Nuestra forma

Para Beatriz que es luz.

Por : Israel G. Bistrain

Es posible que ella deseara simplemente un momento a solas. Había pasado ya mucho tiempo sin que nadie fuera a su casa, si bien, sus padres no se lo tenían prohibido, había algo en ella que hacía que las personas se alejaran. Una mañana decidió ir a ver a un profesor. Él le había enseñado a no sentirse vacía. Sin embargo al llegar a su departamento, encontró su cuerpo colgado con el cable de su plancha. Aún con las llaves en la mano y sin cerrar la puerta, salió sin hacer ruido. Escapando y abandonándolo a su suerte. Seguramente algún vecino percibiría el olor. Quedaba ya muy poca humanidad en ella, quizás el tenerla hubiera impedido que no saliera de casa ese día de agosto. Recordó entonces que uno de sus amigos no vivía muy lejos de ahí, ella solo quería sentir la presencia de alguien que no fueran sus padres. Aún tenía las llaves del departamento del profesor en las manos. Una semana después se alegraría de tocar la puerta de su amigo esa mañana. Después de una semana: -¿Acaso estás bromeando? -Simplemente estamos viviendo…digo, no es como si hoy fuéramos a ser lo que seremos siempre. -Si…pero…sabes…no se si quería irme de aquí, podemos sentir todo esto cuantas veces queramos… El muchacho sonrió y le dió un beso en la frente, cerró los ojos y lentamente acarició su pecho, la abrazó por la espalda, bajó sus manos y acarició también las nalgas de la joven.

Ella sonrió, suspiró fuertemente hasta convertirse en un gemido. Nadie nunca la había tocado así. El joven la tomó de su cintura, la miró a los ojos y le dijo:

-Hoy podemos olvidar la realidad, fundirnos en un orgasmo tan profundo que no queramos regresar de él…encontrar nuestra divinidad perdida, resolver nuestra geometría sagrada juntos…sólo necesito saber que harás este viaje conmigo… La muchacha observó los ojos cafés del joven, sus cejas tan pobladas, sus labios y las marcas de su piel.

Y simplemente sin dejar de sonreír y mirándolo a los ojos asintió con la cabeza.


La muchacha tocó la puerta del departamento del joven, había estado ahí hace tres años cuando celebraron un cumpleaños atrasado. Realmente fue un desastre, ella no quería estar ahí y sin embargo ahora ella iba por su cuenta. No era el departamento, no era el barrio, tampoco la iluminación o la limpieza. En esa ocasión ella no quería estar ahí simplemente por que antes de llegar había intentado suicidarse por primera vez. Había ocultado las marcas de cuchillos en sus caderas tras esa blusa tan transparente al igual que ese número celular para suicidios asistidos que había encontrado un día en internet. Daba lo mismo. Pronto el joven abrió la puerta. Esbozo una gran sonrisa al ver a la mujer del vestido verde que aparecía aquella mañana. -¿Por qué tocas si tienes llaves? -No son de aquí…son de otro departamento. -El color de los barrotes de tu jaula son del mismo color que la llave para abrirla….¿De que color es la tuya.?

-Supongo que de un color diferente a éstas…éstas son las llaves de alguien más. Alguien que ya no está aquí. -¿Y eso en que te convierte? -En una visitante incomoda supongo…he tenido tantos nombres que ahora ya me da lo mismo en que me convierta. Seré una ladrona, una puta, una asesina o una viajera. ¿Cuál es el verdadero propósito de la vida? ¿Cuál es el fin verdadero de la humanidad.? – En este momento, la finalidad de hoy es el invitarte a pasar y compartir contigo mi tiempo. La mujer entró, observó con lujo de detalle el cubo en el que se encontraba, esas cuatro paredes pintadas de gris, sin muebles, con libros y papeles en el suelo, un olor a incienso de lavanda combinado con el humo de tabaco de un cenicero sucio. Bebieron té y charlaron un poco para ponerse al día, la mujer no se arrepentía en ese momento de estar ahí, sentía desde hace mucho tiempo una atracción feroz hacia ese hombre, pero poco a poco se desvanecía al verlo como lo que era: un loco atormentado igual que ella. Es posible que por esa razón tomara la decisión de visitarlo, al final de cuentas un loco solo puede curar a otro loco pensaba. Las horas pasaron, envió un mensaje a sus padres de que no llegaría esa noche, un mensaje que no tuvo respuesta.

