olimobu

🎼 Música, 🌳🐌 ecología y justicia social 🔻

Quiero expandir el artículo anterior ¿Qué pasa, IA? con algunas cuestiones que considero que van a funcionar mejor en su propia línea argumental.

Seguro que recordáis lo que se dijo hace unos años en vísperas de Navidad: “como hay que ahorrar, vamos a cambiar la iluminación a la tecnología led”. ¡Parecía que tenía todo el sentido! ¿A que sí? Una tecnología más eficiente y menos contaminante... ¡Todo ventajas! Pero... ¿Qué pasó a continuación? Los municipios se volcaron en la titánica tarea de poner más luces que nadie y de adelantar la fecha de encendido para ser los primeros. Estamos hablando de un gasto de las arcas públicas que, en algunos casos, supera ya los 10€ por habitante, lo que supone un auténtico derroche. Así es como, contra la posible lógica inicial, la rebaja de los costes puede impulsar los requerimientos de un producto o servicio para, siendo claramente más barato, acabar engrosando una factura igual o mayor. Y claro, no me refiero solo al coste monetario, sino al energético y, me gustaría incidir, sobre todo, en el ecológico. A mi queja se podría replicar, “bueno, 12 millones de luces led contaminan menos que 12 millones de bombillas incandescentes”. Pero lo importante es: ¿Alguna vez fueron necesarias 12 millones de luces extras en una ciudad por una festividad? Y ¿Existe un argumento cabal para incrementar su número más allá del irresponsable “podemos, luego lo hacemos”?

Aunque pueda no parecerlo, toda esta disquisición sobre las luces de Navidad tiene mucho que ver con el tema que nos atañe. Veámoslo en detalle.

El principio “podemos, luego lo hacemos” es el que rige el pensamiento tecnolófilo. Cualquier posible problema ya se intentará arreglar luego, y, en caso de no ser posible, se maquillará tanto como se pueda y será justificado una y mil veces como parte indispensable de una carrera imparable hacia el futuro. Si estás en contra, se te señalará públicamente como un enemigo del progreso, un ludita. ¿Qué eran los luditas, unos salvajes que querían volver a las cavernas? Te sorprenderá saber que era solo una pobre gente que se estaba defendiendo de una agresión a nivel vital. ¿Qué pasó? Los capitalistas de la Inglaterra decimonónica destruyeron el trabajo de estos artesanos, expertos en el uso de herramientas para realizar los mejores productos a un precio razonable, devaluando su trabajo al introducir maquinaria que podía ser usada por cualquiera (incluso por niños) con un nivel de producción abrumador. Los luditas no estaban en contra de ninguna herramienta que les sirviera para mejorar la calidad de su trabajo o sus tiempos de entrega; estaban en contra de que se les arrebatara su forma de vida sin ninguna alternativa digna. Y es por eso, por lo que decidieron atentar contra la maquinaria deshumanizante de los capitalistas.

Pocas décadas separan a los primeros luditas de la irrupción de la fotografía. Es muy usual escuchar el siguiente argumento tecnolófilo: “al igual que la fotografía no sustituyó a los pintores, ninguna nueva tecnología sustituirá el trabajo artístico; solo lo potenciará”. Al margen de que es una falacia decir que como algo no pasó una vez, jamás pasará... ¿La IA generativa es como la cámara de fotos? Claramente, no. Es cierto que hay algunos paralelismos: la herramienta permitía a un reducido costo, obtener rápidamente una representación visual de un trozo de realidad. Pero no sustituía el proceso artístico. De hecho, desde el principio, los primeros fotógrafos se esforzaron mucho por realizar un trabajo equivalente al de los pintores; trabajando la composición, luces, colores... con un propósito emocional y reflexivo. Es cierto que la irrupción de esta herramienta dio lugar a ciertas tensiones, pero los que usaban la cámara de fotos encontraron su lugar como artistas y los que usaban las herramientas más tradicionales encontraron nuevas formas de expresión, más allá del mero figurativismo. Por contra, la IA generativa actual no es una herramienta artística, sino una suplantadora de la actividad artística.

