El día que no tenga
El día que no tenga
Ese día lo sabrán
Habré dejado de trabajar
Habré dejado de rezar a esa virgen de barrio
Ese día que no tenga,
Que a veces me roba los sueños,
Creo que voy a descubrir que tengo dos manos
No sé si para pegar cachetes,
Para amasar pan en el anonimato
O si para caminar sobre el asfalto
El día que no tenga
Que parece una promesa de reos liberados
O el quejido musitado de un prejubilado
No sé si llegará
Y quizá me muera esperando
El demonio de la lástima
Sentir lástima.
Me da pena.
La autocompasión en tus días de astenia o distimia.
O alguna autoreceta de esas.
Salvar el culo de una piedra.
Luego convertirte en piedra.
Y desear ser lanzada para ser un canto rodado en la arena.
Lástima.
Demonio de doble cara.
Jugando a dos bandos en el que pierden todes.
Con la lástima se justifica el acto genocida,
y ya sin mentar las pequeñas atrocidades
en lo cotidiano de la vida.
Por favor,
Si me quieres no me tengas lástima.
Si algún día languidezco, córtame la cabeza.
Mejor que salga un reguero de sangre,
a que me atrapen las ideas.
Brillo de arena
A veces tengo sueños alienígenas,
que piso el suelo de Anarres
y que por primera vez, caminamos ligeras
o, según se torne el sol, somos perres.
Que la cosa se diluye líquidamente
y somos tan libres, tan poco individuales
que sólo puede ser porque apagamos la mente,
que ya no importa si nos devoran chacales.
O hienas, o buitres o la tierra misma
que allá donde miremos brilla Monoceros
sin inquietarle lo más mínimo el carisma
de los seres que no fingimos los peros.
No quiero despertar de este mecer,
me quedo con el brillo de la arena
que, al reflejarse en tus ojos, por carecer
carece de todo tipo de pena.
Subterráneo I
Las figuras alargadas del bosque se posan ante mí.
Y recordaba una voz nebulosa.
Ay, sangrienta tras un extraño maleficio.
¿Quizás fuiste una diosa de ultratumba?
Una de esas prohibidas, una personificación del pulso de la vida y la muerte
Corriendo, atravesando ríos de plata venenosa
Respirando aire helado, que disecciona los pulmones
Diste un traspiés en una raíz retorcida y soñaste...
Te aparecías, aunque estuvieras oculta en la cueva.
Tu movimiento atraviesa las nubes, aunque tormentosas
Sólo hay que escuchar el sutil susurro, de las hadas oscuras
No hay puerta que podrá cerrar la única verdad que existe.
Sólo hay una energía que nos mueve sin cesar.
Un pulso extraño, pero constantemente corriendo.
Que tú, oh diosa, y que yo, oh simple y llana mortal,
nos encontramos en el mismo plano para danzar.
Que nuestro templo es este bosque de noche eterna
No importa si somos seres proscritos y olvidados,
la tierra que nos deja los pies negros es la misma.