Acrateia

No future (A)

Se deslizó por el estrecho hueco que había entre la puerta, oxidada y herrumbrosa desde hacía décadas, y la pared; adentrándose en el interior de su madriguera casi nerviosa por volver a reunirse con su clan. Esta vez no había conseguido gran cosa: alguna batería de segunda generación, cables de red de baja calidad, y una biolente (quizá era lo más valioso que había encontrado, si realmente funcionaba). Todo para hacer de aquel agujero un lugar ligeramente más seguro, ya que la madera día sí y día también, se dedicaba a intentar desalojar su nido libertario.

Cuando vio a sus compañeras, una sonrisa de oreja a oreja inundó su rostro.

-¡Qué pasa, capullas! – dijo y dejó la bolsa en un rincón aleatorio –. ¿Queda algo de psicotrina?

Le tiraron lo que parecía ser una pipa metálica con un líquido azul intenso y fosforito. Le dio una calada larga, pausada y placentera. Tardó cerca de un minuto en expulsar el vapor, dejándole un sabor dulce y refrescante en la boca.

-Es una droga de burgueses, Leika – contestó una de sus compañeras, la cual bebía un brebaje fermentado que ella misma había preparado.

-Es verdad – contestó la aludida –. Pero es que esa mierda que tú haces no hay quien se la beba.

Yule y Sinka rieron a carcajadas: Leika no era la única que opinaba eso de los experimentos de Ruka.

-¡Iros a la mierda! Si queréis escapar de esta pesadilla tendréis que dejar de depender del sistema ¡En todos los sentidos! ¿De qué vale proteger este sitio, construirlo y darle forma, si después vamos a continuar un negocio que nos asesina día tras día?

-Ruka, lo tuyo siempre fueron los mítines – dijo Leika, estrechando los ojos, pues ya empezaba a ver que diferentes espirales se formaban alrededor de su colega.

Yule le acarició suavemente la cabeza a Ruka, prosiguiendo con un masaje en la espalda. Cuando vio que sus ánimos comenzaron a calmarse, aprovechó para morderle el cuello. La otra, siguiendo algún tipo de impulso o instinto le agarró de la espalda. Al poco, ya estaban sin ropa y follando en el suelo, mientras Leika las miraba atónita. No sin cierta lentitud en sus movimientos, la psicotrinómana se acercó detrás de Yule y lamió su espalda. Le sabía a caramelo de cereza, llegó a dudar entre si estaba tomándose una piruleta gigante o si estaba cachonda por sus dos amigas. Sinka, de pronto sintió un brote de curiosidad, se apartó y rebuscó entre los componentes que había traído Leika. Se quedó fijamente mirando la biolente. Se preguntó si tendría alguna función especial, o si era de realidad aumentada para hacer el imbécil por la calle. La limpió cuidadosamente con su roída camisa (y después llegó a la conclusión de que estaba aún más sucia, pero no se dejó llevar por la frustración) y se la colocó en el ojo. Tocando suavemente por diferentes zonas de la biolente.

-Esto no funciona – susurró para sí y se lo quitó, dejándolo con el resto de las cosas. Quizá podrían descubrir, con paciencia y sin psictrópicos, cómo era posible activar el artilugio.

De pronto se oyó el ruido de que varias cosas caían. Parecía venir del patio de fuera. Ruka, que era la única que no había tomado la dichosa droga, estaba capacitada para moverse y ver qué había pasado; con lo que se apartó de sus cachondas amigas, se vistió y salió fuera con Lumi que estaba terminando de sembrar la temporada.

-¡Lumi! ¿Estás bien? – preguntó Ruka nada más salir al patio. Pero la apelada señaló el extremo izquierdo del patio, contra los muros, donde habían entre otras cosas, puertas de madera apiladas, palets, algunas varas de hierro y en general, basurilla recolectada que pudiera servir para el huerto. Algo se movió y se levantó con dificultad.

Tenía el rostro manchado de sangre, parecía que de una ceja que se le había partido. Su pelo cobrizo brillaba con intensidad bajo la luz del sol. Llevaba un traje azul, de motorista, ajustado y le confería un aire andrógino. Aquella persona levantó la mirada, pareciendo pedir auxilio y cayó de bruces, desmayada. Ruka y Lumi se acercaron corriendo y la recogieron entre ambas, sin mediar palabra. La llevaron a la enfermería, el templo sagrado de Ruka donde ella era su única sacerdotisa. Allí la tumbaron sobre la camilla de palets y colchón de gomaespuma. Ruka tomó un mortero y empezó a machacar unas hojas de llantén, mientras se calentaba un poco de agua. Mezcló el agua con las hojas e hizo una pasta que, acto seguido, cogió una bolita y la colocó en un trozo de tela limpia a modo de gasa. Limpió la sangre con lo que quedaba de agua caliente y otra gasa, y le colocó aquella compresa en la ceja. Preparó otro brebaje, a modo de infusión para que recuperara líquidos y energía en cuanto despertase un poco. Lumi se retiró para prepararle algo de comer, evitando a las chicas que aún seguían de viaje y nada podían hacer. Cuando ya hubieron dejado todo listo, Ruka cerró la puerta de su enfermería.

-Joder – dijo Ruka –. Tiene mala pinta esta pava.

Lumi asintió con gravedad.

