Qué mierda y a la vez qué bien y a la vez qué mierda [...]

Los almendros florecen en Enero y siguen muriendo y muriendo en el territorio que llamamos Gaza y personas de los pueblos que llamamos palestinos. Sigo a Saul Williams en redes y de él leo gente de allá y me pongo historias en el pecho para seguir llevándolo dentro. Veo el Falestin de Cuellilargo para entender. El Zionismo es colonialismo.

Mierda.

El jardín salvaje que habito está lleno de abejas a ratos. A mi hermana encarcelada la liberaron. Me dijo que echó tanto de menos ver la luna... que hay cicatrices que quedarán para siempre y que también hubo magia. La luna anoche nos hizo callar y girar la cabeza a media casa.

Qué bien, joder.

No supe estar salvando a mi hermana no sé estar salvando a las personas hermanas palestinas no saco tiempo para saber de Congo; en El Salvador están desapareciendo a defensoras del territorio. ¿dónde más?. No sé ser heroína. ¿Qué pasa si las maneras de responder a las crisis contribuyen a ellas? AHHSHAHSHA. Mierda.

MIERDA. MIERDA.

Recuerdo haber leído Widow Basquiat.

Recuerdo haber leído The Madonna´s secret.

Recuerdo haber leído en la pared de Salamanca “antes la verdad que la paz” firmado por Unamuno.

Recuerdo mi cuerpo desnudo en ríos y mares y océanos.

La urgencia la urgencia la urgencia el sufrimiento el miedo al sufrimiento que pare el sufrimiento.

Publico un poema aquí sobre la velocidad. Lo escribí hace mucho tiempo y desde entonces no se ha movido mucho.

Que os quiero que os quiero que os quiero amar una eternidad.

La velocidad es la violencia. Chinua Achebe

14 SEGUNDOS PROPORCIONALES

Hay un tú que es complemento circunstancial del fin del mundo, de catorce segundos proporcionales
de vida de humanidad hasta el Antropoceno, profunda herida de la calma chicha, del paso de Era, del todo predecible y equilibrable hasta este momento: fin del Holoceno.

En mitad de urgencia y miedo renacíamos en cada encuentro, tiempo geológico, de embelesarnos en lo bello, reviviendo catorce segundos de la humanidad hasta el Antropoceno en la pérdida de conciencia del beso: bioindicador nuestro
de se podría prosperar en respeto.

A la vez sintiéndolo fugaz y eterno arraigamos este descubrimiento tocando el árbol más anciano que cruzamos para que echara raíz y no se lo llevara el viento. Honrando su existencia como queriendo firmar memento a la humanidad dispuesta a no rendirse, dispuesta a amar en el intento de sanar en la inmensidad de lo geodésico en mitad de zona de cizallamiento, de insignificancia y aun así un todo inmenso; de rebelión y aun así amor en cada segundo proporcional del resto, del tiempo.

Virginia Victoria Poemario: Vivir entre paradigmas

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