sistema conlleva no es en absoluto una cuestión de equilibrio, sino simplemente de aniquilación. La jerarquía social está en total contradicción con los fundamentos del desarrollo orgánico, como la diversidad, la espontaneidad y la descentralización. Ya no cabe duda de que el sistema colapsará, y con fuerza. Lo importante es simplemente cómo acelerar el proceso, minimizando el sufrimiento que aún está por causar y maximizando el potencial de regeneración de la vida fuera de este caos insondable.

No hay concesiones al sistema de la muerte. Los residuos tóxicos no pueden volverse nutritivos, ni su idea de vida puede ser habitable. Nuestra tarea revolucionaria solo puede ser la creación de nuestros propios mundos, destruyendo los suyos en el proceso. Este es precisamente el momento histórico para el que nacimos: el apocalipsis ya está aquí, pero hasta qué punto se profundizará es una incógnita. Cualquiera que escuche atentamente puede percibir la llamada.

EL Barrizal – Textos por la Liberación Animal y Pluriversal