La reciente popularización de la IA no es en forma alguna una mejora técnica concreta. Es una maniobra capitalista que se ha hecho posible gracias a mejoras técnicas, la mayoría de las cuales han nacido de la investigación o inversión públicas, para acabar luego siendo sistemáticamente privatizadas. ¿Tiene algún sentido que cualquiera pueda creer ser pintor, compositor o escritor y que nadie pueda, realmente (no al menos sin un colchón socio-económico fuerte), dedicarse a ello? Y digo creer porque, como dije en el artículo anterior, la IA no reproduce ni ayuda a reproducir ningún tipo de actividad que pueda considerarse 'inteligente' ni 'artística'. Se limita a exportar un resultado, que funciona como producto. No es casualidad que, al igual que ocurrió en la Revolución Industrial, se vuelva a echar mano de niños y adolescentes. Por supuesto, en esta ocasión no tienen que desplazarse para lidiar con un ambiente desagradable, trato degradante y sueldo mísero. No, pero “lo hacen porque pueden y como pueden lo hacen”, conducta reforzada además de forma gregaria bajo el razonamiento “como todos lo hacen, yo también lo hago”. Se les da una fantasía, y se conforman con ella, para mayor beneficio de los capitalistas y desgracia de los trabajadores artísticos. Incluso cuando no es de tipo generativo, el uso de IA se usa masivamente por los jóvenes y no tan jóvenes para recibir meras fantasías: la apariencia de que “has hecho” un trabajo escrito, la creencia de que “tienes un amigo”, etc. Es el triunfo de la posverdad. De hecho, se sabe que las IAs tienden reproducir desigualdades estructurales, al mismo tiempo que producen contenido sesgado, que incluso, tiende a respaldar teorías conspirativas.

No niego la posibilidad de que la capacidad que tiene esta maquinaria de sacar un resultado más o menos coherente a partir de elementos dispares pueda ser usada por humanos de una forma “artísticamente dirigida”. Pero la pregunta vuelve a ser, ¿Vale realmente la pena, tal y como está todo montado? Si habláramos de una tecnología pública, al servicio de necesidades justas y entrenada con el permiso de los artistas, podría darse un debate fructífero. Pero en la actual situación, plantear esto solo puede funcionar como un caballo de Troya.

Por otra parte, la tecnología tras la mal llamada IA creo que tiene realmente mucho sentido, si la usamos para procesar ingentes cantidades de datos en el contexto de investigaciones científicas públicas, abiertas y justas. Hace muchos años que se viene trabajando este enfoque, antes de su reciente y artificial popularización. ¡Encontrar exoplanetas! ¡Descifrar genomas! ¡Analizar patrones climáticos! Sin embargo, la desinversión pública unida al poderío económico de los capitalistas hace que la inmensa mayoría de las veces se acabe usando hardware y software privativo, lo que hace que no se puedan evaluar adecuadamente los nuevos modelos y técnicas en términos de solidez, sesgo y seguridad. Cada vez es más complicado saber qué resultados son fiables y cuáles no, lo que contribuye a una situación de farragosa posverdad. Así pues, vemos que los capitalistas no solo están degradando a las artes, también a las ciencias (en definitiva, al ser humano y a la naturaleza entera). Y es que el conocimiento para ellos nunca fue importante, si no es porque sea monetizable. Nada importa, más que asegurar el crecimiento exponencial de sus ganancias.

