No future (A)
Cuando vio a sus compañeras, una sonrisa de oreja a oreja inundó su rostro.
-¡Qué pasa, capullas! – dijo y dejó la bolsa en un rincón aleatorio –. ¿Queda algo de psicotrina?
Le tiraron lo que parecía ser una pipa metálica con un líquido azul intenso y fosforito. Le dio una calada larga, pausada y placentera. Tardó cerca de un minuto en expulsar el vapor, dejándole un sabor dulce y refrescante en la boca.
-Es una droga de burgueses, Leika – contestó una de sus compañeras, la cual bebía un brebaje fermentado que ella misma había preparado.
-Es verdad – contestó la aludida –. Pero es que esa mierda que tú haces no hay quien se la beba.
Yule y Sinka rieron a carcajadas: Leika no era la única que opinaba eso de los experimentos de Ruka.
-¡Iros a la mierda! Si queréis escapar de esta pesadilla tendréis que dejar de depender del sistema ¡En todos los sentidos! ¿De qué vale proteger este sitio, construirlo y darle forma, si después vamos a continuar un negocio que nos asesina día tras día?
-Ruka, lo tuyo siempre fueron los mítines – dijo Leika, estrechando los ojos, pues ya empezaba a ver que diferentes espirales se formaban alrededor de su colega.
Yule le acarició suavemente la cabeza a Ruka, prosiguiendo con un masaje en la espalda. Cuando vio que sus ánimos comenzaron a calmarse, aprovechó para morderle el cuello. La otra, siguiendo algún tipo de impulso o instinto le agarró de la espalda. Al poco, ya estaban sin ropa y follando en el suelo, mientras Leika las miraba atónita. No sin cierta lentitud en sus movimientos, la psicotrinómana se acercó detrás de Yule y lamió su espalda. Le sabía a caramelo de cereza, llegó a dudar entre si estaba tomándose una piruleta gigante o si estaba cachonda por sus dos amigas. Sinka, de pronto sintió un brote de curiosidad, se apartó y rebuscó entre los componentes que había traído Leika. Se quedó fijamente mirando la biolente. Se preguntó si tendría alguna función especial, o si era de realidad aumentada para hacer el imbécil por la calle. La limpió cuidadosamente con su roída camisa (y después llegó a la conclusión de que estaba aún más sucia, pero no se dejó llevar por la frustración) y se la colocó en el ojo. Tocando suavemente por diferentes zonas de la biolente.
-Esto no funciona – susurró para sí y se lo quitó, dejándolo con el resto de las cosas. Quizá podrían descubrir, con paciencia y sin psictrópicos, cómo era posible activar el artilugio.
De pronto se oyó el ruido de que varias cosas caían. Parecía venir del patio de fuera. Ruka, que era la única que no había tomado la dichosa droga, estaba capacitada para moverse y ver qué había pasado; con lo que se apartó de sus cachondas amigas, se vistió y salió fuera con Lumi que estaba terminando de sembrar la temporada.
-¡Lumi! ¿Estás bien? – preguntó Ruka nada más salir al patio. Pero la apelada señaló el extremo izquierdo del patio, contra los muros, donde habían entre otras cosas, puertas de madera apiladas, palets, algunas varas de hierro y en general, basurilla recolectada que pudiera servir para el huerto. Algo se movió y se levantó con dificultad.
Tenía el rostro manchado de sangre, parecía que de una ceja que se le había partido. Su pelo cobrizo brillaba con intensidad bajo la luz del sol. Llevaba un traje azul, de motorista, ajustado y le confería un aire andrógino. Aquella persona levantó la mirada, pareciendo pedir auxilio y cayó de bruces, desmayada. Ruka y Lumi se acercaron corriendo y la recogieron entre ambas, sin mediar palabra. La llevaron a la enfermería, el templo sagrado de Ruka donde ella era su única sacerdotisa. Allí la tumbaron sobre la camilla de palets y colchón de gomaespuma. Ruka tomó un mortero y empezó a machacar unas hojas de llantén, mientras se calentaba un poco de agua. Mezcló el agua con las hojas e hizo una pasta que, acto seguido, cogió una bolita y la colocó en un trozo de tela limpia a modo de gasa. Limpió la sangre con lo que quedaba de agua caliente y otra gasa, y le colocó aquella compresa en la ceja. Preparó otro brebaje, a modo de infusión para que recuperara líquidos y energía en cuanto despertase un poco. Lumi se retiró para prepararle algo de comer, evitando a las chicas que aún seguían de viaje y nada podían hacer. Cuando ya hubieron dejado todo listo, Ruka cerró la puerta de su enfermería.
