Mosquitos

Ya han nacido. En invierno no molestaban ni un poquito y ahora, en la calentura de la noche, aguijonean la vena y atrapan, embriagados, la sangre roja y líquida que corre en ríos de glóbulos rojos y blancos por dentro de mis brazos, por la espalda, por la mejilla derecha o justo por debajo de la piel de la izquierda. O en el interior de la frente. O en el cuello. O en una pierna. O donde pueden. Todavía unos niños de color negro, así me parecen, así lo creo, duelen los malditos mosquitos barrigudos y nocturnos que no dejan intacto ni un trocito de piel si me destapo. Entre las sábanas, en el inframundo, me escondo y oculto cada centímetro de piel sana. Me duermo. Hasta mañana, que ya están llenos.