Comía unas frutas,
dos ciruelas claudias
y unas diez uvas,
cuando unas gotas azucaradas
pingaron en la mano
salpicadas dulcemente,
me detuve ante la fuente
y sus aguas frías me limpiaron.
Por el malecón de la playa
camino disfrutando estas palabras.
Un lagarto
si no lo miro con cariño
no lo siento bonito,
ha de ser como de mentira,
en fotografía,
que rezume vida
pero lejos.
Retratado.
Feo.
Ante mis ojos vivo
me cuesta resistirlo
sin asustarme
aún sabiéndolo inofensivo.
¡Es tan diferente!
Escurridizo,
la lengua se mueve
con vértigo loco,
afuera y adentro vertiginoso
y repelente.
La piel, como que patina,
parece fría
de resbalosa saliva.
Es feo el lagarto
aunque sea palabra
muy hermosa y linda
lagartija.
La lagartija tampoco me encanta.
Publicado
lo suelen pintar arreglado.
Entonces lo miro hermoso
aunque sin perderle el respeto.
Es así desde que yo era pequeño.