Nostalgia de lo que es
The Last of Us (2)
por Manuel Monroy Correa
Historia de nostalgias ochenteras-noventeras estadunidenses y lo que estas provocan por influencia mediática: este mundo acabado del superávit y la sociedad del bienestar del Norte Global, en videojuegos y películas de temática semejante (contextualizadas en el presente), no implica una forzosa crítica pero sí un duelo por la subjetividad y el individualismo.
Nostalgia de lo que es cuando se imagina la actualidad finalizada por la catástrofe, inesperada e indeseable, del último tabú freudiano (el canibalismo). Metáfora de muchas cosas (antropofagia como autodestrucción y auto-renacimiento salvaje). Las diferencias neurológicas más destructivas no se comparan con un hambre masivo de extinción y supervivencia, como lo hace el hongo de The Last of Us.
Lo más terrorífico es que uno mismo deje de aparecerse a sí desde la consciencia y permanezca como una otredad no humana sin memoria, sin sentido como se le suele interpretar. Creo que el papel de un conjunto de elementos (signos) como parte de una historia por reconstruir (la de la generación más vieja de entre los supervivientes interpretada por la más joven) implica la posibilidad de ser olvidados.
El mal de archivo agoniza pero no termina: las ruinas de la civilización presente son el resto de cosas de un pasado por descubrir; inmediato pero inaccesible a la vez. El archivo está en ruinas, con escasa posibilidad de conocerse porque está cifrado. La cifra es la tecnología y el lenguaje del bienestar de las sociedades dominantes (previa catástrofe).
Hasta la cultura pop es un vestigio irreconocible. Sorprende cómo una actividad tan cotidiana (como escuchar música y tocarla) sea un lujo en medio de la violencia y la precariedad. Pero siempre es el motivo de brindar sentido.
Así, el videojuego ofrece un paréntesis con el que se puede tocar “libremente” la guitarra y suspender el tiempo narrativo. Parece tan absurdo pasar el tiempo en ello, aún en el sentido del progreso de la historia: detenerse a tocar la guitarra, equivocarse, errar en los acordes, jugar un poco.