Minimalismo técnico y ecolobits

Uno de los criterios comunicativos de Komunikilo hace referencia a la voluntad de minimizar el impacto ambiental de las tecnologías digitales. Dice así:

Priorizamos el minimalismo técnico y prestamos atención a los ecolobits.

Bits, clics y nebulosas

Los bits (binarios digitales) son los ladrillos con los que construimos la dimensión digital. Dicen que “El saber no ocupa lugar”, pero los bits son de otra naturaleza y pueden llegar a ocupar demasiado. Por eso es importante prestar atención tanto al tipo de programas informáticos que usamos como al peso de nuestras propias creaciones.

Tomar conciencia de la infraestructura digital es desenmascarar esa inocente “nube” que es más bien una nebulosa tóxica que todo lo distorsiona. El término “ecolobits” sirve para prestar atención a nuestros clics y entender qué implican. Porque detrás de los teclados todavía hay personas y, aunque no lo parezca, cada clic tiene un coste.

Un correo electrónico, una aplicación de mensajería instantánea o una página web son infraestructuras digitales que ocupan espacio y tienen costes de creación, almacenaje, implementación y mantenimiento. Y si no pagamos por ellas, nos tendríamos que preguntar quién lo paga y por qué. ¿Es un amigo que nos ayuda porque nos aprecia o es una multinacional que se lo cobra con nuestros datos?

Software y líneas de código

Un programa de software libre (o al menos auditable) siempre será más transparente que uno de privativo porque, para empezar, podemos saber cuántas líneas de código tiene y qué hacen.

En uno de privativo, que será a menudo más pesado pero no lo podemos leer, es muy probable que haya líneas de código que solo sirven para rastrear internautas y otras trastadas poco éticas. Cuando se filtran programas privativos a veces es un jolgorio: se descubre que están pobremente redactados, que son redundantes, que tienen agujeros, que espían... Un software privativo puede ser como alguien que tiene la casa hecha un desastre porque no recibe visitas.

A más transparencia, más cura y, a menos líneas de código, más ecolobits.

Servidores, ¿de quién y dónde?

Los programas se instalan en servidores, es decir, en ordenadores que necesitan electricidad para funcionar. De dónde sale esa electricidad ya sería otro melón.

Si estamos en Albacete y usamos programas instalados en California pasan cuatro cosas:

  1. La primera es que, como la distancia es grande, se gasta más energía que si el programa estuviera instalado en un servidor de Cuenca. Un servidor próximo siempre es más ecolobits.

  2. Otra cosa que sucede es que en Europa tenemos una ley de protección de datos y en Estados Unidos no. Y si tenemos un problema, nos tendremos que ir a quejar a California, no a Cuenca.

  3. También pasa que, indirectamente, provocamos que se pierdan sitios de trabajo en implementación y mantenimiento de infraestructuras de proximidad, en lugar de crear nuevos.

  4. Y todo ello, hace que suceda otra cosa: que pocas empresas controlen a mucha gente, con lo que nos volvemos dependientes de multinacionales mientras perdemos privacidad y capacidad organizativa.

En local mejor que en la Web

Siempre es más ecolobits trabajar en local, es decir, en un programa instalado en nuestro ordenador. Si usamos un navegador para acceder a una página web y ahí trabajamos, quizás estamos gastando más de lo necesario. Si estamos en nuestra máquina gastamos menos que si nos tenemos que conectar a Internet y acceder a un servidor que quizás ni sabemos dónde está ni qué hace con nuestros datos. Además, si esa web se cae o ese servicio deja de funcionar, no podremos seguir trabajando, y por eso trabajar en la nebulosa nos hace más dependientes.

Una forma de ser más locales digitalmente es usar herramientas como Nextcloud, que tienen sincronización. Y así, podemos estar trabajando sin Internet (cosa que nos distraerá menos) y una vez acabada la tarea, podemos sincronizar. Para hacer un cartel, por ejemplo, podemos usar Inkscape o Scribus, y no hace falta ir a gastar bits por la web de vete a saber quién.

A más localidad, más autonomía, más privacidad y más ecolobits.

Un inocente correo

Los protocolos que configuran el correo electrónico son abiertos pero los servicios de correo que se ofrecen no tienen por qué serlo. Y la gestión del correo puede ser una tarea complicada porque, entre otras cosas, como está centralizado en grandes multinacionales, éstas invisibilizan a las proveedoras pequeñas con muy malas prácticas, como no haciendo llegar los correos o mandarlos a la bandeja de correo indeseable, donde casi nadie mira. Las batallitas con el correo son tan invisibles como desesperantes y desgastan, bit a bit, a administradoras independientes.

Además, no es para nada ecolobits enviar un correo de megas. En lugar de adjuntar podemos enlazar. Y así, no gastamos más bits de los que tocan. Mandar una imagen de 4 megas por correo no es nada ecolobits, y menos aún si esa imagen se manda a varios correos al mismo tiempo. Esa imagen ocupará bits en todos los correos y si lo mandamos a 10 personas, ocupará ella sola 40 megas. Si estuviera en una web o en una carpeta compartida de Nextcloud, se podría enlazar a esa imagen y solo ocuparía su lugar sin gastar, innecesariamente, espacio en otros servidores.

Hacer algo

Pues sí, la digitalización es un melón de proporciones bíblicas. Pero como ahora es más visible el movimento ecologista y hay mucha gente sensibilizada con el calentamiento global, sería necesario que ciertas organizaciones reflexionasen y actuasen en este sentido para evitar también el enfriamiento social.

La transformación digital no se hace sola y es compleja pero podemos ir dando pasitos para poner nuestras tecnologías digitales a la altura de nuestros valores.

“Clic, Clac, Clec” transición digital

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Redacción: @titi@bcn.fedi.cat

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