Bibliotecas en videojuegos o el recurso del llenado de fondo, 1

Thief

por Manuel Monroy Correa

¿Por qué las bibliotecas no podrían dejar de ser decoraciones en los escenarios de los videojuegos?

Creo que el videojuego en que más libros he hallado regados por ahí es Thief. Y esto es tan cierto como que se encuentran hasta apliados por la calle. A cada habitación a la que puedas entrar hay siempre más de un libro y muebles con libros y libreros repletos. Es una cosa inaudita (también con esto quiero decir fantasmal porque lo que falta ahí son lxs lectores). No hay nadie, excepto las voces al interior de esa especie de departamentos; la gran mayoría -de los posibles DLC- recluidos en la cuarentena por la tenebra, una enfermedad que tiene en toque de queda a la ciudad.

Guardias oficiales y guardias voluntarios son los únicos que se pasean por las calles vigilando. Por supuesto, lxs personajes pobres, que están enfemos, también están afuera, aunque acuclillados o sentados con frío en lugares oscuros.

Para variar, muchos libros, pero ninguno puede tocarse (bueno, tiré uno por un tapanco y ni se abrió). Simplemente están ahí, como objetos del escenario, como utilería... Y no se pueden robar, para colmo (¿quién robaría libros si son estorbosos? ¿Quién los compraría -¡si hay tantos!–?). Puede imaginarse que la gente de esa ciudad es tremendamente culta. Los departamentos son muy pequeños; están en condiciones deplorables y habría de suponerse que eran de la gente (personajes) que habiendo enfermado era llevadxs en carretas al lugar de cremación o ya habrían muerto. Lugares abandonados, con las trazas propias de sus habitantes; con las huellas, como diría Juhani Pallasmaa (arquitecto finés).

biblioensotano

Todo lo íntimo que los libros pueden ser -la lectura solitaria, colectiva, compartida, qué sé yo- está «sepultado» en el hecho de que están cerrados, apilados, abandonados, intocables... Pero lo íntimo de lo secreto (los cajones de los muebles; las cajas fuertes) están al alcance. La aparente y paradójica «alta cultura» que es ya el propio leer; el «cultivarse» que comparten todos los ausentes -los fantasmas- de la ciudad es en sí misma una ruina en tanto que abandono. Los lugares han sido abandonados; sus lámparas y velas han quedado prendidas; sus libros, en la cama, en el piso, en los sillones y libreros.

libro en atril y libros apliados enel suelo

Lo que me despierta curiosidad es qué tipo de libros son, ¿qué cuentan? Eso diría mucho una sociedad «tan» lectora. Aunque, precisamente, eso es lo que señalan: que no hay quien los lea, que son un parapeto. Y por eso mismo es tan desconcertante la sensación de abandono de «tanto» (porque aún más que la comida, abundan los libros). Los libros cubren el hueco existencial de los pesonajes ausentes (DLC, además, que nunca están...). Al mismo tiempo, son ellos mismos ese «relleno» propio de los assets que componen el ambiente de cierta «materialidad» virtual -propia del «toparse» con cosas y no poder atravesarlas, de cada juego- que todo videojuego tiene.

Libros tirados en el suelo

Pero si los libros son la «abundancia del abandono» (paradojas, me encanatan) es como todo en esa ciudad, como quienes los abandonaron, algo que a nadie le importa...

Libros, cama y timón en recámara sombría

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