Infierno en rojo
Sábana roja para que los cuernos se enciendan, neuronas pocas, se nota la ausencia.
Encarnado toro que brama en la plaza pidiendo a todos misericordia humana y no la encuentra, no sabe que va de razas y la que lo mira es asesina.
En su mirada roja de lágrimas llora y no engaña aunque el que disfruta con su muerte jure, diga, escriba y firme con tinta que el toro no sufre.
La fuente en la cruz, roja, como la sangre en el costado de Jesús, se agota.
Un incendio de invisible fuego grabado en el cerebro con la palabra repetida reconvenido en acatada sonrisa, un repetido mensaje del infierno con la orden de quien pisa la suela por encima en el tiempo en que se anula el pensamiento, basta con que se repita la orden grabada que las neuronas se reordenan sin crear nada.