-¿No es la camello de Leika?

-¿Cómo que la camello?

Lumi se tapó la boca. La había cagado. Leika le había pedido expresamente que no hablara con Ruka del origen de sus drogas.

-O sea, me estás diciendo que Leika se lo pilla a los putos mafiosos de la ciudad ¿Qué pasó con San?

Lumi se encogió de hombros.

-Creo que lo dejó por un curro en el puerto.

Ruka exhaló sonoramente, exasperada.

-Nos va a meter en un buen follón, ya verás. A esta tipa le han metido una buena paliza, la están buscando. En cuanto se recupere le vamos a tener que tirar a la puta calle. Y no me mola, me parece muy violento todo esto... Ay...

Lumi le tocó el hombro derecho.

-Haremos lo que podamos, de momento tiene que despertar y nuestras compas tienen que salir de su trance. Procuremos que el aterrizaje sea liviano. Ruka estaba a punto de llorar. Estaba literalmente hasta el coño de los descuidos de Leika. Descuidos que eran apoyados por la festera de Yule y la Sinka se apuntaba a lo que fuera. Sólo Lumi y ella eran las únicas que tenían un poquito de sentido común.

...

Lo primero que vio nada más levantarse eran unos ojos escrutadores tras unas gafas de empollona de manual, sosteniendo una tacita de algo que humeaba.

-¿Dónde... dónde estoy?

-Estás en La Sofisticada, uno de los pocos oasis en medio de la jungla capitalista. Soy Ruka, ¿cuál es tu nombre?

La interpelada se tocó la cabeza. Le palpitaba y le punzaba dolorosamente.

-Andrómeda

-Ten, esto te calmará los dolores y te dará ánimos.

La pelirroja le miró con suspicacia. Pero después de las vivencias de los últimos años, aquella muchacha parecía de lo más inocuo. Bebió con calma. Picaba. Le vibraba el cuerpo.

-¿Qué es?

-Jengibre y cúrcuma principalmente. Entre otras plantas que potencian sus propiedades. Bebe sin miedo.

Alguien tocó a la puerta. Ruka iba a impedir el paso, pero ya estaba abierta. Era la imbécil de Leika.

-¡Hostia! – dijo Leika al ver a la herida sobre la camilla. Claramente la había reconocido.

Ruka le echó una mirada furibunda.

-Ahora no es el momento, acaba de despertar. Pero después tú y yo tenemos que hablar.

Leika puso los ojos en blanco. Ruka podía llegar a ser extremadamente pesada. Tenía un palo en el culo con toda su parafernalia moral.

-Vale, vale – dijo y cerró la puerta.

Andrómeda se quedó mirando a la puerta. Había estado observando a Leika todo el rato. Pero no dijo nada.

-¿La conoces?

-Puede ser – dijo Andrómeda sin más –. Gracias por acogerme.

-Bueno, es un código que tenemos en La Sofisticada.

Lumi trajo un plato caliente de arroz y verduras para la convaleciente. Ésta se lo comió con avidez, como si no hubiera comido en varios días. La cocinera estaba contenta y le trajo para repetir. Mientras se quedaba cuidando a Andrómeda, Ruka buscó a Leika. Ésta estaba haciendo pruebas a la biolente que había encontrado. Descubriendo su funcionamiento, sin éxito. Notó la presencia de Ruka y se giró. Respiró profundamente esperando una retahíla de sermones.

-Conoces a Andrómeda, ¿verdad?

-Sí, es mi camello de psicotrina.

-Pero tronca, ¿no te das cuenta de que tratar con esta peña es peligroso? Joder, ni que fueras una cría de quince años.

Leika asintió en silencio y volvió a sus quehaceres con la biolente.

-Leika, ¿es que no te importa la seguridad de tus compañeras?

La cacharrera soltó un bufido y se giró completamente, frente a Laika, dejando de lado la biolente y sus juguetes electrónicos.

-Pues claro que me importa, amora – dijo y tomó aire para hablar con más calma –. Sé que no es lo que parece. Pero esa tía tiene algo, algo muy bueno y muy interesante. El hecho de que haya acabado aquí no es casualidad. Ahora fue Ruka la que puso los ojos en blanco, cruzándose de brazos.

-Ya estamos con tus movidas místicas. Déjate la puta psicotrina tronca, en serio.

Si no fuera porque en realidad amaba a Ruka. La amaba como compañera y como amiga, se hubiese lanzado a darle un buen tortazo. Respiró.

-Yo me encargo.

-No, esta tía en estar bien se pira de aquí. No tengo ganas de tener a una panda de machirulos puestos hasta el culo en la puerta de nuestra casa. Leika levantó las manos, indicando que se rendía y siguió con sus pesquisas con la biolente. Ruka soltó un bufido y se fue, indignada.

...

Andrómeda tuvo una recuperación asombrosamente rápida para la paliza que le habían propinado. Prueba más que fehaciente que demostraba de dónde venía, según Ruka. Estaba ya dispuesta a echar amablemente a Andrómeda, cuando de repente, tocaron a la puerta.

-¿Sí?

-Soy yo, Sinka ¿podemos hablar un momento?

Ruka dejó a Andrómeda que, a pesar de su recuperación rápida, parecía encontrarse cómoda en la camilla.

