Vida al viento
El diente de león estaba en flor. La inflorescencia amarilla y redonda había dado paso a una bola gris. El diente de león instaba a sus semillas a que fueran vida allá donde fueran. Y tras decirles esto, como si de un deseo se tratara sopló una ráfaga de viento que agitó la planta. Las semillas se desprendieron y comenzaron su vuelo transportadas por el aire y adheridas a sus vilanos.
La mayoría fueron a caer sobre los campos cercanos. Con el tiempo se convertirían en nuevos dientes de león que ampliarían la población de la zona. Otras semillas, las menos, fueron volando más lejos. Unas pasaron por una zona de juegos donde un grupo de niños se divertía.
Al ver las semillas pasar, intentaron en vano atraparlas, iban demasiado alto y tan solo llegaron a acariciarlas unos instantes. A cambio con los movimientos que hicieron al intentar cogerlas se le ocurrió idear unos pasos de baile. Alzar los brazos y cerrar las manos. Lo llamaron La danza del atrapa sueños.
De las pocas semillas que siguieron su recorrido aéreo una se coló por la ventana abierta de la habitación de un hospital. Así llegó hasta la cama de una enferma y se pegó junto a la almohada. La mujer tomó con delicadeza la semilla y lo interpretó como una señal de su pronta recuperación tras la intervención a la que había sido sometida.
Como agradecimiento además pensó que volvería a colocar tiestos en la repisa de la terraza. Hacía años que no había vuelto a tener plantas, después de que un calor intenso y persistente le secara todas las que tenía. Ahora se encontraba de ánimos para volver a intentarlo.
Las semillas de los campos, las que inspiraron el baile de los niños o las que animaron a la mujer ingresada se sintieron muy contentas de sus logros. Y en su interior quedó la idea de seguir transmitiendo mensajes de vida a sus futuros frutos.
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