No le sorprendía, ellos nunca le respondían nada, prácticamente era como si no existiera.

– He estado estudiando Liliana. – Dijo el joven mientras encendía otro cigarrillo. – Desde que te ví aquí mismo hace tres años, con todas esas marcas en tus caderas que inútilmente intentabas esconder, realmente no dejé de pensar en ti. Fue entonces cuando despertó en mi una sed por entender a gente como tu. -¿Gente como yo?, pero que tacto tienes para decir las cosas… -Bueno, solamente coloco el ancla en nuestra relación de siempre, desde que nos conocemos hemos hablado sin ocultar nada,

lo que hace que te conviertas en una invaluable compañía. Es posible que contigo no tenga que usar ninguna máscara. -Te entiendo, sin embargo no has respondido mi pregunta, ¿Cómo somos la gente como yo? -La gente como tu según mis estudios, ha estado atormentada por las calamidades de su vida desde hace ya mucho tiempo, no solamente por las enfermedades comunes y actuales como la depresión, la ansiedad o el estrés, el exceso de trabajo o el exceso de pereza, no no, es algo más profundo, algo que no se encuentra fácilmente y que solamente los iniciados como yo podemos ver.

El joven recogió un libro del suelo cercano a el y lo abrió en donde se encontraba un separador rojo. -Mira, éste libro menciona una verdad oculta por simbolismos y filosofías antiguas que me he encargado de estudiar sin ningún tipo de éxito aparente. El éxito de mis estudios solamente se sentirá vivo con alguien como tú. Realmente no te esperaba, como sabes, no he estado al pendiente de ti, ni de tus anhelos ni de tus preocupaciones. Simplemente eres un humano igual que yo y me gustaría ayudarte con el único fin de calmar mi deseo por el conocimiento. La mujer entendía algunas cosas y otras simplemente las ignoraba, se concentraba en su tarea inicial: el sentir la presencia de alguien más. Realmente no le importaban mucho los estudios de su amigo, no le importaba el tiempo que había pasado ahí, tampoco el olor de los cigarros.

No se preocupaba por dónde dormiría o cuánto tiempo más se quedaría. -Realmente no me interesan tus estudios. Solamente vine aquí para no sentirme sola en mi casa, me da lo mismo si quieres hablar o no. Me dormiré en este sillón si no te opones a ello y mañana tomaré las decisiones que crea correctas siempre y cuando tu no interfieras en ellas. Es por ello que esta conversación ha terminado. Buenas noches. -Exactamente eso es algo que me agrade de ti y a la vez que detesto. Tu enorme falta de amor y al mismo tiempo una ligera educación que te contradice.

-Está conversación ha terminado. – Dijo la joven con mucho énfasis en las últimas palabras. -Buenas noches Liliana.

————

A la mañana siguiente Liliana despertó a medio día, la luz se filtraba por las ventanas del departamento y el olor a tabaco había desaparecido. El día estaba un poco nublado e incluso comenzaba a llover. Se levantó del sillón notando como su espalda respondía a sus movimientos con un dolor ligero, caminó hacia la cocina tomó un vaso y se sirvió agua de la llave. Mientras bebía agua caminó hacia la recamará de su amigo y al abrir la puerta lo vió desnudo sentado justamente en el medio de la habitación vacía y oscura.

La atención del joven se concentraba en la pared de color blanco frente a él. Permanecía inmóvil como si fuera un maniquí. -Quiero que te vayas de mi casa- Dijo el muchacho sin perder ninguna concentración. -Eso es lo que haré en este instante.