-A ver, yo entiendo tus motivaciones y sé que eres, quizá, la más responsable de este grupo. Pero somos asamblearias cari, no puedes tomar todas las decisiones hoy...

-Ya, Sinka, pero es que ha dado la casualidad de que esta chica ha venido cuando estábais todas de tripi, ¿qué quieres que haga? – interrumpió rápidamente Ruka.

-Te entiendo y te agradezco que tanto tú como Lumi os hayáis encargado de esta situación solas. Te pido disculpas por mi parte. Pero ahora que estamos todas lo suficientemente despiertas y sobrias, ¿te importaría que convocáramos una asamblea para ver qué hacemos con esta chica?

Ruka emitió un gruñido de resignación.

-Claro, Sinka. Las normas de La Sofisticada son las normas. Las pocas que tenemos...

Sinka le dió un abrazo a Ruka, que esta no se esperaba y devolvió torpemente.

-Gracias. En una hora quedamos en la sala de reuniones.

...

La sala de reuniones era la misma que la sala de las raves y la misma que la de los talleres y charlas. Un lugar amplio dentro de la CSOA, oculto a los ojos de los curiosos y bien aislado. Lumi acompañó a Andrómeda a la sala y se sentaron todas en círculo.

-Bueno – comenzó Sinka –, vayamos al grano. En primer lugar, propongo que Andrómeda nos hable un poco de sus necesidades y si nosotras somos capaces de cubrirlas, ¿votos a favor?

Todas levantaron la mano, incluso la indignada Ruka.

-Andrómeda, por favor, nos gustaría saber qué es lo que te ha traído aquí y cómo podríamos ayudarte.

La pelirroja, guardó silencio durante un minuto o dos. Taimada.

-Escuchad troncas, yo no quiero ser ninguna molestia. Agradezco toda vuestra movida anarquista y vuestra amabilidad y tal y cual. Pero Ruka tiene razón, no estáis seguras aquí conmigo – dijo y se levantó –. Así que, me voy. Gracias por todo.

  • A ver, cari – dijo Yule –. Al menos nos podrías dar algún tip o algo para poder lidiar con los mamarrachos que te persiguen. Yo creo que podrían venir por aquí a husmear aunque tú no estés.

-Yule tiene razón – dijo Sinka –, aunque te vayas tus matones vendrán por aquí. Solemos recoger a todo tipo de personas de la calle y si Leika te conoce, aumente la posibilidad.

Con este recordatorio, Ruka envió una mirada de reproche a Leika. Pero esta la esquivó.

-Procuraré que no sea así – dijo Andrómeda – Hasta luego y gracias. Fue hasta la puerta de salida y salió con un portazo conduntente. Se generó un ambiente tenso entre las compañeras y todas las miradas fueron hacia Leika.

-Amora, ¿cómo tienes el coño de mezclarte con la mafia? – dijo Yule.

-Bueno va, ¿vais a poneros todas a darme la paliza ahora? Os digo lo que le he dicho a Ruka y lo que os he dicho otras veces. Esa tía tiene algo muy interesante.

-Pero el qué Leika, ¿el qué? – preguntó Ruka exasperada por sus rollos místicos incomprensibles.

-Es energético Ruka. No es ciencia pura ni lógica matemática.

-A ver nena, yo te entiendo – dijo Yule –, pero es arriesgar demasiado por una intuición que no tiene tanto sostén...

-¡Y además por conseguir la puta droga de los capitalistas que lo están jodiendo todo! – interrumpió Ruka.

-Creo que no sirve de mucho que nos pongamos a discutir ahora – dijo Lumi – y que deberíamos centrarnos en poner a salvo La Sofisticada por si sus colegas vienen aquí.

Todas asintieron en silencio. Se montaron turnos de guardia, como los que habían establecido para las alertas de desalojo. Fortificaron las entradas y tapiaron con tablones las ventanas.
Leika y Ruka estaban sin hablar. Con una tensión palpable, a pesar de que podían trabajar en equipo de manera funcional.

Los golpes y los gritos amenazadores no tardaron en llegar. No sirvió de mucho decirles que no sabían el paradero de la pelirroja. Estaban tan puestos de vete tú a saber qué, que no atendían a razones. No lograron entrar, pero su silencio al marcharse fue extraño. Inconcluso. Al cabo de media hora empezaron a oler a quemado.

-¡El huerto! – dijo Lumi y fue corriendo a abrir aquella puerta.

-¡Espera, que igual estan fuera esperando para darnos una paliza! – dijo Leika, pero Lumi ya había abierto la puerta. Las plantas se consumían bajo un fuego alimentado por algún combustible maloliente.

No había nadie allí, sólo las llamas y las lágrimas de Lumi brotando sin cesar.

....

Dos días después del ataque, alguien llamó a la puerta. Las chicas se prepararon para lo que pudiera pasar.

-Soy yo, Andrómeda. Dejad que os ayude con el destrozo. Haga lo que haga ya no os van a dejar en paz. Ya que es culpa mía, dejad que me encargue de esto.

Entre ellas comenzaron a conversar. Opiniones a favor, opiniones en contra.

Finalmente, Yule, cansada de tanta incertidumbre entre sus compas dijo:

-Reina, mira que nos estás dando un poco de dolor de cabeza, pero creo que no nos queda otra alternativa, pasa – se llevó una mirada furibunda de Ruka y otra, dolorosa, de Lumi.

