Desprecio ajeno
Sesos a la cazuela en un cerebro que piensa trabajando con la calavera mientras las neuronas huelgan, así es el fiero atleta constructor de nuestro tiempo cuando apunta sus ojos con total desprecio y con aplomo a contar moneda a moneda un dinero, que sin existencia, vislumbra en el futuro que laboran las gentes que hormiguean la tierra.
Desprecio a sus conciudadanos, que no hermanos, aferrando entre los anillos de las manos y en las cazuelas de los bolsillos, en virtuales monedillas, su futuro trabajo, el pan de mañana, el agua que beben, la vida y el alma, y los hijos, y las hijas, y la muerte.
Desprecio al mar engalanándolo de plástico, de barato aceite, de heces de barco y de muchas basuras más; vaciándolo con sus redes y con sus artes de atraco de algas y de peces, y de crustáceos, y de delfines, y de ballenas y cachalotes, y de todo lo que vive, incluso de los tiburones; que suya es la cazuela, de los señores.
Desprecio a la tierra, y a los árboles, y a los ríos, y a las lechugas de los pobres y a la hierba de los ricos, llenando el silencio de gritos de hormigón y de asfalto, y de metales, y de más plástico, y de pozos negros, y de aridez seca como seca tengo la calavera.
Yo también desprecio como tú o más y sabiéndolo quiero adecentar la casa de mi cerebro haciendo de la cazuela hogar, poco a poco cada vez menos holgar y viviendo pronto despreciar cero. Avanzo en el intento.
Mar de luna nueva, Poseidón altivo, y yo, que lo miro, lo vivo. Es la mar en guerra.
Hoy caminó vengativo el tridente erguido.
Mar de sol y brillo caricias de aire limpio, y yo, que lo miro, lo vivo. En el mar pulido.