-Joder – dijo Ruka –. Tiene mala pinta esta pava.
Lumi asintió con gravedad.
-¿No es la camello de Leika?
-¿Cómo que la camello?
Lumi se tapó la boca. La había cagado. Leika le había pedido expresamente que no hablara con Ruka del origen de sus drogas.
-O sea, me estás diciendo que Leika se lo pilla a los putos mafiosos de la ciudad ¿Qué pasó con San?
Lumi se encogió de hombros.
-Creo que lo dejó por un curro en el puerto.
Ruka exhaló sonoramente, exasperada.
-Nos va a meter en un buen follón, ya verás. A esta tipa le han metido una buena paliza, la están buscando. En cuanto se recupere le vamos a tener que tirar a la puta calle. Y no me mola, me parece muy violento todo esto... Ay...
Lumi le tocó el hombro derecho.
-Haremos lo que podamos, de momento tiene que despertar y nuestras compas tienen que salir de su trance. Procuremos que el aterrizaje sea liviano. Ruka estaba a punto de llorar. Estaba literalmente hasta el coño de los descuidos de Leika. Descuidos que eran apoyados por la festera de Yule y la Sinka se apuntaba a lo que fuera. Sólo Lumi y ella eran las únicas que tenían un poquito de sentido común.
...
Lo primero que vio nada más levantarse eran unos ojos escrutadores tras unas gafas de empollona de manual, sosteniendo una tacita de algo que humeaba.
-¿Dónde... dónde estoy?
-Estás en La Sofisticada, uno de los pocos oasis en medio de la jungla capitalista. Soy Ruka, ¿cuál es tu nombre?
La interpelada se tocó la cabeza. Le palpitaba y le punzaba dolorosamente.
-Andrómeda
-Ten, esto te calmará los dolores y te dará ánimos.
La pelirroja le miró con suspicacia. Pero después de las vivencias de los últimos años, aquella muchacha parecía de lo más inocuo. Bebió con calma. Picaba. Le vibraba el cuerpo.
-¿Qué es?
-Jengibre y cúrcuma principalmente. Entre otras plantas que potencian sus propiedades. Bebe sin miedo.
Alguien tocó a la puerta. Ruka iba a impedir el paso, pero ya estaba abierta. Era la imbécil de Leika.
-¡Hostia! – dijo Leika al ver a la herida sobre la camilla. Claramente la había reconocido.
Ruka le echó una mirada furibunda.
-Ahora no es el momento, acaba de despertar. Pero después tú y yo tenemos que hablar.
Leika puso los ojos en blanco. Ruka podía llegar a ser extremadamente pesada. Tenía un palo en el culo con toda su parafernalia moral.
-Vale, vale – dijo y cerró la puerta.
Andrómeda se quedó mirando a la puerta. Había estado observando a Leika todo el rato. Pero no dijo nada.
-¿La conoces?
-Puede ser – dijo Andrómeda sin más –. Gracias por acogerme.
-Bueno, es un código que tenemos en La Sofisticada.
Lumi trajo un plato caliente de arroz y verduras para la convaleciente. Ésta se lo comió con avidez, como si no hubiera comido en varios días. La cocinera estaba contenta y le trajo para repetir. Mientras se quedaba cuidando a Andrómeda, Ruka buscó a Leika. Ésta estaba haciendo pruebas a la biolente que había encontrado. Descubriendo su funcionamiento, sin éxito. Notó la presencia de Ruka y se giró. Respiró profundamente esperando una retahíla de sermones.
-Conoces a Andrómeda, ¿verdad?
-Sí, es mi camello de psicotrina.
-Pero tronca, ¿no te das cuenta de que tratar con esta peña es peligroso? Joder, ni que fueras una cría de quince años.
Leika asintió en silencio y volvió a sus quehaceres con la biolente.
-Leika, ¿es que no te importa la seguridad de tus compañeras?
La cacharrera soltó un bufido y se giró completamente, frente a Laika, dejando de lado la biolente y sus juguetes electrónicos.
-Pues claro que me importa, amora – dijo y tomó aire para hablar con más calma –. Sé que no es lo que parece. Pero esa tía tiene algo, algo muy bueno y muy interesante. El hecho de que haya acabado aquí no es casualidad. Ahora fue Ruka la que puso los ojos en blanco, cruzándose de brazos.