Abrió la puerta con cuidado. Tenía más heridas en el rostro y un ojo morado. Pero ella estaba impasible, como un roble frente a un tifón.

-Pero cómo nos vas a defender si acabas siempre hecha una mierda – dijo Ruka.

Andrómeda le devolvió una mirada inclasificable.

-He matado a dos de ellos. Creedme que no os queda mejor alternativa que tenerme por aquí. Cuando haya pasado todo, me marcharé.

Todas tragaron saliva casi al unísono. Habían metido a una especie de perro de presa en su casa e iba a ser muy difícil echarlo a patadas. Se sacó un piti y fumó tranquilamente.

-¿Tenéis un poco de birra? O hielo. Me duele bastante el ojo.

Leika no esperó a que Ruka le echara otra miradita de reproche y se levantó a atender a su “camello”. Rascó un poco del hielo que crecía en el congelador y lo metió en una bolsa de plástico. Cogió una lata de su cerveza favorita y se lo llevó a aquella matona misteriosa.

-Gracias – dijo, llevando una mano al ojo y la otra conduciendo la cerveza a sus labios sedientos.

Se dirigió a Lumi.

-Mañana me encargo de poner a punto tu huerta para que puedan volver a crecer las plantas – dijo y se tumbó en uno de los sofás que había en la sala de chill. Donde la gente fumaba o se tomaba normalmente la psicotrina en grupo mientras filosofeaban cosas extrañas.

Todas intercambiaron diferentes miradas de confusión, incertidumbre y duda ¿Hasta qué punto no sería contraproducente tener a esa tipa dentro de La Sofisticada? Habían metido a toda clase de gente dentro como refugiados. Pero lo más peligroso que habían ad0ptado eran a pobres junkies convulsionantes que, con un poco de cuidados, calmaban rápido. Aquella macarra que no pestañeaba tras mencionar el homicidio de dos personas, era otro nivel. Pero Leika decía que tenía algo especial. Cierto era que Leika era un personaje caótico, pero su intuición fallaba rara vez para molestia de Ruka. Leika sabía ver más allá de la dualidad que mostraban las cosas. O eso, o era simplemente una loca con suerte.

...

Tal y como prometió. Andrómeda cogió una azada y empezó a remover tierra. Quitando lo que estaba contaminado por el combustible que habían rociado sus enemigos. Revisó el compost que había preparado Lumi y lo esparció por la tierra. Segó algunas plantas secas que estaban en el margen, que no habían sido afectadas por el fuego, las troceó y las echó encima. La cocinera y agricultora se quedó observando. La pelirroja no pedía ayuda. Era eficiente y no se quejaba. Estaba completamente metida en su trabajo. No conocía a muchas personas que conocieran la tierra. Ella misma se consideraba una excepción, venida de una tradición lejana y secreta de su familia ¿de dónde procedía esta chica?

Una vez hubo terminado, se sentó y se encendió otro piti. Sola, sin hablar con nadie. Ni tampoco parecía que tuviera ganas de hacerlo. Lumi, en cambio, fue a buscarle un poco de agua y se la trajo. Andrómeda asintió a modo de gracias, pero no añadió nada más. Era una persona que desprendía hostilidad por todas partes, pero parecía reservarse todo el ser que era. A Lumi le gustaba que hablase poco, quizá podría ser una buena compañera de huerta.

Sin embargo, generalmente Andrómeda se apartaba. Comía sola, pasaba mucho rato sola. Fumando, pensando en cosas indescifrables.

Leika, que era la única que había establecido algún contacto con ella, se le acercaba. Le preguntaba si estaba bien, si necesitaba algo. Pero el hermetismo de la pelirroja era brutal. Al igual que su independencia. Si necesitaba algo, lo tomaba. Trabajaba en lo que consideraba que eran las necesidades del espacio y lo hacía bien. Pero rompía la dinámica del equipo.

-Bueno, dijo que se marcharía – defendió Leika.

-Entiendo que, por ese motivo tampoco querrá establecer ningún lazo – comentó Sinka –. Nuestro modo de vida no es para todo el mundo.

...

Cuando aparecieron los matones, sólo dos, ella estaba de guardia. Sabía que aquel era el día y por eso, de entre las herramientas y utensilios que había para el huerto, encontró una barra de hierro ligera que que le serviría para acabar rápido. Sin embargo ellos esta vez venían con pistola. Dispuestos a acabar con su vida de una vez por todas. Ya no la querían de vuelta por la fuerza, ahora querían darle fin. Andrómeda, que ya se conocía el lugar con suficiente detalle, se agazapó entre unos bidones de riego, y esperó a que se acercaran a la puerta. Agachada y aprovechando los espacios que encontraba para poder ocultarse. En cuanto estuvo a una distancia prudencial, se abalanzó contra uno, dándole un varazo en la nuca y haciéndole caer instantáneamente en el suelo. El otro, se recuperó rápidamente del shock y comenzó a disparar, pero no conocía la agilidad de la pelirroja: rápidamente cogió el cuerpo de su compañero para usarlo de escudo y se lo tiró encima, desestabilizando a su oponente. Recogió la vara y le asestó un golpe tan fuerte en la cabeza, que os aseguro que le partió el cráneo. Andrómeda respiró, se estiró. Le olía todo a sangre. Le había salpicado todo en la cara y en la ropa. Cogió los dos cadáveres y salió por la puerta trasera del patio. Cruzó un par de calles y los dejó ahí. Y dejó también la vara. A nadie le extrañaría que dos con esas pintas se hubieran matado en los suburbios. Ni se iban a molestar en investigarlo. Ni tan siquiera en seguir las motas de sangre que evidentemente habían caído de camino. De vuelta se encendió un piti, pero seguía atenta. Le extrañaba que sólo hubieran enviado a dos tontainas a por ella. La subestimaban, sí. Pero no hasta ese punto ¿Quizá exceso de confianza? Aún así, al volver a La Sofisticada no encontró a nadie más. Y sin embargo, continuó su guardia. Aprovechando para enjuagarse la sangre de la cara y cambiarse la ropa. Cuando amaneció, se dedicó a limpiar los restos de la batalla. De tal manera que, cuando las chicas despertaron, parecía que allí no había pasado absolutamente nada. La primera en aparecer fue Lumi con una taza de café en la mano.

