Certificación
Julia se acercó a la habitación que tenían como despacho en la casa. Ahí estaba Olga concentrada al ordenador.
—Toc, toc —se anunció Julia al llegar a la puerta. Llevaba un vaso de agua a Olga—. Servicio de habitaciones.
—Oh, gracias. —Olga tomó el vaso y bebió—. Todo un detalle.
—Una excusa para interrumpirte. ¿Estudiando?
—Sí, la certificación del trabajo que tengo que sacarme.
—Deberían daros tiempo en la propia oficina para prepararla, no solo el tiempo del examen.
—Bastante que nos pagan las tasas de examen, es todo un negocio.
—¿Y quién me paga a mí tu ausencia un domingo por la tarde? —Olga la miró con extrañeza—. En serio, necesitas más descanso, desconexión del trabajo, relajarte. Anda déjame.
Olga empujó con las piernas la silla de ruedas y se apartó. Julia tecleó en el ordenador y empezó a sonar una música suave con trinos de pájaros en un bosque.
—Uy, eso me duerme —respondió Olga—. Voy a intentarlo yo.
Poco después sonaba un piano.
—Esto está más animado, aunque sigue siendo lento y melódico —comentó Olga.
—Perfecto para bailar suave.
Julia inició unos pasos de baile.
—¿Me vas a dejar sola ahora también? —Giró en la silla a Olga y le tendió una mano. Ella sonrió y recogió la mano que la invitaba.
Olga comenzó con unos movimientos para desentumecer las extremidades. El cuello, los hombros, las piernas, las muñecas. Demasiado tiempo sentada. Después buscó el ritmo de la melodía y lo siguió. Julia la observó y ladeó la cabeza, dio un paso hacia ella. Abrió un brazo y le rodeó despacio la cintura. Bailaron abrazadas. Olga puso la cabeza sobre el hombro de su compañera de baile.
Julia subió un brazo y le rascó la nuca. Le respondió un suspiro junto a un ronroneo. Con la otra mano buscó su piel bajo la camiseta. Le acarició la espalda con delicadeza. Olga dio un beso en la base del cuello.
—Eh, no quiero babas en mi camiseta favorita —dijo Julia divertida. Momentos después se había quitado la prenda, estaba en ropa interior. Entonces Olga la abrazó más fuerte y le dio un suave mordisco en el hombro. Las manos de Julia subían la holgada camiseta de Olga. Poco después las dos prendas se hacía compañía sobre la silla.
Continuaba el baile entre caricias, abrazos y algún beso. Bailaban sintiéndose, disfrutándose, lento, intenso. Era un momento vivido y compartido. La canción alcanzó los últimos compases. Julia fue rápida y detuvo la reproducción antes de que saltara algún anuncio que quebrara el ambiente creado.
Se miraron a los ojos en la tenue luz que se filtraba por la persiana bajada a medias. Se sonrieron con sinceridad.
—Me ha encantado este baile, lo has hecho especial —confesó Olga.
—Ay, demasiado estudio en tu cabeza. Eres estupenda. ¿Te parece si preparamos una cena temprana y fresca? Con certificado de calidad.
Sin recoger las camisetas se dirigieron a la cocina y prepararon una rica cena mientras compartían sus impresiones del día y sus inquietudes.
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