Puntuaciones

En un texto no siempre hay paz entre los signos de puntuación. En esta ocasión el punto, duro y dominante, quería apartar a las comas. Las veía como pausas innecesarias, para separar las oraciones ya estaba él, suficiente. Los otros signos no tardaron en tomar partido. La exclamación alta y alargada iba con punto, ya que además era uno de sus componentes. Por su parte interrogación se decantó por las comas dada su similitud en la curvatura.

La discusión se centró sobre quién es más importante, si los puntos o las comas.

—Se puede escribir un texto sin comas, pero no sin puntos.

—Intenta construir una oración larga sin comas, te ahogas en el intento.

—Los puntos son directos, breves y certeros.

—Las comas tienen una elegante curva y aportan muchos matices.

Entonces cansada de oírlos parlotear intervino la raya de diálogo.

—Los signos de puntuación, desde los más frecuentes a los más escasos, son valiosos y útiles. Hay momentos en que una coma, un punto, una exclamación o quien sea marca una diferencia crucial. Cada cual aporta en su momento.

—Mira, a quien se puede quitar de en medio es a la raya —sugirió el punto—. Un texto con solo narración y arreglado.

—Orgulloso, te encanta despreciar. ¿Qué hay de la voz directa y clara de los personajes en una escena? No todo tiene que ser estilo indirecto —se defendió la raya.

—Bah, palabrería barata y de adorno. Todos valiosos, qué maravilla —dijo con ironía la coma. En algo parecían estar de acuerdo el punto y la coma.

—Hola, ¿se puede? —se oyó una voz al fondo—. ¿Alguien se acuerda de mí?

Era el punto y coma.

—Estoy muy triste de oíros discutir así. Yo soy el punto y coma. Si decidís apartar a las comas, ¿yo qué hago? Si me voy con las comas, me mirarán mal porque considerarán mi parte de punto como un recuerdo traidor. Si me quedo con los puntos, algo parecido pero al revés.

El resto de signos lo escuchaban con atención.

—Soy el punto y coma y no puedo partirme en dos o dejaría de ser quien soy. Me quedaría solo y aislado sin poder juntarme con nadie. Si ya casi estoy olvidado, entonces sería aún peor. ¿Eso es lo que queréis con vuestra discusión?

El punto y la coma se miraron con incomodidad. Aquello no era palabrería superficial, era la realidad de un compañero de puntuación.

—Esto… yo no quiero que punto y coma se quede solo… —dijo la coma.

—Yo… yo tampoco… —dijo el punto.

—¿Y si hacemos las paces? —propuso la coma.

—Vale, pero no me quites el protagonismo —dijo el punto.

—Prometo no aparecer más de lo necesario.

Y así fue como en aquel texto volvió la tranquilidad para todos los signos de puntuación, incluido el punto y coma.


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