-Buenos días Andrómeda, ¿cómo ha ido la noche?

-Bien. Han venido dos a molestarnos pero ya no nos molestarán más.

Lumi dio un sorbo a su café, incómoda.

-¿Quieres descansar?

-No, quiero ayudarte con la huerta; si te parece bien.

-Sí, sí, claro... Pero...bueno, has pasado toda la noche despierta... – balbuceó Lumi, sin saber muy bien cómo comunicarse.

-No te preocupes. Estoy bien.

Introducción

Acrateia es un relato de literatura sucia. Algo que está entre el pulp y el fanzine punk de toda la vida. En cierto modo es un juego literario para mí, pues siempre he procurado cierto preciosismo y correctitud en todo aquello que escribo. Y posiblemente este relato no sea todo lo kinki que realmente merece, pero es un intento. Aunque sea con la intención de poner un granito de arena a romper con una estética predefinida o prefabricada. Y por otro lado, mezclar diferentes temáticas que hubiera deseado haber leído o visto en alguna serie o película: mujeres queer anarquistas que se lanzan al espacio en busca de una tierra libre. Y que, después de todo, tiene cierto matiz de sátira que las que estamos o hemos vivido en esos ambientes autogestionados podemos entender. Con todo, espero que podáis disfrutar de esta historia de lesbianas cósmicas chulísimas.