-No te quiero Liliana. Pensé que podía llegar a amarte, pero en este momento solamente siento un gran y enorme desprecio hacia tu ser. Hay gente a la que puedes quitarle absolutamente todo, su ropa, su nombre, su nacionalidad, su voz, sus talentos, sus conocimientos, su dinero y únicamente queda una luz hermosa de la que vale la pena enamorarse, la luz de un ser que no se ancla a ningún deseo. Durante toda la noche te desprendí de todo eso y solamente quedó en ti un ser vacío. Lárgate. La mujer no sabía que responder a eso. Esos ojos, con la mirada de un arco tenso apuntando su flecha hacia la pared blanca sin titubear ni un instante. Observó el cuerpo del joven, desnudo y delgado tanto como el suyo, sin ocultar sus genitales, sin ocultar sus emociones, sin ocultar absolutamente nada. Lucía tan fuerte y a la vez tan vulnerable ante ella. Pocas personas se permitían mostrarse así.

La joven comenzó a llorar y mientras lo hacía comenzó a quitarse su vestido verde, sus medias negras, sus tenis de deporte desgastados y sucios, su diadema color rojo e incluso sus aretes. Ella estaba completamente desnuda ante él.


-Es justamente esto a lo que me refiero contigo Liliana. Aferrándote a tu deseo de ser amada. Aferrándote a tu deseo de querer vivir sin que te des cuenta. A pesar de que no tienes ninguna prenda aún te falta mucho por desprenderte. La joven intentaba secarse las lágrimas de su rostro, sin embargo continuaban saliendo a cántaros. No podía articular palabra alguna, sentía una presión muy fuerte en su garganta que solo le causaba dolor. Intentó abrazar al joven, tomo sus manos y las colocó en sus pechos acariciándolos, el muchacho sentía como las lagrimas de la mujer mojaban sus piernas. La muchacha se separó de él, tomó una de las manos del joven y se tocó con ella su cabello acariciándolo, con sus labios comenzó a chupar los dedos del joven llenándolos de su saliva y de sus lágrimas, lentamente las pasó por su pecho, sus senos, su vientre hasta llegar a su vagina, esperando que ocurriera algo.

El hombre la miró a los ojos. -Te he dicho que te largues Liliana. -¡¿Qué es lo que quieres que haga?! ¡¿Quieres que deje de sentir todo esto?! ¡Es imposible!….Imposible… -Si cierras los ojos entonces podrás ver. La mujer desesperada cerró fuertemente sus ojos provocando que le ardieran a causa de las lágrimas. Se concentró en todas las cosas que en ese momento estaba sintiendo. Sus lágrimas seguían saliendo. -¿Sientes mi rechazo? -Si…y me duele…

-¿Sientes el frío de la habitación? ¿Puedes sentir la oscuridad de éste pequeño lugar? -Si, tengo frío. Siento como mis pezones comienzan a erectarse. -¿Percibes el olor de la mañana mojada por la lluvia? -Ahora ya comienzo a sentirlo. -¿Sientes cómo la tierra debajo de ti se siente oprimida por el concreto que la cubre? -No, eso no lo siento. -Repite tu nombre hasta que deje de tener sentido para ti. -Liliana…Liliana…Liliana…Liliana…Liliana…Liliana…

-Respira profundamente, cada vez que exhales siente como si estuvieras recibiendo algo y cuando inhales siente como si estuvieras entregando algo tuyo con un valor muy profundo. -Liliana…Liliana…Liliana…Liliana…Liliana…Liliana…

-Olvida tu cuerpo, olvida su temperatura, olvida el lugar en donde estás, olvida los sonidos, olvida ésta realidad. Simplemente concéntrate en perder el sentido de tu nombre y en tu respiración. La mujer continuó repitiendo su nombre por un largo tiempo, no sentía hambre ni sed, dejó de sentir el frío, únicamente percibía como todo su cuerpo vibraba fuertemente. Era algo que jamás había sentido no percibía la luz a través de sus párpados gracias a la habitación oscura, dejó de escuchar la lluvia, entró en un letargo en donde lo último que escuchó fue la puerta de la habitación cerrarse al salir su amigo.

