Nocturnidad

Miguel se fue a dormir tarde una noche más. Era época de presentar unos informes en la oficina y se llevaba el trabajo a casa. En el sentido figurado y en el literal. Cuando ya casi no podía leer porque se le mezclaban las líneas de puro cansancio dio por concluida la tarea. Apagó la luz de la sala y dio la del pasillo.

Se dirigió al dormitorio procurando no hacer ruido. Se puso el pijama con el ruego de que la madera no crujiese bajo sus pies. Después apagó el interruptor del pasillo. A tientas llegó a la cama donde ya dormía Leire. En cuanto sus ojos se hicieron a la penumbra pudo distinguir el perfil de su silueta. Escuchó su respiración tranquila.

Miguel se metió con cuidado bajo las sábanas en el hueco que le quedaba. Era estrecho. Leire en su ausencia solía colocarse en el centro. Dudaba que fuera algo deliberado sino más bien un movimiento posterior en sueños. Buscaría la mayor comodidad sin darse cuenta.

Echaba de menos el beso de buenas noches que se solían dar. Estaba por darle uno fugaz en la frente pero se contuvo. No quería despertarla ni alterar su descanso. Ella también tenía que madrugar para acudir a su puesto de trabajo, le convenía tener un sueño reparador. Respetaba en gran medida a Leire y cuidaba de su bienestar.

Entonces una voz incómoda resonó en su cabeza y cuestionó la última parte. ¿Era cuidar compartir cada vez menos tiempo entre ellos debido a que él estaba centrado en sus preocupaciones profesionales? Era consciente de que la situación se estaba prolongando más de una semana y que no tenía visos de cambiar.

¿Debería pedir una rebaja de responsabilidades en la oficina o delegar de algún modo? Esos pensamientos le quitaban el sueño que quería precisamente conciliar. Además de cansado como está dudaba que fuera el mejor momento para tomar ese tipo de decisiones. Entonces se giró en la cama y se quedó contemplando a Leire. De inmediato sonrió sincero.

Su mera presencia lo reconfortaba. Luego estaba el conjunto de su ser. Su sonrisa, su buen hacer. Incluso sus momentos de genio cuando defendía sus límites. Se sentía afortunado de saber que estaba cerca y sentir el mutuo apoyo que se prodigaban.

Ya con las nieblas del sueño, Miguel se durmió pensando en que debería hacerle un regalo. No hacía falta que fuera físico siquiera o que hubiera un motivo. Deseaba expresarle su gratitud y su aprecio por ella.


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