Elecciones

Después de la aparición de aquellos dos matones, La Sofisticada volvía a estar tranquila. Aunque seguían haciendo guardia y querían dar margen de algunas semanas más para poder repuntar con las actividades en la CSOA. Leika seguía haciendo pruebas con la biolente, sin ningún tipo de éxito. Era raro que los cacharros que se encontraba escaparan a su comprensión y a sus habilidades, pese a ser la clásica chapucillas. Aquella tecnología era extraña. Incluso llegó a pensar si en lugar de ser una biolente era otra cosa y se estaba confundiendo. Desde luego al contacto de la retina directamente no funcionaba. No se cargaba con la luz del sol. Ningún voltaje lograba reanimarla. Presa de la frustración, tiró la dichosa lente sin saber muy bien dónde apuntaba. Ésta, cayó en el vaso de kombucha de Ruka. -¡Eh! - exclamó Ruka limpiándose la cara salpicada - Tía, que no estás sola... ¿Eh...? Se quedó mirando la biolente un momento, pues esta parecía emitir un destello. -Leika, mira esto. Leika ya estaba en camino a ver más de cerca aquellos destellos. -Pero... ¿qué...? - y fue a sacar la biolente con sus dedos. -No, no, no... Lo saco yo, porfa - dijo Ruka y extrajo unas pinzas de uno de sus bolsillos secretos. Sacó la biolente y se quedaron las dos observando. Leika fue a buscar algún trapo con que secar la biolente. Pero en el momento en el que fue a secarla, el destello desapareció. Sin embargo apareció un nuevo brillo en los ojos de Leika, que miraban a Ruka con ilusión. -¿Tienes más cosa de esa? -Sí claro, pero... No pudo terminar la frase porque Leika fue directamente a por la fuente de energía de su preciada biolente. Ruka, con furibunda impaciencia fue tras ella. No quería que hiciera un destrozo con sus probióticos. ... La biolente tenía la capacidad de absorber pequeñas cantidades de kombucha. Entonces las luces parecían más estables y duraderas. Probó a ponérselo en el ojo, pero sólo habían líneas y extraños caracteres que no supo reconocer. Aquel artilugio era extraterrestre, como mínimo. Ahora, ¿de dónde y por qué había llegado hasta allí? Fue uno de los puntos a tratar en la asamblea de la semana. Donde Leika hizo una muestra a todas y les indicó que lo probaran en sus retinas. Cuando le tocó el turno a Andrómeda, esta se quedó en blanco. Temblando ligeramente. -No... no puede ser... - dijo solamente. -¿Qué ocurre? - dijeron varias a la vez. -Es un mapa hacia algún lugar. Pero reconozco el lenguaje. Hace años que no... Se quitó la lente porque unas ardientes lágrimas empezaron a brotar de sus ojos. -Disculpad Se fue a algún lugar a esconderse. Se encendió un piti. Dos, tres, cuatro. Mientras miraba un punto determinado para poder calmarse. El resto se quedaron anonadadas mirándose entre todas. Sin mencionar palabra alguna. Sólo Leika rompió el silencio, con una pícara sonrisa triunfante. -Os dije que esta tía era especial. Ruka estuvo a punto de contestarle a aquella frase. Pero no dijo nada. -Voy a ver cómo está - dijo Sinka. Pero no la encontró en ningún lugar. Había desaparecido. Se pusieron todas a buscarla, en cada rincón. Fuera, en sitios insospechados. Pero nada. Se había ido. Ninguna dijo nada, pero Leika ya sabía lo que pensaban. Sí, sí. La chica especial pero se había ido. Dejándolas sin respuestas y con un problema bastante serio con la mafia de la ciudad. Decidieron contactar con otros espacios, sus redes, para quien pudiera echarles un cable. Quizá es lo que tendrían que haber hecho en primer lugar, antes de confiar toda su seguridad en una tipa que había sido la primera en provocar el problema. Los punkies más duros se unieron a su causa, a cambio de una buena fiesta donde pinchara Yule, la dj. Pero nada, ya no había amenazas de ningún tipo. Tal y como vino, se fue. Fue un alivio para casi todo el grupo, menos para Laika que se moría de ganas por conocer el secreto de la biolente. Pues aunque había compartido la información con los otros anarquistas de su red, ninguno sabía descifrar aquella extraña escritura. Y como habían prometido, se montó una buena rave con el sound system de Yule y sus manos mágicas. Había psicotrina de calidad (de otros proveedores menos peligrosos y que no favorecían los tejemanejes del poder), pero también otras exquisiteces traídas de Ío y Europa. Las fiestas universitarias en las CSOAs permitían intercambios de toda índole. Jóvenes burguesitos que contactaban por vez primera con la anarquía, fascinados por el espíritu salvaje del punk. El viaje psicodélico, de sensaciones, de música que acompañaba los ritmos de la química que invadía las neuronas de los bailarines… Todo aquello semejaba, más bien, un ritual ancestral. De cuando todavía existían los bosques libres. Muchos se perdían en realidades alternativas, mundos de fantasía. Descubrían o redescubrían la telepatía, que se estiraba el tiempo o se contraía. Otros se sumergían en mundos de pesadilla y había que desintoxicarlos rápido. Sin embargo, el viaje de Leika estaba vez fue distinto. Tras la típica introducción de fractales y mandalas, de pronto la realidad dejó de parecer tan mística. No obstante, sintió una presencia al lado y al girarse, ahí estaba Andrómeda. -¿Qué haces aquí? - preguntó pero sabía que no era su voz real. Pues resonaba distinto. Andrómeda le devolvió aquella mirada entre hostil y fría, que pronto cambió por una media sonrisa. -No has parado de llamarme. -Es que tía, has desaparecido sin decir nada y… Entonces la pelirroja le selló los labios delicadamente con dos dedos. Mordiéndose el labio inferior. -Shh.. Paciencia. Leika sentía que su coño iba a explotar. -Menuda alucinación más calientaclítoris. -¿Soy una alucinación? - dijo y se fundió con la multitud. Leika intentó ir tras ella. Pero había desaparecido sin dejar rastro. Necesitaba tomar aire, con lo que decidió salir por la puerta principal, hacia