Como en el ejemplo de las luces de Navidad, con la irrupción de la IA podemos ver también como la rebaja de los costes puede impulsar los requerimientos de los productos y servicios, haciendo que se devalúe por completo el trabajo de quien no aporte un volumen y velocidad ajustadas a ello, pero, al mismo tiempo, pudiendo incluso incrementar la factura final. Se trata de la paradoja de Jevons. Este economista inglés decimonónico se fijó en el hecho de que las mejoras en la eficiencia de la primera máquina de vapor hicieron que el consumo de carbón se disparara en lugar de contenerse. Relacionado con esta paradoja, a finales del siglo XX nació el postulado Khazzoom-Brookes, en el que estos dos economistas ingleses argumentaron que los intentos de reducir el consumo de energía aumentando la eficiencia energética simplemente aumentarían el consumo energético de la economía en su conjunto. Algo que se ha demostrado empíricamente. ¡Es muy sencillo! Como la IA nos permite producir más cantidad y a más velocidad, las compañías producen más y más simplemente porque pueden, caiga quien caiga, mientras sea físicamente posible. Y tienen la desfachatez de hablar aún de incrementar la eficiencia para “salvar el planeta”. ¡Cada vez proyectos más grandes e inabarcables! ¿A qué costo y... hasta cuándo?

Literalmente, hasta que todo colapse. Por imposibilidad física, ya que incluso la IA puede llegar a tener una relación coste-beneficio negativa para las compañías que la ofertan. La mentalidad del crecimiento perpetuo, propia de los capitalistas no es compatible con un planeta finito ni con las restrictivas leyes físicas de nuestro universo. Toda pretensión científica en sus premisas económicas es pura fachada. Hay cosas que simplemente no son posibles de hacer, o no en los términos deseados. ¿Deseados por quién? Por los capitalistas, deseos además asumidos como propios por una sociedad alienada hasta sus cimientos. Mientras, la mayoría de los gobiernos, simplemente ceden los servicios de almacenamiento digital, inteligencia artificial o ciberseguridad a los magnates tecnológicos, lo que mina aún más las democracias.

Por más que los departamentos de márketin de las grandes tecnológicas nos hablen de eficiencia, la realidad es que los sistemas de IA están consumiendo a día de hoy más energía y agua que cualquier otro sistema de computación existente (incluyendo el famoso Bitcoin). Una consulta sencilla, de media, va a consumir el triple de energía en un sistema basado en IA de texto que en un buscador algorítmico tradicional. Si hablamos de IA de imagen, audio, o peor, vídeo; el consumo se dispara de forma absolutamente demencial. ¿Estamos dispuestos a asumir ese costo? Pareciera que si, vista la adopción que están teniendo estos sistemas. Pero realmente, creo que la gente no está siendo consciente de lo que implica a todos los niveles. Y no deberíamos esperar a que sea demasiado tarde. Nos va la vida en ello.

Oliver Moya Bueno 100% creatividad humana, 0% IA ¡Gracias por leer!

Hoy me apetece escribir en el blog sobre una conversación que he tenido. Una conversación con otra inteligencia humana.

“¡Guau! Los 'youtubers' han hecho viral una IA generativa de música, todo el mundo la está usando y ahora salen cosas a muy alta calidad...”

¡Se lo estás contando a un músico y no hueles el daño...!

Los ingenieros y los influenciados por ese tipo de mentalidad suelen ver en estos casos a los artistas como auténticos cortarrollos porque este tipo de mentalidad tiende a estar enfocada hacia el avance tecnológico acrítico para la resolución de supuestos problemas sobre los que probablemente no se ha meditado lo suficiente. ¿Qué ocurre entonces cuando un avance tecnológico es impulsado por las élites para reducir costes y ordeñar inversores a toda costa? Surgen las justificaciones más torticeras: “es una herramienta para iterar más rápido, agilizando la comunicación y potenciando la creatividad”. Por supuesto, no es más que la repetición acrítica de una idea salida de los departamentos de márquetin de las empresas tecnológicas, diseminadas luego por los llamados 'influencers' en las redes sociales privativas, siempre preparados para construir y expandir la próxima moda.

El uso de la palabra 'herramienta' suele invocarse en estos casos como término neutro. Pero como dice Adrián Almazán en su magnífico libro “Técnica y tecnología: cómo conversar con un tecnolófilo”, despojar a la herramienta de su contexto es algo absolutamente artificial. Una tecnología no es buena si su ideación y creación no parten de principios moralmente justos; no es algo que dependa en exclusiva de su uso. Por supuesto, el uso puede suavizar o empeorar la concepción original, pero en lo que quiero incidir aquí es que no darle peso moral a la etapa inicial, equivale a justificar por sistema a los magnates tecnológicos, tal como si se tratara de sacerdotes incontestables de un credo tecnolófilo. Y, por analogía con la religión cristiana (culturalmente muy arraigada en occidente), la posible culpa por daños recae en los usuarios, pecadores. Esto es algo realmente muy ponzoñoso.