-Ya estamos con tus movidas místicas. Déjate la puta psicotrina tronca, en serio.
Si no fuera porque en realidad amaba a Ruka. La amaba como compañera y como amiga, se hubiese lanzado a darle un buen tortazo. Respiró.
-Yo me encargo.
-No, esta tía en estar bien se pira de aquí. No tengo ganas de tener a una panda de machirulos puestos hasta el culo en la puerta de nuestra casa. Leika levantó las manos, indicando que se rendía y siguió con sus pesquisas con la biolente. Ruka soltó un bufido y se fue, indignada.
...
Andrómeda tuvo una recuperación asombrosamente rápida para la paliza que le habían propinado. Prueba más que fehaciente que demostraba de dónde venía, según Ruka. Estaba ya dispuesta a echar amablemente a Andrómeda, cuando de repente, tocaron a la puerta.
-¿Sí?
-Soy yo, Sinka ¿podemos hablar un momento?
Ruka dejó a Andrómeda que, a pesar de su recuperación rápida, parecía encontrarse cómoda en la camilla.
-A ver, yo entiendo tus motivaciones y sé que eres, quizá, la más responsable de este grupo. Pero somos asamblearias cari, no puedes tomar todas las decisiones hoy...
-Ya, Sinka, pero es que ha dado la casualidad de que esta chica ha venido cuando estábais todas de tripi, ¿qué quieres que haga? – interrumpió rápidamente Ruka.
-Te entiendo y te agradezco que tanto tú como Lumi os hayáis encargado de esta situación solas. Te pido disculpas por mi parte. Pero ahora que estamos todas lo suficientemente despiertas y sobrias, ¿te importaría que convocáramos una asamblea para ver qué hacemos con esta chica?
Ruka emitió un gruñido de resignación.
-Claro, Sinka. Las normas de La Sofisticada son las normas. Las pocas que tenemos...
Sinka le dió un abrazo a Ruka, que esta no se esperaba y devolvió torpemente.
-Gracias. En una hora quedamos en la sala de reuniones.
...
La sala de reuniones era la misma que la sala de las raves y la misma que la de los talleres y charlas. Un lugar amplio dentro de la CSOA, oculto a los ojos de los curiosos y bien aislado. Lumi acompañó a Andrómeda a la sala y se sentaron todas en círculo.
-Bueno – comenzó Sinka –, vayamos al grano. En primer lugar, propongo que Andrómeda nos hable un poco de sus necesidades y si nosotras somos capaces de cubrirlas, ¿votos a favor?
Todas levantaron la mano, incluso la indignada Ruka.
-Andrómeda, por favor, nos gustaría saber qué es lo que te ha traído aquí y cómo podríamos ayudarte.
La pelirroja, guardó silencio durante un minuto o dos. Taimada.
-Escuchad troncas, yo no quiero ser ninguna molestia. Agradezco toda vuestra movida anarquista y vuestra amabilidad y tal y cual. Pero Ruka tiene razón, no estáis seguras aquí conmigo – dijo y se levantó –. Así que, me voy. Gracias por todo.
- A ver, cari – dijo Yule –. Al menos nos podrías dar algún tip o algo para poder lidiar con los mamarrachos que te persiguen. Yo creo que podrían venir por aquí a husmear aunque tú no estés.
-Yule tiene razón – dijo Sinka –, aunque te vayas tus matones vendrán por aquí. Solemos recoger a todo tipo de personas de la calle y si Leika te conoce, aumente la posibilidad.
Con este recordatorio, Ruka envió una mirada de reproche a Leika. Pero esta la esquivó.
-Procuraré que no sea así – dijo Andrómeda – Hasta luego y gracias. Fue hasta la puerta de salida y salió con un portazo conduntente. Se generó un ambiente tenso entre las compañeras y todas las miradas fueron hacia Leika.
-Amora, ¿cómo tienes el coño de mezclarte con la mafia? – dijo Yule.
-Bueno va, ¿vais a poneros todas a darme la paliza ahora? Os digo lo que le he dicho a Ruka y lo que os he dicho otras veces. Esa tía tiene algo muy interesante.
-Pero el qué Leika, ¿el qué? – preguntó Ruka exasperada por sus rollos místicos incomprensibles.
-Es energético Ruka. No es ciencia pura ni lógica matemática.
-A ver nena, yo te entiendo – dijo Yule –, pero es arriesgar demasiado por una intuición que no tiene tanto sostén...