A través del tiempo percibió que no tenía ninguna necesidad. No tenia necesidades alimenticias ni sexuales, tampoco necesitaba de ninguna compañía, no percibía el dolor, no pensaba en el pasado ni el futuro. En algún momento de su letargo poco a poco comenzó a imaginarse flotando en un río donde al principio intentaba detenerse y

nadar hacia la orilla, lo cuál le fue imposible, le causaba una incomodidad terrible. Percibió que en ese lugar no valía la pena aferrarse a nada, podía ser feliz si simplemente se dejaba llevar por ese infinito río. En ese río comenzó a soñarse dentro de una gran biblioteca, sus pasillos largos albergaban millones de libros antiguos y de gran tamaño. Cada libro tenía el nombre de una persona, caminó lentamente y sin prisa, ya no podía percibir el tiempo.

No tenía deseo de encontrar el libro con su nombre, disfrutaba de la Luz que de ese lugar salía. Su recorrido era cada vez más lento y suave. Por aquellos pasillos encontró varios libros de personas que conocía pero decidió no abrirlos. Llegó a una sala completamente vacía y alfombrada, se colocó en medio de ella y decidió dormir. Comenzó a soñar de nuevo, en este sueño ella no tenía ningún cuerpo, se encontraba en un lugar sin nombre, sin nada que lo definiera, un lugar completamente vacío donde solamente subsistía una ligera niebla por todo el lugar. Ella avanzaba hacia ninguna parte, ni siquiera podía saber si podía percibir la gravedad del lugar o alguna otra propiedad física que le indicara en dónde se encontraba. Intentó ver sus manos pero no vió nada. Entonces recordó las palabras del muchacho. En ese momento ella se había desprendido de todo pero ¿Qué es lo que era? Pensaba que un espejo sería de utilidad, pensaba que quizás percibir el sonido que podía producir su grito podría darle alguna pista. Sin embargo al no tener ojos que cerrar percibió que ya no era necesario profundizar más, que ese lugar en donde se encontraba era el corazón de la verdad. En ese momento sintió que tenía la fuerza del mar, que era tan infinita como la arena del desierto, que cada vez crecía y se expandía como el universo mismo, que podía crear estrellas, así como sentir el amor de ella misma. Algo se acercaba, algo más grande que ella. Cada vez que ella se expandía lo que venía se expandía el triple. Ya no existía el

miedo solamente podía sentir amor, dejo abrazarse por aquello que se iba aproximando.


Un largo suspiro hizo que volviera a abrir sus ojos y por consiguiente volviera a dormir y se encontrara de nuevo en la habitación de su amigo, todas las sensaciones humanas regresaron a su conciencia. Se encontraba desnuda en medio de la habitación, acostada en la alfombra. Comenzó a percibir el aroma del incienso de lavanda, el sonido de la lluvia ligera, el frío de la habitación, el peso de su cuerpo al levantarse. Entonces lloró, lloró como nunca antes había llorado, suspiraba y tomaba aire para seguir llorando cada vez más fuerte, jamás había llorado así, ni siquiera cuando era a penas una niña. Una luz la cegó casi por completo y sin dejar de sollozar observó que la puerta se abría y entraba su amigo quien la tomó entre sus brazos y la abrazó.


En ese momento, todas las sensaciones humanamente posibles cobraron sentido. El calor corporal del joven que la abrazaba, los latidos de su corazón, sus manos en su espalda, la fuerza de sus dedos al apretarse contra su cuerpo, el olor a manzana del cabello del hombre, el aliento tibio que salía por sus orificios nasales que chocaban contra su cuello. Ella no dejaba de llorar.

-Bienvenida, ¿Recuerdas tu nombre? – Dijo el muchacho después de clavar sus ojos en los ojos de la mujer.

