La banda de Borbotón
Sin avisar, la banda de Borbotón con alevosía cogió por sorpresa incluso al aire que se respira atravesando en pleno follón el estrecho desfiladero que queda entre la planicie jaspeada de Uña y la hendidura profunda y roja del largo apéndice del medio al que llaman con el sobrenombre, rimbombante y regordete, de Corazón. En tromba apretujada todos los secuaces corrían apresurados persiguiendo a alguien o como si escaparan de una cárcel. En la otra mano, ya lejana en la distancia, con miedo, el apurado filo se había retirado permaneciendo apartado y escondido sintiéndose airadamente perseguido por la pandilla de fieros y repentinos asaltantes. En toda la amplitud del extenso valle resonó en vibrante aullido, espeluznante, el más terrorífico de los alaridos.
Enseguida miles de hábiles albañiles se reunieron herramienta en ristre en torno a la pandilla que escapaba comenzando, en frenético baile, a tapiar con eficacia la salida. No fue un instante pero la punzante herida término, más bien pronto, por taponarse, dejando otra vez atrapada en la larga celda a La Sangre. Borbotón corría ahora por Las Venas y todos sus fervientes seguidores le seguían buscando la siguiente herida.
Con la fuerza de los corazones ansiaban escapar a borbotones.
Desconocidos. Más feos que la araña, hermosa por enana, por no conocidos.