el callejón de entrada a La Sofisticada. Allí habían tres o cuatro punkies de risas. Pero algo a su izquierda se movía torpemente. Afinó todo lo que pudo su vista y vio que era Andrómeda, cojeando y sujetándose el lado derecho del costado. La cara impregnada de sangre chorreante. -A… yu..da.. - dijo con un hilo de voz y se desplomó. Leika avisó a los chavales que estaban de cháchara y fueron a socorrer a la pelirroja. La llevaron corriendo adentro, esquivando el éxtasis del momento y conduciéndola hasta la enfermería. Ruka apareció acto seguido, que a pesar de que no consumía drogas, disfrutaba del baile. Sin embargo había visto al tropel de punkies apurados llevando a una cara conocida a su templo. La tumbaron y Ruka les pidió que le quitaran la ropa. Andrómeda estaba completamente inconsciente. Un cardenal cubría su costado derecho. -Creo que tiene una costilla rota, esto va a ser muy jodido de curar con lo que tenemos aquí. Lo demás simplemente es la nariz rota y una ceja partida. Más escandaloso que preocupante. Pero esto de la costilla no sé cómo nos lo vamos a apañar. Con suerte no le habrá perforado el pulmón, pero hay que ser muy delicadas. Uno de los acompañantes fue a buscar a una colega suya que estaba terminando la carrera de enfermería y ya tenía experiencia en hospitales. Afortunadamente, la muchacha llevaba utensilios para heridas graves: -Ser enfermera y revolucionaria es lo que tiene, hay que estar preparada para las peores guerras – dijo mientras le ponía unos apósitos ajustables sobre las costillas de Andrómeda. Aquél tejido parecía tener vida. Se estiraba y se contraía, haciendo un masaje miofascial para ir reajustando poco a poco la costilla y sacarla de un posible punto de riesgo -. Claramente no ha habido perforación, sino, vuestra amiga respiraría muy feo. Con esto bastará. También le aplica un analgésico para que baje la inflamación. Les dejó más apósitos y otros calmantes en formato de inyectables. -Esto, reposo y cero movilidad. La recuperación es algo lenta, pero se la ve una chica bastante dura. Quizá en menos de un mes ya está moviéndose. -No lo dudo, ya la conocemos de antemano – dijo Ruka casi para sí misma. Ruka le lavó y le desinfectó las heridas del rostro, mientras todos se marchaban. Todos menos Leika. -¿Qué haces aquí? Anda, vete a disfrutar de la fiesta. -No, termina de hacer lo que tengas que hacer y vete tú. Yo me quedo con ella. A mí se me han quitado las ganas de estar ahí. Ruka quiso averiguar por qué, pero vio que Leika tenía la mirada atenta sobre Andrómeda. Una mezcla entre preocupación, duda e incluso miedo. Nunca había visto a Leika así. -¿Estás bien? -Sí, es sólo que… - dijo y la miró un momento -, estoy cansada, eso es todo. Ruka asintió levemente y guardó todos los utensilios. -Te dejo con ella. Descansa. -Pásalo bien, bella. ... Gruñendo de dolor, Andrómeda despertó. Veía una figura borrosa delante de ella que, poco a poco iba tomando forma. Sus dos lados rapados con un par de patillas largas negras. La oreja derecha cosida a piercings, otro en la ceja izquierda y finalmente otro en el centro del labio inferior, curvado en una leve sonrisa. Cuando su cerebro reaccionó, le vino el nombre de aquella chica: Leika. Notaba su mano cálida acariciándole suavemente la cabeza. -Buenos días, ¿cómo estás? - dijo casi en un susurro. De pronto, con toda aquella confusión, Andrómeda empezó a derramar lágrimas. Quería huir de aquella explosión emocional. Pero no podía. Quiso mirar a otro lado, pero en cuanto lo intentó, Leika la abrazó con cuidado de no hacer presión sobre su herida. El llanto de Andrómeda aumentó y Leika le acompañó respirando. -Gracias. No creo que me lo merezca. Leika se apartó y le miró a los ojos. Sus ojos negros como el café contra los pardos de la pelirroja. -¿Sabes lo que creo que no te mereces? Lo que sea que te haya llevado a estar con esa gente. Andrómeda se estremeció y volvieron a brotar más lágrimas. -Nadie me ha visto tan vulnerable en años... Leika sonrió y le dio un beso en la frente. -Aprovecha, que hay rebajas. Voy a llamar a Ruka para avisarle que has despertado y a ver qué clase de brebaje te da. ... Con los cuidados intensivos y un cuerpo acostumbrado a la crudeza, en menos de una semana Andrómeda ya podía moverse de la camilla. Otra cosa eran sus emociones. Se había vuelto más hermética que de costumbre, cuando se la veía, tenía los ojos rojos e hinchados de no cesar de llorar. No permitía que nadie se le acercara, salvo Leika. Con que una ya la conociera en ese estado, era suficiente. Más no lo podía manejar. Todavía no. Cuando estuvo mínimamente estable, le contó a Leika la historia de aquella biolente. Le dijo que era un mapa que llevaba a Las Cuevas Libres, un entramado subterráneo que se encontraba en Ío. Sólo sabían de su paradero los que hablaban swantí, el idioma de los pueblos libres. De donde ella procedía y que el gobierno de Gaia se había encargado de exterminar por no integrarse con la cultura civilizada. -Somos una gran familia cultural - dijo Andrómeda, aunque le supo extraño y lejano hablar de ello -. Estas "biolentes" son mapas artesanales que se reparten entre los swantíes... Es extraño que se haya extraviado de esta manera tan fortuita. -Bueno, todo ocurre por algo - dijo Leika con una sonrisa, pero pronto se le congeló proque escucharon unos violentos golpes en la verja de la entrada. Andrómeda levantó la mano a modo de señalar que guardaran silencio y se tranquilizaran. Cogió uno de los martillos del taller de Leika y se acercó lentamente a la puerta, doblemente cerrada: de madera y por fuera, una verja. Observó entre los huecos desvencijados de la puerta de madera y vio a Stan, la mano derecha de Dullian, con su cara de sierpe venenosa. -Qué quieres Stan, a qué coño has venido. -Solamente vengo a informarte, querida Meda, que