Cuatro puertas
En el hospital donostiarra una espera sanitaria. Fue llegar, sin habernos sentado, quietos, mirando en el sitio antes de esperar vemos en un pequeño lío, esperando, a otra gente que ya está. La enfermera con su labia confirma que son cuatro sitios, cuatro puertas cerradas que se abrirán un poquito para llamar a todos con gracia.
No era una, las salas eran cuatro y cuatro eran las puertas, todas para la anestésica consulta que parecía tan bien programada en anciana fecha.
Nosotros, que llegamos minutos antes de la hora que nos toca esperamos atentos a inesperados avatares escuchando las apalabradas bocas, antenadas las orejas a cualquier puerta recién abierta. Una chica acabada de llegar es llamada, se cuela hablan las lenguas después de entrar sin pausa ante el pecho de la enfermera. Hay atraso entre la gente sentada ya cansada. Protestas.
Yo, que escribo, nada aburrido mensajeo las palabras calladito.
En la hora nuestra nos llamaron, entré con mi madre, respondimos las pertinentes tal como eran nuestros deberes y tan campantes despacito nos marchamos. Todo fue elegante.
No descansa el mar cuando hay marejada ni en calma, siempre ha de hacerse notar al azotar como al besar. El cielo es su cónyuge eterno.