Esa sensación de mirar a los ojos a alguien, el reconocer su existencia en el momento de chocar la mirada. Era increíble. -¿Mi nombre?. Creo que…necesito un tiempo para recordarlo. -El joven le sonrió. Esa sonrisa, la sonrisa de aquel hombre la llenó de luz, era como si sus lágrimas que no dejaban de salir de pronto se convirtieran en lágrimas de una felicidad pura. -¿Por cuánto tiempo percibido aquí estuve vibrando?– Preguntó la joven -Aproximadamente seis días percibidos en vida humana. -Quiero salir, en este momento puedo percibir la tierra queriendo escapar del pavimento que la cubre en este lugar. La mujer se levantó y caminó hacia la puerta del departamento. -¡Espera!– Le gritó el joven.-Necesitas ropa para salir al mundo. -¿Por qué necesito cubrir mi cuerpo? -Solamente es para no meternos en problemas en este momento. -Es cierto, comienzo a recordar algo. La muchacha tomó sus ropas y se vistió, salió y comenzó a mojarse con la lluvia. Sus ojos estaban muy abiertos a absolutamente todo. Caminó por las calles y pasó por el departamento de su profesor, sintió su presencia y su tranquilidad lo cual la hizo sonreír. Decidió dedicar un tiempo para sentir, algo le decía que su profesor estaba bien por lo cual se sintió en paz. La muchacha siguió caminando, percibía el odio y el amor de las personas, todo eso le causaba una gran alegría ya que era una señal de vida. Se detuvo en un parque y observó sus manos, se dió cuenta de todo lo que podía crear con ellas, observó sus pies descalzos en el pasto y se dió cuenta de todo lo que podía

hacer con ellos, podía bailar, correr y sentir el viento en su cara, viajar y sentir aún más vida. Pasó por el aparador de una tienda, vió su reflejo y realmente no se reconocía, volvió a amar su cuerpo y sobre todo su sonrisa. Cuándo observó lo que había detrás de ese aparador recordó a su amigo, detrás del aparador se exhibían muchos libros de toda clase de temas. Una felicidad enorme la invadió, quería estar con aquel hombre, quería sentir sus labios, sentir su cuerpo, sentir su sonrisa, su abrazo, quería hacerse una con el, no podía esperar más. La mujer corrió rápidamente hacia el departamento del joven. Al abrir la puerta brincó hacía el y lo besó como si no hubiera mañana, lo rodeó con sus piernas y se aferró a esos labios que la correspondían.


-¿Qué estás sintiendo ahora? -Sólo siento amor y gratitud por este momento que tengo a tu lado. -No has dejado de sonreír desde que despertaste. -No, realmente no quiero dejar de hacerlo, todos mis deseos ya se han ido y ahora entiendo lo que es vivir. -Ahora que viste el mundo…¿Recuerdas tu nombre? -Realmente mi nombre ya no tiene sentido, ya no hay un por qué, todos estamos hechos de la misma cosa y las diferencias simplemente nos alejan del amor de los otros. -Yo tampoco recuerdo el mío…Dejé de necesitar un nombre hace mucho tiempo. Los humanos no dejaban de mirarse a los ojos y sonreírse. Hubo un momento en el que comenzaron a reír juntos por un largo tiempo.