el señor Dullian te tiene un aprecio incalculable - carraspeó-. Si sigues faltándole el respeto de esta manera, te aseguro que te vas a arrepentir. -Yo no soy la perra de nadie, Stan - dijo, como escupiendo las palabras -. Y si te vuelvo a ver por aquí juro que te reviento la cabeza. -Qué poco elegante eres, Meda - dijo -, tendrías que ser un poco más lista y calmar tus instintos asesinos. Con esas zarrapastrosas lo único que te espera es un futuro de miseria. -¡Lárgate ya! Te doy tres segundos antes de salir y dejarte sin esa cara de puta víbora. -Muy bien, muy bien - dijo Stan y se marchó con una sonrisa de triunfo. Andrómeda, presa de un brote de rabia, tiró el martillo al suelo y gritó un joder que pareció retumbarlo todo. Todas se quedaron mirando a aquel perro de presa con cuerpo de mujer con respeto. Sólo Silka rompió el silencio para convocar asamblea y tomar decisiones. -Entiendo - comenzó a decir Silka una vez se sentaron todas en círculo -, que ya estamos profundamente metidas en el ajo hagamos lo que hagamos. Andrómeda no emitió ningún gesto, ni palabra alguna. -¿Qué sugieres que hagamos? Tú conoces a esa gente mejor que nosotras - continuó Silka, con calma, dialogante. La pelirroja negó con la cabeza y se la sujetó, hincando los codos en las rodillas. Resopló. Miró a cada una de ellas y mantuvo un poco más con Leika. -Esto es una guerra que no sé qué proporciones tendrá, pero no puedo volver. No después de lo que le hicieron...a ella. Mataron a mi chica. Ruka estuvo a punto de corregir su "mi chica", por las connotaciones posesivas que tenía. Pero guardó la calma. Obviamente no era el momento. -Si no queremos problemas con ellos mi única opción es volver. Vosotras al estar implicadas os destruirá. -¿Entonces estás diciendo que montemos aquí una trinchera, chiqui? - preguntó Yule, ya cansada de tanto macarreo innecesario. No se había ido del CSO El Puñal por nada. No tenía ganas de peleas entre punkies, pero es que aquello ya se excedía. -No, no sería justo para nadie y quizá no aguantemos. Quizá buscar un nuevo espacio, uno en el que podamos estar seguras... Pero ese hijo de puta se conoce toda la ciudad, ya no podríamos quedarnos en Kaabu. Leika llevaba tiempo sonriendo como una niña o como alguien que se había tomado una pizca de algo. -¿Y si nos vamos a Las Cuevas Libres? Ruka puso los ojos en blanco. -Claro que sí, y hacemos una CSOAE: Centro social okupado autogestionado espacial. Pero Leika no quiso atender su sarcasmo, la miraba con ojos brillantes. -Pensadlo bien, dejaríamos esta mierda de planeta conquistado por el capital hasta las trancas y nos iríamos con un pueblo libre. -Pueblo que son piratas, Leika, piratas del espacio - intervino Ruka -. Viven del saqueo de otras naves. No sé si es algo de lo que me apetece... -Oh, oh, oh pero... ¡Sería a naves de diplomáticos, de gente aburguesada petarda...! Ayyy... - Leika no podía sostener su éxtasis. -Afff... Me rindo -Bueno, ¿qué otras alternativas tenemos? - intervino Lumi, mirando a Silka para que pudiera usar sus artes diplomáticas - Yo tampoco me veo en una nave durante mucho tiempo. Yo necesito tierra y el viaje hasta Ío son varios meses, todo y que salga bien. Y después la idea del mundo subterráneo tampoco me complace. Lo siento, puede ser que este sea un planeta corrupto, pero estoy atada a él y a su ancestral tierra. -Evidentemente lo de ir hasta Ío es una locura, no tenemos los medios. Es muy arriesgado y con pocas probabilidades de éxito - concluyó Leika -. Sin embargo el resto de opciones tampoco son sencillas. Ya se han encargado de que la civilización esté centralizada en Kaabu. Lo demás no son más que minas, granjas y explotaciones agrículas extensivas y desierto. No hay nada. Ir hasta Las Cuevas es muy arriesgado, pero podríamos probar Marte. La sociedad allí, al menos, es más diversa. La terraformación fue un éxito... -Venga, Silka tía, no me seas reformista - dijo Leika -. Los de Marte son unos socio-liberales casposos. Sí, aparentemente con esas ideitas progre super bonitas pero que te echan a la poli igual si no les caes bien. -Bueno, tampoco es que aquí estemos en el paraíso - dijo Ruka. -Yo, mientras pueda montar un buen sound system la verdad es que ya me da igual chicas - añadió Yule -. Si a las de Marte les va la fiesta... -Y ante todo, saber si podemos asentarnos, plantar cosas... - añadió Lumi. Hubo bastante revuelo, entre las ideas de unas y de otras. Chocante entre sí. Meda se levantó, arrastrando la silla para hacerse notar. -Pensaba que las anarquistas os organizábais bien, pero veo que os hace falta bajar los pies a tierra un poco: hay un peligro real. Ese tipo os aseguro que movería cielo y tierra para buscarme. Así que busquemos una puta nave y salgamos de este planeta. Marte, Ío o incluso Europa. Qué más da. Pero fuera de aquí. Fuera de este mundo, no es nadie. -¿Y dejar La Sofisticada, nuestras redes? - respondió Ruka -. Llegaste aquí accidentalmente, nos has puesto la casa patas arriba y ahora nos impones tu idea. Se nota que vienes de la mafia... Meda le lanzó una mirada penetrante. Ruka se estremeció. Nunca tuvo que haber recogido a esa psicópata. Con haberle visto esas pintas tendría que haberla echado a la calle desde el primer momento. No. Realmente la culpa de que eso estuviera sucediendo era suya, se decía. Por no haber sido lo suficientemente prudente. Sí, desde luego, había cumplido perfectamente con la ética de La Sofisticada... Pero la había puesto en peligro, y ahora... -Chicas, calma, por favor - dijo Silka -. Nos encontramos en estas circunstancias y no podemos hacer nada por evitarlas. Quizá no sea un adiós para siempre, pero necesitamos un refugio transitorio mientras pasa esta tormenta. Si nos quedamos, peligrarán también nuestras redes y las personas que amamos. Por el bien de todes tenemos que irnos.