-¡Y además por conseguir la puta droga de los capitalistas que lo están jodiendo todo! – interrumpió Ruka.
-Creo que no sirve de mucho que nos pongamos a discutir ahora – dijo Lumi – y que deberíamos centrarnos en poner a salvo La Sofisticada por si sus colegas vienen aquí.
Todas asintieron en silencio. Se montaron turnos de guardia, como los que habían establecido para las alertas de desalojo. Fortificaron las entradas y tapiaron con tablones las ventanas.
Leika y Ruka estaban sin hablar. Con una tensión palpable, a pesar de que podían trabajar en equipo de manera funcional.
…
Los golpes y los gritos amenazadores no tardaron en llegar. No sirvió de mucho decirles que no sabían el paradero de la pelirroja. Estaban tan puestos de vete tú a saber qué, que no atendían a razones. No lograron entrar, pero su silencio al marcharse fue extraño. Inconcluso. Al cabo de media hora empezaron a oler a quemado.
-¡El huerto! – dijo Lumi y fue corriendo a abrir aquella puerta.
-¡Espera, que igual estan fuera esperando para darnos una paliza! – dijo Leika, pero Lumi ya había abierto la puerta. Las plantas se consumían bajo un fuego alimentado por algún combustible maloliente.
No había nadie allí, sólo las llamas y las lágrimas de Lumi brotando sin cesar.
....
Dos días después del ataque, alguien llamó a la puerta. Las chicas se prepararon para lo que pudiera pasar.
-Soy yo, Andrómeda. Dejad que os ayude con el destrozo. Haga lo que haga ya no os van a dejar en paz. Ya que es culpa mía, dejad que me encargue de esto.
Entre ellas comenzaron a conversar. Opiniones a favor, opiniones en contra.
Finalmente, Yule, cansada de tanta incertidumbre entre sus compas dijo:
-Reina, mira que nos estás dando un poco de dolor de cabeza, pero creo que no nos queda otra alternativa, pasa – se llevó una mirada furibunda de Ruka y otra, dolorosa, de Lumi.
Abrió la puerta con cuidado. Tenía más heridas en el rostro y un ojo morado. Pero ella estaba impasible, como un roble frente a un tifón.
-Pero cómo nos vas a defender si acabas siempre hecha una mierda – dijo Ruka.
Andrómeda le devolvió una mirada inclasificable.
-He matado a dos de ellos. Creedme que no os queda mejor alternativa que tenerme por aquí. Cuando haya pasado todo, me marcharé.
Todas tragaron saliva casi al unísono. Habían metido a una especie de perro de presa en su casa e iba a ser muy difícil echarlo a patadas. Se sacó un piti y fumó tranquilamente.
-¿Tenéis un poco de birra? O hielo. Me duele bastante el ojo.
Leika no esperó a que Ruka le echara otra miradita de reproche y se levantó a atender a su “camello”. Rascó un poco del hielo que crecía en el congelador y lo metió en una bolsa de plástico. Cogió una lata de su cerveza favorita y se lo llevó a aquella matona misteriosa.
-Gracias – dijo, llevando una mano al ojo y la otra conduciendo la cerveza a sus labios sedientos.
Se dirigió a Lumi.
-Mañana me encargo de poner a punto tu huerta para que puedan volver a crecer las plantas – dijo y se tumbó en uno de los sofás que había en la sala de chill. Donde la gente fumaba o se tomaba normalmente la psicotrina en grupo mientras filosofeaban cosas extrañas.
Todas intercambiaron diferentes miradas de confusión, incertidumbre y duda ¿Hasta qué punto no sería contraproducente tener a esa tipa dentro de La Sofisticada? Habían metido a toda clase de gente dentro como refugiados. Pero lo más peligroso que habían ad0ptado eran a pobres junkies convulsionantes que, con un poco de cuidados, calmaban rápido. Aquella macarra que no pestañeaba tras mencionar el homicidio de dos personas, era otro nivel. Pero Leika decía que tenía algo especial. Cierto era que Leika era un personaje caótico, pero su intuición fallaba rara vez para molestia de Ruka. Leika sabía ver más allá de la dualidad que mostraban las cosas. O eso, o era simplemente una loca con suerte.
...