-Ahora la sed que tenía por el conocimiento se ha saciado en mi. Realmente siempre lo tuve todo y ahora me doy cuenta.-Dijo el muchacho mientras tomaba las manos de la mujer. -¿Ahora que sigue? -Podemos hacerlo aun más grande… -¿Acaso estás bromeando?.-Dijo la joven riendo. -Simplemente estamos viviendo…digo, no es como si hoy fuéramos a ser lo que seremos siempre. -Si…pero…sabes…no se si quería irme de aquí, podemos sentir todo esto cuantas veces queramos… El muchacho sonrió y le dió un beso en la frente, cerró los ojos y lentamente acarició su pecho, la abrazó por la espalda, bajó sus manos y acarició también las nalgas de la joven. Ella sonrió, suspiró fuertemente hasta convertirse en un gemido. Nadie nunca la había tocado así. El joven la tomó de su cintura, la miró a los ojos y le dijo: -Hoy podemos olvidar la realidad, fundirnos en un orgasmo tan profundo que no queramos regresar de él…encontrar nuestra divinidad perdida, resolver nuestra geometría sagrada juntos…sólo necesito saber que harás este viaje conmigo… La muchacha observó los ojos cafés del joven, sus cejas tan pobladas, sus labios y las marcas de su piel. Y simplemente sin dejar de sonreír y mirándolo a los ojos asintió con la cabeza. El hombre la besó. Sentía como los labios de la mujer se humedecían con su saliva. Tocó su cuerpo, tan frágil y delgado como el de él, con leves signos de desnutrición a causa del ayuno de esos últimos días. El cuerpo de la mujer parecía no tener peso. Ambos sonreían con cada beso. La mujer comenzó a besar el cuello de su amado y recorrer con su boca todo su pecho. Tocaba su espalda gruesa. El aroma del incienso a lavanda parecía encapsular todo ese momento. -No quiero que esto termine.-Dijo la joven.

-No tiene por que terminar, somos eternos.-Dijo el muchacho mientras acariciaba las caderas de la mujer con las llenas de sus manos. Los genitales de los humanos palpitaban por más amor. Cada beso era más profundo. Comenzaron a mover sus cuerpos para encontrar millones de formas posibles para amarse. La entrepierna de la mujer no dejaba de humedecerse mientras los ojos de cada quien jamás se separaba de los otros. En toda la habitación no existía nada más que ellos, el tiempo pasaba tan rápidamente o tan lentamente que ya no era perceptible. La mujer se colocó enfrente del hombre sentado y abrazándolo con sus piernas delgadas se sentó para sentir por dentro el pene del joven. Jamás había sentido algo así, en ese momento los dos humanos comenzaron a vibrar de una forma única. Ambos se miraban a los ojos y no dejaban de sonreír. -Dios es un orgasmo eterno. -Tú eres Dios. -Tu también eres Dios. -Entonces nos conocemos. -He conocido a Dios. -Ahora quiero que comience nuestro viaje. -No te soltaré. -Puedo resolver toda tu complejidad. -Ahora conozco tu nombre. -Tienes un nombre hermoso. -Todo tu ser es amor puro. -Estamos hechos de la misma cosa.

-Ya no hay color de jaulas ni de llaves. -Me pregunto ¿Qué nos esperará? -Vamos a descubrirlo. Toda la habitación se llenó de luz. Ahora los dos humanos se dejaban llevar por aquel río en donde ambos habían sentido por primera vez la paz. Se adentraron en un sueño compartido y caminaron por la biblioteca infinita. Pero no era la misma, estaban en una sección con libros que no tenían nombre alguno. Ambos sentían una felicidad enorme, no tenían ningún deseo. Al llegar a la sala vacía los humanos decidieron unir de nuevo sus cuerpos, su vibración se incrementó aún más. Todo era distinto, pensaron que percibirían algún eco de lo que antes eran, sin embargo ya habían llegado al lugar vacío. Ahora no había niebla. No tenían cuerpo y no eran dos sino uno solo. Un solo ser. Un solo ser que quería abrazar con su amor a todo. Veía a seres más pequeños que como ellos simplemente se dejaban abrazar y dormían de nuevo. El ser sabía ahora cuál era su propósito. El ser sabía ahora cuál era su finalidad. El ser sabía que no podía ser más grande ni más pequeño por que para el amor no existían las dimensiones. El ser lo era todo. Y todo era el ser. Como era arriba era abajo. Como era adentro era afuera.


Escribí esto para Beatriz hace ya varios años y quería compartirlo en este espacio. Siempre me ha parecido interesante explorar hasta donde puede llegar el ser humano cuando experimenta amor real.