¿Co-creamos futuro con las historias que contamos?

Aquí escribo sin reflexión previa. No es un texto trabajado.

Esta tarde de vida y muerte y primavera y queda agua en los arroyos de esta esquina del planeta. Anoche un mosquito voló hacia el fuego frente a nosotras. Esta tarde la tele discutía que la pareja de Ayuso haya robado dinero público. Nunca les pasa nada, decían. Y luego, que lo que no funciona es la justicia, y luego que las calles están llenas de psicópatas, que alguien le cortó la cabeza a alguien y se la tiró a su mujer que conducía, y hachazos por la calle después. Luego que la sociedad está enferma, y que ya no cuidamos como antes, ni a nuestros mayores, y que la gente que trabaja con personas ya no lo hace por vocación. De humanidad y de que ya no queda y de personas de verdad, que trabajan de verdad. Ya no quedan.

A esto lo llamaré paradigma de la escasez. Lo llamaré miedo. Y esta tentación a creernos la generalización, como si no existiera lo que yo veo. La de personas, familias y situaciones que retan esta inercia, que sí, que es tan cierto que violenta que escuece que sangra. Ah, cuando llega la deshumanización a tu puerta, al cuerpo de tu persona amada y que no hay quien la atienda con plena atención. Como si fuera sagrada.

Escasez. Creo que la creamos con los conjuros de lo que decimos, cada vez que escogemos de qué hablamos a quienes no escuchamos. Desde la queja, decepción a decepción, vemos las inercias violentas y asusta, hasta donde vamos a llegar. Coherente, con razón. Compasión. Y así me sale invitarnos a resistirnos, a no elegir solo hablar de esa parte; a retar la generalización cuando nos invade. El blanco o negro. Como que si traemos las historias de inspiración y magia, que también son, oh, ¡y tanto que son!. La de vidas en búsqueda de alterar y retar los rumbos normalizados que, violentamente, deshumanizan. Sí. Ya te digo yo que sí, pero la tele no. Ah, que ganarán de tanto miedo. Ah, que se han instaurado mecanismos que hacen que nuestras herramientas de comunicación se lucren del miedo. El miedo y la alerta, ah. La competición. Ese morbo. Qué horror. En este contexto, creo en que ser buenas ancestras es muchas cosas y, entre ellas, elegir buscar y contar también las historias que expanden nuestra imaginación hacia lo posible. Que nos ofrecen gustico e inspiración. Coraje, compasión. Las historias de como se transformaron los rumbos de las cosas, en direcciones más amables, que le daban otro cauce a la violencia y al miedo; que le daban la oportunidad de metamorfosear. De capullo a rosa, de crisálida a mariposa. Y así y asá, como en sus cortas vidas, historias tras historias. Historias tras historias.

¿Y si de grande que es nuestro enfado e indignación, nos llenamos de palabras y se nos olvida hacer silencio un momento, para escuchar esas historias también? Para verlas frente a nosotras. Y si de tanto miedo se nos ha enterrado debajo la curiosidad.

Escogemos co-crear fuerza para lo más amable. Claro. Y eso en ningún caso tiene que significar dejar de honrar lo violento que se está volviendo la inercia y lo sociopático del comportamiento de criaturas en lo cotidiano; que roban y asesinan sí. Así es la realidad de nuestros días, sí. Que nos acompañe el duelo y el enfado, a no apartar la mirada y, a la vez, a no dar por sentada que esa es la enfermedad que nos tiene a todas atrapadas. Que va. Siempre ha habido resistencia a la inercia, y el deseo visionario de co-crear realidades más amables, y que lleguen a tantas personas que resuenen como sea posible. No podemos evitarnos, criaturas humanas, que si lo que se retroalimenta es más amor que miedo, no podemos evitarnos poner nuestra energía al servicio de la prosperidad común desde lo que nos nace auténtico.

No hay que elegir o una cosa u otra: Mirar con enfado y ver lo generalizado, lo sistémico de lo violento; y/o encarnar y/o dar voz y compartir las historias de lo que reta eso. Vivir en plenitud y ser buenas ancestras, me da a mi que requerirá honrar las dos, y no tender a no mirar a todo lo de en medio. Esto es un desde donde, elijo mi parte de futuro que co-creo.

Sea donde sea que estemos en la vida en estos momentos, nos quiero invitar a buscar nuestro camino de más autenticidad y, lo que nos haga sentir más vivas, sin pretender de lo terrible está atravesándonos y sucediéndonos. Mirar de qué maneras, entre las grietas, se abre oportunidad a ofrecer nuestros dones y talentos al mundo que queremos ver. Esto, desde lo más pequeño de nuestro día a día, es poderoso. Tanto como lo inmenso. A su manera distinta, ah.

Puntada a puntada, mirando el tapiz de cerca, de lejos, con cuentahilos, y a muchos metros. Y cuando toca puntada, la atención a la puntada.

Por la compasión y el coraje que nos une,

Virginia Victoria