¿Iterar más rápido? ¿Realmente queremos iterar más rápido? Los tiempos de producción son ya extremadamente cortos, enfocado como está todo a la reducción de costes. La creatividad tiene que ver con la expresión espontánea por un lado, pero también con la reflexión. ¡Literalmente la IA no tiene nada que ver con ninguna de ambas facetas! De hecho, el propio nombre es un fraude, ya que no realiza ningún proceso que pueda llamarse seriamente 'inteligente'. Se trata de una maquinaria que escupe copias de obras humanas anteriores sometidas a procesos de mezcla y aleatorización controlada. El resultado puede resultar agradable e incluso interesante, pero no tiene nada que ver con el arte porque no hay ningún proceso artístico. No estoy hablando de una diferencia cuantitativa respecto al proceso humano (que haga mejor o peor algo), sino cualitativa, esencial. ¿Cuál es el problema entonces, si de mis palabras puede deducirse que la máquina no sustituye la actividad artística? La máquina, por métodos diferentes, es capaz de aportar productos funcionales, cuyo único sentido es crecer exponencialmente y ser consumidos masivamente en un contexto capitalista. El único 'problema' que está solucionando es eliminar el escollo artístico (como se han eliminado otros escollos) para maximizar las ganancias de los magnates tecnológicos. Es una guerra contra la vida, iniciada por gente que se sienten como dioses.

Además, la gente usa estas herramientas sin reparar en que cuanto mas se use y mas se popularice, en mejores condiciones estará de directamente sustituir trabajo humano. No porque -como ya he comentado en el párrafo anterior- yo le esté atribuyendo ninguna capacidad artística a esta maquinaria, sino porque en el contexto capitalista actual se pretende de los trabajadores artísticos que funcionemos como maquinas, y, por supuesto, las maquinas hacen mejor el trabajo maquinal que nosotros. Es esta la pinza que se nos está haciendo a los artistas. ¡Necesitamos unirnos contra esto! Mucha gente está empezando a abrir los ojos, pero no lo suficiente; necesitamos más conciencia de clase. No podemos ganar mientras haya aún muchos artistas que antes que unirse en pos de un objetivo moral, prefieren incluso pagar por usar estas herramientas a cambio de un rédito económico vacuo que, en la inmensa mayoría de los casos, ni siquiera les saca de pobres.

He dejado para el final de este artículo el elefante en la habitación: toda esta cascada de inmundicia contra el trabajo artístico solo es posible gracias a que se está permitiendo el robo de obras artísticas por parte de los magnates tecnológicos. La maquinaria de la mal llamada 'inteligencia' artificial, está alimentada por este robo y su 'calidad' depende por completo de las obras contenidas en sus bases de datos y las interacciones que realizan sus usuarios, que están aportando su fuerza de trabajo gratis e incluso pagando. Se trata de un mecanismo extractivista salvaje que sería imposible si los Estados nos protegieran preventivamente de este tipo de incursiones y campañas empresariales contra la clase trabajadora. La política es el arte del equilibrio de intereses, y en el capitalismo, el interés de los capitalistas tiene más valor que el de las clases trabajadoras. Las leyes pues, cuando llegan, llegan tarde, y a menudo, con silencios atronadores. Es por eso, que hay que trabajar por la unión del pueblo, ya que solo si está realmente unido, no podrá ser vencido.

Por favor, no uses IA generativa y si conoces a alguien que la usa, discúteselo

[Este artículo tiene una continuación en ¿Qué haces, IA?]

Oliver Moya Bueno 100% creatividad humana, 0% IA ¡Gracias por leer!