Visión de futuro
La casa estaba a punto de estrenarse. Habían pintado paredes y techos, la habían amueblado al gusto. Todavía no la habitaban, faltaba poco. En estas circunstancias el mobiliario de la sala aprovechaba para sus tertulias vespertinas.
—¡Qué comodidad! —dijo el sofá—. Esta calma y silencio van a durar poco. Esperad que llegue la familia y se asiente.
Esa mañana solo habían ido a supervisar la instalación del dormitorio. Luego se habían vuelto a marchar. En la sala durante la espera habían estado leyendo el periódico, que ahora se encontraba doblado sobre la mesa.
—Agorero, la vida que traerá la familia. Seguro que hay más alegría y movimiento —dijeron las cortinas.
—Ni que supieras adivinar el futuro —replicó el sofá.
—Si quieres leemos el horóscopo del periódico para eso. Mesa, ¿qué dice el horóscopo del día?
La mesa se movió para pasar las páginas hasta que llegó a la deseada.
—¿De qué signo quieres?
—Ah, me da igual —dijeron las cortinas—. Cualquiera vale.
—Total, para la validez que tiene —rezongó el sofá.
—Tendrás un día estupendo si evitas mojarte. Te irá bien en el amor.
—Pamplinas —murmuró sofá.
—Nosotros no nos duchamos, así que difícilmente nos vamos a mojar. Y el amor, bienvenido sea —dijeron las cortinas. —Espero no tener manchas permanentes muy pronto —pidió el sofá.
—Ay, nuevo, sin apenas estrenar y ya estás con esas. Existen los quitamanchas y en el peor de los casos, una funda y cambio de apariencia.
—Tú siempre en positivo. ¿No temes que el gato que venga te arañe y te haga jirones?
Los comederos y la cesta con un cojín ya ocupaban su sitio en la cocina.
—Pienso en la responsabilidad de la familia y que las cortinas valemos lo nuestro. No van a dejar que me haga trizas. Además, seguro que el gato ya viene enseñado.
—Tendremos una existencia tranquila y sosegada —añadió mesa—. Y que viviremos y daremos servicio muchos años.
—Ojalá sea así —deseó el sofá.
—Va a ser así —afirmó la cortina—. No tenemos nada eléctrico ni electrónico. Nada de actualizaciones ni obsolescencia de esa programada. Tela y madera.
—Afortunados —musitó la televisión inteligente sobre el armario bajo.
—Vamos alegra ese ánimo —le dijo la cortina al sofá.
—Creo que me acaba de caer una gota —dijo el sofá.
—¿Gota? Deliras. Esto es una casa, hay techo, no estamos fuera en un jardín a la intemperie —repuso la cortina.
Pero el sofá no estaba equivocado. Era la primera gota de otras tantas que caerían. En el piso se arriba el sistema del gran acuario se había estropeado y perdía agua. Agua que ya empezaba a filtrarse. Su visión de futuro radiante iba a verse truncada.
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