Tal y como prometió. Andrómeda cogió una azada y empezó a remover tierra. Quitando lo que estaba contaminado por el combustible que habían rociado sus enemigos. Revisó el compost que había preparado Lumi y lo esparció por la tierra. Segó algunas plantas secas que estaban en el margen, que no habían sido afectadas por el fuego, las troceó y las echó encima. La cocinera y agricultora se quedó observando. La pelirroja no pedía ayuda. Era eficiente y no se quejaba. Estaba completamente metida en su trabajo. No conocía a muchas personas que conocieran la tierra. Ella misma se consideraba una excepción, venida de una tradición lejana y secreta de su familia ¿de dónde procedía esta chica?
Una vez hubo terminado, se sentó y se encendió otro piti. Sola, sin hablar con nadie. Ni tampoco parecía que tuviera ganas de hacerlo. Lumi, en cambio, fue a buscarle un poco de agua y se la trajo. Andrómeda asintió a modo de gracias, pero no añadió nada más. Era una persona que desprendía hostilidad por todas partes, pero parecía reservarse todo el ser que era. A Lumi le gustaba que hablase poco, quizá podría ser una buena compañera de huerta.
Sin embargo, generalmente Andrómeda se apartaba. Comía sola, pasaba mucho rato sola. Fumando, pensando en cosas indescifrables.
Leika, que era la única que había establecido algún contacto con ella, se le acercaba. Le preguntaba si estaba bien, si necesitaba algo. Pero el hermetismo de la pelirroja era brutal. Al igual que su independencia. Si necesitaba algo, lo tomaba. Trabajaba en lo que consideraba que eran las necesidades del espacio y lo hacía bien. Pero rompía la dinámica del equipo.
-Bueno, dijo que se marcharía – defendió Leika.
-Entiendo que, por ese motivo tampoco querrá establecer ningún lazo – comentó Sinka –. Nuestro modo de vida no es para todo el mundo.
...
Cuando aparecieron los matones, sólo dos, ella estaba de guardia. Sabía que aquel era el día y por eso, de entre las herramientas y utensilios que había para el huerto, encontró una barra de hierro ligera que que le serviría para acabar rápido. Sin embargo ellos esta vez venían con pistola. Dispuestos a acabar con su vida de una vez por todas. Ya no la querían de vuelta por la fuerza, ahora querían darle fin. Andrómeda, que ya se conocía el lugar con suficiente detalle, se agazapó entre unos bidones de riego, y esperó a que se acercaran a la puerta. Agachada y aprovechando los espacios que encontraba para poder ocultarse. En cuanto estuvo a una distancia prudencial, se abalanzó contra uno, dándole un varazo en la nuca y haciéndole caer instantáneamente en el suelo. El otro, se recuperó rápidamente del shock y comenzó a disparar, pero no conocía la agilidad de la pelirroja: rápidamente cogió el cuerpo de su compañero para usarlo de escudo y se lo tiró encima, desestabilizando a su oponente. Recogió la vara y le asestó un golpe tan fuerte en la cabeza, que os aseguro que le partió el cráneo. Andrómeda respiró, se estiró. Le olía todo a sangre. Le había salpicado todo en la cara y en la ropa. Cogió los dos cadáveres y salió por la puerta trasera del patio. Cruzó un par de calles y los dejó ahí. Y dejó también la vara. A nadie le extrañaría que dos con esas pintas se hubieran matado en los suburbios. Ni se iban a molestar en investigarlo. Ni tan siquiera en seguir las motas de sangre que evidentemente habían caído de camino. De vuelta se encendió un piti, pero seguía atenta. Le extrañaba que sólo hubieran enviado a dos tontainas a por ella. La subestimaban, sí. Pero no hasta ese punto ¿Quizá exceso de confianza? Aún así, al volver a La Sofisticada no encontró a nadie más. Y sin embargo, continuó su guardia. Aprovechando para enjuagarse la sangre de la cara y cambiarse la ropa. Cuando amaneció, se dedicó a limpiar los restos de la batalla. De tal manera que, cuando las chicas despertaron, parecía que allí no había pasado absolutamente nada. La primera en aparecer fue Lumi con una taza de café en la mano.
-Buenos días Andrómeda, ¿cómo ha ido la noche?
-Bien. Han venido dos a molestarnos pero ya no nos molestarán más.
Lumi dio un sorbo a su café, incómoda.
-¿Quieres descansar?
-No, quiero ayudarte con la huerta; si te parece bien.
-Sí, sí, claro... Pero...bueno, has pasado toda la noche despierta... – balbuceó Lumi, sin saber muy bien cómo comunicarse.
-No te preocupes. Estoy bien.