Intrusa

Cuando Tania entró por la puerta de casa vio pegada en la pared del pasillo una nota. «Hay una intrusa en la cocina. Encárgate de ella». Reconoció la letra de Blanca. Intrigada se dirigió a la cocina. Sobre la mesa encontró una orquídea en su tiesto. En la tierra había clavada una vara en la que se apoyaba la planta para que se mantuviera erguida y no cediera bajo el peso de las grandes flores.

Ahora tenía que cuidarla. Dedujo que recién traída de la floristería, de momento estaría en buenas condiciones. De todas maneras, anotó en un rincón de su mente que debía comprar un pulverizador para poder regarla. Y quizá algo de abono si fuera necesario. Sus pensamientos encadenaron ideas de cómo conservar en buen estado aquella orquídea.

Para empezar tenía que colocarla en un lugar adecuado. Ahí en la cocina hacía demasiado calor cuando trajinaban y además le daba mucho el sol. Decidió ponerla en la sala, sobre la mesa del centro. Además armonizaba con los colores de la estancia. Cuánto detalle. Aunque eso de los colores pensó que había sido más bien una coincidencia.

Avanzada la tarde llegó Blanca. Encontró a Tania en el la sala con un libro entre las manos. Frente a la orquídea. Posó con cuidado su bolsa de deporte y la contempló durante unos segundos. Absorta como estaba en la lectura no había notado su presencia.

—Hola, ¿cómo ha ido el día? ¿Has hecho una nueva amiga?

Tania se giró hacia la puerta y sonrió a Blanca. Le hizo un gesto para que se acercara y se sentase.

—Ha sido idea tuya, ¿verdad?

—Umm… tal vez…

—Gracias, me ha hecho mucha ilusión.

—Me lo imaginaba. Cada vez que íbamos al supermercado y pasábamos por delante de la floristería se te iban los ojos.

—¿Y cómo sabías que era la orquídea?

—Cuestión de mirar donde miras.

—Has acertado, era algo que deseaba. Pero no teníamos ninguna planta en casa y tú con el tema de alergias…

—Lo mío es al polen de las gramíneas, así que con la orquídea no hay problema.

—Tienes unos detalles maravillosos.

—Verte así de contenta sí que es una maravilla. Ahora espero que todos tus cuidados no se los lleve la planta.

—No, ni mucho menos. Hay que repartir las atenciones para que cada elemento crezca a su ritmo.

—Hoy me gustaría extra de cuidados, en el trabajo ha sido un día muy demandante, más luego paliza en el gimnasio.

—Preparo yo la cena entonces y luego a dormir pronto.

—Me parece buen plan.


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