Chuleta a la parrilla
La superficie ya tostada. Una chuleta encima de las brasas gotea, suda y sangra sobre enanas llamas. La saliva se seca en la garganta, evaporada. La lengua se revuelve vacía de agua. En los labios luce la piel encarnada mientras el hambre aguarda agazapada detrás de la mirada en un cerebro cada vez menos en calma. Las manos limpias e inmaculadas. El cocinero satisfecho se prepara para clavarla con las púas largas del tenedor firme y atraparla sacándola de la parrilla abrasada a la fuente blanca mientras en su mano derecha descansa el mango del cuchillo con la hoja plateada, afilada. Buen provecho.