Del electrón al núcleo del hambre
Universos de espacio vacío contenidos en un átomo, cielos condensados en la nada de un espacio que no existe donde no se puede estar si conocemos la velocidad.
Saltan distancias que no hay los electrones y se agarran entre sí los protones, unos en espacios que no existen, otros en abrazos casi imposibles. En el espacio que se mide la velocidad no existe.
Todo tan arcano y al mismo tiempo renovadamente nuevo en el reducido escenario de mi cerebro perplejo.
Todo ello aprendido en un tiempo pasado, todo eso tan enano ya no es conocido sin haberlo olvidado.
Todo ha cambiado en el corto espacio de mi tiempo vivido.
Lo que aprendí en un tiempo para mí anciano, cuando entre los electrones había espacio, resulta ahora, después de muy pocos años, falso a los ojos alfabetos del moderno sabio.
Yo no sé todo eso que él sí conoce sobre los viejos nuevos cielos pequeños donde el fotón pasa como un corcel por una ventana quieta en el universo y por la que está al lado también, donde corre sin saber por dónde y donde está sin saber cómo. Al final el mismo que sabe resulta que sabe cierto que no puede saber nada. El huerto de la ignorancia en casa de la ciencia.
Todo cambia y todo se niega con verbos y elocuencia empapada de ideas nuevas, si la sabiduría no piensa se convierte en una diarrea y terminas cagando fuera.
¿Qué tendrá todo eso que ver, mi querido amigo despistado, con negarle la ayuda al necesitado? Deberías llamarte Ignorancio.
A Dios le importa muy poco que tú seas ateo o cristiano. A mí no me importa nada si tú eres ignorante o sabio. Al pobre le importa mucho menos, él lo que quiere es comer algo. Lo que sí importa, y mucho, es ayudar al necesitado.
Tanto átomo y lo importante es el hambre como su dueño sabe.
Curiosidades de un tiempo para algunos fácil. En los nuevos supermercados del todo gratis se necesita ser alto y ágil, átomo hábil, que no te atrape el alcalde y te extradite a otra parte. Lo más importante es el hambre.